Traducido por Juan Vivanco para Rebelión
Ante todo debo decir que no soy un experto en la región, ya se trate de Venezuela o América Latina. No soy «de aquí», soy más bien un francés típico que cumple los criterios de identificación nacional, salvo cuando agarro un megáfono o cometo cualquier otro acto altamente subversivo. Tengo, en cambio, una ventaja evidente sobre los que me leen en Europa: estoy en el país, en Venezuela, con la sana intención de ver lo que da de sí esta famosa «revolución bolivariana».
También aviso de que no voy a hablar de dictadura a la cubana, ataques contra la libertad de prensa, presos políticos, corrupción generalizada, y menos aún de militarización del régimen, de petrobolívares ni del gran líder rojo con boina (entiéndase THE Hugo Chávez). Eso se lo dejo a los «periodistas» y expertos de todos los pelajes.
Llevo apenas un mes en este país y ya he podido comprobar que no es ni un gulag tropical soviético ni un paraíso socialista en marcha hacia la igualdad universal. Es evidente que para entender realmente lo que pasa en este país habría que vivir aquí varios años, participando activamente en todo lo que se hace. Ese no es mi caso, por ahora [1].
Por ahora puedo limitarme a contaros algunas experiencias que he seguido de cerca, en el sitio. No son, por supuesto, representativas del ambiente general del país, como los últimos movimientos estudiantiles o los «secuestros» de patronos tampoco lo son de la situación en Francia. Pero ya se sabe que las revoluciones no eran al principio movimientos mayoritarios.
Estas tres experiencias, en la vanguardia de la revolución que Bernard-Henri Lévy todavía no ha visitado, podrían dar a entender, con una pizca de optimismo y de espíritu militante, que al país aún le quedan esperanzas de hacer una revolución. Al fin y al cabo, es lo único que merece la pena plantearse…
Gramoven: cómo administrar tu propio barrio
Empezaré por la capital, Caracas, ciudad superpoblada, muy contaminada, encajada en un valle. Los cerros están cubiertos de barrios sin urbanizar, con casas precarias de paredes de ladrillo y techo de chapa, cuando no simples barracas. Estos barrios surgieron en los años 50 a raíz del éxodo rural: como los hacendados poseían todas las tierras de cultivo, los campesinos, para sobrevivir, no tuvieron más remedio que emigrar a la ciudad. Nos dirigimos al barrio de Gramoven , llamado así por la fábrica Gran Molino de Venezuela, que desde los años 1950 se alza en uno de estos cerros del oeste de Caracas, con el barrio a su alrededor. A la entrada del sector hay un gran edificio cubierto de carteles que celebran «otro gran logro de la revolución bolivariana», la fábrica Coca-Cola, requisada hace seis meses por el estado, que se la entregó a la comunidad. Hoy han abierto aquí muchos pequeños comercios y la actividad es febril. Subimos al cerro para llegar al sector de La Cubana, donde está el campamento que nos interesa.
En cada sector hay uno o varios consejos comunales [2]. Se trata de juntas vecinales en las que se discuten los problemas concretos de una comunidad; pero a diferencia de Francia, aquí la participación es intensa y se buscan resultados reales, a veces con éxito. Aunque en Gramoven, como en muchos otros lugares, les ha costado arrancar. Hasta hace unos meses cada consejo peleaba por su lado, sin que se lograra nada tangible. Después, los consejos comunales del eje Gramoven se unieron, y hoy forman una asamblea a la que pertenecen 34 consejos comunales y tres consejos observadores.
Así han podido ejecutar unos proyectos más estructurales para la comunidad, entre los que destaca el que se ocupa de la vivienda. Se sitúa en el marco de una nueva «misión» (programa social del gobierno), sufragada con la renta petrolera, que se llama Barrio Nuevo Tricolor [3]. Gramoven es la primera comunidad donde se ha puesto en práctica. El fundamento de esta nueva misión es bien sencillo: el estado proporciona los materiales y todo lo necesario para construir viviendas y la comunidad se hace cargo de la administración y la ejecución de las obras.
