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Cuentos de Calleja

Fuentes: Rebelión

Te digo lo uno como te digo lo otro. La verdad suele estar en todas partes, es ubicua al parecer, como el ente Dios, del que dicen que no existe, que no es ente vamos, sino una idea vaga que contra mas se concreta mas quimérica aparece. Estuvo la gripe H entre nosotros. Ante los […]

Te digo lo uno como te digo lo otro. La verdad suele estar en todas partes, es ubicua al parecer, como el ente Dios, del que dicen que no existe, que no es ente vamos, sino una idea vaga que contra mas se concreta mas quimérica aparece.

Estuvo la gripe H entre nosotros. Ante los insistentes rumores de fraude sanitario y político por parte de la opinión pública francesa respecto a la vacunación, la ministra francesa de sanidad acaparó un buen día el ente público y echó pestes contra los que propagaban bulos contra la vacuna. Los del bulo ni aparecieron, pero quedó claro que el gobierno francés estaba con quien estaba. Inclinó su fuerza de un lado de la balanza.

Al gobierno español, sin embargo, no se le notó mucho entusiasmo para que vacunara a sus ciudadanos. Hubo comunidades autónomas que sólo recomendaron vacunarse a grupos de riesgo. En Alemania o Francia tal afirmación hubiera constituido un sacrilegio para sus poderes públicos.

Hoy el comité de expertos a látere acaba de declarar ya fallecida a la gripe H tras haberse embolsado cuatro o cinco grupos farmacéuticos unos seis mil millones de euros en menos de un año.

La OMS salió a la palestra recientemente defendiéndose de las acusaciones de colaboración y conchabanza con las industrias farmacéuticas. No aportaron ninguna prueba de lo que decían, que no existía tal cosa, sólo declaraciones de intensa moralina. Pero ya se sabe: en un mundo que cree en la Virgen María y en los ángeles del Corán todo es posible, incluso que una organización globalmente poderosa no sea pasto de unos desaprensivos de ese club también global como es el neoliberalismo capitalista.

No sería nada nuevo, pues, que la vacuna contra el VIH no fuera científicamente posible simplemente porque las industrias farmacéuticas no están por la labor de perder cientos de millones de euros todos los años. Además, cuando rumores y cuentos contaminan el ambiente, nada mejor que sacar a la palestra desde el armario histórico algún que otro personaje político o científico de esos que creen en la Virgen, perdón en la ética del sistema, es decir por comparar con otras épocas, en los dogmas de la Iglesia. Luego todo queda en orden, quiero decir, en su orden: La vacuna es imposible.

El club capitalista, donde al parecer hay buena gente, tiene ahora en el entrecejo al Sr. Zapatero y su gobierno. Nada mas acceder a la presidencia de turno de la Unión hubo eurodiputados que le llamaron comunista y le vilipendiaron como tal, es decir, de estar contaminado de esa ideología maestra del fracaso.

Yo creo que querían decir que no aceptaban que la Unión Europea controlara a las empresas privadas, financieras, petroleras, farmacéuticas… imponiéndoles unas reglas de juego dentro de la democracia.

Por otro lado, nunca les gustaron a estas gentes las carantoñas con aquellos países latinoamericanos que pretenden campar a sus anchas en sus espacios nacionales. Desde siempre le vieron raro a Zapatero en esta cuestión.
Bush lo marginó en su reunión de los grandes porque quería insinuar un control eficaz de lo público sobre lo privado, de lo democrático sobre el Poder.

En un momento determinado de esta historia hasta Sarkozy parece que se arrimó a Zapatero. Eran épocas en que había que ayudar a las entidades financieras, sacarlas del agujero, decían. Había que crear un nuevo sistema financiero controlado y reglamentado, lejos del capitalismo salvaje, así que enterraron literalmente las entidades en cientos de billones de dolares de dinero público como primer paso. Lo contrario hubiera sido peor, cierto. El segundo paso, el del control, se quedó en agua de borrajas. Vino Obama y se acabó el rollo. El Club tenía un socio nuevo y guapísimo, encima negro.

Y es que estas buenas gentes del club no buscan otra cosa que nuestro bienestar, por eso están incrustados en los gobiernos y en los Estados, son su parte consustancial, como la Santa Iglesia católica lo hacía en otras épocas, cuando a los obispos los nombraba el Estado.

Hoy se sigue atacando y especulando, se hace subir y bajar la bolsa, se compran y se venden países y se lanzan signos esotéricos como en la Edad Media: tranquilos, Zapatero no está en la foto.

Zapatero, como Mitterrand, como la izquierda global que no existe pero que debería existir, acabarán y ya han empezado o continuado mejor dicho, a doblar la cervical ante el neoliberalismo, y es que para que la rebelión del proletariado surta efecto se impone la unidad efectiva de toda la izquierda europea o de toda una nueva izquierda europea. Fuera de ahí, solo existirá la desilusión y la desesperación.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.