Traducido por Silvia Arana para Rebelión
Introducción
Tanto el Financial Times como la extrema izquierda han vertido toneladas de tinta para describir alguna variante de la «crisis global del Capitalismo». Mientras que los escritores difieren sobre las causas, las consecuencias y las recetas, según sus respectivos puntos de vista ideológicos, están de acuerdo en que la «crisis» amenaza con el fin del sistema capitalista tal como lo conocemos.
No hay dudas de que entre 2008-2009, el sistema capitalista en Europa y Estados Unidos sufrió un shock agudo que hizo tambalear los cimientos del sistema financiero y amenazó con la bancarrota de los «sectores líderes».
Sin embargo, yo sostengo que la «crisis del capitalismo» fue convertida en una «crisis laboral». El capital financiero, el detonante principal de la crisis, ‘se recuperó’, la clase capitalista en su totalidad se fortaleció y, lo más importante de todo, utilizó las condiciones políticas, sociales e ideológicas generadas como un resultado de «la crisis» para consolidar aún más la dominación y la explotación del resto de la sociedad.
En otras palabras, la «crisis del capital» ha sido convertida en una ventaja estratégica para profundizar los ‘»intereses más fundamentales del capital»: el aumento de las ganancias, la consolidación del control capitalista, la mayor concentración de la riqueza, el incremento de las desigualdades entre capital y trabajo y la creación de enormes reservas de trabajo para aumentar aún más las ganancias.
Más aún, la noción de una «crisis global» homogénea del capitalismo deja de lado las profundas diferencias en la eficiencia y en las condiciones entre países, clases y generaciones.
La tesis de la crisis global: El argumento económico y social
Los que proclaman la crisis «global» sostienen que desde 2007 hasta el presente, el sistema capitalista mundial ha colapsado y que su recuperación es un espejismo. Mencionan el estancamiento y la recesión continuada en América del Norte y en la Eurozona. Presentan cifras negativas o de crecimiento cero del PIB. Esta postura está respaldada por los datos que reflejan cifras de desempleo de doble dígitos en ambas regiones. Con frecuencia corrigen los datos oficiales que subestiman los porcentajes de desempleo al excluir a los empleados a tiempo parcial, a los desempleados por largo tiempo y a otros. El argumento de la «crisis» se refuerza con la mención de millones de dueños de casas que han sido desalojados por los bancos, el incremento agudo de la pobreza y la desprotección que van junto a la pérdida del empleo, la reducción salarial y la eliminación o reducción de los servicios sociales. La «crisis» también está asociada con el incremento masivo de bancarrotas de sobretodo pequeños y medianos negocios y de bancos regionales.
La crisis global: Pérdida de legitimidad
Los críticos, especialmente la prensa financiera, escriben sobre una «crisis legítima del capitalismo» citando encuestas que muestran que una mayoría sustancial cuestiona las injusticias del sistema capitalista, las crecientes desigualdades y las reglas manipuladas, mediante las cuales los bancos explotan su tamaño («demasiado grande para caer») para conseguir dinero del Tesoro a expensas de los programas sociales.
En resumen, los defensores de la tesis de una «crisis global del capitalismo» presentan un caso sólido, demostrando «los efectos profundos y altamente destructivos del sistema capitalista en la vida de la gran mayoría de la humanidad».
El problema es que una «crisis de la humanidad» (más específicamente de los trabajadores tanto de los asalariados como los remunerados por hora) no es lo mismo que una crisis del «sistema capitalista». En efecto, como sostendremos más adelante, las crecientes dificultades sociales, el deterioro del ingreso y del empleo han sido factores principales que permitieron una recuperación rápida y masiva de las ganancias marginales de la mayoría de las grandes corporaciones.
Más aún, la tesis de una «crisis global del capitalismo» amalgama diferentes economías, países, clases y generaciones a pesar de las marcadas diferencias de condiciones enmarcadas en distintos momentos históricos.
¿Crisis global o diferenciada? ¿Desarrollo desigual?
