Manu Chao ha elegido a Cuba nuevamente como destino dentro de su último periplo por América Latina. Este artista va en busca de la verdad allí donde esta se encuentre, ya sea en los barrios europeos o junto a los movimientos indígenas de América Latina. Ha recorrido país tras país recogiendo un poco de aquí […]
Manu Chao ha elegido a Cuba nuevamente como destino dentro de su último periplo por América Latina. Este artista va en busca de la verdad allí donde esta se encuentre, ya sea en los barrios europeos o junto a los movimientos indígenas de América Latina. Ha recorrido país tras país recogiendo un poco de aquí y otro de allá para lograr articular el mosaico de ritmos y de realidades sociales que son sus canciones. «He tenido la oportunidad de conocer mil culturas, es mi universidad», ha dicho el cantante franco-español en su visita a La Habana. Cuba es una parada especial en este camino de aprendizaje.
Sus cuatro días de estancia incluyeron un multitudinario concierto el 1ro de marzo en la Tribuna Antimperialista, frente a la Oficina de Intereses de EE.UU. Para este músico comprometido y activo defensor de las grandes minorías no podría haber un escenario más acertado donde interpretar sus incisivas canciones, cuyas letras cuestionan y denuncian los males sociales de nuestro tiempo. Lo demostró al aprovechar la ocasión para lanzar un mensaje al numeroso público cubano: «¡George Bush es el hombre más peligroso del mundo para el futuro de todos nosotros y de nuestros hijos!»
Manu Chao impactó y enardeció a la audiencia con canciones emblemáticas de su carrera musical, entre ellas «Bongo Bong», «Welcome to Tijuana», «Desaparecido» y «Señor Matanza», la cual dedicó especialmente «a todas esas mafias del primer mundo que se esconden tras la palabra democracia».
Desde su etapa con el grupo Mano Negra, del que fue uno de los fundadores en 1987, hasta su reaparición en solitario en 1995 con su grupo de seis integrantes, Radio Bemba Sound System, la música de Manu Chao ha mantenido un sonido distintivo, resultado de la mezcla de ritmos de diversas procedencias y regiones, que lo ha hecho inmensamente popular en todo el mundo. El viajero incansable que es el cantautor ha conseguido absorber la esencia musical de los pueblos que recorre, desde las melodías tradicionales hasta las más modernas. Es conocida la anécdota de Manu Chao en periplo por África y Latinoamérica mientras capta en su grabadora portátil todos los sonidos que le llaman la atención.
Su padre, el periodista español Ramón Chao, emigró a Francia buscando refugio contra el franquismo y allí nació Manu, en 1961, en un ambiente familiar donde la música y la política fueron una presencia constante que lo acompañó en sus años de desarrollo. También lo fue Cuba gracias a la herencia familiar de un antepasado de la Isla que lleva en sus raíces y al apoyo incondicional de Ramón Chao a la Revolución Cubana. Esa influencia omnipresente y cercana ha mantenido a Cuba dentro del horizonte de Manu, en su arte y su pensamiento social, y ya lo guió hacia nuestro país en una ocasión junto a Mano Negra. En junio de 2000, entrevistado por Le Monde Diplomatique, a ocho años de aquel viaje pero aún con la Isla fresca en la memoria, declaró: «Crecí en una familia procubana, con el retrato del Che en la sala. Todavía lo tengo. (…) Muchos critican a Cuba y es cierto que tienen problemas, pero allí no vi niños muriendo de hambre en las calles. Saben leer y escribir. Los derechos humanos no son más respetados en los demás países de la región, pero todo el mundo habla de Cuba porque los americanos la tienen atravesada como una espina en la garganta».
En su temprana adolescencia un Manu Chao indagador se sumergió en la vida nocturna de las pandillas de barrio, conoció la dura lucha por la supervivencia del emigrante y el sórdido imperio de la droga y el crimen. El autor de Clandestino no olvida aquellas experiencias y hoy uno de sus principales objetivos es cambiar la situación de estas comunidades: «sueño con miles de pequeñas revoluciones en los vecindarios», confesó. Así se perfiló una personalidad carismática que ha sabido comunicar a las multitudes su música mestiza y sus inquietudes políticas y sociales.
En ocasión de su visita a Cuba comentó algunos de estos temas en exclusiva para La Jiribilla:
Háblanos del lugar de Cuba en tu vida y en tu desarrollo como artista.
La cultura cubana me llegó a casa a través de mi padre cuando yo era pequeñito. Había muchos discos de música cubana en casa. Bola de Nieve era el que más nos gustaba en aquella época, era nuestro ídolo. Conocíamos todas sus canciones. Recuerdo que de toda la pila de discos de mi padre siempre elegíamos el de Bola para escucharlo. Empecé a nutrirme de la cultura cubana desde la infancia, sin entender mucho todavía lo que era Cuba, ni Francia, ni España.
