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Cuestiones cruciales de la crisis financiera, la construcción de una economía social y la disputa del Estado

Fuentes: Rebelión

A medida que transcurren los días, las noticias del desastre financiero se suceden con una celeridad desconocida y vamos despertando de un largo sueño, un adormecimiento que ha durado 60 años. Unos lo han vivido como keynesianos, otros como defensores ultras del neoliberalismo, otros como conciliadores del mismo, como posibilistas, o como críticos pero nunca […]

A medida que transcurren los días, las noticias del desastre financiero se suceden con una celeridad desconocida y vamos despertando de un largo sueño, un adormecimiento que ha durado 60 años. Unos lo han vivido como keynesianos, otros como defensores ultras del neoliberalismo, otros como conciliadores del mismo, como posibilistas, o como críticos pero nunca sobrepasando los límites del sistema económico capitalista (trabajo asalariado, capital privado y plusvalía privada), al cual se le han puesto los sobrenombres de Occidente, Mundo Libre, Democracias, Libre-Mercado, Estado de Bienestar, etc…. Esto ciertamente no era compartido en la periferia del sistema mundial, en particular en los países del Tercer Mundo, que Occidente los tenía bajo su tutela, económica, política, militar e incluso ideológica. Pero una desconexión de este sistema imperial, ya se ha operado en China, Rusia, América Latina y países islámicos no subordinados y continuará.

La caída del sistema financiero norteamericano es también la de todo Occidente, pues la Europa de los 27 participa de este modelo en un entramado financiero construido en los últimos 20 años de globalización. Estamos asistiendo al derrumbe ocasionado no precisamente por una victoria del comunismo, sino que es el resultado del auge y la exaltación de la economía financiera. O sea desde el interior; fruto de las contradicciones internas. Y la izquierda ensimismada en el Estado de Bienestar, la Europa Social y todas esas lindezas ya cadavéricas, no sale de su estupefacción. No es capaz de hacer un análisis verdaderamente sistémico. Sin embargo los analistas extramuros del sistema pueden tener ahora la oportunidad de ser escuchados y así ocurre con aquellas iniciativas bien contrarias a la economía occidental, como es el caso de la Alternativa Bolivariana en América Latina. Allí se sucede la construcción de una nueva sociedad y de una economía social basada en un Estado que la proteja y promueva, frente a la privatización. Sin duda lo público ha vencido a lo privado. Y esta es una gran noticia para la supervivencia de la especie en un mundo cuyos recursos energéticos y naturales se encuentran en vías de agotamiento.

Hay que celebrar esta hecatombe, no de una manera irresponsable, pues en la caída, aumentará el número de pobres ya que la clase media trabajadora va a sufrir sus efectos. Debemos explicar esto, cuando precisamente los Sindicatos llamados «de clase» sufren la incapacidad de responder con un plan «B». Evidentemente se echa de menos una fuerza parlamentaria que pueda defender ese plan «B» que ha de consistir en la disputa de lo público, en la disputa sobre el Estado.

Como sostiene Ignacio Ramonet1, esta debacle sobreviene en un momento en que la izquierda carece de respuesta adecuada. En efecto así es, aunque dentro de la izquierda hay muchas corrientes en Europa, la «izquierda», la que se llama así como fuerza real, no es otra que la socialdemocracia en sus dos versiones, la oficialista y la contestataria. Esta última ha correspondido queramos o no al espacio hegemonizado por los partidos comunistas europeos parlamentarios. El espacio de eurocomunismo, con su proceso de negociación declinante y en descomposición, como se ha visto en Italia. Habría que excluir de esta izquierda dual y socialdemócrata a esa fuerza que irrumpe en Alemania, llamada LA IZQUIERDA, resultado de la fusión de una escisión – por la izquierda — del partido socialdemócrata alemán, liderada por el exministro Oscar Lafontaine y los restos del naufragio del Partido Comunista de la extinga RDA, que logró adecuarse a la nueva situación, tras la caída del muro; que supo mantener una importante presencia en el este del país. No es fácil encontrar hoy en el Parlamento Europeo una izquierda capaz de responder a la ofensiva de la euro-oligarquía que viene.

Ellos si tienen un plan: la concentración gigantesca del capital financiero en los grandes bancos y simultáneamente la aplicación de un PROGRAMA DE EMERGENCIA (pactado con los Sindicatos que se atrevan y los socialdemócratas) que asegure la mayor paz social para legitimar los despidos masivos, el aumento del desempleo y del trabajo precario tras el cierre de las empresas en cadena, que ha comenzado con el arranque de esta fase de DEPRESION. Un Plan cuya primera etapa es la REESTRUCTURACION FINANCIERA con intervención del Estado a costa de los contribuyentes.

