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Apuntes para una respuesta

¿De quién es la culpa: del modelo o de la guerra económica?

Fuentes: Rebelión

El debate actual sobre los problemas económicos y sociales de Venezuela, tales como la pobreza, la escasez, la inflación, el contrabando y el bachaqueo, entre otros males, se da entre diferentes visiones de la realidad fundamentalmente económica del país. Unos atribuyen la causa de los males a un modelo de desarrollo que ya estaría irremediablemente […]

El debate actual sobre los problemas económicos y sociales de Venezuela, tales como la pobreza, la escasez, la inflación, el contrabando y el bachaqueo, entre otros males, se da entre diferentes visiones de la realidad fundamentalmente económica del país. Unos atribuyen la causa de los males a un modelo de desarrollo que ya estaría irremediablemente agotado en este país. Otros señalan como causa de los mismos a una guerra económica que la derecha estaría desarrollando para imponer sus intereses y ambiciones de poder. Y también hay quienes estiman que la causa radica tanto en el agotamiento estructural del modelo de desarrollo como en la situación coyuntural de una guerra económica.

El modelo de desarrollo económico-social.

Un enfoque señala que este fenómeno de la escasez, la inflación, las colas y el bachaqueo no es un simple acontecimiento coyuntural, sino que este fenómeno sería una manifestacion más de la crisis en el agotamiento histórico de un determinado modelo de desarrollo económico-social. Se trata de un paradójico modelo latinoamericano que combina el capitalismo rentístico y parasitario con un neoliberalismo insepulto mas cierta dosis de asistencialismo, si bien lo último se aplica en unos países más que en otros, dependiendo de lo que permita el grado de polarización política entre neoliberales y progresistas.

Lo que se trataría aquí es de imitar la aplicación pendular entre el neoliberalismo y el keynesianismo que la burguesía europea ha venido implementando a partir de la posguerra, dependiendo de las condiciones económicas de cada momento, de los intereses predominantes, así como del estado de la lucha de clases y el grado de combatividad de los trabajadores. Con la salvedad de que en Latinoamérica sería un péndulo Keynes-Hayek [1] desmejorado e improductivo y cuya alternancia o combinación es muy conflictiva y no resuelve nada, por el contrario genera nuevos problemas. La experiencia venezolana muestra que efectivamente lo que ha habido es una convergencia conflictiva de políticas, y que cada vez que una cualquiera de estas políticas trató de imponerse sobre las otras hizo explosión una crisis económica con sus correspondientes manifestaciones sociales.

Así por ejemplo, cuando en el año 1989 se intentó imponer las excluyentes políticas neoliberales dictadas por el FMI sobre las políticas populistas y clientelares puntofijistas se generó un serio conflicto de intereses así como una grave crisis económica y social, propiciada entre otras cosas por las medidas de ajuste oficiales como por el acaparamiento de productos esenciales y la especulacion con los precios liberados de bienes y servicios por parte de los comerciantes inescrupulosos, que desesperó a un sector de la población urbana y reventó en la anarquía y los saqueos del «Caracazo».

Asimismo, cuando a partir del año 1999 se aprueba la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y comienza el nuevo Gobierno con la aplicación preferente de las políticas redistributivas por encima de las políticas neoliberales la burguesía y los sectores políticos afines no tardaron en desarrollar una guerra multifacetica para desbancar al Gobierno y sus políticas. Las armas de lucha son nuevamente la conspiración, el boicot, el acaparamiento, la especulación, la escasez y la inflación inducidas, todas dirigidas a sabotear la economía y desesperar a la población para poner a la gente a pelerase en esa especie de saqueo «organizado» que son las colas y el bachaqueo.

En ambos casos las estrategias y políticas implementadas resultaron ineficaces por cuanto ninguna de ellas logró resolver los problemas planteados. Y esto tiene su explicación: Por una parte, el neoliberalismo recargado o actualizado, contradiciendo en la practica su ideología y mitos más difundidos, tales las nociones del «libre mercado», la «no intervención del Estado», la «lucha contra la inflación», y particularmente la supuesta «preferencia de una alta producción a una distribución igualitaria», se sabe que hace rato cambió esos postulados por una práctica mafiosa, así como cambió su principal patrón de acumulación desde la industrialización hacia la financiarizacion y la especulación. Y nadie desconoce que el neoliberalismo es enemigo acérrimo de la distribución y que sólo justifica el «gasto social» como una política dirigida a suavizar las situaciones extremas de los grupos más pobres.

