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El director Víctor Gaviria presenta la película “La Mujer del Animal” en la cooperativa Aragó Cinema de Valencia

«De la exclusión tan brutal, nacen todos los males de Colombia»

Fuentes: Rebelión

Una mujer es raptada por un individuo a quien llaman «El Animal» en el barrio Popular de Medellín -una barriada de «invasión»-, allá por el año 1975. La mantiene secuestrada durante siete años, sin que nadie le ofrezca ayuda. La gente del barrio ha asumido con «normalidad» una situación extrema de maltrato. Con estos ingredientes […]

Una mujer es raptada por un individuo a quien llaman «El Animal» en el barrio Popular de Medellín -una barriada de «invasión»-, allá por el año 1975. La mantiene secuestrada durante siete años, sin que nadie le ofrezca ayuda. La gente del barrio ha asumido con «normalidad» una situación extrema de maltrato. Con estos ingredientes argumentales y basada en hechos reales, el director colombiano Víctor Gaviria (Liborina, Antioquía, 1955) ha realizado la película de 120 minutos «La Mujer del Animal», estrenada el pasado nueve de marzo en Colombia y el 16 de junio en el estado español. En el primer cuatrimestre de 2017 se produjeron 204 casos de homicidios a mujeres en Colombia, cuyos principales autores fueron las parejas o exparejas de la víctima, según el Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses. Durante el mismo periodo el instituto público registró 21.979 episodios de violencia machista (de ellos, 16.222 intrafamiliares), y 5.808 casos de mujeres mayores de 18 años que pasaron los exámenes médicos legales para determinar un presunto delito sexual.

La última película de Víctor Gaviria ha recibido premios y reconocimientos en los festivales de La Habana, Cali, Málaga y la Mostra de Cinema Llatinoamericà de Catalunya. El cineasta explica en parte la violencia narrada en la película por la historia del país: «El Estado ha estado siempre ausente de muchas ciudades, municipios y veredas de Colombia; esto ha hecho que haya mujeres muy vulnerables». Director de cuatro filmes, Gaviria ha escogido para rodar «La vida del animal» actores no profesionales, seleccionados con mucho detenimiento. «El actor natural tiene una presencia muy fuerte ante la cámara, encuentro a algunos que son muy talentosos», destaca antes del preestreno en la Cooperativa Aragó Cinema de Valencia, en un acto organizado por CEAR-País Valencià, CEDSALA, el colectivo Sur-Cacarica, Entreiguales Valencia e Intersindical Valenciana. El mismo afán de realismo le ha llevado a grabar la película en el barrio Nueva Jerusalén, entre el municipio de Bello y la capital Medellín, que evoca la barriada Popular de los años 70.

«La Vida del Animal» llega a las pantallas tras doce años de ausencia del realizador. Pero durante el largo paréntesis, trabajó en filmes que después no pudieron realizarse «por problemas con los productores», según afirma. En algunas ocasiones falló la financiación y en otras no se produjo el entendimiento necesario, como en «La hora de los traidores», proyecto de película iniciado en 2007 y finalmente frustrado sobre un bandolero, «Sangrenegra», que recorría el país durante los años 60 del siglo pasado. Director, guionista, autor de cortometrajes y documentales, poeta (ha publicado seis libros de poesía)… ¿Hay algún hilo conductor en todos los trabajos? «Como poeta escribo de asuntos más personales, pero mi cine es social». Sin embargo, no hay una separación tajante en su obra: «Mi intención es hacer películas como poemas, en el cine me guió por intuiciones poéticas». Y esta voluntad se pone de manifiesto en películas de tanta rudeza y violencia como «La vida del animal».

En la el filme «Sumas y restas» (2005), el realizador trató de contar los años del Medellín lacerado por la mafia del narcotráfico. Ocurrió durante los años 80 del siglo XX. «La mafia se presenta en parte como una utopía política y social, pero después se revela como una gran empresa delicuencial», explica Gaviria. En «La vendedora de rosas» (1998) cuenta la historia de unos niños de la calle, asimismo actores no profesionales. Todas sus películas se basan en la construcción de argumentos muy sencillos, a partir de los cuales introduce las costumbres y vida cotidiana de la gente. ¿Por qué no una película sobre el conflicto armado, prolongado durante más de 50 años y con 8,4 millones de víctimas según los registros oficiales? «En la década de ‘parón’ llegué a escribir el guión de una película sobre unos secuestrados por la guerrilla».