Al fin vemos el campamento. A la entrada hay un espacio de recepción con una oficina que equivale a nuestros centros de planificación familiar, y una mesa redonda por la igualdad de género, lugar de debate feminista en un país que sigue siendo muy machista. Más allá hay un almacén repleto de material (chapa, ladrillos, cemento, etc.): la mano del estado. Al lado, en otra carpa, está la escuela, dedicada al proyecto Barrio Nuevo, donde tanto niños como adultos aprenden por las mañanas todo lo necesario para construir correctamente las viviendas. Por la tarde trabajan en las obras. Todos estos servicios (salud, enseñanza…) son completamente gratuitos y están supervisados por unos «facilitadores» voluntarios de la comunidad.
Enfrente está el lugar más sorprendente, lleno de uniformes, armas y galones. Seguramente es lo más difícil de entender por un europeo, pero representa algo crucial: lo cívico-militar. Ejército y milicias populares. Incluso con la mejor voluntad, es casi imposible no sucumbir a la manida expresión de la «militarización del régimen». Pero sería una simplificación, por no decir un error. Sobre este asunto debemos adoptar el punto de vista de quienes viven aquí, distinto del que se tiene en Francia.
Lo cívico-militar es una peculiaridad venezolana. Al igual que la policía, que no es temida sino solicitada para paliar la inseguridad [4], el ejército proporciona un respaldo técnico, una seguridad, una ayuda para la organización. Además, los militares son jóvenes del barrio. Nos hablan de los ejércitos populares de Panamá de los años 1970, de las guerrillas revolucionarias, del M-26 (revolución cubana), pero también de conciencia política, de soberanía nacional, de servir al país y defenderlo contra el agresor gringo. Y no se puede negar que este último ha hecho de las suyas en Venezuela.
Nos cuentan la historia reciente de Venezuela, cuyo conocimiento es imprescindible para entender algo: hasta los años 1950, dictadura con injerencia usamericana; luego, en 1958, «democracia representativa» también bajo tutela USA, en realidad una parodia de democracia, más represiva aún que la dictadura. Después, a consecuencia del resentimiento acumulado durante decenios, la represión contra los sectores populares y la indiferencia internacional, estalla el motín popular del 27 de febrero de 1989, el Caracazo, ahogado en sangre por las autoridades (más de 4.000 muertos). Sólo algunos militares de extracción popular se negaron a disparar contra los de su clase. Uno de ellos se llamaba Hugo Chávez, el mismo que intentó dar un golpe de Estado en 1992, contando con un amplio respaldo popular. Todo esto desembocó en una nueva constitución hecha «desde abajo», la redistribución de la renta petrolera y la reducción de la pobreza. La reacción a estas políticas no se hizo esperar: golpe de Estado político-mediático contra Chávez en 2002, que fracasó por el apoyo masivo del ejército y el pueblo; paro petrolero de los ejecutivos y patronos justo después, a finales de 2002 y principios de 2003, y movimiento estudiantil (de derechas) en 2005. En todas las ocasiones, por supuesto, con intervención de la tristemente famosa CIA [5]. Un vecino nos lo resume así: «Lo cívico-militar, mezclar al pueblo con el ejército, es la única manera de evitar que pase aquí lo mismo que en Honduras. No nos armamos para hacer la guerra, preparamos nuestra defensa para no tener que hacerla».
Terminamos la visita en la cocina, comunitaria, por supuesto. Aquí nos enteramos de que existe un Mercal, red de supermercados para los pobres adonde acuden los vecinos a hacer la compra. Y otras misiones, la más conocida de las cuales es Barrio Adentro, que cura de forma gratuita a los vecinos de estos barrios sin aplicar los criterios de la medicina liberal. Ha tenido mucho éxito, por lo menos aquí.
Toda esta gente se afana en la misión Barrio Nuevo. Las obras van de una simple fuga de agua a la construcción total de casas. Los vecinos se han repartido las tareas en varios comités: agua, electricidad, cultura, educación, sanidad, derechos humanos e igualdad de género. También hay un comité de inquilinos que lleva un registro de todas las viviendas, por antigüedad y por riesgo. Su misión consiste en trasladar a las personas que viven en las zonas más peligrosas a unas viviendas nuevas, de obra, construidas en suelo seguro, con su asentimiento y acompañándolas en su adaptación para evitar la ruptura con el territorio donde habían vivido durante muchos años. Después se les alojará en comunas socialistas, que no son edificios residenciales ni torres de tipo VPO, sino un hábitat horizontal comunitario. Más abajo, una parte del sector está ya conectada a un sistema de evacuación de aguas servidas. En otra ladera del cerro se divisan unos tejados nuevos, que protegen las casas de las lluvias. Es el fruto del trabajo comunal.
