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Cumbre G20: ¿refundación capitalista?

Fuentes: selvasorg.blogspot.com

Traducción de Clara Ferri

La cumbre de Washington ha sido el triste adiós de Baby Bush, última ocasión de simular hazañas trascendentales, a la altura de los desastres que deja en herencia al mundo. Muchas fotos de huéspedes excelentes, poca discusión, ningún acuerdo. No ha habido ningún Bretton Woods, sólo un breve conciliábulo y la disposición a volver a tratar el tema cuando esté al mando Obama.

«Nadie espera que esta amalgama de naciones disparatadas -los ricos del G7, las nuevas potencias del BRIC (Brasil, Rusia, India y China)- y Países variados como Argentina, Corea del Sur, Turquía, Arabia Saudita, entre otros- pueda ponerse de acuerdo en dos reuniones de 90 minutos acerca de la nueva arquitectura internacional», comentó la BBC.

En el comunicado es rezado un rosario en jerga política, donde no es posible ocultar el desastre ocurrido, pero se reitera la fe indestructible en el «libre mercado» y en la piedra filosofal de la «iniciativa privada». Se dice que se necesitarán más controles para bancos y las Bolsas de Valores pero -¡óiganlo bien!- éstos deberán ser realizados por el FMI y el Banco Mundial, oportunamente reforzados. O, mejor dicho, recapitalizados. Pero, ¿por quién?

La «refundación capitalista» -según Estados Unidos y Gran Bretaña- será dirigida por los mismos organismos que han fallado tan clamorosamente y que han quedado inertes y con las bolsas vacías.

Los árbitros-jueces-gendarmes de la nueva partida serán los mismos que han manejado las pequeñas y medias economías-naciones del área no industrializada en quiebra. Y que no han aplicado la misma receta cuando ocurrió el derrumbe de EU y de la UE.

¿El BRIC y los nuevos convidados se conformarán sólo con formar parte del nuevo club y olvidarán las canalladas que les hizo el Fondo Monetario Internacional? ¿Cómo se puede recapitalizar la «refundación»? ¿Acaso los Estados deberán imprimir dinero -que no poseen- para seguir proporcionando un salvavidas al dólar? ¿Los paraísos fiscales seguirán siendo puertos francos para los filibusteros financieros globales?

Al Primer Ministro británico Brown no le quedó más remedio que hacer a un lado el orgullo, taparse la nariz en el formato de democracia vigente y hacer una gira en los Emiratos y en Arabia Saudita, en busca de dinero sonante. No ha suscitado mucho entusiasmo, ni encontrado suscriptores por la causa de la refundación del capitalismo financiero.

La «nueva arquitectura» no podrá fundarse en las deudas que recaerán en los hombros de las generaciones futuras, ni en una sola moneda entre las que tienen curso. Y no bastará ni siquiera una «canasta monetario» que una al euro las monedas-economías actualmente más sólidas. Es saludar que se vuelva al papel fundante no sólo del oro, sino de todas las materias primas estratégicas.

De otro modo, podría acelerarse la promulgación de una Bolsa de petróleo y del gas, donde Wall Street y City serían prescindibles. Estratégicos, es decir vitales, se han vuelto los alimentos, el agua y la biodiversidad. La «nueva arquitectura» no será una comida de gala -como decía Mao- ni varias comidas y cumbres del G20, extendidos o restringidos.

Está en juego la futura jerarquía posunipolar, la que regulará los intercambios en la nueva fase que ve al así llamado «occidente» quebrado como unidad orgánica dominante. Está en discusión la nueva regla de los intercambios en la fase multipolar, que deberá sanar la cuestión del intercambio desigual entre exportadores de materias primas-energía-alimentos, con las nuevas fábricas planetarias (China, India, Corea) y los exportadores financieros que importan casi todo. El problema es que pagan las importaciones con las maquilladas «excedencias financieras».

A diferencia de Estados Unidos y la Unión Europea que han reaccionado a la bancarrota de las Bolsas de Valores financiando con dinero públicos los quebrados, China -y otros emergentes- están usando sus reservas en inversiones directas en la economía productiva, tanto privada como pública.

Desgraciadamente, los que habían convocado la cumbre del G20 fracasaron en la reactivación o en la limitación de los daños en la economía de los EU y europea. Es mejor no hablar de saneamiento. Y si no son capaces de curar sus achaques, ¿cómo es posible pensar que puedan imponer una nueva receta global para curar los males que ellos le provocaron al mundo?

Hay que dudar mucho que vayan a permanecer por mucho tiempo ocultas las fuertes discrepancias entre Países emergentes y el G7, y también al interior de éste. Al fin y al cabo, hasta Sarkozy lo expresó con claridad muchas veces, y por esto Baby Bush lo relegó en una esquina, lejos de los flashes de los medios de comunicación.

Rusia e Irán saben que Bretton Woods es de 1944 y no basta una reedición releída y corregida, porque el dólar ya está desenganchado de todo: del oro, materias primas, hidrocarburos, incluso de la jerarquía de la economía de la que es expresión. Medvedev reiteró que «el nuevo sistema debe tomar en cuenta la relación de las instituciones financieras con la economía real» y anticipó que Rusia se transformará en una potencia incluso financiera en cuanto comience a vender sus hidrocarburos en rublos.

Ya están lejos los tiempos en que Estados Unidos proporcionaba al mundo el 60% de las mercancías circulantes. Hoy, la sustitución de las manufacturas con «productos financieros» ya no garantiza los mismos privilegios derivados de un hegemonismo menos absoluto y cada vez más relativo. La destructuración sistémica se ha traducido en despidos masivos en las fábricas que inventaron el fordismo y el taylorismo. Al horizonte no es visible ninguna revolución industrial, por lo tanto la «refundación» aparece como puro voluntarismo.

Es más seguro un periodo caótico, en que los intercambios primarios entre los bloques del multipolarismo resentirán del neoproteccionismo tan exorcizados en el comunicado de los G20. Es una agonía que anuncia los dolores de parto pero se necesita un fórceps, se espera diferente de la guerra combatida hasta con las artes marciales.