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Cuba, su economía y la CIA

Fuentes: Rebelión

Definitivamente, Cuba es un país extraño. Una rara nación que ha vivido más de 40 años bajo medidas económicas unilaterales de los Estados Unidos de América, cuyos perjuicios para la economía cubana se estiman por economistas criollos en ya superiores a los 86 100 millones de dólares en total y 4 000 en el pasado […]

Definitivamente, Cuba es un país extraño. Una rara nación que ha vivido más de 40 años bajo medidas económicas unilaterales de los Estados Unidos de América, cuyos perjuicios para la economía cubana se estiman por economistas criollos en ya superiores a los 86 100 millones de dólares en total y 4 000 en el pasado año.

Poco importa que en Naciones Unidas sea de rutina condenar a esa política; que Juan Pablo II la haya calificado como «éticamente inaceptable», y al parecer menos importa si aquí y acullá se ofrecen evaluaciones sobre el desempeño económico cubano, donde apenas se toma en cuenta el terco hecho, o simplemente se le remite al cesto de la basura.

Ejemplo paradigmático es el informe presentado el pasado 20 de julio al presidente Bush por la denominada Comisión para Asistir a una Cuba Libre, donde con pasmosa serenidad se afirma:

«El potencial económico del pueblo cubano ha sido ahogado por demasiado tiempo, rehén de un sistema económico fracasado que sostiene al régimen, pero que no hace nada para llevar la prosperidad al pueblo cubano… Un Gobierno Cubano de Transición va a encarar situaciones críticas que van desde estabilizar las condiciones macroeconómicas a crear una estructura microeconómica que permita el crecimiento de los negocios privados… Solamente el 62% de los cubanos tiene un acceso razonable a agua desinfectada».

Cuba dista de ser una sociedad perfecta, lo apunta por enésima vez este periodista. Pero va un largo trecho de ahí a considerar a la economía cubana como un fracaso incapaz de garantizar para sus nacionales un crecimiento estable y con equidad, donde evaluaciones no necesariamente amigas reconocen que en el último quinquenio uno de los logros principales ha sido, precisamente, estabilizar «condiciones macroeconómicas» capaces de colocar cimientos para un desarrollo sostenible, aún con los dados cargados de ese juego por unos llamado embargo, por otros bloqueo. De paso, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo apunta que más del 90% de los cubanos accede a fuentes de agua mejorada.

La economía cubana cerró el 2005 con un crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) del 11,8%, a tenor con cifras oficiales aún objeto de cuestionamientos diversos, debido al empleo de una nueva metodología de cómputo, que persigue calcular el valor agregado presente en servicios gratuitos recibidos por la población, como educación y salud, pero que al momento actual ofrece dudas para entidades como la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), la cual por esos motivos no incluyó a Cuba en sus estadísticas más recientes.

Incluso, informes de prensa criollos parecen avalar esas dudas, al menos en sector tan importante en gasto público con es en Cuba la salud. De acuerdo con un reporte de la Agencia de Información Nacional de 26 mayo del presente, «En estos momentos se adelanta la caracterización de tarifas en numerosos procederes asistenciales y de otro tipo, lo cual será extensivo progresivamente a todas las unidades de la atención primaria, secundaria y terciaria, que entrará en vigor en el 2007».

O sea, que por algún lado aún no estarían claramente determinados los procedimientos estadísticos para poder afirmar categóricamente, a tenor de la nueva metodología, si el crecimiento del PIB cubano es tal o más cual.

No obstante, economistas cubanos salen al paso de estos debates no tan académicos y refutan informes estadounidenses, como el de la llamada Comisión para Asistir a una Cuba Libre, mediante el sencillo recurso de calcular el PIB por el método clásico de considerar el aporte de esos servicios gratuitos solo como «gasto del gobierno».

Así, el académico Juan Triana Cordoví, del Centro de Estudios para la Economía Cubana, apuntó en una conferencia que sobre esa base, el PIB creció en el 2005 no menos de 5%.

Por supuesto, puede acusarse a Triana de parcialidad pro-gubernamental. Pero a quien sí no se le puede imputar una palabra, a los efectos de mostrar cuánto miente el informe de marras, es a la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA).

La CIA, nada menos que la CIA, estimó que el PIB cubano creció ¡8%! en el 2005; apuntó que la tasa de desempleo fue inferior al 2% y el índice de inflación de alrededor de 7%, así como también calculó a las reservas financieras de Cuba como ascendentes a no menos de 2 618 millones de dólares, aproximadamente el 6,6% del monto de PIB estimado por dicha agencia para el año en análisis.

No solo en estos indicadores la celebérrima «Compañía» ofrece una visión de Cuba bien lejana del discurso de la Administración Bush sobre la tierra de José Martí, y los supuestos fracasos del Gobierno de Fidel Castro, sino que además reconoce con la absoluta frialdad de un servicio especial el éxito en la consecución de un conjunto de objetivos económicos y sociales como es el de mantener a raya un flagelo como el SIDA, o el de lograr la reconstrucción de un cuadro de alianzas geopolíticas bien necesarias a la seguridad nacional en todos sus aspectos. La CIA, nada menos que la CIA. (1)

Desde luego, un observador avezado se preguntaría cómo pueden darse semejantes contradicciones entre el discurso oficial norteamericano sobre la situación cubana y las evaluaciones de su principal servicio de inteligencia. Pues muy simple, la respuesta es muy simple: definitivamente, Cuba es un país extraño.

(1) https://www.cia.gov/cia/publications/factbook/geos/cu.html

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