Sería una tontería argumentar a favor de «una crisis global» cuando varias de las economías principales del mundo no sufren una caída significativa y otras están vías de recuperación y en rápida expansión. China e India no sufrieron una recesión. Incluso durante los peores años de la decadencia de Europa y EE.UU., los gigantes asiáticos crecieron a un promedio del 8%. Las economías de América Latina, especialmente de los principales exportadores agrícolas mineros (Brasil, Argentina y Chile) con mercados diversificados, y particularmente las economías de Asia, experimentaron una breve pausa (en 2009) antes de emprender un crecimiento de moderado a acelerado (entre el 3 y el 7%) desde 2010-2012.
Al agrupar las cifras económicas de la Eurozona como una todo homogéneo, los que sostienen la tesis de la crisis global, dejan de lado las enormes disparidades de situaciones dentro de la Eurozona. Mientras que el sur de Europa está sumergido en un profunda y continua recesión, sin excepciones, desde el 2008 hasta el futuro predecible, las exportaciones alemanas alcanzaron en 2011 la cifra récord de un billón de euros; su superávit comercial fue de 158 mil millones de euros, luego de un superávit de 155 mil millones de euros en 2010 ( BBC News, 8/2/12).
Mientras que las cifras acumuladas de desempleo en la Eurozona llegan al 10,4%, las diferencias internas desafían cualquier noción de una «crisis global». El desempleo en Holanda es del 4,9%; en Austria, 4,1% y en Alemania, 5,5%, mientras que los empleadores se quejan de «falta de mano de obra» especializada en sectores clave en expansión. Por el otro lado en el explotado sur de Europa el desempleo alcanza niveles de depresión económica: Grecia, 21%; España, 22,9%; Irlanda, 14,5% y Portugal, 13,6% ( Financial Times, 19/1/2012, pág. 7). En otras palabras, «la crisis» no afecta negativamente a algunas economías, que de hecho se benefician de un rol hegemónico en los mercados y por su fortaleza tecnológica-financiera sobre las economías dependientes, deudoras y atrasadas. Al hablar de una «crisis global» quedan ocultas las relaciones fundamentales de hegemonía y explotación que permiten la «recuperación y el crecimiento de las economías de élite en contraposición a las de sus rivales y de los estados-cliente. Además los teóricos de la crisis global amalgaman erróneamente las economías en crisis caracterizadas por la especulación financiera (EE.UU., Inglaterra) con las economías exportadoras de carácter dinámico (Alemania, China).
El segundo problema con la tesis de la «crisis global» es que deja de lado las profundas diferencias internas entre generaciones. En varios países europeos el desempleo juvenil (16-25 años) va del 30 al 50%: España, 48,7%; Grecia, 47,2%; Eslovaquia, 35,6%; Italia, 31%; Portugal, 30,8% e Irlanda, 29%; mientras que el desempleo juvenil en Alemania, Austria y Holanda es del 7,8, 8,2 y 8,6% respectivamente ( Financial Times, 1/2/2012, pág. 2). Estas diferencias subrayan la razón por la cual no hay un movimiento juvenil global de «indignados» o de «ocupación». Las múltiples diferencias entre jóvenes desempleados no conduce a una solidaridad ‘internacional’. La concentración de altas cifras de desempleo juvenil explica el desarrollo desigual de protestas de masa, las que se concentran especialmente en el sur de Europa. También explica porqué el movimiento anti-globalización del norte de Europa y de EE.UU. está fuertemente vinculado a un foro inanimado que es un imán para el postulado académico de la «crisis capitalista global » y la impotencia de los «foros sociales» para atraer a millones de jóvenes desempleados del sur de Europa, quienes están más interesados en la acción directa. Los teóricos del globalismo no prestan atención suficiente a la manera específica en la que las masas de jóvenes trabajadores desocupados son explotados en sus países dependientes y endeudados. Ignoran la manera específica en que estos son gobernados y reprimidos por los partidos de centro-izquierda y de derecha. El contraste se hizo más evidente en el invierno de 2012. Los trabajadores griegos son presionados para aceptar un recorte del 20% en el salario mínimo mientras que en Alemania los trabajadores exigen un aumento del 6%.
