El recrudecimiento de la crisis económica tiene en la Unión Europea uno de sus puntos más críticos. Los rescates se suceden mientras Alemania rehúye los eurobonos o la unificación bancaria. Los distintos intereses de la clase dirigente europea sobre cómo hacer frente a la crisis son claves para entender los crecientes problemas. Las tensiones crecientes […]
El recrudecimiento de la crisis económica tiene en la Unión Europea uno de sus puntos más críticos. Los rescates se suceden mientras Alemania rehúye los eurobonos o la unificación bancaria. Los distintos intereses de la clase dirigente europea sobre cómo hacer frente a la crisis son claves para entender los crecientes problemas.
Las tensiones crecientes dentro de la eurozona están relacionadas con la naturaleza de la moneda común y sus instituciones. Pese a la retórica de que la UE se ha diseñado para favorecer el entendimiento y la paz entre los pueblos europeos, la realidad es que, desde los cimientos puestos en 1957 con la Comunidad Económica Europea hasta el euro actual, la construcción del edificio institucional ha ido destinada a formar un bloque económico fuerte para competir a nivel internacional.
La creación de una moneda única ha sido un paso más en este proyecto. El euro no es solamente una moneda para hacer más fáciles los intercambios comerciales; también quiere ser una moneda mundial o de reserva para los inversores internacionales que rivalice con el dólar. El trato tan favorable que da la UE a los negocios financieros está relacionado con esta voluntad1.
Sin embargo, la integración europea tiene fuertes desequilibrios estructurales en su seno. En primer lugar, la formación de este bloque se ha realizado manteniendo los estados, lo que ha conllevado históricamente diferencias de orientación entre Alemania y Francia2. De hecho Alemania ha tratado de dirigir la UE para restablecer su hegemonía sobre Europa, esta vez mediante la vía económica.
Pero además los estados europeos tienen bases económicas diferentes. El principal desequilibrio se ha dado entre el centro (Alemania, Francia u Holanda, entre otros) y la periferia (Grecia, Portugal, Irlanda, Estado español e Italia). Los países del centro son exportadores -en una parte significativa hacia la periferia. Los países periféricos, en cambio, tienen déficit comercial, ya que importan más de lo que exportan. Esta relación desigual se ha sostenido a través de préstamos desde los bancos de los países centrales (que tienen superávit) hacia los países periféricos. La existencia de una moneda única y un bajo tipo de interés compartido por el conjunto de la eurozona ha proporcionado, intencionadamente, crédito barato para lubricar todo este proceso.
Pero la existencia de crédito barato también ha facilitado la formación de burbujas financieras en la periferia, muchas veces vinculadas a la construcción, y altos niveles de endeudamiento, sobre todo en el sector privado.
Este incremento de la actividad financiera no es accidental, proviene de los problemas de rentabilidad que ha experimentado el capitalismo desde los 703. Los pocos beneficios que desde entonces se obtienen en la economía real llevaron a trasladar la inversión productiva hacia las finanzas. Aunque durante un tiempo los procesos especulativos elevan artificialmente los precios y permiten altos beneficios, siempre llega un momento en que la burbuja estalla. Esto es lo que pasó en 2007.
Cuando se desató la crisis, toda la aparente prosperidad europea se vino abajo. Las cadenas de préstamos que habían funcionado durante más de una década se paralizaron por el temor a los impagos e importantes bancos y empresas se situaron al borde de la quiebra. La rápida intervención de los estados, que inyectaron dinero a estas compañías, evitó momentáneamente una caída generalizada pero trasladó los problemas del sector privado al Estado, en forma de deuda pública. La crisis de la deuda soberana, desde 2009, ha sido solamente otra fase más de la crisis que ha llevado al rescate de Grecia, Portugal, Irlanda y el sistema bancario español.
Estos rescates -cuyo objetivo central era proteger los bancos franceses y alemanes- no están mitigando la inestabilidad, sino todo lo contrario. Los drásticos planes de ajuste impuestos por la Troika (el Banco Central Europeo, la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional) han llevado a una contracción de las economías rescatadas. El resultado ha conllevado disminución de ingresos, subidas del déficit y tipos de interés más altos para pagar la deuda, en una espiral descendiente que arrastra estos países a la ruina. Grecia se encuentra en una depresión similar a la de los 30 (con caídas de más del 5% del PIB) y el Estado español está entrando en una dinámica parecida.
Los intereses de Alemania
Así pues, la UE es un marco común donde estados desiguales tratan de mantener un equilibrio entre los beneficios de la unidad y la defensa del propio «interés nacional». El proyecto de Alemania es mantener una moneda fuerte y al mismo tiempo conseguir una UE gran exportadora, que baje los costes salariales -como ha hecho Alemania en la última década- y traspase dinero de la inversión pública a la esfera privada.