En el fondo del valle se ve la autopista que comunica el aeropuerto con Caracas. «Gramoven es lo primero que ven los viajeros que llegan a Caracas, esto tiene que ser la revolución» bromea un viejecillo de 70 años apodado El Niño. Boina roja, camisa roja con un letrero: «gobierno comunal». Aquí todos son chavistas, aunque conscientes de la vaguedad del término. Ante todo se consideran revolucionarios, y están afiliados al PSUV [6]. Estos días están eligiendo a sus representantes para las próximas elecciones. Por primera vez en su historia, las designaciones en el partido socialista se hacen desde abajo, democráticamente. En realidad la mayoría de los candidatos son propuestos por un «comité electoral» restringido, nos dice un miembro de la comunidad, aunque reconoce que, pese a todo, es un avance. La vocera del consejo comunal se exalta: «¿Cómo es posible que nuestro representante en la Asamblea Nacional sea alguien que nunca ha puesto un pie en el barrio? «. De modo que van a presentar a su propio candidato, del barrio.
La jornada prosigue con un taller, como tantos otros que se organizan allí donde hay movimiento. Hoy toca formación sociopolítica. ¿Cómo evitar el racionamiento del agua? ¿Ecología y socialismo? ¿Centralismo democrático? La formación es integral, no hay división del trabajo, se aplica la teoría del multiplicador: cuando se aprende algo nuevo se transmite este conocimiento a los demás, que lo difunden para que el conjunto de la comunidad pueda ejercer un amplio abanico de actividades. La cosa funciona, de modo que cualquier cocinera o ama de casa que participa es capaz de manejar los conceptos de dialéctica hegeliana o de materialismo histórico mientras enseña a los demás a preparar empanadas. Hay un grado de conciencia política impresionante. Ayer se reunió el Consejo Popular de Comunicación para discutir sobre la relación con los medios, la manera de difundir informaciones y la posibilidad de compartir experiencias con otras comunidades menos avanzadas.
Todo lo que hacen es por iniciativa propia. Problemas no faltan: apagones, basura en la vía pública, criminalidad… Pero no son pesadillas, pues están convencidos de que podrán resolverlos. No hay fórmula mágica, el secreto está en el trabajo militante en el sitio, un trabajo constante de todos y especialmente de todas, pues las mujeres están muy motivadas. «Discutir, observar, leer, reflexionar, autocriticarse y no actuar solos, cada cual en su rincón, sino juntos, de forma colectiva». Sin olvidar la utopía que les inspira y para unos es Dios, Jesucristo o la Iglesia Evangelista del barrio, mientras que para otros es el comandante Chávez o el libertador Simón Bolívar y para otros la revolución, el comunismo, la Patria Grande. La meta común es la misma: una revolución socialista. A pesar de las divergencias reales avanzan juntos, sin facciones.
El taller sociopolítico termina con esta frase: «Sabemos que tenemos muchos problemas, muchas contradicciones. Pero lo que estamos cambiando no es sólo el barrio, sino también a nosotros mismos, nuestra conciencia colectiva».
La Asamblea Constituyente Municipal de San Francisco de Yare
Cambio de escenario, salida al campo, a escasos 60 kilómetros de Caracas. Un aire más tropical, menos ruido y contaminación, más vegetación. Estamos en la población de San Francisco de Yare. En Venezuela este nombre evoca una variante del folclore nacional: la ciudad es famosa por sus fiestas religiosas, con los Diablos Danzantes de Yare. Viajamos hasta aquí para asistir a un taller de formación ideológica. Los vecinos han invitado a un argentino marxista. El «curso» ideológico no tarda en dar paso a un animado debate, en el que los pobladores hablan de sus problemas concretos y el intelectual los sitúa en la perspectiva de la dialéctica marxista.