Si la «crisis» del capitalismo se manifiesta en regiones específicas, de igual manera también afecta a sectores raciales y de edades diferentes de los trabajadores asalariados y de los remunerados por hora. La proporción de desempleo entre los trabajadores jóvenes y los de más edad varía enormemente. En Italia es del 3,5/1; en Portugal, 2,3/1; en España, 2,1/1 y en Bélgica, 2,9/1. En Alemania es de 1,5/1 (F.T. 1/2/12). En otras palabras, debido al alto nivel de desempleo entre los jóvenes ellos tienen una mayor tendencia a la acción directa contra el sistema; mientras que los trabajadores de más edad con mayores niveles de empleo (y con beneficios de desempleo) muestran una mayor tendencia a confiar en el voto y a involucrarse en huelgas por tiempo limitado respecto a temas relacionados con el salario y el empleo. La gran concentración de desempleados entre los jóvenes trabajadores implica que ellos constituyen el núcleo dispuesto a la acción sostenida; pero también significa que solo pueden lograr una unión limitada de acción con los trabajadores de más edad afectados por cifras de desempleo de un dígito.
Sin embargo, también es cierto que la gran masa de desempleados jóvenes constituye un «arma poderosa» en manos de los empleadores para amenazar con reemplazar a los trabajadores de más edad. Hoy los capitalistas constantemente recurren al uso del desempleo para reducir los salarios y beneficios y para intensificar la explotación (bajo el pretexto de «incrementar la productividad») para aumentar las ganancias. Lejos de ser un indicador de la crisis capitalista, el alto nivel de desempleo ha servido, junto a otros factores, para incrementar la tasa de ganancias, el ingreso acumulativo, las desigualdades de ingreso con el consiguiente aumento del consumo de artículos de lujo por parte de la clase capitalista: la venta de autos y relojes de lujo ha alcanzado cifras récord.
La crisis de clase: Una tesis contrapuesta
Ha surgido una cantidad considerable de información que contradice a los teóricos de la crisis global capitalista. Un estudio reciente reporta que «las ganancias de las corporaciones de EE.UU. son más altas en relación al PIB desde 1950 (F.T. 30/1/12). El flujo de caja de las compañías estadounidenses es más alto que nunca, gracias a la intensificación de la explotación de los trabajadores y a un sistema de remuneración de múltiples niveles, en el cual los empleados nuevos reciben una fracción del pago de los empleados con más tiempo (gracias a acuerdos firmados por los burócratas sindicales en contubernio con los patrones).
Los ideólogos de la «crisis del capitalismo» ignoran los reportes financieros de las principales corporaciones de EE.UU. Un reporte dirigido a los accionistas de la General Motors en 2011 destaca que las ganancias han sido más grandes que nunca, de 7,6 mil millones de dólares, sobrepasando el récord previo de 6,7 mil millones de dólares en 1997. Una gran parte de estas ganancias son un resultado del estancamiento de la contribución patronal subvalorada al fondo de pensiones y la extracción de mayor productividad a una fuerza laboral reducida, en otras palabras la intensificación de la explotación y el recorte a la mitad de la remuneración por hora de los nuevos empleados ( Earthlink News , 16/2/12).
Más aún, la importancia creciente de la explotación capitalista es evidente cuando se considera que la proporción de las ganancias corporativas estadounidenses en el exterior sigue subiendo a expensas del aumento salarial de los empleados. En 2011, la economía de EE.UU. creció un 1,7% pero el salario medio cayó un 2,7%. Según la prensa financiera el margen de ganancias de Standard & Poor (S&P) saltó del 6 al 9% del PIB en los últimos tres años, una proporción que solo se había logrado tres generaciones atrás. La parte de las ganancias en el extranjero, que redondeando es un tercio, se ha más que duplicado desde el 2000 ( F.T. 13/2/12, pág. 9). Si esta es una crisis capitalista, ¿para qué hace falta un boom?