Las reticencias de Alemania a que el BCE haga compras directas de deuda pública (ahora no permitido), se creen los eurobonos o se forme un sistema bancario europeo se deben a que este país tendría que compartir las inseguridades de las deudas periféricas, subiría su tipo de interés y lo que paga para financiarse. Alemania solamente cedería si su proyecto se consolida, lo que explica las lentas reacciones de Angela Merkel y el BCE. Como señala Alex Callinicos: «La estrategia de la canciller continúa siendo usar las presiones creadas por la crisis de la eurozona para obligar a otros estados miembros a una unión fiscal que generalice y perpetúe el régimen de austeridad que ha sido impuesto a Grecia, Irlanda y Portugal como una respuesta de emergencia a la crisis. Cualquier paso hacia la creación de una unión bancaria tendrá que hacerse aceptando este régimen»4.
Pero en el transcurso de este juego se están cruzando factores imprevistos. Por un lado, la explosión de pánico financiero, que el pasado julio llevó la prima de riesgo del Estado español a sobrepasar los 650 puntos y amenazó con el rescate. Por otro lado, la aparición de una oposición masiva a la austeridad que en Grecia ha implicado una crisis política de los partidos pro-recortes en las elecciones5.
Los riesgos son muy grandes. Los países periféricos están enormemente endeudados con los bancos de los países centrales. Según el economista marxista Michael Roberts, la suma total de dinero prestado a Grecia suma 500.000 millones de euros, un 5% de la eurozona. Tanto Alemania como Francia están expuestos en 150.000 millones6. Y una estimación inicial de lo que costaría el rescate del Estado español -cada vez más probable- se sitúa en 300.000 millones de euros7, una cantidad enorme que desestabilizaría los mecanismos actuales. Según el economista Guglielmo Carchedi: «la quiebra de los países débiles desencadenaría una serie de quiebras bancarias que llegaría también a los países fuertes. Esto podría desencadenar aquella crisis financiera generalizada que hasta ahora se ha podido posponer»8.
Nos encontramos con un desfase entre la velocidad que está tomando la crisis de la eurozona y la velocidad de la respuesta para solucionarla. Como bien comenta un periodista británico: «las grandes ideas para salvar la moneda única tardarán años, no meses, en llegar a buen término, pero la amenaza de colapso es inmediata»9.
La ruptura posible
La ruptura de la eurozona es, pues, cada vez más probable. La idea que tiene parte de la izquierda de que la crisis actual es simplemente una estafa fabricada por la clase dirigente para aumentar sus beneficios, difícilmente permite entender el caos actual. Aunque es totalmente cierto que los de arriba gestionan la crisis en su provecho, se trata de una crisis real y descontrolada, y la clase dirigente no tiene ninguna receta eficaz para hacerle frente.
El europeísmo ha tenido éxito en venderse como progresista. Pero si, contrariamente, entendemos que la UE está construida en interés del gran capital y las finanzas, en beneficio de los países centrales a expensas de los periféricos, entonces la cuestión no es ya si permanecer o no en la misma, sino de qué forma abandonarla. Como dice Costas Lapavistas, la izquierda «no debería entrar en el juego de proteger la unión monetaria, desde el momento que la clase trabajadora europea no tiene ningún interés en ella», sino que «tendría que llamar a una salida progresista»10.
Es verdad que hay sectores de la clase dirigente alemana que empiezan a ver como positiva una salida de Grecia de la eurozona. Sin embargo, no es lo mismo una salida de Grecia de la UE por las presiones internacionales de los grandes poderes, que una ruptura en función de los intereses de la población, que evite la fuga de capital y deje de pagar la deuda. La crisis de la eurozona es también un escenario en el que plantear -como desarrolla Albert García en su artículo en las páginas siguientes- propuestas rupturistas desde la izquierda anticapitalista.
Notas
1. Carchedi, G., 2012: «Desde la crisis de la plusvalía a la crisis del euro». http://marxismocritico.
2. Gago, A., 2010: «La (Des)Unión Europea ante la crisis», en La Hiedra* nº 27 (Primera Época), diciembre de 2010.http://www.enlucha.org/
3. Mendoza, D. y Sans, J., 2011: «¿En caída libre? Los desequilibrios globales de la economía» en La Hiedra*. nº 1 otoño de 2011.http://www.enlucha.org/
4. Callinicos, A., 2012: «The second coming of the radical left», en International Socialism nº135, julio.
http://www.isj.org.uk/index.
5. Íbid
6. Íbid
7. Eliott, L., 2012: «Spanish bailout is now inevitable». The Guardian*, 23 de julio.http://apps.facebook.
8. Carchedi, G.: op cit
9. Eliott, L.: op cit
10. Lapavitsas, Costas, 2012: «Interview: Working people have no interest in saving the euro», en International Socialism*. Nº 133, enero de 2012. http://www.isj.org.uk/
Joel Sans (@JoelSansM) es militante de En lluita / En lucha
Artículo publicado en la revista anticapitalista La hiedra
http://enlucha.wordpress.com/
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.