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Daguerrotipo del neoliberalismo

Fuentes: Rebelión

En general, al neoliberalismo se le nombra como referencia histórica, como sistema económico imperante o como objetivo de crítica. ¿Qué es realmente el neoliberalismo?, ¿dónde se originó?, ¿por qué surgió?, ¿cuáles son sus contradicciones?, ¿cómo es que ha sobrevivido a las crisis recurrentes? Es infrecuente que se aborden todas estas preguntas con profundidad por parte de los medios de comunicación convencionales, y mucho menos por el público lector no especializado en temas de la economía. 

Como inicio hay que aclarar que el neoliberalismo es una doctrina no estática ni monolítica, sino un ente que evoluciona y muta con el tiempo. A pesar de ser un modelo dominante en el mundo, se distinguen diversas modalidades acordes con la realidad y contexto de cada país. No obstante, como una característica global, es en las crisis donde mejor se adapta y se reinventa. 

Historia 

Sus orígenes se remontan a los escritos de la escuela austriaca, fundamentalmente los de Friedrich Hayek y de su mentor Ludwig Von Mises, pero no fue sino en 1947, cuando el profesor Hayek convocó a 36 intelectuales, la mayoría economistas -junto con historiadores y filósofos- en el Hotel du Parc de la villa de Mont Pelerin, cerca de la ciudad de Montreux, Suiza. La idea era discutir la situación y el posible destino del liberalismo tanto en el ámbito teórico como en el práctico.​ El grupo tomó el nombre de Sociedad Mont Pelerin en honor del lugar donde ocurrió este primer encuentro. Sus miembros más célebres fueron Karl Popper y algunos ganadores del Premio Nobel de Economía, como Milton Friedman (Universidad de Chicago), George Stigler, James Buchanan y Maurice Allais. 

Al final de su primera reunión, los miembros fundadores redactaron una declaración de principios en la que plasmaban su preocupación por los valores de la civilización, los cuales consideraban en peligro debido a que para la época grandes porciones del planeta les parecían carentes de las condiciones esenciales en pro de la dignidad humana y la libertad. Sin embargo, en realidad sus principios y estrategias iban a cobrar relevancia casi tres décadas después para neutralizar y dar un giro a la tendencia decreciente de la tasa de ganancia que se estaba manifestando en el sistema capitalista. 

Es importante señalar que la expansión del pensamiento colectivo neoliberal se canalizó a través de la formación de grupos de estudio (think tanks) y del control de la academia en las principales universidades. Allí, paulatinamente la historia y la filosofía fueron desplazadas por la enseñanza de una serie de modelos econométricos y estadísticos como soporte pseudocientífico del pensamiento único. Las enseñanzas de economistas notables como Adam Smith, Karl Marx, Michał Kalecki John Maynard Keynes y hasta los desarrollistas de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) fueron confinados a las gavetas del olvido. 

La crisis petrolera de 1973 fue la que propició el fenómeno del estancamiento con inflación (stagflation), lo que representó el momento histórico para dar un giro a las políticas públicas bajo el andamiaje doctrinario del pensamiento colectivo neoliberal. En ese mismo año, con el golpe militar en Chile, los economistas de la Universidad de Chicago tuvieron la oportunidad esperada para poner en práctica sus postulados libertarios.  Con la experiencia adquirida en el gobierno de Ronald Reagan (1981-1989) adoptaron la llamada “Economía de la oferta” (supply side economics), cuyos principios también se aplicaron en el gobierno de Margaret Thatcher (1979-1990) en Gran Bretaña. Esto consolidó la “revolución de los ricos”. 

Posteriormente, a raíz de los problemas de insolvencia para el pago de la deuda externa, esas políticas se reforzaron en los países emergentes como condición impuesta por el Fondo Monetario Internacional para dar el aval y las posibilidades de renegociación con los bancos privados, con el andamiaje de reformas estructurales bajo el llamado “Consenso de Washington”, que no fue otra cosa que la privatización de empresas y servicios públicos, la apertura de fronteras para la liberalización del comercio, la adopción de tipos de cambio flotantes,  la desregulación en el campo de las inversiones, el libre movimiento de capitales, la autonomía de los bancos centrales, la austeridad en el gasto público, el control estrecho de la inflación y el debilitamiento de los sindicatos. 