Encuestas realizadas en las principales corporaciones revelan que las compañías estadounidenses poseen 1,73 mil billones en líquido, los frutos de márgenes de ganancias récords ( F.T. 30/1/12, pág. 6). Estas ganancias récords son el resultado de los despidos masivos lo que condujo a la intensificación de la explotación de los trabajadores que quedaron. En adición, las insignificantes tasas de interés federal y el fácil acceso al crédito les permiten a los capitalistas explotar grandes diferenciales entre los intereses de los préstamos que ellos reciben y los que ellos otorgan, y la inversión. Los bajos impuestos y los recortes en los programas sociales dieron como resultado un incremento en el flujo de caja de las corporaciones . Dentro de la estructura corporativa, el ingreso va a la cúpula en la que los ejecutivos de más rango se pagan a sí mismos enormes bonos. Entre las 500 corporaciones principales de S&P la proporción de ingreso que va como dividendos para los accionistas es la más baja desde 1900 (F.T. 30/1/12, pág. 6).
Una crisis capitalista real afectaría negativamente los márgenes de ganancia, los ingresos brutos y la acumulación de capital. Las crecientes ganancias acumuladas son posibles porque los capitalistas se benefician de una explotación intensa mientras que el consumo masivo está estancado.
Los teóricos de la crisis confunden lo que claramente es la degradación del trabajo, el deterioro de las condiciones de vida y de trabajo e incluso el estancamiento económico, con una crisis del capital: cuando la clase capitalista incrementa sus márgenes de ganancia y acumula miles de billones de dólares, no se puede decir que está en crisis. El punto clave es que la crisis del trabajo es un gran estímulo para la recuperación de las ganancias capitalistas. No se puede generalizar. Sin duda, hubo un momento de crisis capitalista (2008-2009) pero gracias a la transferencia sin precedentes de riqueza del tesoro público a la clase capitalista -a los bancos de Wall Street en primera instancia- el sector corporativo se recuperó, mientras que los trabajadores y el resto de la economía permanece en crisis, en bancarrota y sin trabajo.
De la crisis a la recuperación de las ganancias: de 2008/2009 a 2012
La clave de la ‘recuperación’ de las ganancias corporativas tiene poco que ver con el ciclo de negocios y mucho que ver con la toma a gran escala protagonizada por Wall Street y el saqueo del Tesoro de EE.UU. Entre 2009-2012 cientos de ex ejecutivos, managers y consejeros de inversión de Wall Street tomaron control de puestos con capacidad de decisión en el Departamento del Tesoro y canalizaron miles de billones de dólares en el cofres de las principales financieras y corporaciones. Intervinieron las corporaciones con problemas financieros, como General Motors, imponiendo grandes recortes salariales y despidieron a miles de trabajadores.
Los personajes de Wall Street en el Tesoro crearon la doctrina de «demasiado grande para caer» para justificar la transferencia masiva de dinero. Se reinstaló la estructura especuladora completa, construida en parte por un incremento de 234 veces del volumen de intercambio exterior entre 1977-2010 (F.T. 10/1/12, pág. 7). La nueva doctrina sostuvo que la primera y principal prioridad del estado es la de devolverle al sistema financiero su capacidad de hacer ganancias sin importar los costos para la sociedad, los ciudadanos, los contribuyentes y los trabajadores. «Demasiado grande para caer» significa un total repudio del principio más básico del «libre mercado» del sistema capitalista: la idea de que aquellos capitalistas que pierden «sufren las consecuencias», de que cada inversionista o directivo es responsable de sus acciones. Los capitalistas financieros ya no tienen necesidad de justificar sus actividades respecto a una contribución al crecimiento económico o al bien social. Según los gobernantes actuales, Wall Street debe ser rescatado solo porque es Wall Street, incluso si el resto de la economía y de la gente se hunden (F.T. 20/1/12, pág. 11). El financiamiento y la ayuda estatal se complementaron con cientos de miles de millones en concesiones impositivas, lo que condujo a un déficit fiscal sin precedentes y al aumento masivo de las desigualdades sociales. El salario de un CEO (Chief Executive Officer, el ejecutivo de mayor rango en una corporación) como un múltiplo del salario promedio de un trabajador fue de 24 a 1 en 1965 a 325 a 1 en 2010 (F.T. 9/1/12, pág. 5).