El municipio tiene graves problemas. En primer lugar, la falta de agua potable. No es que se corte durante varias horas, como en Caracas, es peor aún: a veces se quedan sin agua durante días enteros. Y cuando vuelve, a menudo es insalubre. A pocos kilómetros hay un depósito, pero el agua se lleva a Caracas. Otro problema es la falta de electricidad en gran parte de la población. El tendido está en pésimas condiciones.
Yare es uno de los municipios más pobres del país, con una tasa de paro próxima al 60 %. Una empresa local, financiada por el gobierno por su ayuda a la revolución, se ha hecho con la propiedad de dos tercios de las viviendas y se comporta como un rentista al más puro estilo capitalista. «Dos horas por carretera de Caracas es demasiado lejos para la supervisión del ministerio.» Aparte de eso, no hay agricultura, porque las tierras pertenecen a hacendados que sólo las usan para especular. En una palabra: desolación.
Para remediar esta situación, el alcalde chavista elaboró hace algún tiempo un plan de desarrollo comunal, con la idea de someterlo a la aprobación de los vecinos. Pero para ejecutarlo también tiene que aprobarlo el gobierno regional, antes de pasar al ministerio [7]. Y en el estado de Miranda gobierna la derecha, de modo que no hay ninguna posibilidad de que salga adelante.
En vista de eso los vecinos, partiendo de la idea de consulta a la población, han doblado la apuesta. Como sus problemas no dependen únicamente de la administración de la ciudad sino también de una política estructural, han decidido entablar un proceso de Asamblea Constituyente Municipal [8]. El nombre, ya de por sí, impresiona.
Pero son más que palabras. Se trata de establecer unas normas concretas de funcionamiento para la comunidad, decididas por todos. Teniendo como norte la idea de acercarse un poco mas al ideal, el Socialismo. El plan se inició hace ocho meses y ya está bastante adelantado, con un amplio respaldo entre la población, aunque todavía insuficiente. Todo depende, también en este caso, del trabajo con la gente, de la militancia diaria, para debatir, convencer y actuar.
Este proceso constituyente no es el único, ya se ensayó en el municipio de Torres del estado Lara, pero fracasó. Aquí parece que la cosa está bien encaminada. Se han elegido los primeros representantes para la Constituyente y el municipio, que participa plenamente en el proceso, les ha recibido. El proyecto está en marcha: se debate la expropiación del terrateniente, la reactivación de la agricultura y la utilización del turismo. Surgen ideas y no falta resolución para ponerlas en práctica.
A finales de año debería estar lista la propuesta de Constitución. Después habrá que seguir convenciendo, informando, debatiendo, siempre con espíritu militante. Si todo va bien, el referendo municipal constituyente se celebrará a mediados del año que viene. A partir de entonces es posible que la historia cambie para este municipio. De momento nos cuentan la larga historia de la tradición de Yare y nos enseñan la sorprendente galería de máscaras de diablos danzantes.
Fama de América para exportación, y más si hay organización
Regreso a Caracas, esta vez entrando por el suroeste, por la zona de La Yaguara. Un paisaje de extrarradio con fábricas, casas de construcción precaria y edificios vacíos. Aquí hay una pequeña fábrica con unos 70 empleados: Fama de América. En todo el país esta empresa, que antes pertenecía a Cafés Madrid, tiene 500 trabajadores. Hoy trabaja con un régimen especial, pues el estado, antes de emprender una nacionalización, toma el control temporal de la empresa durante unos meses. Después se decide su futuro: si la empresa es una necesidad primaria para el país se nacionaliza, de lo contrario vuelve al sector privado.
La iniciativa de intervenir temporalmente la empresa no partió del Estado. Fueron los obreros, movilizados desde hacía seis meses, quienes la impulsaron, después de muchas asambleas. Ante represión patronal y las condiciones de trabajo cada vez más duras, por no hablar del contrabando de café a Colombia (mientras existe escasez del producto en Venezuela), los obreros se unieron en torno a una consigna: la nacionalización. Con esta meta se personaron en el ministerio de Trabajo e hicieron todas las gestiones necesarias. Pero el Estado se muestra reacio.
