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De la hegemonía al pragmatismo: China y la IA

Fuentes: El tábano economista

Si la competencia es un juego lineal, China, con su ingenio y sus vastos recursos podría tener una ventaja casi insuperable

Tras la muerte del rey de Frigia, un reino ubicado en lo que hoy es Turquía, el oráculo predijo que el próximo monarca sería un hombre que llegaría a la ciudad en un carro tirado por bueyes. Un día, un campesino llamado Gordias, acompañado de su esposa, entró en la ciudad en su carreta. Los frigios, al ver cumplida la profecía, lo proclamaron rey.

En agradecimiento a los dioses, Gordias dedicó su carro a Zeus en el templo de la ciudad de Gordion y ató el yugo con un nudo tan complejo que no se veía dónde comenzaba ni terminaba la cuerda. Según la profecía, quien lograra desatarlo conquistaría Asia. Siglos después, en el 333 a.C., Alejandro Magno llegó a Gordion durante su campaña para someter al Imperio Persa. Al conocer la profecía, intentó desatar el nudo, pero, al no encontrar el modo, tomó su espada y lo cortó de un solo golpe.

Desde entonces, la expresión «cortar el nudo gordiano» simboliza la capacidad de resolver un problema complejo mediante un enfoque audaz y poco convencional. Algo similar ha ocurrido con el desarrollo de la inteligencia artificial en China: un desafío tecnológico que Estados Unidos intentó bloquear, pero que Pekín resolvió de manera innovadora.

Crear un sistema de inteligencia artificial (IA) propio era un reto estratégico para China, especialmente ante las restricciones impuestas por Estados Unidos en el acceso a microchips avanzados. Washington creía que, al monopolizar la producción y desarrollo de estos componentes, paralizaría el avance tecnológico de China. Sin embargo, Pekín encontró soluciones alternativas, demostrando que, incluso en una posición de aparente debilidad, la innovación puede abrir caminos inesperados.

Esta lección debería servir como advertencia para el Sur Global. Si China logró sortear las restricciones estadounidenses con estrategias propias, cualquier país que enfrente intentos de monopolización en áreas estratégicas —ya sea en tecnología, comercio o incluso en el uso del dólar— puede encontrar soluciones similares si apuesta por la creatividad y el desarrollo autónomo.

Estados Unidos puede seguir innovando y afirmar que su tecnología es superior, pero su ventaja nunca es absoluta, como el caso DeepSeek. Con el tiempo, cualquier innovación puede ser replicada, y la relación precio-rendimiento terminará inclinando la balanza a favor de quienes logren producir a menor costo.

China ha perfeccionado el modelo japonés Kaizen, basado en mejoras incrementales y marginales de tecnologías existentes. Este concepto, que en su origen estaba limitado a la manufactura y la gestión empresarial, ha sido expandido por China a nivel nacional, aplicándolo a su industria, educación, infraestructura y política económica.

El país gradúa anualmente a cuatro millones de ingenieros, casi más que el resto del mundo combinado, y cuenta con una economía semiplanificada capaz de concentrar recursos en objetivos estratégicos. Esta capacidad de adaptación y aprendizaje continuo le permite avanzar en áreas clave como la inteligencia artificial y los semiconductores.

Para China, lograr la autonomía tecnológica es crucial. Reducir la dependencia de las importaciones de chips y otras tecnologías avanzadas —especialmente de EE.UU. y sus aliados como Taiwán, Corea del Sur y Japón— es una cuestión de seguridad nacional y de consolidación de su liderazgo global.

Este enfrentamiento por la supremacía tecnológica no solo redefine la relación entre Washington y Pekín, sino que también está reconfigurando el orden global, con implicaciones geopolíticas de largo alcance.

La competencia entre EE.UU. y China en el ámbito tecnológico es solo una de las muchas tensiones que enfrenta la potencia norteamericana. Otra, igualmente crucial, es el debate sobre la inmigración, particularmente la de la comunidad latina a la que hay que darle una solución de ingenio.

Según la investigadora Ana Teresa Ramírez, directora de la organización Donor Collaborative, la contribución de los latinos al PIB estadounidense asciende a 3.6 billones de dólares. Si esta comunidad fuera un país independiente, sería la quinta economía más grande del mundo, superando a naciones como Reino Unido, Francia, Italia y Canadá.

Los latinos, además de representar el segundo grupo poblacional más grande del país con 37 millones de personas, contribuyen fiscalmente con más de 305 mil millones de dólares anuales en impuestos, salud, seguridad social, vivienda y consumo. Crean más del 50% de los nuevos negocios en EE.UU., y según cifras del Departamento de Comercio adquieren cerca del 50% de las viviendas nuevas en el país. Según el departamento de Trabajo, se estima que en la próxima década el 78% de la nueva fuerza de trabajo será latina.

Ante estos datos, las deportaciones masivas no solo resultan ineficaces, sino que también afectan negativamente a la economía estadounidense. El discurso sobre la inmigración en EE.UU. no solo es un tema político, sino también narrativo y estético. Diego Ruzzarín, filósofo digital y conferencista, señala que el uso del lenguaje y la imagen en las deportaciones refuerza el relato de una visión negativa de los migrantes.

Por ejemplo, cuando un avión de la Fuerza Aérea de EE.UU. transporta a deportados esposados, las imágenes refuerzan la idea de que son delincuentes. En contraste, Colombia ha implementado una estrategia diferente: enviar aviones de su Comando Aéreo de Transporte Militar para repatriar a sus ciudadanos, desarmando así la narrativa criminalizante.

Este cambio simbólico puede parecer menor, pero tiene un impacto en la percepción pública. No se trata solo de migrantes indocumentados; se trata de ciudadanos que no han completado un trámite administrativo para trabajar en EE.UU., no son delincuentes. Esta, a pesar de ser una decisión en inferioridad, es una medida imaginativa que despedaza el relato de inmigrantes delincuentes.

Fuente: https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2025/02/05/de-la-hegemonia-al-pragmatismo-china-y-la-ia/