La clase dirigente exhibe su riqueza y poder ayudada y protegida por la Casa Blanca y el Tesoro. Frente a la hostilidad popular ante Wall Street y su saqueo del Tesoro, Obama hizo la pantomima de pedirle al Tesoro que imponga un límite en los bonos multimillonarios que los ejecutivos de alto rango de bancos rescatados por el estado se otorgaron a sí mismos. Los miembros del Tesoro procedentes de Wall Street se negaron a ejecutar la orden y los ejecutivos de mayor rango recibieron miles de millones en bonos en 2011. El Presidente Obama lo aceptó, pensando que había engañado al público de EE.UU. con su gesto falso, ¡mientras colectaba millones de fondos para su campaña electoral en Wall Street!
Wall Street tomó control del Tesoro porque durante las década de 1990 y 2000 los bancos se convirtieron en una fuerza líder en las economías occidentales. Su porción del PIB aumentó drásticamente, del 2% en 1950 al 8% en 2010 (F.T. 10/1/12, pág. 7).
Hoy es un «procedimiento operativo normal» que el presidente asigne a gente de Wall Street en puestos económicos clave; y es «normal» que esos mismos funcionarios impulsen políticas que maximicen las ganancias de Wall Street y eliminen los riesgos a fracasar, sin importar cuan corruptas o arriesgadas sean las prácticas.
La puerta giratoria: De Wall Street al Tesoro y de vuelta a Wall Street
En efecto, la relación entre Wall Street y el Tesoro se ha convertido en una puerta giratoria: de Wall Street al Tesoro y de vuelta a Wall Street. Los banqueros privados toman puestos en el Tesoro para asegurarse de que los recursos y las políticas que Wall Street necesita estén garantizadas con el máximo esfuerzo, con el menor de los obstáculos de parte de los ciudadanos, trabajadores o contribuyentes. Los funcionarios del Tesoro procedentes de Wall Street tienen como primera prioridad la supervivencia, recuperación y expansión de las ganancias de Wall Street. Obstruyen cualquier intento de regulación, de restricción de bonos o de control para evitar una repetición de los fraudes del pasado.
La gente de Wall Street consigue hacerse de una «reputación» en el Tesoro y luego «regresa» al sector privado a puestos de mayor nivel. Un puesto en el Tesoro es una escalera para subir en la jerarquía de Wall Street. El Tesoro es una estación de servicio para la limusina de Wall Street: la gente que estuvo en Wall Street llena el tanque, hace el control del combustible, luego da un salto en el asiento delantero y acelera hacia un trabajo lucrativo dejando que la estación de servicio (el sector público) pague la cuenta.
Aproximadamente 774 funcionarios (y la cuenta sigue creciendo) dejaron el Tesoro entre enero de 2009 y agosto de 2011 (F.T. 6/2/12, pág. 7). Todos proporcionaron «servicios» lucrativos a sus futuros jefes de Wall Street y con ello se abrieron un importante camino para su regreso a las finanzas privadas en un puesto mucho mejor remunerado.
Un reporte en el Financial Times del 6 de febrero de 2012 (pág. 7) apropiadamente titulado «Traslados en Manhattan» provee ejemplos típicos de la puerta giratoria entre el Tesoro y Wall Street.
Ron Bloom pasó de ser un banquero subalterno en Lazard al Tesoro, ayudó a fabricar el salvataje de tres mil billones de dólares a Wall Streett, y regresó a Lazard como un asesor de alto rango. Jake Siewert procedente de Wall Street pasó a ser el principal asistente del Secretario del Tesoro Tim Geithner y luego ascendió a Goldman Sachs, participando en la eliminación de cualquier límite a los bonos de Wall Street.