Dentro de lo imprevisible que será la forma concreta que los grandes poderes económicos van a imprimir a la economía capitalista en Occidente2, lo cierto es que quien va a pagar los efectos de la debacle será la clase trabajadora3. Más grave aún, la clase media trabajadora con niveles de renta unas 10 veces más que la media de la población mundial que no ha caído en la pobreza, disolviendo el nivel de bienestar con un aumento insospechado de desempleo, precarización e incluso la jornada de 60 horas que ya ha previsto Bruselas.

¿Es o no una falacia el WELFARE STATE? A la luz de lo que viene este paradigma se va a evaporar y la velocidad con que lo haga dependerá de una izquierda verdaderamente organizada que dispute el Estado a la nueva oligarquía reinante en Occidente.

No cabe duda de que aumentará la movilización social, por desgracia de una forma espontaneísta y descoordinada, sin una dirección orgánica. Por eso lo central es la construcción de una fuerza política capaz de disputar el Estado a la nueva clase financiera. .

Hay un dato nuevo que no puede olvidarse en el análisis. Las luchas políticas de clase en Occidente ya no se van a dar en el contexto mundial de la segunda mitad del siglo XX, e incluso antes. Ahora Occidente ya no es hegemónico en el mundo y la riqueza no fluye hacia Occidente, sino hacia la «periferia». El «centro» ha perdido la correlación de fuerzas que sostuvo a partir de la Segunda Guerra Mundial. La gran masa de plusvalía mundial ya no la va a concentrar Occidente. El mundo está ya marcado por la fuerza de las naciones emergentes en cuatro zonas fundamentales: Asia (con China y la India, básicamente), América Latina (con la pujanza del ALBA que si que constituye un verdadero Plan «B». Asistiremos a un alza enorme de estos países y su opción de Socialismo del Siglo XXI ya no puede despreciarse4). En tercer lugar Rusia, cuya política internacional llega hasta América Latina (así como la de China). En cuarto lugar los países islámicos que tienen recursos energéticos (Irán, Libia y lo que venga). Obsérvese que tres de estos grandes campos poseen los recursos energéticos, vitales para el desarrollo económico (capitalista y no capitalista). Pero no debe olvidarse que esos recursos tienen una vida de unos 30 años, por lo que podemos imaginar el desafío que tiene planteada la Humanidad. El cuarto (China) tiene el recurso de una Cultura muy comunitaria, un gran pueblo históricamente pacífico con una organización del trabajo con salarios bajos, pero que permite vivir y con una progresiva reducción de la pobreza. Es un campo inmenso de recursos humanos y naturales. Cierto que causa sospechas y desconfianza en Occidente, pero también producida por las campañas interesadas de descrédito y complejo «fumanchu«.

Con la decadencia del imperio norteamericano (y Occidental) asistiremos a un desenganche de las ataduras a Occidente de países diversos, en los cuales se mantienen gobiernos y democracias fallidas, como ocurre con los países árabes. EEUU tendrá que cerrar una parte importante de sus bases militares y gastos de gendarmería mundial. No puede ya financiar eso porque el dólar ya no es lo que era y los capitales fluyen en sentido contrario (Rusia tiene 500.000 millones de dólares en reservas, China ronda ya 1,5 billones de dólares y el Banco del Sur (iniciativa de Hugo Chávez) ya experimentó un saldo cualitativo, en la reciente reunión en la amazonía brasileña, con el total apoyo de Lula (cumbre en Manaos, el 1 de octubre de 2008, con asistencia de los Presidentes de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Brasil)5.

No obstante no hay que subvalorar la reacción de un nuevo Atlantismo, el cual merece capítulo aparte. Pero en todo caso el sistema económico quebró (sin alternativa por otra parte) y la globalización va a experimentar un cambio radical. El libre-mercado ya no será hegemónico. La contradicción principal (a nivel mundial), entre el Capital Multinacional Privado y el Capital Multinacional Público, ha sido ganada por este último y por quienes propugnan Estados con sector público fuerte frente a la privatización. Asistiremos a una campaña de miedos con la teoría de totalitarismos públicos. Pero la defensa de lo privado y de la libertad privada de empresa, que se traduce en Occidente en la libertad de saqueo y explotación de la fuerza de trabajo local, nacional y mundial, ya no tiene respaldo teórico, ni incluso académico, desde el momento en que el LIBRE MERCADO se convirtió en una amenaza social, con efectos claramente empobrecedores, como ha quedado expuesto en esta crisis financiera.

