Desde la década del 70′ el poder económico y financiero global ha llevado a acabo en Davos, un pequeña ciudad suiza, reuniones anuales con sus máximos representantes y exponentes provenientes de todas partes del globo con el fin de diseñar, en lo posible, estrategias en común para ampliar la hegemonía capitalista en el mundo. A […]
Desde la década del 70′ el poder económico y financiero global ha llevado a acabo en Davos, un pequeña ciudad suiza, reuniones anuales con sus máximos representantes y exponentes provenientes de todas partes del globo con el fin de diseñar, en lo posible, estrategias en común para ampliar la hegemonía capitalista en el mundo. A estas reuniones asisten representantes de ese poder imperial al que pertenecen sobre todo CEO’s de compañías transnacionales, banqueros, economistas e intelectuales neoconservadores, militares, etc. Tanto la génesis como la permanencia de este tipo de acontecimiento marca la señal del surgimiento de otra era. Una era distinta a la que suponíamos y que existía bajo la presunción, e ilusión, de un contrato social que otorgaba plenos poderes al estado para el buen funcionamiento social. En Davos se superan las divisiones territoriales-nacionales que representaba el estado-nación reuniendo así al poder capitalista en un marco global.
Por otro lado, y aunque casi 40 años más tarde y ya adentrados en la era Post-Consenso de Washington, ¡por fin ha llegado Davos a Puerto Rico! La creación por parte del gobernador Luis Fortuño del Consejo Asesor de Reconstrucción Económica y Fiscal (CAREF), compuesto en su totalidad por banqueros, CEO’s y demás personalidades que representan al sector privado, y que fue establecido para intentar mitigar la crisis económico-financiera que aqueja al país, sugiere la introducción en Puerto Rico de otro modo de gobierno: el comunismo del capital. Al día de hoy las recomendaciones del CAREF al gobernador Fortuño van desde el despido fugaz de 11,000 empleados públicos, impuesto al consumidor en la gasolina y así como un arbitrio a las llamadas telefónicas son algunos de las recomendaciones de este comité empresarial y financiero.
Este modo de gobernar se centra esencialmente en la «bancarización» y «financiarización» de todos los procesos de producción de las relaciones sociales capitalistas. Según el filósofo italiano Antonio Negri este «proceso se realiza a través de los bancos, de las actividades financieras o, en resumidas cuentas, de la ‘bancarización’ total de todas las relaciones sociales capitalistas. El proyecto se presenta asimismo como un intento de absorber dentro del proceso financiero la actividad productiva, el salario y el ahorro de los trabajadores».
En este sentido el capital criollo (con fuertes influencias globales) se pone en común acuerdo para establecer nuevos mecanismos de control y, en términos marxistas, de subsunción real de nuestro trabajo. Es mi parecer, que en una nueva concepción y redefinición del trabajo, es en donde efectivamente podemos entender mejor la lógica de este intento de imponer el comunismo financiero en nuestro país. Las últimas décadas del siglo XX marcaron el final de la hegemonía de la era industrial y a partir de ese momento atestiguamos el surgimiento de la hegemonía del trabajo inmaterial y cognitivo, es decir, el trabajo que crea producción inmaterial como el conocimiento, la información, la comunicación, el trabajo afectivo (basado en la feminización del trabajo en donde crecientemente el trabajo en su generalidad va adoptando formas y maneras que se creían que eran propias a los trabajos femeninos), etc. Esta hegemonía del trabajo inmaterial, quizás aún en términos cualitativos y no cuantitativos, ha impuesto nuevas prácticas y tendencias sociales, además de nuevas formas de entender y asumir el concepto de trabajo en nuestra contemporaneidad. Esto, a su vez, vuelca cabeza abajo nuestras tradicionales concepciones sobre el proletariado y la fuerza de trabajo.
Ante nuevos modos de producción, el capital necesita nuevos modos de controles y de intentar subsumir nuestro trabajo cognitivo. De aquí la imposición de un comunismo financiero en donde se pueda inhibir de alguna forma el movimiento de los trabajadores y capturar su producción. Sin esto el capital contemporáneo no podría subsistir porque la hegemonía del trabajo inmaterial, cognitivo y afectivo plantea una creciente dependencia del capital para con el capital variable, es decir para con la fuerza de trabajo. En este sentido el profesor de origen irlandés John Holloway afirma que: «Lo que está en cuestión en la actual inestabilidad financiera del capitalismo es la dependencia absoluta del capital respecto de la subordinación del trabajo y su incapacidad para superar esa dependencia…» En este sentido «…el trabajo es la única fuente de valor, o en otras palabras que el capital depende del trabajo para su propia producción y reproducción. El capital será reproducido sólo si logra subordinar al trabajo…[l]a subordinación del trabajo supone claramente el control directo del trabajo asalariado, y todo lo que se desprende de ello en términos de la organización del proceso de trabajo y el desarrollo tecnológico».
Por lo que en resumidas cuentas la aspiración a consolidar el comunismo financiero por parte de nuestro pequeño Davos criollo, con aires globales, no es otra cosa que la lucha por su subsistencia y por subsumir nuestro trabajo, es decir, de aumentar su capital, su existencia y su dominación a través de la extorsión económica y biopolítica a nuestra gente. De esta manera, el comunismo financiero aspira no solo a implantar su dominio económico sino a imponer un modo de vida: ¡su modo de vida!
Ante esta realidad nos urge, y como en un momento dado nos invitó el filósofo francés Félix Guattari, refundar nuestras prácticas sociales para que a su vez surjan nuevos modos de vida en donde nuestras singularidades reposen en lo común. En donde lo común adquiere toda una nueva definición que permita construir el comunismo, no del capital, sino el comunismo absoluto de la cooperación, del afecto, del trabajo, del respeto a la diferencia, de la solidaridad y el de la democracia. Esta es la gran lección revolucionaria de Vieques ahora que celebramos su décimo aniversario: la emergencia en nuestro terruño de una multitud de singularidades fuertemente cohesionados por el deseo común de rechazar el atropello de la Marina de Guerra de Estados Unidos. En Vieques lo común, expresión de nuestro comunismo, emergió radicalmente como la imposición de nuestra democracia absoluta sobre el dominio capitalista y colonial.
Así las cosas, ante el intento del capital en implantar su explotador comunismo financiero en nuestra isla, sólo queda resistir y construir nuestros nuevos modos de vida (y no el de ellos) basados en la potencialidad que representa nuestra producción y nuestro trabajo; en donde nuestras singularidades puedan cohesionar proyectos comunes de transformación y de solidaridad. Más allá de quien esté gobernando pasajeramente en nuestro país, se nos hace urgente, al igual que en Vieques, constituirnos como una multitud productora de lo común y tomar conciencia de ello. Como señala Antonio Negri: «Hacer multitud es hacer democracia». Y ésta es la única manera de resistir y construir al mismo tiempo el camino hacia una nueva democracia y libertades absolutas y comunes fuertemente afianzadas en el deseo de construir otro modo de vida y refundar nuestro país.
*El autor es egresado de la Facultad de Derecho Eugenio María de Hostos en Mayagüez, Puerto Rico. Es también estudiante de Sociología Jurídica en el Instituto Internacional de Sociología Jurídica en Oñati, País Vasco. [email protected]