Michael Mundaca, el funcionario de más alto rango en la política impositiva de Obama emergió de Wall Street y luego pasó a desempeñar un puesto muy bien remunerado en Ernst and Young, una firma corporativa financiera, ayudando a disminuir los impuestos de las corporaciones durante su paso por «la función pública».
Eric Solomon, funcionario de alto rango de la oficina impositiva en el tristemente célebre gobierno libre de impuestos de Bush, hizo el mismo cambio. Jeffrey Goldstein a quien Obama puso a cargo de la regulación financiera logró debilitar las demandas populares para luego regresar a la compañía Hellman & Friedman con el ascenso apropiado a los servicios prestados.
Stuart Levey, quien implementó las sanciones de AIPAC contra Irán desde la oficina del Tesoro llamada «agencia anti-terrorista», fue reclutado como consejero general por HSBC para encargarse de su defensa contra cargos de lavado de dinero (F. T. 6/2/12, pág. 7). Levey pasó de promover la agenda pro-guerra de Israel a defender un banco internacional acusado de lavar miles de millones de dólares del cartel de la droga de México. Levey invirtió tanto tiempo enfocado en la política de Israel sobre Irán que no prestó ninguna atención a las operaciones de lavado de droga de los carteles mexicanos de miles de millones de dólares en operaciones a través de la frontera durante casi una década.
Lew Alexander, consejero de alto rango de Geithner en la asignación de tres mil billones de dólares de salvataje a los bancos es ahora un alto directivo de Nomura, el banco japonés. Lee Sachs pasó del Tesoro al Banco Alliance (su propia plataforma de préstamo). James Millstein pasó de Lazard al Tesoro, rescató a la aseguradora AIG que había sido duramente cuestionada por Greenberg, y luego estableció su propia firma de inversiones llevándose consigo a funcionarios del Tesoro muy bien conectados.
La puerta giratoria entre Goldman Sachs y el Tesoro continúa vigente. Además de los jefes del Tesoro precedente y del actual, Paulson y Geithner, el ex socio de Goldman, Mark Patterson fue nombrado recientemente jefe de personal de Geithner. Tim Bowler, ex director gerencial de Goldman, fue designado por Obama para dirigir la división de mercados de capital.
Debe quedar muy claro que las elecciones, los partidos y las campañas electorales de miles de millones de dólares, tienen poco que ver con la «democracia» y mucho que ver con la selección del presidente y los legisladores, quienes nombrarán en cargos no electos a gente de Wall Street para que estos tomen todas las decisiones económicas estratégicas que afectan al 99% de los estadounidenses. Los resultados de las políticas de la puerta giratoria entre Wall Street y el Tesoro son claras y nos proporcionan un marco para entender porqué la «crisis de las ganancias» se ha esfumado y la crisis de la mano de obra se ha profundizado.
Los «logros políticos» de la puerta giratoria
El rompecabezas Wall Street-Tesoro ha realizado un trabajo hercúleo y audaz en beneficio del capital financiero y corporativo. Frente al repudio universal de Wall Street de la mayor parte del público por sus fraudes, bancarrotas, pérdida de puestos de trabajo y quiebras hipotecarias, este contubernio apoyó abiertamente a los estafadores con un rescate de mil billones de dólares. Un accionar arriesgado si las mayorías y las elecciones tuvieran algún peso. Igualmente importante fue la acción de este contubernio de desechar la ideología del «libre mercado» usada para justificar las ganancias capitalistas en los «riesgos» al imponer el dogma de «demasiado grande para caer», mediante el cual el tesoro del estado garantiza las ganancias incluso cuando los capitalistas están en bancarrota, siempre y cuando se trate de compañías multimillonarias. También desecharon el principio capitalista de «responsabilidad fiscal» al sancionar cientos de miles de millones de dólares en recortes impositivos para la clase financiera-corporativa dominante, gobernando con déficits presupuestarios récords en épocas de paz, y luego tuvieron la audacia de echarle la culpa a los programas sociales apoyadas por las mayorías populares. (¿Quién puede asombrarse de que estos ex funcionarios del Tesoro reciban ofertas tan lucrativas del sector privado cuando dejan sus puestos públicos?) Luego, el Tesoro y el Banco Central (Reserva Federal) proveen préstamos con un interés casi nulo que les garantiza grandes ganancias a las instituciones financieras privadas que luego dan préstamos con una alta tasa de interés (¡incluyendo préstamos al gobierno!) especialmente para comprar bonos corporativos y gubernamentales extranjeros. Ganan cifras entre cuatro y diez veces el valor de las tasas de interés que ellos pagan. En otras palabras, los contribuyentes subsidian de manera monstruosa la especulación de Wall Street. En adición, en la actualidad estas actividades especulativas están aseguradas por el gobierno Federal, bajo la doctrina «demasiado grande para caer».