Es la hora de construir una Economía Social, una economía que sin amenazar la libertad de iniciativa permita el reparto de la riqueza entre los distintos eslabones de la producción: agrícola, industrial, comercial. Es la hora de una Economía Social, que regule el sector financiero impidiendo la especulación y la apropiación privada de la plusvalía producida en los sectores primario y secundario.

Es la hora de una Economía Social, que sea cooperativa, que ponga la propiedad del capital en manos de los trabajadores y la gran propiedad con sus infraestructuras pase a ser controlada por el Estado, en empresas públicas pero también con participación de capital privado, al menos mientras exista el riesgo del corporativismo funcionarial, y el absentismo.

Para instaurar esta Economía Social (ya la economía de libre-mercado se derrumbó) hace falta un Estado social, que no es posible sin unas fuerzas políticas regeneradas que presenten leyes en el Parlamento para incentivar el nuevo modelo económico: cooperativismo en pequeñas empresas y nacionalizaciones en las grandes, con participación del capital privado: porque no se trata de eliminar la propiedad privada en las empresas sino de potenciar espacios para la Economía Social aprovechando la experiencia y la participación de la empresa privada. No se puede ser dogmático en economía.

Pero la conquista de este espacio económico-social, implica una nueva visión del papel de los Sindicatos y de los partidos políticos sociales. Una disputa del papel del Estado contra las oligarquías instaladas en los sectores, financieras, mercantiles, industriales y agrícolas.

Hace falta un programa de la izquierda, pero no podrá ser partiendo de las grandes ideas y conceptos abstractos, sino de la realidad concreta de la Economía Social, la cual está hoy en mantillas, por lo que se va a requerir tiempo. Su progresar tendrá que ir acompañado de un movimiento social, que la sustente. Se trata también de refundar una nueva idea civilizatoria de Occidente porque sobre este concepto también está la disputa. La Historia vuelve otra vez a tener futuro.

Madrid, 3 de octubre de 2008.

José Torres Pérez

1 Ignacio Ramonet escribió el 30 de septiembre de 2000 un buen artículo en LE MONDE DIPLOMATIC, que ha titulado El fin de una era del capitalismo financiero La crisis del siglo, donde a la vez se lamenta, pero marca optimismo futuro: «Este desastre ocurre en un momento de vacío teórico de las izquierdas. Las cuales no tienen «plan B» para sacar provecho del descalabro. En particular las de Europa, agarrotadas por el choque de la crisis cuando sería tiempo de refundación y de audacia».

2 No olvidemos que el PIB de los EEUU es del orden de los 14 billones de dólares y el de la Europa de los 27, algo menos. Y que ambos constituyen entre el 50 y 60% del PIB mundial. O También que el Presupuesto Militar de los EEUU es del orden de los 600.000 millones de dólares superior al de los diez países que le siguen en el ranking.

3 En esto Ramonet se precipita al prefigurar un neokeynesianismo social, pero hay sobrados motivos para esperar, como el dice a comienzos de su artículo «Socialismo de ricos». Es decir el Estado Social como restaurador de la crisis, doblegado ante la cleptocracia financiera.

4 Una muestra del creciente respeto a la República Bolivariana de Venezuela puede encontrarse en el todo con que trata el diario EL PAIS a su Presidente Chávez, diametralmente opuesto al que se venía empleando. Los EEUU has visto echa trizas su política de aislamiento de Chávez a quién querían desprestigiar internacionalmente con toda una campaña de desinformación e intoxicación conocida. En su dos últimos periplos Hugo Chávez obtuvo una importante batalla diplomática con el Rey de España, nacionalizó (pagando un buen precio la filial venezolana del Banco de Santander. Por último en su reciente viaje ha conseguido sendas alianzas estratégicas con China y Rusia (ver EL PAIS, de los días pasados 26 y 27 de septiembre, otra victoria política al establecer relaciones privilegiadas con Portugal (EL PAIS, del 27 de septiembre de 2008). Un importante contrato energético con Francia (EP, 3-oct-08) y la citada cumbre tras la victoria arrolladora de Rafael Correa en Ecuador (Cumbre de Manao, EP, 2-OCT-07). Todo un florecer coincidente con el guirigay montado con el Plan Rescate «Paulson» de Bush.

5 Ver noticia en la edición de EL PAIS de fecha 2 de octubre de 2008 «Brasil marca el paso de Suramérica. Lula impulsa un paso interoceánico amazónico y respalda el Banco del Sur»