Características generales

Dentro del cuerpo doctrinal neoliberal se identifican ciertos rasgos comunes: 

1.     Tiene amplias diferencias con el pensamiento clásico liberal (laissez faire, laissez passer), en el sentido de que se requiere de un Estado fuerte que intervenga decididamente en ciertas situaciones en las que   es necesario reforzar a los mercados y, claro, con el objeto de rescatar a grandes empresas privadas en épocas de crisis.  

 Igualmente, en su discurso dice impulsar la libre competencia, pero en la práctica la desestima y, en cambio, favorece y defiende el desarrollo de monopolios en todos los sectores de la economía. La oleada de fusiones y adquisiciones empresariales de las últimas décadas es muestra de ello. 

El control de las políticas públicas es prioritario, para así guiar a las multitudes a creer que las iniciativas que ellos impulsan son para el bienestar colectivo.  

2.     Al “mercado” literalmente le otorga poderes metafísicos, equivalente al mito de la piedra filosofal de los alquimistas, al considerarlo como el procesador de toda la información que tanto productores como compradores necesitan.  Por tanto, siendo un agrupador de datos relevantes, lo económico, lo social y toda la política debe de girar en torno a él. Sin embargo, las diferentes corrientes neoliberales no especifican qué se entiende por “mercado”, sólo les preocupa su desenvolvimiento fluido y contar con la información relevante para la formación de precios.   

3.     Los neoliberales descartan la tesis neoclásica de “fallas” o “defectos del mercado”; más bien difunden la idea de que los mercados son complejos y dinámicos, como si se hablara de un ser cuya genética del bios hay que descubrirla de manera permanente.

4.     El papel del Estado se reduce a ser un garante del funcionamiento del mercado y, por tanto, está sujeto a ser auditado por instituciones evaluadoras (Moody´s, Fitch, Standard & Poor´s, etc.) que califican el desempeño de los gobiernos y la salud macroeconómica de los países; es decir, una especie de faro que evalúa los riesgos para alertar por la navegación segura a los capitales financieros que se mueven a la velocidad digital. 
 En sí, entonces, el Estado no es “desregulado”, sino “reregulado” de acuerdo con la lógica del pensamiento neoliberal y del ente “mercado”. En ese sentido, la idea de la democracia extendida choca frontalmente con el rol que “idealmente” debe jugar aquél, pues obstaculiza su “desenvolvimiento natural”. 

5.     Los neoliberales declarados se inclinan a tratar la política como un mercado y, a su vez, promueven su propia idea de democracia. En su forma más avanzada no hay distinción entre ciudadanos, consumidores o usuarios de los servicios ofrecidos por el Estado. Por ello, buscan conquistar el poder político para operar dentro del mismo Estado. De esa manera no hay tal separación entre el mercado y la esfera de la sociedad civil. Todo, entonces, se convierte en un juego mercantil (comodificación).   

6.     Michel Foucault decía que en el neoliberalismo “…el homo economicus es un empresario de sí mismo”, pues correctamente identificaba el concepto de “capital humano” como la salida neoliberal que se separa del pensamiento político de varios siglos que colocaba al humanismo en la historia de los derechos naturales. El neoliberalismo deconstruye al trabajo humano reduciéndolo a un conjunto de inversiones, conocimientos, habilidades, actitudes y alianzas temporales (familia, sexo, raza, trabajo).  

El individuo está sujeto a ser una pieza de un juego digital y forma parte de un conjunto de proyectos que se desvanecen en el tiempo. Así, el neoliberalismo se constituye como una teoría del todo en donde la estrategia empresarial persigue ventajas. En el límite, pues, cada individuo llega a ser su propia empresa en una competencia mercantil. 

El individuo es fragmentado: su jornada es de X horas de trabajo; su fuerza de trabajo se mercantiliza; promociona su propia imagen; gestiona su propio historial laboral; el mensaje que recibe es “innova, reinvéntate, descubre tu potencial, el mercado está repleto de oportunidades que debes descubrir, eres responsable de tu propio éxito o fracaso”. Así, se le deja solo para sobrevivir; se subcontrata, es alienado, se le inculca que hay un solo camino, corre el riesgo de ser desechado, marginado y minimizado, dejado a su suerte. 

