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¿Cuerpos uniformes? No caigáis en eso, chicos

Fuentes: The Guardian

Los maniquíes masculinos se están volviendo cada vez más escuálidos, a medida que una industria multimilmillonaria extiende su misión de hacernos a todos cada vez más inseguros.   De modo que los maniquíes de hombre se están volviendo más escuálidos, mientras que la gente en general aumenta de talla. Eso nada tiene de sorprendente. El […]

Los maniquíes masculinos se están volviendo cada vez más escuálidos, a medida que una industria multimilmillonaria extiende su misión de hacernos a todos cada vez más inseguros.  

De modo que los maniquíes de hombre se están volviendo más escuálidos, mientras que la gente en general aumenta de talla. Eso nada tiene de sorprendente. El vínculo entre escualidez y una mayor circunferencia ha sido evidente desde los días de Twiggy [famosa y delgadísima modelo inglesa de los años 60], [1] cuando se exhortó a la población femenina, tan diversa en tallas y medidas, a adoptar esta disminución de las formas femeninas y, como resultado, éstas aumentaron.

No es que fuera culpa de Twiggy, pero la ubicuidad de su imagen creó en las mujeres la sensación de que ser estilosas era igual a ser delgaduchas, de pecho plano, con carita de ingenua y pelo liso. Nosotras, las mujeres, y éramos millones, tratamos de adaptarnos a la moda. Nos pusimos a régimen, masivamente, una y otra vez, y si bien les sirvió a algunas -durante cierto tiempo – la mayoría de las mujeres engordó en lugar de adelgazar, conforme el ciclo de los regímenes les ponía en la vía más rápida para aumentar de peso.

Periódicamente, Rootstein, fabricante de maniquíes, somete a un cepillado adelgazante a los cuerpos que se exhiben en los escaparates. Esculturas cada vez más lustrosas – tan escurridas que hay que sujetar la ropa con alfileres ocultos para que se ajusten – llenan el despliegue visual, dando a entender que así es como han de ser los cuerpos. Como consecuencia de ello engorda la industria de la belleza, de la moda, la cosmética, la dieta y el ejercicio, a medida que la gente se apresura a rehacer sus cuerpos, para acabar fracasando tan espectacularmente que buscan cada vez más productos que pretenden ayudar pero sólo causan estragos.

Este mercado multimilmillonario en libras/dólares/euros, tan firmemente establecido entre mujeres y muchachas, sufría por no poder ampliarse. Y así se ha extendido a China, Arabia Saudita, Rusia, convirtiendo la delgadez en una aspiración común a chicas y mujeres y rindiendo ingentes beneficios. No es de sorprender, pues, que en los últimos quince años hombres y jóvenes se hayan visto cada vez más expuestos a una mercadotecnia semejante.

Las revistas de hombres de hoy se parecen al Cosmopolitan de hace 20 años. Animan a los tíos a recurrir a las mismas soluciones repugnantes a los problemas de vivir que han venido ofreciéndose incesantemente a las mujeres. Transforma tu cuerpo, usa cremas hidratantes, maquíllate, deshazte de esas tetas, contémplate como si fueras ese diminuto chico/hombre que hace pucheros y se pavonea, cuyo cuerpo ideal va menguando cada vez más. Aspira a eso y distínguete por tu capacidad de esculpirte un cuerpo tal como lo imaginan los obsesos de la moda. Sepárate de la diversidad física que capta de modo tan espléndido Spencer Tunick [2] en sus cuerpos de carne. Hazte un cuerpo nuevo. Créate un nuevo yo.

Y está funcionando. Chicos, jóvenes, hombres de todas las edades quedan seducidos por la nueva gramática visual que empuja a los hombres a hacer mohines y buscar poses. Cuanto más esté ahí y más sucumbamos a ello, mayor será la talla masculina y los beneficios de las empresas que se alimentan de transformar los cuerpos masculinos. Chicos, no lo hagáis. Negaos a esta nueva uniformidad. Atreveos a ser físicamente tan robustos y diversos como siempre habéis sido. No acabéis convertidos en el último cebo destinado a generar inseguridad corporal.

Notas del t.   [1] Lesley Lawson, más conocida como Twiggy, se convirtió en uno de los cuerpos y caras más representativos de los años sesenta. De aspecto frágil y aniñado, pelo corto y enormess ojos vistió la moda del momento: vestidos escuetos, minifaldas de Mary Quant, gafas grandes, pestañas postizas, ojos muy maquillados y medias a la altura de las rodillas, a rayas y de llamativos colores. [2] Spencer Tunick, fotógrafo norteamericano célebre por sus fotografías de grupos de desnudos masivos en distintas partes del mundo.

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Susie Orbach (1946), influyente psicoterapeuta, psicoanalista, escritora y crítico social inglesa, es miembro de Anybody ( www.any-body.org ), una organización que promueve la diversidad corporal, y cofundadora delCentro de Terapia de Mujeres de Londres (Women´s Therapy Centre). Colaboradora del diario The Guardian, fue profesora visitante de la London School of Economics y lo es en la actualidad de la New School for Social Research de Nueva York. Orbach es autora de libros muy difundidos como On Eating, The Impossibility of Sex y, sobre todo, Fat is a Feminist Issue, donde ya abordaba la cuestión de las dietas, el peso y la imagen corporal. En su último libro publicado, Bodies (2009), [La tiranía del culto al cuerpo, Paidós, Barcelona, 2010] discute cómo los cuerpos se han convertido en formas de exhibición y fabricación.

Traducción para www.sinpermiso.info : Lucas Antón 

Tomado de: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3410″ target=»_blank»>http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3410