Zelensky no puede ofrecer a los EE. UU. nada parecido a lo que ya ha firmado con el Reino Unido (El Tábano Economista)
Mientras los gobiernos pregonan altos ideales, en los pasillos del poder europeo resuena un eco inquietante del pasado. Este patrón histórico, documentado en obras como “Nazis hasta el final” de Katharina y Zachary Gallant, recuerda cómo corporaciones como IG Farben, Krupp, Volkswagen, Siemens y Credit Suisse apoyaron al régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial, obteniendo ganancias extraordinarias de la economía de guerra. Hoy, empresas como BlackRock y Palantir Technologies están profundamente integradas en el esfuerzo bélico ucraniano, moldeando el conflicto y el futuro reparto del poder en beneficio propio.
La guerra en Ucrania es presentada oficialmente como una defensa de la democracia frente al autoritarismo, pero en realidad se ha convertido en un desmantelamiento del país perdedor. Las grandes corporaciones transnacionales mueven sus fichas tras bambalinas, decididas a sacar tajada del conflicto. Alfredo Jalife-Rahme señala que las élites perdedoras, como BlackRock, Rothschild, Soros y Bloomberg, buscan desempeñar roles protagónicos en este nuevo tablero de poder global, aprovechando oportunidades sin precedentes.
Desde el inicio de la operación especial rusa, Ucrania se ha transformado en un laboratorio de negocios y tecnología militar. El país se ha convertido en un botín disputado por élites neoliberales y corporaciones que buscan desmantelarlo para beneficio propio. La carrera comenzó con el «Acuerdo Europeo-Ucrania por Recursos» de 2022. Ese mismo año, BlackRock, síntesis del poder financiero mundial, acordó con el presidente Volodímir Zelenski la asesoría para estructurar un fondo masivo de reconstrucción, administrar fondos extranjeros, la banca ucraniana y el movimiento de energía y exportaciones de granos.
En enero de 2025, Zelenski firmó en secreto con Reino Unido un acuerdo de 100 años para garantizar acceso prioritario a tierras raras y minerales estratégicos esenciales para la tecnología militar y civil. Este pacto no solo enfureció a Estados Unidos, sino que evidenció la verdadera guerra de élites que se libra tras bastidores. La jugada anglo-ucraniana desató un conflicto diplomático inmediato con Washington, que vio el acuerdo como una traición a sus intereses. La escena en el Despacho Oval de la Casa Blanca parecía sacada de una novela política: dos aliados al borde de la confrontación.
En este juego de ajedrez global, los recursos naturales y los puntos estratégicos geopolíticos son las piezas más codiciadas. Ucrania posee un tesoro de minerales clave para las tecnologías modernas: enormes reservas de litio, grafito, cobalto, niobio, uranio y elementos de tierras raras como el escandio. Estos materiales son esenciales para baterías de vehículos eléctricos, semiconductores, reactores nucleares y sistemas de defensa. No es de extrañar que se hayan convertido en moneda de cambio diplomática durante la guerra.
La reciente venta del 90% de las acciones de CK Hutchison Holdings en Panama Ports Company (PPC) a un consorcio encabezado por BlackRock, por 22.800 millones de dólares, subraya cómo estas corporaciones remodelan la geopolítica global. Hutchison es propietaria y opera los puertos de Balboa y Cristóbal en los extremos Pacífico y Atlántico del canal de Panamá. El anuncio incluye transacciones en 43 puertos con 199 atracaderos en 23 países.
Es decir, desde Groenlandia a Panamá la idea de D. Trump de una hegemonía estadounidense en América del Norte queda clara. A finales de 2024, ya se rumoraba que Washington buscaba asegurarse una porción del botín mineral que le faltaba: Ucrania. Recién retomado el poder, el presidente Donald Trump ofreció a Zelenski un acuerdo polémico: ayuda militar a cambio de acceso preferente a los yacimientos minerales ucranianos. La oferta, filtrada a la prensa, contemplaba concesiones mineras extensivas para corporaciones norteamericanas como parte de la “retribución” por el apoyo brindado en la guerra.
Sin embargo, Zelenski nunca terminó por rechazar el acuerdo, pero alegó que no ofrecía garantías de seguridad suficientes en caso de futuras agresiones rusas. En respuesta, buscó diversificar sus alianzas económicas, repartiendo las cartas del tesoro ucraniano entre varios socios occidentales. Ucrania tanteó a la Unión Europea, Reino Unido y Canadá para involucrarlos en la explotación conjunta de sus minerales, lo que incluyó a BlackRock, Rothschild, Soros y Bloomberg, unidos a Bruselas.
A estas corporaciones hay que agregarle los representantes de sus negocios, los facilitadores de actividades comerciales, los líderes europeos como Emmanuel Macron, Keir Starmer, Ursula von der Leyen, y Friedrich Merz, el último, el líder de la CDU alemana con pasado en BlackRock, reflejan claramente cómo las élites pujan por repartirse sus restos bajo la apariencia de reconstrucción y estabilización.
El violento altercado en Washington dejó al descubierto la madeja de intereses entrelazados y tensiones soterradas que rodean a la guerra de Ucrania. Lejos de la narrativa simplista de “democracias vs. dictaduras”, la realidad es que en este conflicto convergen ideologías oscuras, ambiciones corporativas y rivalidades entre potencias occidentales. La supuesta unidad de Europa y Estados Unidos frente a Moscú oculta disputas internas por el control del futuro orden mundial.
La pugna por los recursos estratégicos de Ucrania y la financiación de la guerra ha evidenciado fracturas entre aliados. Reino Unido, la Unión Europea y Estados Unidos compiten por asegurarse ventajas en la nueva configuración global de poder. El tratado a 100 años con Londres fue un síntoma de cómo cada actor busca posicionarse para el largo plazo en la disputa neocolonial.
La guerra en Ucrania no es solo un conflicto entre naciones, sino una batalla entre élites y corporaciones por el control de recursos estratégicos y una lucha feroz por el futuro del poder global. Mientras las narrativas oficiales hablan de democracia y libertad, la realidad es que las grandes corporaciones y las élites neoliberales están redefiniendo el mundo a su conveniencia. La lucha por la paz y un mundo mejor parece estar cada vez más lejos de la agenda de quienes mueven los hilos del poder.
Fuente: https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2025/03/09/de-las-sombras-del-nazismo-al-salon-oval/