El sujeto está constantemente buscando modelarse a sí mismo (Facebook, Linkedin, etc.), acumular títulos y méritos (currículum),  mejorar su apariencia (ropa de marca, liposucciones, botox, implantes, gimnasios), como permanente lucha por vender su producto: uno mismo, a modo de una estrella de cine o de un ícono deportivo o empresarial. El mensaje se repite en los discursos y en la vastísima oferta de libros de autoayuda: “tú puedes ser lo que quieras ser, simplemente haz tu mejor esfuerzo, ¡enfócate!, ¡tú puedes!”. 

La brecha social, cada vez más amplia, se oculta para enfatizar el mensaje del “tú mismo”. En Inglaterra, los Tory´s llegaron a exclamar que el concepto de clases sociales era de origen comunista. A ese coro se uniría la Primera Ministra Thatcher cuando invocaba que usar la escala de clases sociales servía sólo para enfrentarlas, afirmaciones que por cierto se siguen escuchando con frecuencia entre los círculos más conservadores. Por ende, si alguien cae en la pobreza es “por su culpa”, porque la pretensión es negar los extremos. En consecuencia, la pobreza se personaliza y se llega incluso a criminalizar cuando surgen las protestas masivas.  

A la par, las pensiones se individualizan y se privatizan hasta llegar al término de la vida laboral, por lo que el saldo final se acompaña con la afirmación lapidaria: “mira, esto es lo que ahorraste, es tu completa responsabilidad”.  

El concepto de “riesgo” no se adopta en su dimensión actuarial de probabilidades sino como una actitud y ambición innata del individuo, como empresario de sí mismo, por lo que aquellos que invocan un regreso al estado del bienestar se les critica como personas conformistas, parásitas de los beneficios sociales, “losers” extraviados en los estados vegetativos.   

De ahí que, cuando las crisis ocurren, se argumenta que quienes salieron afectados es porque decidieron tomar riesgos erróneos ante una complejidad del mercado que no acertaron a distinguir y a evaluar correctamente. 

7.     La idea de libertad, donde la libertad económica juega el papel estelar, hace que la educación se convierta en un bien de consumo y no en una experiencia de transformación de vida. Bajo ese contexto, el sistema educativo se enfoca hacia el desarrollo del capital humano instrumental que será útil para la empresa privada. La técnica se eleva hacia la cúspide del proceso de aprendizaje en perjuicio del estudio de las humanidades que quedan relegadas a un segundo plano o, definitivamente, no son tomadas en cuenta. 

8.     La libertad de movimiento para los capitales, más no así para los trabajadores, se convierte en una doctrina, con el apoyo adicional de los tipos de cambio flexibles y el desmantelamiento de toda clase de regulaciones al capital. El uso de agencias internacionales (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y Organización Mundial del Comercio), como promotoras del dogma libertario, restringen toda opción de política económica de los gobiernos nacionales. Hay una estrecha relación entre el Consenso de Washington y el desplazamiento global de la hegemonía neoliberal. 

En consecuencia, para el neoliberalismo, es de importancia vital el surgimiento histórico del régimen financiero globalizado, que encadena a los países con mecanismos como la deuda y la explosión del “outsourcing” internacional. De ahí que las naciones emergentes jueguen el rol de eslabones en las cadenas de producción industrial de empresas trasnacionales. Es así como los países se ven forzados a sostener una carrera hacia “el sótano” en lo referente a salarios, impuestos y regulaciones ambientales, con el fin de competir para recibir las inversiones externas. Obviamente, el excedente económico se queda en poder de las corporaciones foráneas y a la mano de obra sólo se le da un salario de subsistencia. 

9.     Las desigualdades en la distribución de la riqueza, en el control de los recursos y en los derechos políticos, es visto como algo “natural” y como motores hacia el “progreso”. Así, al capitalista rico se le venera como un ser benéfico para la humanidad, como un ejemplo a seguir. De ese modo, cualquier intento de control sobre el mercado lo señalan como   causante de las crisis, evadiendo así cualquier análisis de tipo de Economía Política. Entonces, se acusa a los individuos de haber sido quienes provocaron los colapsos, quienes tomaron las decisiones equivocadas y quienes no acertaron a descifrar la información del mercado centralizador con toda sabiduría. 