En el marco de la ideología de «recuperar competitividad», el equipo económico de Obama (el Tesoro, la Reserva Federal, los Departamentos de Comercio y de Trabajo) ha motivado a los empleadores a embarcarse en la ola de despidos de trabajadores más agresiva de la historia moderna. El incremento de la productividad y de las ganancias no es el resultado de un accionar «innovador» como Obama, Geithner y Bernache proclaman, sino que es el resultado de una política laboral de estado que profundiza la desigualdad bajando los salarios y aumentando los márgenes de ganancias. Menos trabajadores producen más. El crédito barato y los rescates de miles de millones de los bancos y la ausencia de financiación de casas de familia y de pequeñas y medianas empresas en camino de declararse en bancarrota, el proceso de ‘consolidación’, una mayor concentración de la riqueza. Como resultado se ha estancado el mercado masivo mientras que las ganancias de las corporaciones y los bancos han alcanzado niveles nunca vistos. Según los expertos en finanzas bajo el nuevo orden del rompecabezas Wall Street-Tesoro los «banqueros son una clase protegida que disfruta de bonos independientemente de su desempeño porque sus pérdidas serán ‘socializadas’ con el dinero de los contribuyentes (F.T. 9/1/12, pág. 5). En contraste, los trabajadores, bajo el equipo económico de Obama, se enfrentan a la situación más insegura y amenazante de la historia reciente: «lo que es claramente nuevo es la ferocidad con la que las empresas estadounidenses disminuyen la fuerza laboral ahora que el pago a los ejecutivos y los mecanismos de incentivos están conectados a objetivos de corto plazo» (F.T. 9/1/12, pág. 5).
Las consecuencias económicas de las políticas del estado
A causa de la «toma del poder» implementada por Wall Street cuyos personeros ocupan posiciones estratégicas de la política económica del gobierno podemos entender la paradoja del récord en los márgenes de ganancias en medio de un estancamiento económico. Podemos comprender porque la crisis capitalista ha sido reemplazada por una crisis del trabajador, al menos temporalmente. Dentro de la matriz de poder de Wall Street-Departamento del Tesoro han regresado todas las viejas prácticas corruptas y explotadoras que condujeron al crash del 2008-2009: bonos de varios miles de millones de dólares para los banqueros inversionistas que causaron el hundimiento de la economía; los bancos que tomaron miles de millones de dólares de paquetes de hipotecas como deuda cortada en pedacitos que algunos (sic) acusan de ser la causa de la crisis financiera (F.T. 8/2/12, pág. 1). La diferencia actual es que esos instrumentos especulativos usan como respaldo a los contribuyentes (Tesoro). La supremacía de la estructura financiera de la economía de EE.UU. previa a la crisis sigue en pie y en muy buen estado… solamente la fuerza laboral de EE.UU. está hundida en los mayores niveles de desempleo, en estándares de vida más bajos, en una inseguridad generalizada y en un profundo descontento.
