Todo el mundo augura nulos resultados de la VI Reunión Ministerial de la Organización Mundial de Comercio -OMC-, inaugurada el 13 de diciembre en Hong Kong, al punto que hasta su propio Director General, Pascal Lamy, reiteró una vez más el pedido de reducir las expectativas y propiciar la unidad, a la vez que se […]
Todo el mundo augura nulos resultados de la VI Reunión Ministerial de la Organización Mundial de Comercio -OMC-, inaugurada el 13 de diciembre en Hong Kong, al punto que hasta su propio Director General, Pascal Lamy, reiteró una vez más el pedido de reducir las expectativas y propiciar la unidad, a la vez que se multiplican las tentativas de posponer, otra vez, los temas polémicos o cambiarlos sin que se note mucho o mal, y luego procurar una salida elegante, negociada en las exclusivas reuniones del llamado «cuarto verde» al que acceden sólo los ministros presentes. Pero los problemas no van a desaparecer porque se los evadan.
La agricultura sigue siendo presentada como la manzana de la discordia y en realidad lo es, pero más allá de esto, los debates que el asunto ha generado revela que el principal problema de la OMC es el de pretender que el comercio es «el» paradigma y que se basta a sí mismo, que es independiente de las demás relaciones humanas y que constituye per-se un prototípico generador de bienestar. Ello a pesar de que el propio Lamy dice que la razón de ser de la OMC no es la de distribuir bienestar sino la de generar riqueza.
Desde sus inicios en 1995, el organismo se ha expresado como un instrumento del Grupo de los 8 países más industrializados -G8- para promover sus intereses, subsumiendo al Sur como área de influencia de sus miembros. De allí que el surgimiento del Grupo de los 20 -G20-, liderado por Brasil, con importante peso en esta reunión, no sólo ha tenido la virtud de revelar que el Sur existe y puede expresar sus propios intereses, sino que las enormes disparidades entre regiones y países no pueden ser soslayadascon el pretexto de que todo se resolverá a través de la uniformidad de las reglas comerciales.
Con un historial de grandes reuniones fracasadas (Seattle en 1999, Cancún en el 2003, y otras) la preocupación ahora radica en no acumular un nuevo fiasco, pues a estas alturas las controversias de todo tipo y de todos lados, incluyen puntos de vista que expresan desde adentro de que no es sólo el modelo OMC que está en cuestión sino las mismas bases del Consenso de Washington.
Ante tal estado de cosas, ya no son pocos quienes hablan de la necesidad de una reingeniería de la OMC, para reorientarla hacia la formulación de políticas para facilitar, guiar y coordinar los procesos bi y multilaterales, basándose en que la prevención de la formación de bloques comerciales de proteccionismo figuraba entre sus propósitos originales. No falta quienes piensan asimismo que los acuerdos de libre comercio y el proceso de la OMC deberían seguir caminos diferentes.
La ronda de negociaciones que supuestamente debía culminar en la presente reunión despuntó en Doha, Qatar, en el 2001, sus lineamientos eran los de asegurar e incrementar el desarrollo mundial a través del pilar del libre comercio.
Pero como la definición del mencionado pilar es, por poco decir, incierto, los problemas no cesan de aparecer: al asunto de los subsidios a la agricultura por parte de los dos grandes, le siguió el de los bienes industriales, el de las patentes, entre otros, y más aún el antes dicho tema de las disparidades geo-económicas, frente a los cuales cuestiones como las del algodón, el banano o el azúcar, que figuran en la agenda de la actual reunión, aparecen como cuestiones sectoriales.
El arrepentimiento de haber desoído los requerimientos de los países del Sur llega tarde, y las ofertas de ventajas marginales para los países más pobres ya no son tan trascendentes en la agenda, pues las diferencias entre los Estados Unidos y la Unión Europea en temas como el de la agricultura denotan que no se trata solo de Norte y Sur, sino de un modelo basado en competencias e imposiciones, de las cuales tristemente pende la suerte del mundo.
No a la OMC en la tierra, No a la OMC en el agua A la llegada de la marcha militante contra la OMC a los alrededores de la sede de la Reunión Ministerial, para coincidir con su inauguración, unos doscientos campesinos/as de Corea, miembros de la Vía Campesina, se lanzaron al mar y nadaron el trecho de agua que separa el centro de convenciones -musculosamente militarizado- del lugar accesible más cercano, y desde allí gritaron No a la OMC, Sí a los derechos del campesinado!, mientras desde la tierra, miles de manifestantes les hacían eco.
Un heterogéneo concierto de organizaciones del mundo desarrolla desde el 12 de diciembre en Hong Kong una importante agenda de movilizaciones, debates y actividades culturales deresistencia. El epicentro de las actividades es sin duda el movimiento campesino, que mantiene su propósito de que se detengan las negociaciones y la agricultura se mantenga fuera de la OMC, a lo cual se han sumado distintos sectores, tal el de la pesca, que también está desarrollando movilizaciones simbólicas en el caso presente también en el mar; igual idea está siendo asumida por movimientos culturales y otros. A ese ritmo, como afirma el líder campesino hondureño Rafael Alegría, uno a uno todos los temas deberán quedar fuera de la OMC.