La Cumbre del G-20 comenzada en Washington pudiera ser una reunión equivocada con el hombre equivocado. Frente una crisis global que ni siquiera comprenden, poco podrán hacer dos docenas de estadistas en un fin de semana bajo la batuta de George Bush. La expresión del presidente Francés Nicolás Zarkozy respecto a que se trata de […]
La Cumbre del G-20 comenzada en Washington pudiera ser una reunión equivocada con el hombre equivocado. Frente una crisis global que ni siquiera comprenden, poco podrán hacer dos docenas de estadistas en un fin de semana bajo la batuta de George Bush. La expresión del presidente Francés Nicolás Zarkozy respecto a que se trata de un Bretton Woods II, es ideología pura, no sólo inexacta sino probablemente peligrosa porque confunde circunstancias, intereses y escenarios.
A diferencia de lo que ocurre ahora, los acuerdos de Bretton Woods, relativos al sistema monetario, las finanzas y el comercio mundiales no fueron resultado de una crisis, sino de una voluntad relativamente consensuada de reordenar al mundo que emergía de la II Guerra Mundial y de ajustar las jerarquías internacionales a las realidades económicas y político militares de entonces.
El contexto histórico en que se desarrolló aquella Conferencia (1944) y los años siguientes, en los que se fundaron la ONU (San Francisco 1945) y el GATT (La Habana 1947), estuvo dominada por dos factores: el repudio tanto de la clase política como de los pueblos a la ultrareaccionaria ideología nazi, trágicamente expresada en la ocupación y el holocausto y el pensamiento de Roosevelt que reivindicó la democracia como paradigma y que, en el plano internacional, se expresó en un auge sin precedentes del multilateralismo.
Entonces, en una excepcional y probamente irrepetible coyuntura histórica, con o sin secretas intenciones, sin dejar de ser centro del sistema imperialista mundial, perseguir sus propios objetivos y conspirar, especialmente contra Inglaterra y la Unión Soviética, Estados Unidos, se alineó al lado de las fuerzas progresistas.
Se trata de sutilezas del arte de la política, al alcance únicamente de los estadistas de alta escuela y a las que Bush, a pesar de lo propicio del momento en que gobernó, ni siquiera se asomó. Roosevelt como Obama fue acusado de socialista, cosa que de cierta manera, fue.
A diferencia de hoy cuando en Washington, integrando el G20 se reúnen 23 países que forman alrededor del 20 por ciento de los miembros de Naciones Unidas, en Bretton Woods participaron 44 naciones que entonces eran casi el ciento por ciento de los estados existentes representados por 400 delegados que trabajaron durante 22 días. Incluso estuvo presente la Unión Soviética que al final tomó distancia de los acuerdos.
Lo que entonces fue una expresión de multilateralidad tuvo enormes limitaciones. La mitad de los países participantes eran latinoamericanos, dependientes de Estados Unidos que apenas tenían nada que decir o aportar, el más desarrollado, Argentina no estuvo presente debido a en esa fecha aun no había declarado la guerra a Alemania y China era representada por Taiwán. Otros ausentes fueron Alemania, Italia y Japón que combatían del lado equivocado y España debido a la dictadura franquista. De hecho, excepto la resistencia que pudo hacer Gran Bretaña, una especie de león desdentado, Estados Unidos era un solo hombre en el ring.
En aquel evento, bueno para dar una imagen de la democracia a lo Roosevelt y perfecto para consumar los objetivos imperiales de Estados Unidos, ejercidos entonces con una especie de guante de seda, se enfrentaron los puntos de vista británicos y estadounidenses, cuyos ponentes fueron John Maynard Keynes por la Corona Británica, mientras Harry White y Henry Morgenthau representaron a Norteamérica. Es cierto que también hubo un plan francés y otro canadiense pero se trataba de gestos hacía las tribunas, nada más.
Sumido en un descrédito como el que ningún presidente norteamericano acumuló nunca por su gestión y habiendo fracasado en la búsqueda de paliativos a la crisis actual, la iniciativa de Bush de convocar al G-20 para Washington, parece una burla y puede que lo sea.
En realidad, el único paso concreto de la parte norteamericana que ha sido percibido como un aporte y que puede tener significado en la solución de la crisis, es no sólo deshacerse de Bush, sino también de McCain que se anunció como continuador de sus políticas. De Barack Obama puede esperarse mucho o poco, de los otros nada.