Mi padre también era músico, y supongo que todo eso influyó para que más tarde, con 16 ó 17 años, empezara en la música. Con los «malandros» del barrio monté mi primer grupo de rock, y ya a los 18 decidí dejarlo todo para consagrarme a ello.
¿Te sientes atraído por otras vertientes del arte, aparte de la música?
Me encanta hacer video. Me encanta hacer cine, editar películas. Pero si me involucro mucho en esto me alejo de la música. En una etapa hice tanta filmación, tanto grabar con cámara y edición que sentí que me alejaba, y me frené un poco por ese lado. Me hizo algún daño, pero a cualquier cosa que hagas tienes que dedicarle mucho tiempo, no se pueden hacer los proyectos a medias. No obstante, me encanta ese otro camino. También hay otro arte al que me gustaría dedicarme en esta vida, o en la otra: quisiera ser médico. Sin embargo, por ahora la música absorbe todo mi tiempo, no hay espacio para más.
Tus canciones tienen un fuerte contenido de inconformidad, resistencia y denuncia social. ¿Enviar este mensaje es una parte imprescindible de tu arte?
No me doy cuenta de esas cosas. Cuando escribo una canción no analizo lo que voy escribiendo. La realidad está a mi alrededor, estoy dentro de un ambiente y «se abre el grifo». No estoy pensando en que tengo que escribir sobre eso. No puedo decidir: «Hoy voy a escribir una canción». En la inspiración, en lo que se va escribir, no mandas tú. Es la canción quien manda.
Desgraciadamente vivo en un mundo en el que hay muchas cosas que no funcionan, en el que hay mucha injusticia y mucha corrupción. Evidentemente el entorno influye en lo que escribo. También, no sé por qué, es en ese momento que siento más la necesidad de descargar mi rabia cuando veo algo que no me gusta. Ahí es cuando necesito de esa catarsis que es hacer una canción. Cuando estoy feliz y contento no tengo esa necesidad de escribir, lo hago principalmente cuando algo me choca, cuando me digo: «Eso no tendría que existir en este mundo», y hay ahí una rabia interna que es provocada por la injusticia. Tengo la suerte de haber conseguido una manera de canalizarla en algo positivo.
Esta es mi gran lucha, por ejemplo, en los barrios de Francia. Estamos intentando educar a los chavales y explicarles que todos sentimos rabia por el modo en que funciona el mundo, pero hay que conseguir canalizar esa rabia para cambiar las cosas. Desgraciadamente, cuando te sientes así la primera reacción puede llegar a ser la violencia. Es contra eso que hay que luchar. Yo consigo transformar la violencia al escribir canciones. No sé si son positivas o no, eso lo debe decidir la gente, pero a mí me limpia, es un proceso interno.
Es lo que queremos conseguir con los chavales de barrio en Europa que están llenos de resentimiento. Lo que pasó en Francia, ya se vio, fue un estallido de rabia. Pero la solución no es quemar coches, hay que buscar otras maneras de desahogarse, otras soluciones. En los barrios del primer mundo esta es una lucha importante. Lo que pasó en Francia lo estábamos avisando hacía años. También otros, los grupos de hip-hop de los barrios, hace diez años que estaban avisando que todo iba a estallar -la música de esos barrios es el hip-hop mezclado con las raíces de todos los emigrantes del norte de África, de Mali y de Senegal; con las raíces latinas y con las del este―. En un libro de poemas en francés que publiqué hace poco con Wozniak hay una página entera en la que escribo: «los barrios van a estallar»… y estallaron seis meses después.
Tus discos han logrado ventas millonarias. ¿Cómo ves tu lugar en el mercado de la música ahora que has roto con tu disquera Virgin Records?
Mi lugar lo voy inventando cada día. Estuve colaborando con estas grandes compañías y luego me fui por motivos sindicalistas y filosóficos. Cuando echaron a la calle al 20 % de los trabajadores de la empresa avisé inmediatamente que ya no podían contar conmigo. Esos trabajadores eran mis amigos. Son gente que trabaja para alimentar a su familia.
Ahora estoy haciendo mi camino. No tengo casa de disco, lo hago todo solito. El problema sería cómo llegar a la gente, pero el mundo ha cambiado mucho, hay muchas redes de distribución diferentes, hay mil posibilidades. No siento ninguna presión.
Tengo una inmensa fortuna en la vida: lo que siempre fue mi pasión de adolescente, la música, se volvió mi oficio y me da para ganarme la vida. Vivo de mi pasión y es una gran suerte. Nunca podré agradecerlo bastante. La mayoría de las personas trabajan y solo dedican a su pasión los días o las horas libres. Yo puedo mantener a mi familia con lo que me da placer. Si eso no funcionara un día, para mí no sería una derrota, al contrario, me abriría las puertas para hacer todo lo que no he podido lograr hasta ahora. Al fin podría dedicarme a estudiar para ser médico o para hacer cine -pero creo que prefiero ser médico.