Nada puede ser como antes, hay que restablecer la ética en el capitalismo. Cuando el argentino Cesar Alejandro Adolfo Martinez de Irigoya y Sepúlveda -me lo contó el mismo- leyó esta conclusión de Sarkozy, ante la catástrofe financiera y lo que se lleva por delante, recordó que por una idea parecida lo sacaron, agarrado por […]
Nada puede ser como antes, hay que restablecer la ética en el capitalismo. Cuando el argentino Cesar Alejandro Adolfo Martinez de Irigoya y Sepúlveda -me lo contó el mismo- leyó esta conclusión de Sarkozy, ante la catástrofe financiera y lo que se lleva por delante, recordó que por una idea parecida lo sacaron, agarrado por el pescuezo, de la Chicago University.
Fue cuando quiso matricularse, para un master, en lo que el, de buena fe, creía era una disciplina docente, o parte de ella, LA ÉTICA DE LOS NEGOCIOS. O un curso de Ética, o un curso de negocios, ¡imbecil¡ le contestó el conserje, quien, según cree Martinez, a juzgar por la violenta reacción, debió tomarlo por un provocador bolchevique, o algo así.
No soy un pelotudo, al menos no del todo, me aclaró, es que un predicador metodista, gringo por añadidura, me trabajó el alma una tarde, en un café dela Avenida Corrientes, en Buenos Aires, para mayores señas. Ante mis dudas y las limitaciones de su ciencia, me recomendó este cursillo como fuente infalible para comprender el nexo entre el orden natural del mercado y la voluntad celestial que, siempre de vigilia, desde encima de los tejados, como quien dice,i nfunde, con aliento divino, soplo a soplo, los valores de la ética. Y fíjate, me picó la curiosidad.
El argentino ni era bolchevique, ni mucho menos provocador, pero al empleado de la Universidad, -me reconoció-, no le faltaba razón. Mírate, continuó diciendo Martinez, particularmente inspirado, una pila de ladrones dominan esa entelequia cruel que llaman mercado. Vendiendo recortes de papel como si fuera oro molido, han colocado al capitalismo al borde del precipicio. La cosa no sería para alarmarse, más bien para aplaudir hasta con las orejas, si no fuera porque los primeros que se precipitan al abismo son los parias con sus salarios, sus trabajos y sus ahorros, quien los tenga.
Lo de Sarkozy, que va de organillero, es una memez, opinó, los hampones son tan naturales en el mercado como los buitres revolcándose en la carroña.
Ave de pico encorvado
le tiene al robo afición;
pero el hombre de razón
no roba jamás un cobre
pués no es vergüenza ser pobre
y es vergüenza ser ladrón.
Así lo adelantó mi compatriota, el gaucho Martin Fierro, metido a poeta. ¿Y si se pierde la vergüenza? , eso también lo sabían las coplas del pampero
Muchas cosas pierde el hombre
que a veces las vuelve a hallar;
pero les debo enseñar,
y es bueno que lo recuerden:
si la vergüenza se pierde,
nunca se vuelve a encontrar.
Pero el mercado, che, tiene su orden natural y si las cosas se complican, para que no se arruinen los arruinadores, pues se hace como se hace ahora, un nuevo banquete, una parrilla con los dineros públicos, con los impuestos que pagan los trabajadores, con las partidas destinadas a pensiones, a curar enfermedades, a enseñar a las gentes… con esas cosas heredadas de revueltas, subversiones y demagogias.
¿Y acá?, preguntó Martinez. Por aquí los hay peores, me permití decirle, los monos bailarines le han cambiado la partitura al organillero, ni de dientes para fuera echan de menos la ética, no en vano si las sociedades se van por su camino, a la chatarrería, dejando un rastro de miserias, ellos se van por el suyo, con sus bártulos, forrados de billetes. ¿La ética?, ni falta que hace, lo que hay que se necesita, dicen, es dejarse de mojigaterías, abaratar el despido y suprimir las rigideces en la relación laboral.
Que sepas, Martinez, que en España el despido no cuesta un duro. Lo que no sale de gratis es el despido sin justificación, problema entonces que se resolvería no despidiendo. Es fácil comprenderlo, mejor haría el ladrón no metiendo las manos en lo que no es suyo, que pidiendo mayor indulgencia para robar más. Por otra parte, añadí, la extinción del vínculo laboral por causas económicas cuesta dos perras, con la particularidad de que nadie pregunta de quien es la culpa de la causa económica; la causa de la causa, con ética o sin ella, la soportan siempre los trabajadores, aunque ellos hayan cumplido con lo suyo, así lo dice la ley que solo pide las cuentas, mondas y lirondas, sin preguntar porque.
Te diré, también, que piden mas flexibilidad en este país, que es el de de la Comunidad Europea con mayor precariedad laboral, el que en salarios, pensiones, inspecciones de trabajo… está en el pelotón de cola, y en el pelotón de cabeza en accidentes de trabajo, en desempleo, en la duración de la jornada laboral…
Los lobos, Cesar Alejandro Adolfo, que se andan de fisiócratas, apuntados a neoliberales, reclamando lo suyo: que se eliminen rigideces y se liberalicen sus relaciones con las ovejas. Como en el orden natural del mercado.
A lo Maradona, che, canelita en rama, que marcan los goles hasta con la mano. Pero para mi gusto, vos, concluyó Martinez, que este no sube al marcador. Que igual que siempre sirven las sombras para distinguir la luz, lo que está pasando ha dejado ya una irremediable grieta en la peana ideológico-cultural que soporta al capitalismo y podrá ahora, como antes, el movimiento obrero, ahora con razón renovada, afirmarse como la hacia Fierro
Pero diré, por si acaso,
para que me entiendan los criollos:
todavía me quedan rollos
por si se ofrece dar un lazo.