10. Los neoliberales se disculpan alegando que la monopolización de la economía, en sus diferentes sectores, es sólo un resultado colateral que, nuevamente, es causado por la errónea actividad del Estado y por la influencia de grupos de interés poderosos, y no por el funcionamiento del mercado. Sin embargo, ya es sabido que en el fondo favorecen ese proceso de centralización y concentración de capitales. 

11. “El mercado siempre proveerá soluciones a los problemas causados por el mismo mercado”. Este es el postulado de destino último de la orientación constructivista dentro del pensamiento neoliberal. Como ejemplos, la contaminación se puede abatir por el intercambio mercantil de permisos de emisiones de CO2; la educación pública inadecuada se rectifica con la entrada de instituciones privadas; a los pobres enfermos que carecen de servicio social médico, se les incentiva para ser “conejillos de indias” hacia el ensayo de pruebas clínicas privadas; la pobreza en países emergentes se puede mitigar por medio de “micro créditos”; el mercado puede sustituir a los gobiernos en la administración de aeropuertos, carreteras, parques, distribución de agua potable, generación de energía, etcétera. Esto es, como el mercado procesa toda la información, la mejor manera de aprovecharla es mediante el conocimiento, siempre y cuando se le asigne un precio. 

12. Para Herbert Marcuse, tanto los medios de comunicación como las industrias culturales socializan los valores del sistema dominante y ahogan el pensamiento crítico, creando un escenario unidimensional que propicia una ideología única y condiciona la conducta del individuo en la sociedad bajo la apariencia de una conciencia feliz. 

13. Los neoliberales sermonean sobre las virtudes del orden espontáneo, mientras que, paralelamente, se organizan para tomar control del Estado y regirlo a su conveniencia. Impulsan las libertades, pero practican la jerarquía más regimentada en su organización política. Catequizan la postración del individuo ante el poder impresionante del conocimiento del mercado, pero se otorgan a sí mismos excepciones. Por tanto, en su versión de gobernabilidad, elevan al mercado como un sitio de verdad para todos, salvo para ellos. 

14. Activa y permanentemente, los neoliberales practican el doble discurso: uno va dirigido a las poblaciones para hacerlas creer que hay todas las posibilidades para que alcancen sus metas más preciadas, pero el otro se lo reservan en sus pequeños grupos de poder, en donde diseñan las estrategias públicas a seguir. Así, disfrazan al neoliberalismo como una filosofía populista. 

Una de las mayores ambiciones del pensamiento colectivo neoliberal es sembrar dudas e ignorancia entre la población. Basta con identificar los discursos que niegan el cambio climático y trasladan las preocupaciones hacia el campo económico en búsqueda del crecimiento y la estabilidad de precios. 

15. Como corolario de lo hasta aquí apuntado se dice que el modelo económico neoliberal tiene la capacidad de superar cualquier crisis, no tanto estableciendo políticas regulatorias sino aplicando soluciones inherentes al propio mercado. Es así como los ideólogos y apologetas de las ideas ortodoxas abogan por adoptar las virtudes de la “resiliencia”, término secuestrado de la ecología, introducido por primera vez por el ecólogo Crawford Stanley Holling y, posteriormente, adoptado en la psicología, para reforzar la idea de que cualquier adversidad es superable, aunque nunca llegan a reconocer que mientras no se modifiquen las condiciones que han generado las crisis y la desigualdad creciente, jamás se lograrán superar tales condiciones adversas.   

Crisis financiera del 2008 

La “sabiduría del mercado” fue violentada dramáticamente en la gran recesión del 2008, cuando el gobierno de Estados Unidos decidió qué bancos y qué compañías de seguros deberían subsistir y cuáles tendrían que perecer. Igualmente, en Europa impusieron medidas draconianas a países del sur como Grecia, Portugal e Italia. Así, el verdadero poder se centra en quién decide “suspender” al mercado para poder “salvar” al mercado. 

