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Huelga contra la reforma de pensiones en Francia. Entrevista a Sophie Béroud

«Dada su determinación, el movimiento puede encontrar un segundo aliento»

Fuentes: Le Monde

En esta entrevista, Sophie Béroud, politóloga en la universidad de Lyon, nos habla de las características y perspectivas del movimiento huelguístico que vive Francia contra la reforma de las pensiones desde el pasado 5 de diciembre y que no ha concedido tregua alguna en navidades. La próxima jornada de movilización general estaba convocada para el […]

En esta entrevista, Sophie Béroud, politóloga en la universidad de Lyon, nos habla de las características y perspectivas del movimiento huelguístico que vive Francia contra la reforma de las pensiones desde el pasado 5 de diciembre y que no ha concedido tregua alguna en navidades. La próxima jornada de movilización general estaba convocada para el día 9 de enero, pero dada la dinámica del movimiento, los sindicatos han añadido a esta convocatoria otra jornada de movilización el día 11, sábado.

 

Raphaëlle Besse-Desmoulières: ¿Cuáles son las características del conflicto social actual?

Sophie Béroud: Se trata de un movimiento bastante original. Asistimos a una huelga programada. La huelga del 5 de diciembre se anunció con tiempo y el gobierno sabía a que atenerse. Las y los huelguistas tuvieron tiempo para organizarse y sobre todo planificar cómo hacer frente al coste salarial de la huelga, como se puede ver en lo que respecta a la caja de resistencia. Esto muestra que se ha aprendido en relación a otros movimientos huelguísticos como el vivido durante el conflicto contra la reforma de la Ley del Trabajo en 2016. Se percibe una fuerte determinación para hacer recular al gobierno.

También hay que tomar en cuenta el hecho de que en diferentes sectores (SNCF -red ferroviaria-, RATP -transporte público en Île de France- y en cierta medida en la enseñanza) se haya optado por la huelga reconducible y no con fechas fijas escalonadas como fue el caso en la SNCF en 2018 . Estos últimos años hemos asistido al predominio de las manifestaciones como forma de acción. La idea de fondo es que no basta con sacar 2 millones de personas a la calle como en 2010, que es necesario volcarse en los centros de trabajo y ser capaces de bloquear la economía.

R. B-D.: ¿Crees que el gobierno ha optado porque la situación se vaya pudriendo?

S. B.: En todo caso, no parece que quiere poner en el centro del juego a organizaciones sindicales, como la CFDT, partidarias del diálogo social [que no exige la retirada del proyecto como lo hacen la CGT, FO, Solidaires o la FSU]. El hecho de que no haya mostrado la más mínima apertura hacia ese sindicato, que es mayoritario si sumamos su representatividad en el sector público y en el privado, da la impresión de que el gobierno opta porque el movimiento se vaya agotando. El gobierno no le permite jugar a la CFDT el rol que le correspondería sobre el papel y al que aspira: un rol central en el campo sindical.

Marginalizando la CFDT no solo apuestan a que el conflicto se vaya pudriendo, sino a transformar el conjunto del campo sindical. Si sindicatos como la CGT, FO o Solidaires logran hacer retroceder al gobierno van a mostrar la legitimidad de una posición combativa, del sindicalismo de lucha como única vía para hacer frente a las políticas del gobierno y a las diferentes contraofensivas acumuladas.

R. B-D.: ¿Qué queda de los chalecos amarillos ?

S. B.: Se sembraron semillas, sobre todo en lo que respecta a la determinación para luchar. El año pasado, los sindicatos y sus organizaciones se vieron sorprendidos por un movimiento que partía no se sabe de dónde podía tener tanta fuerza y hacer retroceder al gobierno, algo que no habían logrado los sindicatos desde hacía mucho tiempo.