Dentro de la empresa el respaldo a la nacionalización no es unánime. La derecha argumenta con la burocratización, a lo cual los obreros responden: «¿Burocracia de Estado? Aquí hay tres jefes: el coordinador general, el superintendente y el intendente general, que desempeñan la misma función; de modo que la burocracia ya la conocemos». También les dicen que el régimen les va a manipular para su propaganda. «Hemos sido lo bastante fuertes como para unirnos y pedir la nacionalización, así que seremos capaces de resistir colectivamente si se da el caso». Desde la izquierda también llueven las críticas: «¿Por qué no pedís la autogestión?». La respuesta es clara y humilde: «No nos sentimos capaces, por ahora [ver la nota 1]. Tenemos los conocimientos necesarios para hacer funcionar la fábrica, pero no la conciencia de lo que esto implica». Les han propuesto que formen una cooperativa socialista, pero ante el fracaso de muchos otros intentos similares (la patronal ha recuperado muchas de estas cooperativas), no han querido hacerlo y han optado por la nacionalización.
Entramos en la fábrica después de que los obreros vencieran la resistencia de los inspectores del estado que vigilan la producción. Fábrica pública significa producción intensiva, porque está en juego el interés superior de la patria. No se puede perder el tiempo en charlas. «Toma de control temporal, pero nosotros decidimos cuándo hace falta», dice un obrero con una sonrisa. De modo que nos reunimos en la cafetería para discutir un grupo de periodistas del canal comunitario Vive TV [9], periodistas del periódico marxista Tribuna Ideológica y un representante del movimiento brasileño de los Sin Tierra que ha venido a expresar la solidaridad de su movimiento.
El panorama, de entrada, no es muy alentador. Hasta ahora la lucha se había centrado en oponerse a un sindicato de empresa subordinado a los dueños, hasta que un sindicato socialista ha logrado desplazarlo. Pero no existe una organización de base de los obreros, no hay comités de lucha. De modo que «organización» es la palabra clave de esta asamblea. Los obreros también se quejan de los escasos apoyos que han recibido.
«No podemos retroceder, no podemos permitirnos perder, porque si volvemos a caer en manos privadas habrá más represión, quizá también despidos». El periodista marxista Manuel Vadell les dice: «Sois 70 obreros de una empresa pequeña, pero si tenéis éxito despejaréis el camino a otros que os necesitan para atreverse a hacer lo mismo. Estáis demostrando que se puede salir del sector privado. Lo cual no significa que con eso la lucha haya terminado, habrá que ir más lejos, pero de momento tenéis que ganar la nacionalización».
Volvemos una semana después. Ambiente festivo. Unos obreros de otra empresa han venido a representar una obra teatral que cuenta su historia. No es una empresa cualquiera, se trata de La Gaviota [11], fábrica de conserva de sardinas, que después de la expropiación ha ido más lejos. Podría llamarse autogestión, pero aquí prefieren llamarlo control obrero directo. Miramos con admiración a estos obreros y obreras, uno de los cuales nos dice, después de la representación: «Cuatro meses. Durante cuatro meses apenas hemos tenido para comer, pero hemos ganado». Para Fama de América este encuentro es la ocasión ideal de reflexionar, ahora que el Estado ha prorrogado un mes su control temporal. «Toda esta energía, esta lucha, este apoyo, nos dan más fuerzas para seguir. Y no sólo para lograr la nacionalización. Esa no es más que una etapa, se lo aseguro». Se oye un grito colectivo: «¡La lucha sigue! ¡Viva la revolución!», para acabar entonando la Internacional, de principio a fin.
Estos tres ejemplos son poco representativos. Aislados, marginales, desiguales, mientras que lo demás deja mucho que desear. Si hacemos un balance global, hay muchas cosas que te sublevan. Están los fallos del régimen, no los que denuncian los medios privados de derechas (pleonasmo), sino auténticos problemas profundos: falta de ideología clara, falta de coordinación general de las iniciativas, un centralismo muy acusado, un gran partido bastante poco democrático, el predominio del sector privado en la economía, que apenas se ha reducido (70 %), y esta democracia «protagónica» que debería fomentar el poder directo de decisión popular, pero todavía está limitada a unos espacios reducidos.
También están los problemas básicos: los cortes de agua y electricidad y la inseguridad persisten desde hace años sin que se hayan solucionado. En este aspecto, la revolución no ha cumplido sus promesas.