“El síndrome de la negación” ha infectado de forma prolífica a la economía ortodoxa al ocultar que los bancos rescatados de la quiebra en esa profunda crisis, fue porque los directivos del Sistema Federal de Reserva de aquel país tenían estrechas relaciones con las instituciones favorecidas. Sí, en cambio, se insistió públicamente que la crisis fue responsabilidad de los que manejaban las corporaciones financieras. Entonces uno se pregunta ¿qué papel jugó la Reserva Federal para supervisar el correcto funcionamiento del mercado y para evitar que ocurriera la gran recesión? 

Con mucha frecuencia, se omite aclarar que el Banco de la Reserva Federal de los Estados Unidos no es una institución pública (lo único que tiene de Federal es el nombre), ya que la agrupación de Bancos Regionales de Reserva, que forman el sistema Federal, son bancos privados, cuyos accionistas reciben dividendos. De ahí se desprende que las decisiones de la FED van primordialmente dirigidas a beneficiar a la comunidad financiera y que por ningún motivo aceptaría estar gobernada como una institución democrática. Cuando se vende la idea de que el Sistema Federal vela por el bienestar de la economía, equivale a escuchar a “un lobo con piel de codero”. 

El pensamiento único colectivo provoca que los economistas del club selecto se comporten como las muñecas rusas (matrioshkas): aparecen en puestos prominentes del gobierno, en los consejos directivos de las principales instituciones financieras e, incluso, en la academia; es decir, es un proceso continuo que funciona como una puerta giratoria muy bien engrasada. 

Si se hicieran de dominio público todas las conexiones, maniobras y estrechos lazos con los grandes grupos financieros e industriales de estos economistas célebres, sus conferencias estarían condenadas a ser recluidas y escuchadas en las aulas de las universidades donde dan clases, para perjuicio de los cerebros de los estudiantes cautivos. 

¿Qué sigue? 

En la actualidad, el mundo se debate en una crisis que tiene siete dimensiones: 

1. La economía y su arquitectura financiera. Generan desigualdades extremas entre naciones y al interior de los países. 

2. La política y la cohesión social. Se manifiestan en forma de precarización, digitalización y mercantilización, lo que conduce al desarrollo desigual a lo largo de todas las regiones geográficas. Los países emergentes se han convertido en receptores de instalaciones industriales de empresas trasnacionales, las cuales han transferido eslabones de su producción para aprovechar las ventajas de bajos salarios, liviandad de legislaciones ambientales y otro tipo de exenciones, sin verse obligadas a desarrollar proveedores locales o a transferir tecnología. 

En los casos más graves se producen migraciones masivas que huyen de condiciones extremas de pobreza e inseguridad. 

3. Las relaciones de género y su reproducción social.  La feminización de los mercados laborales, que se generó bajo las condiciones neoliberales de bajos salarios, así como la pobreza de las personas de edad avanzada, junto con las políticas de austeridad, ha afectado negativamente al núcleo familiar, con el agravante de actividades no remuneradas, tales como la atención del hogar y el cuidado de los ancianos. 

4. La democracia. Las políticas neoliberales han erosionado el sistema de partidos después de la Segunda Guerra Mundial, transformándolos en múltiples sistemas de representación y permitiendo el ascenso de la extrema derecha (proto y neofascismo). A tal grado que ésta tiene la capacidad de llegar al poder y ganar apoyo mayoritario (Brexit, Trump, Bolsonaro, Modi, Orbán, Kaczyński, Le Pen, Salvini, Austria, etc). 

5. Orden mundial. Se traduce a través de la declinante hegemonía de los Estados Unidos, más el ascenso de China, la rivalidad tecnológica en la cual están inmersos y el fortalecimiento del poder militar ruso. 

6. Sustentabilidad ecológica. Al ensancharse la grieta metabólica entre la humanidad y la naturaleza, se pone en peligro la existencia misma de la civilización por la devastación ambiental y la amenaza del inminente cambio climático. 

7. Invasión del crimen organizado. Se manifiesta su presencia en toda la esfera social de las naciones. 

Ante ese contexto, y en época de pandemia, el mundo se enfrenta a una post realidad, que se identifica como una transición y cuyo futuro se bifurca en diversos caminos posibles. 

