El sábado 17 de julio se publicaba en Rebelión un oportuno artículo tomado de La Jornadai en el que se hacía referencia a la lucha del biólogo Richard Dawkins contra la superstición, la pseudo-ciencia y en particular contra el poder de las instituciones religiosas. En rigor, Richard Dawkins no ha sido el responsableii de » […]
El sábado 17 de julio se publicaba en Rebelión un oportuno artículo tomado de La Jornadai en el que se hacía referencia a la lucha del biólogo Richard Dawkins contra la superstición, la pseudo-ciencia y en particular contra el poder de las instituciones religiosas.
En rigor, Richard Dawkins no ha sido el responsableii de » lanzar una audaz iniciativa » contra el Papa, sino que, como explica en una nota publicada en su página webiii, en una conversación telefónica con el periodista del periódico perteneciente al emporio mediático de Rupert Murdoch expresó su adhesión a la iniciativa legal de los abogados Geoffrey Robertson y Mark Stephens contra la visita del Papa al Reino Unido. La idea pudo surgir de varias personas simultáneamente, y de hecho Dawkins confiesa haber contactado con Robertson a través de Christopher Hitchens tras haber discutido ambos escritores sobre la idea de una iniciativa legal que subrayase la connivencia o encubrimiento de casos de pedofilia por parte de la Iglesia Católica.
El que escribe estas líneas no ha podido dejar pasar una ocasión más en la que el afán sensacionalista y malintencionado de una gran corporación mediática ha logrado, aunque sea colándose en un artículo pertinente como el de J. Muñoz, dañar una vez más los intentos de un científico y ciudadano honesto por alcanzar lo que en palabras de George Monbiotiv es algo jamás visto realmente hasta ahora: «la igualdad ante la ley».
Sobra ahora recordar el papel que juega esta mega-corporación en el debate que enfrenta a la religión y al derecho a una educación digna y de calidad en los EEUU, y en especial su papel específicamente contra todo aquello que representan intelectuales como Dawkins, Hitchens, Dennett o Randi (independientemente de las afinidades políticas que podamos tener con ellos) en el mundo anglosajón.
Sobre esto último: pongamos (nunca mejor dicho, pensando en Dennett) nuestras barbas a remojar, especialmente en la Comunidad de Madrid…
Aunque no es lugar ni momento, ni hay tiempo ahora para desarrollarlo en detalle, estas líneas serán aprovechadas también para corregir otro error habitual, difundido (lamentablemente) entre otros también por la intelectualidad progresista y radical anglosajona desde la publicación de The Selfish Gene en 1976. Este espléndido libro de divulgación, que a su vez también abrió nuevas vías para comprender las bases teóricas de la teoría de la evolución, nunca fue ni pretendió ser apología alguna del egoísmo empresarial, del sujeto individualista y autorreferente de la economía de libre mercado Thatcheriano-Reaganiana o de la Game Theory de los Nash, Friedman y compañía.
El mismo Dawkins intentó explicarse numerosas veces sobre esta interpretación errónea de sus propuestas, casi exclusivamente basada en el provocador título de la obra. No hay que ir muy lejos para comprobarlo, pues cualquier edición posterior a 1989 de su libro incluye el muy recomendable capítulo añadido » Nice guys finish first» , basado en el documental de 1987 disponible en internet v , y que expone de manera muy gráfica y didáctica las críticas dirigidas a la visión estrecha de la racionalidad humana que defendía la Game Theory (teoría de juegos) que sirve aún hoy de base antropológica para la economía (neo)liberal contemporánea. En un ejercicio de sencillez, Dawkins nos aproxima al ámbito de las obras de investigadores como Schelling, Poundstone o Axelrod, o más recientemente y en castellano Luis Cañas.vi
Básicamente, la extrapolación del «comportamiento» (son importantes las comillas) de los genes a lo largo del proceso evolutivo, llevándolo al nivel de la enumeración de «estrategias» evolutivamente exitosas para los individuos, y -mediante un salto que oculta una patente falacia naturalista- llegando a la justificación del comportamiento egoísta individual dentro de una especie, es algo que ni Dawkins ni ninguno de sus lectores o críticos más serios (en sus propias palabras) consideraron como una interpretación científicamente justificada de su propuesta.
De hecho, lo que la «teoría del gen egoísta» parecía conseguir, era precisamente disolver la disyunción excluyente competición/cooperación , yendo «más abajo», hasta el nivel de la replicación genética, dejando así libre el campo para las diferentes combinaciones entre las «estrategias» evolutivas ciegamente desplegadas por los organismos biológicos, y la presión del clima y el ecosistema. La controversia con el otro gran darwinista y divulgador científico Stephen Jay Gould todavía sigue vigente, pero en todo caso, y esto es lo importante, queda abierta para el debate científico y teórico, y no para la especulación sesgada política e ideológicamente. Si bien toda teoría científica puede estar atravesada en su elaboración, justificación y exposición por el clima político y la posición ideológica de sus autores, lo que en última instancia decide su validez es la colección de evidencias materiales, instrumentales teóricos y metodologías experimentales que se aportan en favor o en contra.
Además del enlace al documental ya citado, añado a continuación el enlace a una de las conferencias más recientes en las que Dawkins ahonda sobre su campaña quizás menos grandilocuente, pero más efectiva: la dedicada a «elevar nuestras conciencias» ( raise our counsciousness , motto tomado de la práctica feminista) sobre el adoctrinamiento religioso en las familias:
http://www.youtube.com/watch?
ihttp://www.rebelion.org/
iihttp://news.bbc.co.uk/2/hi/
iiihttp://richarddawkins.net/
ivhttp://www.monbiot.com/
vhttp://www.youtube.com/watch?
viLuis Cañas, «El falso dilema del prisionero», Alianza editorial. http://www.alianzaeditorial.
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