Durante todo el día de ayer (10 de mayo), acompañamos con atención los acontecimientos alrededor de la declaración de Lula al juez Moro, en Curitiba. Ese hecho político de innegable importancia en la coyuntura nacional merece una interpretación reflexiva. Creemos que un mirar crítico y desprendido de las narrativas hegemónicas permite entender que los eventos […]
Durante todo el día de ayer (10 de mayo), acompañamos con atención los acontecimientos alrededor de la declaración de Lula al juez Moro, en Curitiba. Ese hecho político de innegable importancia en la coyuntura nacional merece una interpretación reflexiva. Creemos que un mirar crítico y desprendido de las narrativas hegemónicas permite entender que los eventos del 10 de mayo estuvieron repletos de demostraciones, tanto de la arbitrariedad autoritaria de la Operación Lava Jato como la continuidad de una estrategia equivocada por parte de Lula.
El testimonio de Lula
El testimonio de cinco horas de Lula ante el juez Moro, así como la cobertura tendenciosa de los grandes medios, antes y después de la audiencia, causa repulsión a la mayoría de los activistas de la izquierda brasilera.
Tenemos una fuerte posición contra la criminalización sin pruebas de Lula y el PT. Eso no significa de ninguna manera un apoyo político al proyecto petista. La defensa de libertades democráticas y el combate al carácter reaccionario de la Lava Jato no se pueden confundir con la defensa de un proyecto que reedite la alianza con las grandes empresas y sus partidos. La clase trabajadora brasileña necesita aprender de sus errores.
Léo Pinheiro y Ricardo Duque son nombres utilizados en todo momento en los procesos de la Lava Jato. Sus delaciones fundametan la acusación de los fiscales de Curitiba. Quedó obvia, en el testimonio, la increíble fragilidad de las acusaciones. Hasta el presente, no fueron presentadas pruebas contundentes contra Lula que justifiquen su condena. La relación de Lula con las grandes empresas constructoras brasileñas, que consideramos sin desvirtuar un grave «crimen político», no es un delito desde el punto de vista del ordenamiento jurídico.
Lo que si queda evidente es hasta qué punto llegó el proyecto de alianza con las grandes empresas y sus partidos, construido por el PT. Intercambio de favores con las grandes constructoras y relaciones totalmente abusivas quedaron explícitas. Ese fue el gran crimen político del Partido de los Trabajadores, entrar en el juego que todos los grandes partidos hicieron. Quien paga la banda, elige la música y fue esa relación que sustentó los gastos millonarios de las campañas petistas.
Al adaptarse al juego del poder, el PT perdió su diferencial. Dejó de ser el partido de la clase trabajadora para hacer, en palabras de Lula, el partido que «unió al sindicalista y al gran empresario». Eso, evidentemente, no es motivo para que Lula vaya a prisión. Es crimen político. Es necesario que luchemos para que los trabajadores comprendan los profundos límites de la estrategia de colaboración con la burguesía. Sacando lecciones de lo ocurrido.
Pensar que esas conclusiones pueden ser tomadas por la clase trabajadora brasileña, desde un juzgamiento político autoritario, es funcional al curso de las reformas de la burguesía sería un grave error oportunista. En otras palabras, creer que la tarea de superar a la dirección petista y su estrategia de colaboración de clases puede ser dirigida por Sérgio Moro y por los fiscales de Curitiba es un gran engaño. No va a surgir nada progresivo de ahí.
En su testimonio, Lula no bajó la cabeza ante la intimidación de Moro. Mostró fuerza. Por otro lado, las palabras de Lula durante todo el día de ayer en Curitiba, no dejaron de manifestar la flaqueza histórica del proyecto de conciliación de clases.
Lula habló de fortalecer a la Justicia, el Ministerio Público y a la Policía Federal. Habló con un orgullo sincero de su respeto por las instituciones que están siendo sus verdugos políticos. La burguesía, por el contrario, no respetó sus propias instituciones, a pesar de la fidelidad petista. Implementaron un golpe parlamentario contra Dilma, establecieron un proceso de excepción contra el PT. El día de ayer demostró, una vez más, que eso no fue suficiente para que Lula revise su estrategia de buscar una nueva conciliación.
El acto en defensa de Lula
Tras la declaración, Lula hizo un discurso en la plaza Santos Andrade, en el centro de Curitiba, donde manifestó su defensa no sólo democrática, sino también política. quizás fue en ese momento cuando dejó constancia, de forma más explícita que en la declaración, las limitaciones estratégicas de la dirección petista. En su intervención, Lula no mencionó el «Fuera Temer», ni el llamamiento a una nueva huelga general, ni la convocatoria a derrotar las reformas, ni el llamamiento a «ocupar Brasilia». Es ingenuo pensar que tales omisiones hayan sido casuales.
En el acto, Lula se limitó a defender su historia y su derecho a ser candidato en 2018. La esencia de su lucha es probar que es el mejor para gobernar el país. Ser confiable nuevamente, inclusive desde el punto de vista de la burguesía. De esa manera, Lula renuncia a protagonizar y estimular un auténtico movimiento de masas contra las reformas que ponga al gobierno de Temer en jaque. Creemos que eso era lo necesario.
La izquierda socialista en la encrucijada
Estamos viviendo momentos históricos. Por un lado, la clase trabajadora volvió a luchar, organizó una resistencia nacional y coordinada contra el ajuste. Por otro, el gobierno Temer mantiene el plan de ataque a los trabajadores. Sin popularidad, su única salida es apoyarse en la clase dominante. Hay otro sector en el campo burgués, representado por una parte del sistema judicial y por la operación Lava Jato. Este bloque busca una reforma regresiva en la política brasileña.
El golpe parlamentario y las consecuencias de la Lava Jato son un divisor de aguas para la izquierda. Quien no comprenda el real significado de esos eventos, difícilmente entenderá la necesidad del frente único para enfrentar los ataques en curso debido a la ofensiva del gobierno. Tampoco entenderá que el golpe parlamentario interrumpió el proceso de experiencia del movimiento de masas con el PT y Lula y su programa de alianzas con las grandes empresas y sus partidos. El PT y Lula nuevamente se fortalecerán ante millares de activistas que surgirán en el calor de las luchas contra el golpe y contra los ataques de Temer.
Una visión errada de esos procesos llevará, inevitablemente, a una política sectaria hacia la clase trabajadora. Un aislamiento de lo mejor de la vanguardia, aunque se desee lo contrario, y fortalecerá a la dirección de Lula y el PT.
Sin embargo, la importancia del Frente único no disminuye la importancia de construir una alternativa. Renunciar a esa tarea ante el reposicionamiento de Lula y del PT sería el suicidio de la izquierda socialista brasileña. Más que nunca, es necesario presentar una propuesta alternativa con un nuevo programa que supere la conciliación de clases. Ese programa no pasa por Lula. Sería la reedición de un error.
El camino es un Frente de Izquierda entre el PSOL, PSTU, PCB y movimientos como MTST (Movimiento de Trabajadores Sin Techo). El PSOL dio un primer paso, lanzando el nombre del diputado federal Chico Alencar. Pero, en verdad, esa tarea sigue atrasada. Debemos construir esa alternativa política en el calor de las luchas contra Temer y sus reformas. Ayer, en Curitiba, se reafirmó la urgencia de esa iniciativa
Traducción: Ernesto Herrera