Ahora, las secciones sindicales están demostrando que también pueden tener esa determinación y movilizarse con fuerza en los centros de trabajo. Quizás se anunció demasiado pronto que el sindicalismo se había debilitado en relación a los chalecos amarillos .

R. B-D.: ¿Cómo explicas que a pesar del llamamiento a la tregua lanzado ante las vacaciones navideñas por determinadas direcciones sindicales, como la de UNSA, sus bases no les hayan seguido?

S. B.: Siempre hay una tensión entre la dinámica a nivel de empresa y a nivel confederal. Actualmente estamos menos ante una crítica de las direcciones que ante una forma de autonomía asumida de las secciones sindicales que se movilizan. Se da una forma de aprendizaje de prácticas de lucha, de democracia de base, de dirigir el movimiento, dotándose de los medios para hacerlo.

R. B-D.: ¿Podemos asistir a fenómenos de radicalización?

S. B.: Lo que es seguro es que existe un fuerte determinación por parte de los sectores movilizados que no aceptarán volver al trabajo en base a concesiones mínimas. La huelga está siendo larga y ya han perdido mucho.

También es cierto que una se las semillas sembradas por los chalecos amarillos , es que es preciso ir a una confrontación más violenta para hacerse oír; alguna gente está dispuesta a ello. Las direcciones sindicales son conscientes. Esto les obliga a tener que arrancar conquistas de peso que les permitan llamar a volver al trabajo; incluso a una organización como la CFDT. Es lo que puede indicar que el conflicto va a ser duradero.

R. B-D.: ¿Cómo prevés que continuará el conflicto tras las vacaciones navideñas?

S. B.: Dada la determinación del movimiento, hay muchas posibilidades que encuentre un segundo aliento, también en la enseñanza. Y no hay que olvidar a otros sectores movilizados como EDF (electricidad) o las refinerías.

Puede que asistamos, como en 2016, a una rotación de sectores movilizados que permita al movimiento garantizar su densidad y mantener viva la contestación. No me parece que la situación vaya a calmarse a la vuelta de vacaciones; creo que asistiremos a una continuidad y a una ampliación de la movilización en la jornada del 9 de enero. Aún cuando [a la hora de ser convocada] esta fecha aparecía lejana a alguna gente, ello dio una perspectiva fuerte a la misma.

R. B-D.: ¿Qué salida para esta crisis?

S. B.: No veo salida posible sin que el gobierno de marcha atrás o retire la reforma para repensarla. Pero, al mismo tiempo, para el gobierno esto supondría deslegitimarse totalmente.

Estamos frente a un pulso muy duro. La apuesta porque el movimiento se pudra es una mala estrategia que puede obligar al gobierno a retroceder más de lo que piensa. A partir del momento en el que comienza a ceder en relación a determinados regímenes especiales [que es lo que está haciendo para dividir al movimiento, cargándose de hecho el carácter universal con el que defiende la necesidad de la reforma], empieza a mostrar que puede ceder y esto, en cierta medida, da confianza a los sectores movilizados.

R. B-D.: Después de dos años de negociaciones sobre la reforma, ¿era inevitable este conflicto?

S. B.: Hemos asistido a un proceso [de negociación] largo puesto en pie por un gobierno que no ha concluido con un acuerdo negociado, aceptado. Para el gobierno se trata de una gran pérdida de tiempo y una muestra de impotencia.

Ha sido víctima de su concepción de la democracia social: no se puede marginar a los actores sociales y, al mismo tiempo, pensar que vaya a funcionar un dispositivo de concertación social. Es preciso dotar de contenido a este dispositivo. Tras dos años de concertación, para el gobierno es un enorme fracaso llegar al mayor conflicto social desde 1995. 

Texto original en francés:  https://www.lemonde.fr/politique/article/2019/12/28/le-mouvement-peut-retrouver-un-second-souffle-tant-la-determination-semble-forte_6024255_823448.html

Traducción: viento sur

Fuente: https://vientosur.info/spip.php?article15476