Por un lado podemos asegurar que las élites gobernantes -que detentan el poder económico, mediático, militar y tecnológico- forzarán a que la normativa que dicta el pensamiento único colectivo siga su curso; obviamente, adaptándose a las circunstancias y continuando con la práctica del doble discurso, pero con un costo monumental para la mayor parte de la población mundial y con efectos devastadores para la salud ambiental del planeta. Para ello, su gran aliado será la tecnología, y más específicamente la aplicación masiva de la inteligencia artificial en todas las facetas de la vida, incluyendo, claro, la militar. 

Lo anterior traerá la desaparición de múltiples empleos, pero también un mayor control sobre los individuos. Recordemos lo dicho por Michel Foucault, quien hablaba acerca de la ecuación poder-control social, y que lo ejemplificaba en los centros escolares, hospitales, y prisiones con las subsecuentes sanciones “normalizadoras”. A todo ello, hay que agregar las posibilidades de control que ofrece la tecnología: educación virtual, trabajo en casa, entrega de productos a domicilio, distanciamiento social, vigilancia remota, perfil de las personas y sus hábitos, desaparición del dinero en efectivo, etcétera. 

Las naciones son prisioneras de las grandes instituciones financieras mediante el mecanismo de la deuda, debido a que sus decisiones soberanas sobre las áreas fiscales, monetarias y comerciales están herméticamente monitoreadas por instituciones internacionales y esos candados son difíciles de romper, sobre todo de manera aislada. Son naciones presas por el post colonialismo, que no es otra cosa que la distopía generalizada. 

Como respuesta al fracaso de la globalización, están surgiendo con fuerza gobiernos y movimientos de inspiración nacionalista, liderados por partidos políticos de ultraderecha, que vienen siendo una alternativa extrema a conservar el estatu quo neoliberal. 

El otro camino posible, que llamaremos el camino democrático, progresista, antineoliberal y ecológicamente sustentable, tendrá que ser impulsado por movimientos sociales que ahora actúan en diversas latitudes, aunque lo hacen de manera independiente y no unificada.  Son las nuevas generaciones las que participan en estas iniciativas (ambientalistas, antirracistas, feministas, campesinos sin tierra, Ocupa Wall Street, sindicalistas, Black Lives Matter, etc.), pero falta que estos conglomerados de luchadores sociales identifiquen que tienen un adversario común y que otros caminos para la organización política, económica y social son posibles y viables.  

Hoy en día la civilización necesita forjar la cooperación entre las naciones y dejar atrás la inoperante idea de la competencia comercial y la rivalidad entre bloques y países. La biosfera es una sola y es compartida por todos. Se requiere cerrar la brecha metabólica entre la humanidad y la naturaleza. La idea del crecimiento ilimitado es insostenible y es fundamental reflexionar en una organización de las sociedades que busque la calidad de vida, por encima del impulso materialista de la cantidad y la persecución del lucro por sobre todas las cosas.  

La encrucijada que vive la humanidad obliga a buscar nuevos caminos que lleven a mejorar el bienestar de la gente. La economía debe trabajar en favor de las personas y no hacer que las personas lo hagan en favor de la economía controlada por poderosas élites. 

Recordemos que ya el reloj marca sólo 90 segundos para la medianoche. 

Bibliografía: 

  • MirowskiPhilip “Never Let a Serious Crisis Go to WasteHow Neoliberalism Survived the Financial Meltdown”, Verso Books, Brooklyn, N.Y, USA, 2013. 
     
  • Foster, John Bellamy y Magdoff, Fred, “The great financial crisis, causes and consequences”, Monthly Review Press, New York, USA. 2009. 
  • Piketty, Thomas, “Capital in the Twenty-First Century”, Belknap Press: An Imprint of Harvard University Press, Cambridge, MA, USA, 2017. 
     
  • Darío Heffes, Omar Darío, “Biopolítica: entre el homo œconomicus neoliberal y la “sociedad del espectáculo””, El banquete de los dioses. Revista de filosofía y teoría política contemporáneas (Vol. 1 no. 1 nov 2013-mayo 2014), Buenos Aires, Argentina. 
     
  • Marcuse, Herbert, “El hombre unidimensional”, Austral, Planeta de libros, Barcelona, España, 2016. 
     
  • Foucault, Michel, “Michel Foucault: Poder, saber y subjetivación”, Alianza Editorial, España, 2017.