Conclusión: El caso contra el capitalismo y por el socialismo
La profunda crisis de 2008-2009 provocó un alud de interrogantes sobre el sistema capitalista, incluso abundaban las críticas entre sus defensores más fervientes (F.T. 8/1/12 a 30/1/12). Los reclamos de ‘reforma, regulación y redistribución’ eran la moneda corriente entre los periodistas financieros. Pero la clase económica y dirigente en el poder no les hizo caso. Los trabajadores están controlados por líderes sindicales serviles y carecen de instrumentos políticos. La derecha seudo populista tiene un programa pro-capitalista incluso más virulento, pidiendo la eliminación de todo servicio social y de los impuestos a los empresarios. Dentro del estado ha tenido lugar una gran transformación que destruyó con eficiencia cualquier conexión entre el capitalismo y el bienestar social, entre las decisiones gubernamentales y el electorado. La democracia fue reemplazada con un estado corporativo, establecido sobre la puerta giratoria entre el Tesoro y Wall Street, por donde se canaliza la riqueza pública hacia los cofres de las finanzas privadas. La brecha entre el bienestar social y las operaciones financieras es definitiva.
La actividad de Wall Street no tiene una utilidad social, sus agentes se enriquecen a sí mismos sin hacer nada que los redima. El capitalismo demostró de manera concluyente que prospera mediante la degradación de decenas de millones de trabajadores y el rechazo de cualquier reclamo de reforma y regulación. El capitalismo real existente no puede ser encaminado a mejorar los estándares de vida o a garantizar el empleo sin miedo a los despidos en gran escala, repentinos y brutales. El capitalismo, tal y cual lo experimentamos a lo largo de la década pasada y lo experimentaremos en el futuro próximo, está en oposición polarizada con la igualdad social, el proceso democrático de toma de decisiones y el bienestar colectivo.
Las ganancias récord del capitalismo son logradas mediante el saqueo del tesoro público, el quite de pensiones y la prolongación de «trabajar hasta morir», la bancarrota de la mayoría de las familias causada por los costos exorbitantes de los servicios médicos y de la educación privatizada y corporativa.
Más que nunca en la historia reciente, un récord de las mayorías rechaza el gobierno de y para los banqueros y de la clase corporativa dominante (F.T. 6/2/12, pág. 6). Las desigualdades entre el 1% en el tope y el 99% en la base ha alcanzado proporciones récord. Los CEO (directivos) han ganado 325 veces del promedio de lo que gana un trabajador (F.T. 9/1/12). Dado que el estado se ha convertido en los ‘cimientos’ de la economía de los depredadores de Wall Street, y dado que la reforma y la regulación ha fracasado estrepitosamente, es hora de considerar una transformación fundamental del sistema que comienza por el camino de la revolución política con el fin de expulsar por la fuerza a las élites financieras y corporativas que controlan el estado para sus propio beneficio. El proceso político en su integralidad, incluyendo las elecciones, es profundamente corrupto: cada puesto gubernamental tiene una etiqueta con precio inflado. La actual campaña presidencial costará entre 2 y 3 mil millones de dólares, y servirá para determinar cuáles de los personeros de Wall Street será el presidente de la puerta giratoria.
La palabra socialismo ya no despierta los temores del pasado. El socialismo implica una reorganización a gran escala de la economía, la transferencia de miles de billones de dólares desde los cofres de las clases saqueadoras y socialmente inservibles al control público. Este cambio podrá financiar una economía productiva e innovadora basada en el trabajo, en el descanso, el estudio y el deporte. El socialismo reemplaza el terror cotidiano de perder el trabajo con la seguridad que brinda confianza en uno mismo y respeto al lugar de trabajo. La democracia en el sitio de trabajo es el núcleo de la visión de un socialismo del siglo XXI. Comencemos con la nacionalización los bancos y la eliminación de Wall Street. Las instituciones financieras deben ser reestructuradas para crear empleo productivo, para servir al bien común y proteger el medioambiente. El socialismo iniciará la transición de una economía capitalista dirigida por depredadores y estafadores y por un estado dominado por ellos hacia una economía que sea de propiedad pública en un sistema democrático.