La palabra resistencia nos lleva a la palabra resistir, y esta última, a «tolerar, aguantar o sufrir», esto de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española. Por consiguiente, cabe hacernos la siguiente pregunta: ¿acaso cuando hablamos de resistencia estamos hablando al mismo tiempo de tolerar, aguantar o sufrir y, por ende, de resignación? […]
La palabra resistencia nos lleva a la palabra resistir, y esta última, a «tolerar, aguantar o sufrir», esto de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española.
Por consiguiente, cabe hacernos la siguiente pregunta: ¿acaso cuando hablamos de resistencia estamos hablando al mismo tiempo de tolerar, aguantar o sufrir y, por ende, de resignación? Porque de ser así, pienso que habría que cambiar inmediatamente de narrativa, de mentalidad y de modo de actuar.
A mí me parece que los pueblos de la Patria Grande y del Sur del mundo hemos resistido lo bastante los embates y el despotismo de la economía de mercado, del neoliberalismo, del Capitalismo, de las clases dominantes cósmicas y locales. Y yo creo que no podemos resignarnos única y exclusivamente a seguir resistiéndolos o a sufrirlos.
Los ignorados y condenados de la Tierra tenemos que pasar de la resistencia -quiero decir, de seguir soportando a los gobiernos plutocráticos- y llegar a ser gobierno nosotros mismos, directamente. Porque es posible expresar que en esta forma de dominación total que han dado en llamar democracia representativa, algunos de nuestros representantes nos han representado de modo insuficiente. Diría que nosotros hemos sido deficiente e incluso mal representados, porque el sistema político, económico y social que nos domina no permite que haya una representación genuina y real del pueblo. A veces nos ha tocado elegir al candidato presidencial menos malo o de centroderecha, o sea, el menos cavernario
Asimismo, no es descabellado afirmar que, en el peor de los casos, nunca hemos sido realmente gobernados, en el sentido humanista y justiciero del verbo: dirigir el destino para conseguir el bienestar de las multitudes oprimidas y saqueadas.
Tenemos que llegar a la forma de gobierno del pueblo, gobierno ejercido con el pueblo y ejecutado por el pueblo. Es obvio que estoy hablando de la democracia sin intermediarios, de la democracia directa, diferente de la democracia representativa o democracia a control remoto, la cual es una verdadera mentira, porque no es representativa ni se le puede hacer ningún control o auditoría seria, ni siquiera de forma remota.
Alguna vez leí que los diseñadores de modas quieren bajar la moda de las pasarelas a las calles. Análogamente, y guardadas las proporciones y con el perdón de los puristas de todos los pelambres, yo diría que tenemos que bajar las aspiraciones de transformación social, el deseo de justicia social, de la pasarela de los foros donde se habla, se discute y se reclama la justicia social, a las calles, a los barrios, a las ciudades, a las aldeas, redes sociales, a las iglesias, a las universidades, etc.
Hay que crear organizaciones sociales grandes, fuertes y masivas. Construir estructuras/movimientos populares con poder real, con poder decisivo, de cambio. Urge empoderar -mejor dicho- activar el poder infinito y creativo de las mayorías. Todos estamos obligados a crear de alguna manera (pero efectiva) una forma de gobierno/poder alterno y popular, para que cuando triunfe un candidato presidencial con un proyecto político, económico y social progresista haya un pueblo organizado que lo apoye hasta las últimas consecuencias. Porque eso de tratar de hacer milagros electorales a última hora el día de las elecciones presidenciales, por lo visto no funciona. Es obligatorio que haya redes verdaderamente sociales por donde fluya la energía popular que consientan elegir a los gobiernos comprometidos con el pueblo, o revocar el mandato a los gobiernos tiranos.
Todo esto (es decir, el gobierno/poder alterno y popular) se podría llevar a cabo a través de un proceso sistemático, pero intenso y urgente, de educación política, de formación y de concienciación del pueblo, y de su organización.
Que el pueblo sepa de su infinito poder transformador, de su participación directa en diversas organizaciones y movimientos sociales, a fin de que cuando triunfe electoralmente un candidato presidencial progresista (ojalá nacido del seno del pueblo) cuente con el apoyo activo y consciente de las mayorías. La idea principal es que sean las mismas masas las que lo defiendan y corrijan las fallas que se presenten a la hora de su implementación, y se salven a sí mismas de las pailas del infierno neoliberal, el cual yo mismo lo sufro en carne propia.
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