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De cúpulas y dedos

Fuentes: Rebelión

El regalo, multimillonario e inoportuno, hecho por el rey de España, con nuestro dinero, a las Naciones Unidas, sigue arrastrando la polémica. El PSOE está muy contento con el «detalle», porque ha tenido lugar bajo su égida. El PP, cabreado, por lo contrario. En otras circunstancias, los mismos protagonistas hubiesen invertido los papeles. Ni unos […]

El regalo, multimillonario e inoportuno, hecho por el rey de España, con nuestro dinero, a las Naciones Unidas, sigue arrastrando la polémica. El PSOE está muy contento con el «detalle», porque ha tenido lugar bajo su égida. El PP, cabreado, por lo contrario. En otras circunstancias, los mismos protagonistas hubiesen invertido los papeles. Ni unos ni otros entienden nada de arte ni les importa. Pero algunos de los argumentos que exhiben los que protestan son, aunque no sinceros, sí razonables.

La cúpula de la Sala XX del Palacio de Naciones Unidas en Ginebra, pintada por Miquel Barceló, ha costado un dineral, que se ha gastado sin ninguna necesidad en tiempo de una muy grave crisis que, como siempre, van a sufrir los más necesitados. Y, para colmo, para completar la excesiva suma concertada -dinero del pueblo graciosamente gastado por el rey, repito-, se ha sustraído una buena suma -encima- del Fondo de Ayuda para el Desarrollo del Tercer Mundo.

Pese a lo uno y a lo otro -y es lo que más me satisface comentar-, el diario progresista global, más conocido por El País, se ha mostrado entusiasmado con el acontecimiento «cultural». Aparte haber mostrado su aprobación a la obra y a la forma en que ha sido realizada y retribuida -le ha dedicado más de una vez la primera página-, ha exaltado encendidamente la figura y el gesto del Monarca y se ha deshecho en titulares elogiosos sobre el artista y su obra. Interesa dejar esto sentado por lo siguiente: es forzoso señalar otro factor, tan digno de suscitar una polémica como los ya consignados, y en el que nadie parece haber reparado: el encargo de una obra que, en último término, iba a pagar el pueblo español SE HA HECHO A DEDO , como en las más acreditadas repúblicas bananeras gobernadas por un reyezuelo sin corona. Y el global progresista no sólo no ha tenido nada que decir, sino que se ha olvidado de que, allá por los años 70 de la pasada centuria, el mandamás de turno encargó a dedo, al excelente pintor Joaquín Vaquero Turcios, las moles del Jardín de los Descubrimientos -Plaza de Colón- y el que ya era matinal y divino, como el Ángelus de Rubén Darío, la emprendió con al artista y su obra, con tanta saña y mal gusto, que lo crucificó materialmente en su Calvario particular de la calle Miguel Yuste. ¡Qué horror, un encargo a dedo! Nadie, como digo, ha aportado a la polémica esta dimensión que ahora nos sirve para denunciar una vez más la hipocresía de El País, el cinismo de El País, su doble rasero crítico, su doble moral, su manera, absolutamente repugnante, de barrer para su conveniencia.

Barceló no es un mal pintor, ni mucho menos; pero Barceló no es lo que se dice aquí que es. De hecho, su extraordinaria fama es más bien un producto de la industria cultural. Mala cosa que haya elegido para cubrir la bóveda el chafarrinón azaroso, para lo que ha contado con seis ayudantes, a la hora de cubrir la gran techumbre.. Si tal manchón verde o tal raya azul estuvieran, por ejemplo, dos metros más a la derecha, no lo notaría ni el rey Juan Carlos, ese lince.

M. García Viñó

fier[email protected]