La Unión Europea necesita desesperadamente crecer. En la Cumbre de primavera de los jefes de Estado y Gobierno de la Unión Europea, el martes y miércoles en Bruselas, ello se ha transformado en una idea fija.
En vista de la relativamente alta desocupación y un alto endeudamiento en una serie de países, los jefes de Estado y Gobierno no ven otra salida, por otra parte lógica, que dar renovados impulsos al crecimiento. No es administrando la miseria como se sale de la crisis, sino creciendo: el objetivo de la UE está claro.
Claro que de miseria tampoco se puede hablar en la UE, a lo sumo de miseria de ideas en un entorno que parece anquilosado y donde nadie sabe a ciencia cierta qué hacer. El ambicioso objetivo de superar hasta el 2010 a EEUU como economía más eficiente del mundo ya ha sido enterrado, en vista de lo utópico de su realización.
Demasiado se propuso la UE, demasiado poco hizo para llevarlo a la práctica. ¿Cómo solucionar los problemas de Europa, si muchos Gobiernos no saben siquiera cómo solucionar los problemas en casa?
Otro tema central en esta cumbre es la controvertida directriz en relación con los servicios en la UE. En los últimos tiempos ha pasado a ser el componente central de la ‘estrategia de Lisboa’.
José Manuel Barroso, el presidente de la UE, ha pergeñado un programa, al que ha llamado ‘de acción’, con el que se propone crear nada más ni nada menos que 6 millones de puestos de trabajo, a través de un persistente crecimiento económico del 3% anual.
Los expertos estiman que, de salir todo como está planeado, podrían crearse 600.000 nuevos empleos sólo en el sector de servicios.
¿De qué se trata?
Se trata de liberalizar la oferta de servicios en todos los países de la Unión. El quid de la cuestión es que, de acuerdo con las normas que se dio la propia UE, una empresa de una país de la UE que ofrezca servicios en otro país de la UE se rige por la legislación laboral y social de su país de origen y no por la del país en que opera.
Por ello, el presidente de Francia, Jacques Chirac y el canciller federal de Alemania, Gerhard Schröder, temen que la directriz de servicios lleve directamente a un ‘dumping’ de suelos y aportes sociales.
Está claro que una empresa en cuyo país de origen se pagan bajos suelos y se aporta poco al sistema de seguridad social será más competitiva que una empresa que paga altos sueldos y altos aportes sociales. En realidad, la cuestión es de Perogrullo.
Sin ir más lejos, el sábado protestaron en Bruselas 60.000 personas contra el plan, ideado por el comisario de mercado interno, Frits Bolkestein.
Los manifestantes temen que esa directriz haga desaparecer numerosos puestos de trabajo en el sistema de salud y los servicios públicos en caso de que lleve a la práctica tal como está planeada. El tema no es por lo tanto pan comido.
Circunstancias atenuantes
Como asunto formal, por el contrario, estaba considerada la aprobación de la reforma del Pacto de Estabilidad, que los ministros de Finanzas elaboraron el fin de semana. Y efectivamente, este martes por la noche, la reforma fue ya aprobada sin mayores discusiones.
Para Alemania, como país con un déficit presupuestario mayor al permitido por la UE, significa que, a pesar de ello no será sancionado.
Los costos de la unidad alemana y las transferencias netas a otros países a través de los mecanismos de la UE serán considerados en el futuro circunstancias atenuantes en caso de una violación leve de los criterios de estabilidad.
Hasta ahora se había dado la paradoja que si Alemania descontaba de su déficit las transferencias realizadas a través de los aportes a la UE y España sumaba al suyo las transferencias recibidas de la UE, el pecador financiero no era el primero, sino el segundo.
Hans Eichel (socialdemócrata) dijo con respecto a si Alemania igual intentaría permanecer por debajo del 3% del PIB de deuda nueva: ‘haremos todo lo que podamos, pero nada que pueda poner en peligro más puestos de trabajo. Ello sería una política tonta y nos ha quedado a todos muy claro’.