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De eurócratas y pozos sin salida

Fuentes: Faro de Vigo

En una novela policíaca, un detective que quería calcular la profundidad de un pozo seco dejaba caer una piedra desde la boca del pozo y, cronómetro en mano, medía el tiempo hasta escuchar el choque contra el fondo. Sin embargo, al tratarse de un detective muy astuto -inglés, por supuesto- era consciente que el tiempo […]

En una novela policíaca, un detective que quería calcular la profundidad de un pozo seco dejaba caer una piedra desde la boca del pozo y, cronómetro en mano, medía el tiempo hasta escuchar el choque contra el fondo. Sin embargo, al tratarse de un detective muy astuto -inglés, por supuesto- era consciente que el tiempo medido se descomponía en el de caída libre, hasta que la piedra golpeaba el fondo, y el de propagación del sonido, desde el fondo del pozo al oído del detective.

Siempre eché de menos, en el diseño del euro, la gran casta de sabuesos británicos -perseverantes, desconfiados e inteligentes- que nos hubieran evitado bastantes sinsabores. Porque a estas alturas del curso es evidente -aunque para algunos ya lo era antes- que los eurócratas que diseñaron el euro plantearon mal el problema. Tan mal que, física aparte, olvidaron que cuando se cava un pozo hay que prever una escalera para salir pues de no ser así no se trata de un pozo sino de una cárcel. Y eso es el euro, una cárcel de la que -al parecer por el propio bien de quien se encuentre en ella- los carceleros imponen que no se debe salir.

Sería exagerado decir que el carcelero es el pueblo alemán -el más pacífico de los pueblos, según Napoleón- pero fatiga asaz que todos los días nos lo pongan de modelo como si los demás fuéramos morralla. En estos momentos de adversidad, los españoles en general, no digamos los gallegos, estamos dando ejemplo de reciedumbre, solidaridad y serenidad como ningún otro pueblo en Europa. Incluso la corrupción no es privativamente nuestra. Sin ir más lejos, la corrupción le costará este año a Alemania 250.000 millones de euros, el 13% del PIB, según cálculos de Friedrich Schneider, de la universidad de Linz. Los palmeros del modelo alemán olvidan los sucesos que salpicaron a la CDU de Helmut Kohl en los años noventa del siglo pasado o la relativamente reciente dimisión, también por un asunto de corrupción, del presidente Wulff.

Paralelamente, la moneda única es un gran negocio para Alemania. Cuando entramos en el euro, tanto España como Alemania tenían balanzas por cuenta corriente deficitarias pero a partir del 2001 los alemanes equilibraron la suya y nosotros hundimos el saldo al -4,1% del PIB; en el 2007, último año de bonanza, el excedente alemán alcanzó el 7,6% del PIB (180.000 millones de euros) mientras España soportaba más de 10% de déficit (105.000 millones de euros). Ya con la crisis desbocada, en el 2011, con familias y empresas ahogadas hasta el punto de no gastar ni en escobas, incurrimos en el 3,6% del PIB de déficit de la balanza por cuenta corriente al tiempo que Alemania seguía teniendo un superávit del 5,8%. Estas divergencias son suficientemente significativas para concluir que Alemania y España no comparten zona monetaria óptima sabedores que no se constata movilidad perfecta de mano de obra y capital ni convergencia en los PIB per cápita.

En este sentido, Alemania -a pesar de los sacrificios que dicen hace por los PIIGS- ya ha dejado atrás el nivel previo a la crisis al superar en 20 puntos porcentuales la renta per cápita media de la UE-27. Por contraste, el dato debe ponerse en relación con nuestro propio caso.

Como, por una parte, los datos económicos no son siempre claros y, por otra, son siempre muchos, es frecuente que al lector no le resulte fácil desencriptar las informaciones que contienen las noticias. A esa norma no derogan los datos publicados hace unos días por Eurostat -expresados en paridad de poder adquisitivo con el fin de tomar en cuenta las diferencias de precios- para informar que la renta per cápita española ha pasado, después de situarse 5 puntos porcentuales por encima de la media en 2007(cuando teníamos el déficit comercial per cápita más elevado del mundo y el segundo en términos absolutos) a 1 punto por debajo respecto a Europa, en 2011.

Pero ¿a qué Europa se refieren esos datos? La polisemia que encierra el término Europa es tan profusa que conviene aclararla cuanto antes. Para lo que nos interesa, una primera definición se aplica a Europa circunscrita a la zona euro, también conocida como Unión Europea-17 (UE-17), en referencia a los 17 estados europeos que la componen. Su creación remonta al 1 de enero de 1999; en un principio la constituían once miembros, entre los cuales Portugal y España, a los que se sumó Grecia en 2001, dando lugar a la UE-12, y posteriormente otros cinco países (Eslovenia, Chipre, Malta, Eslovaquia y Estonia). Pues bien, respecto a la zona euro, UE-17, la renta per cápita española se situó 9 puntos porcentuales por debajo de la media, en 2011.

Peor es aún nuestra situación en relación con la UE-15, que se compone de los países de la UE-12 más Gran Bretaña, Dinamarca y Suecia, que están fuera de la zona euro por propia e inteligente decisión. Respecto a la renta per cápita media de este conjunto estamos a 11 puntos porcentuales por debajo.

Finalmente, existe también una Unión Europea-27 en la que se incluyen además Hungría, Polonia, Letonia, Bulgaria, Rumanía, etc. Con relación a este colectivo de 27 miembros, UE-27, los datos de Eurostat estallan con toda su crudeza: ni alcanzamos la media en renta per cápita, quedamos aún a 1 punto por debajo.

Parte de las divergencias y disfuncionalidades que sufrimos se deben a nuestra pertenencia a la zona euro. No obstante, más allá del tipo de cambio, existen otros factores que perjudican gravemente a España al estar sometida a la estrategia comercial exterior de la UE. Esto es, para colmo la cárcel tiene leyes que imponen una política comercial exterior subóptima para España. Por ejemplo, el acuerdo de Libre Comercio que la UE ha suscrito con Corea es muy paradigmático respecto a quienes mandan. Francia, para potenciar su sector nuclear, ha impuesto acuerdos cuyo efecto es que en un año la exportación coreana de automóviles a España ha sido de 50.000 vehículos al tiempo que la de todos los fabricantes europeos al país asiático ni alcanzó los 6.000 coches. Y Corea no es cualquier cosa, no se trata de ayudar a los chinitos del Domund, ya que ocupa el séptimo lugar en el ranking mundial de exportaciones con una cuota del 3,01% del total, casi el doble de la española.

http://www.farodevigo.es/opinion/2012/06/24/eurocratas-pozos-salida/659558.html