Director que se mancha de barro, Víctor Gaviria no rehúye la conversación política. ¿Cómo evalúa los Acuerdos firmados en septiembre de 2016 entre el Gobierno y las FARC? «Fue un gran acierto, hago parte de esa mitad de la población que apoyó el ‘Sí’ a los Acuerdos de Paz»; me parece que se ha criticado a Santos por ello de manera injusta». Pero, sobre todo, «porque ahora podrán verse los problemas que el conflicto ocultó durante tanto tiempo». Por ejemplo, «el narcotráfico como aliado del ejército y el paramilitarismo contra la insurrección». Se consideraba, explica el cineasta, como «verdadero enemigo» a los guerrilleros comunistas que practicaban la violencia contra el Estado, «pero ahora se verá cuál era el ‘verdadero’ enemigo del país, y que todo aquello era una ‘cortina de humo’, como mínimo tan letal como la guerrilla». Gaviria se refiere en concreto a la corrupción política, el paramilitarismo, las bandas criminales, el narcotráfico, la minería ilegal… «A todo el que se oponía al Estado se le revestía de ‘guerrilla'». Actualmente, tras el abandono de tierras ocupadas por la insurgencia, penetrarán paramilitares, «Bacrim» y transnacionales, «pero el Estado ha de estar allí, para proteger estos territorios».

La conversación retorna al cine, que en el caso de Víctor Gaviria se caracteriza por el estilo realista y el compromiso social. Las explicaciones sobre los males de Colombia se trasladan a su filmografía. Considera como principal problema del país la exclusión de más de la mitad de la población, «gente que vive sin proyecto de vida, sin un oficio o en la absoluta pobreza», critica el realizador. «De ahí, de la exclusión tan brutal, nacen todos los males de Colombia; y tenemos que ser un país para todo el mundo». Tal vez por ello aprecie especialmente las películas de Passolini y su búsqueda en las culturas populares («Mamma Roma», «Accatone», «Pajaritos y pajarracos»…) o todo el cine neorrealista italiano, por ejemplo «Roma ciudad abierta» (1945), de Roberto Rossellini, también autor de «Camarada» (1946) y «Alemania Año Cero» (1947); y otro estandarte del neorrealismo, «Ladrón de bicicletas» (1948), de Vittorio de Sica. Valora aquellas películas sin transición, en las que oficiales nazis pueden estar en una habitación conversando con italianos y con unas prostitutas, mientras justo al lado se está torturando a comunistas. «Sólo el cine realista puede mostrar esas convivencia de escenarios entre vida cotidiana, civilización y barbarie».

El autor de «La Vida del Animal» forma parte de una generación de realizadores colombianos, comprometidos, que proyectaron su obra en los años 80 y sobre todo en los 90. Víctor Gaviria resalta a directores como Francisco Norden, autor del largometraje «Cóndores no entierran todos los días» (1984). O a Sergio Cabrera, quien ha producido películas como «La estrategia del caracol» (1992), «Golpe de Estadio» (1998) o «Técnicas de duelo: una cuestión de honor» (1999). Directores más jóvenes y con nuevos lenguajes han seguido la estela comprometida de los veteranos. En la nómina figuran Ciro Guerra («El abrazo de la serpiente», 2015); Rubén Mendoza («Tierra en la lengua», 2014), César Augusto Acevedo («La tierra y la sombra», 2015), Óscar Ruiz Navia («El vuelco del cangrejo», 2009) y Juan Sebastián Mesa («Los nadie», 2016).

A los 62 años, el director colombiano echa la vista atrás: «Siempre me he mantenido en el cine realista». Pone algunos reparos al término militancia. «En Colombia vamos a entrar en una etapa en la que estará algo cuestionada, al igual que los dogmatismos». Víctor Gaviria piensa que quienes apoyaban de modo irrestricto la acción armada y a la guerrilla como forma de hacer política, «no pueden insistir más en ese tema; aunque obviamente la guerrilla exprese el malestar y rencor de quienes queremos un país más justo». El cineasta añade que ha llegado el momento, para hablar de asuntos como la tierra o la reforma agraria, de trabajar con partidos políticos y «entre todos, impedir que las elites colombianas y las trasnacionales hagan con el país lo que ellos quieran».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.