Luego está el líder, Chávez, sin el cual, como confiesan los militantes de base con los que hemos hablado, el proceso no seguiría adelante. De momento no se ha encontrado (o permitido) a nadie que pueda tomar el relevo.
Por último, hay una oposición desorganizada, sin proyecto, pero de una violencia inusitada, que recurre a la propaganda antichavista hasta en los dibujos animados para niños y detenta el poder mediático (70 % del espectro audiovisual). Así las cosas, podría decirse que la revolución bolivariana lo tiene crudo.
Pero estos pequeños focos revolucionarios son reales, existen. No se puede hablar de lo demás sin citarlos. De lo contrario, nos comportaríamos como un colono occidental que va a dar lecciones revolucionarias a los primitivos latinoamericanos sin conocer la realidad del sitio. Eso no es de recibo, como nos dan a entender en cuanto alguien deja traslucir estos prejuicios.
Este proceso de construcción popular se puede observar en todo el país. En menor grado, desde luego, pero está ahí. También es preciso conocer la historia. Si se compara con lo que era hace veinte años, en este país ha habido una auténtica revolución. Hoy el índice de pobreza ya no es del 80, sino inferior al 30 %. La población está mejor alimentada, sabe leer y escribir y, sobre todo, se ha politizado. Es un proceso complejo, paradójico y contradictorio, pero avanza. Es lento, muy lento, porque se trata de una revolución no violenta, por las urnas y por la vía democrática, que va despacio con (y a pesar de) Chávez (y los chavistas), a pesar de la oposición antidemocrática y el imperialismo occidental. Pero el impulso existe y se extiende fuera de las fronteras con proyectos de integración regional (ALBA, Mercosur, moneda Sucre), muy imperfectos, poco articulados, pero que también van avanzando.
He aquí una visión muy rápida y, por supuesto, nada exhaustiva. Para haceros una idea de lo que ocurre en el país podéis leer libros, ver películas, oír testimonios. Pero para entender este proceso lo mejor es venir aquí. No como turistas, sino como militantes internacionalistas. La realidad de esta revolución bolivariana bien merece que la veáis con vuestros propios ojos.
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Notas
[1] «Por ahora», expresión utilizada por Hugo Chávez en su mensaje de rendición, cuando fracasó el intento de golpe de Estado de 1992: «Lamentablemente, por ahora, los objetivos que nos planteamos no fueron logrados». El mensaje completo se puede leer aquí.
[2] Los Consejos Comunales fueron idea de Chávez. Hoy en día son la principal organización del «poder popular» venezolano. Mantienen un contacto directo con el gobierno nacional, sin pasar por las estructuras administrativas locales o regionales.
[3] Tricolor: en referencia a la bandera nacional. [ Blog del Eje Gramoven -> http://eje3gramoven.blogspot.com/ ]
[4] Inseguridad real. A este intrépido reportero le desplumaron y le quitaron la cámara a los dos días de su llegada.
[5] Ver, a este respecto, el libro de Eva Golinger El código Chávez, que desvela la intervención de la CIA y de Estados Unidos en Venezuela.
[6] PSUV: Partido Socialista Unido de Venezuela, el partido que gobierna, unión de seis partidos de izquierda, entre ellos el de Chávez (Movimiento V República). Según el último censo oficial de julio de 2009, contaba con siete millones de militantes. La cuarta parte son «patrullas socialistas», agrupaciones locales de 20 a 30 personas creadas en 2009 con el fin de dinamizar el partido y la revolución desde dentro y desde abajo.
[7] Venezuela es una federación. Cada Estado se divide en municipios, que a su vez están formados por comunas.
[8] Esta posibilidad de convocar una Asamblea Constituyente local está permitida por la constitución de 1999, que reconoce la existencia de los tres poderes más el poder electoral y el poder ciudadano, para establecer una democracia «participativa y protagónica».
[9] Donde yo trabajo. Es una cadena que merecería un artículo aparte para explicar lo que es una televisión comunitaria. Acrimed ya le ha dedicado varios artículos. El sitio de la cadena en español, francés e inglés, en el que yo también escribo (aprovecho para hacer mi publicidad) es este.
[10] Sobre la historia de La Gaviota, ver el documental de Vive TV .
Fuente: http://www.larevolucionvive.org.ve/spip.php?article664
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.