Por otra parte, en cuanto a los movimientos «progresista» y lo que antes pudo ser una izquierda política, escribe José Valenzuela [2], sucedió que apuntaron sus críticas al aspecto distributivo del neoliberalismo y [también] se olvidaron por completo del aspecto producción, a la vez que dejaron intocados los cimientos del modelo neoliberal: en el plano de la producción, del relacionamiento externo y de la política económica. Según señala también Pablo Dávalos [3], los gobiernos llamados «progresistas» o «posneoliberales» nunca rompieron con los esquemas, dinámicas, procesos y el sentido mismo que imponía la violencia de la acumulación del capital, más bien la consolidaron. Y, «si bien los gobiernos progresistas han puesto en marcha programas contra la pobreza y han registrado algunos éxitos en la reducción de los niveles de pobreza, completa James Petras [4], lo hacen como consecuencia del crecimiento de la economía (particularmente del capitalismo extractivista agro-minero-petrolero), no a través de la redistribución de la riqueza. De hecho, los gobiernos progresistas no han implantado políticas redistributivas: la concentración de rentas y de tierras, con elevados niveles de desigualdad, continúa intacta; En realidad, afirma J. Petras, la jerarquía de la estructura de clases no se ha alterado y, en la mayoría de los casos, se ha visto reforzada por la inclusión de nuevos candidatos a la clase media y alta. Entre ellos se encuentran muchos antiguos dirigentes y activistas de la clase media y trabajadora que han ingresado en el gobierno, así como «nuevos capitalistas» que se benefician de los contratos estatales del gobierno progresista».

Por supuesto, como observa J. Petras, es difícil generalizar acerca de la actuación del bando progresista, dado que el grado de «progresismo» y las políticas sociales y económicas varían de manera muy importante. Varían además en cuanto al tamaño de la economía, como también en la situacion relativa del país dentro del ciclo económico de las políticas progresistas, ya que, como apunta Gustavo Codas [5], en el mismo ciclo están incluidos «pequeños países periféricos» (ej. Bolivia, El Salvador, Nicaragua) hasta uno del grupo de los «emergentes» (el caso de Brasil) pasando por otros considerados intermedios, en tamaño e industrialización (como Argentina y Venezuela). Gustavo Codas distinge tres fases del ciclo económico:

«En términos económicos, el ciclo debe ser desglosado en, por lo menos, tres fases: (i) hasta el 2008, cuando hay condiciones externas muy favorables -entre otras, el denominado ‘superciclo’ de commodities, que se reflejó en mejoras substanciales de los términos de intercambio del comercio exterior de la región. Luego, (ii) el primer momento de impacto de la crisis del capitalismo desarrollado que tiene su epicentro en EE.UU. y Europa al que los países progresistas latinoamericanos responden con medidas contra-cíclicas con buenos resultados. Finalmente hacia 2012-13, (iii) hay un agotamiento de esa respuesta que combinada con una reversión de los precios del mencionado «superciclo» constituyen el terreno de la disputa que hoy está en curso. Esta tercera fase registra no solo problemas de desaceleración fuerte llegando a la recesión, como también reflejos en el empeoramiento de la situación social -por ejemplo, vuelve a crecer en números absolutos el total de pobres extremos -«.

Entonces lo que está en discusión, dice G. Codas, es si con esta tercera fase se cierra el ciclo progresista, o sólo se trata de un impasse de las estrategias, con lo que aun el progresismo guardaría potencialidades para seguir adelante. De igual manera, se discute si la crisis económica generalizada en Latinoamérica y el retorno de la derecha significa efectivamente el agotamiento terminal de un «modelo» de desarrollo determinado, o si sólo se trata de los efectos de una guerra económica para «tomar la alternativa» por parte de la burguesía conservadora y sus políticas neoliberales.

Las guerras del imperialismo y las derechas locales.

«La guerra es la continuación de la política por otros medios», sentenciaba V. Clausewitz. Los marxistas, por su parte, sostienen que la guerra es la continuación de la política de las clases, que el factor fundamental que es la violencia no es más que el medio, y que el fin es el provecho económico [6]. En consecuencia, las guerras se clasifican y se ejecutan de varias maneras: están las guerras militares «clasicas» o «abiertas», que se llevan a cabo por medio de las armas; como también existen las llamadas guerras «frías», «blandas» y «asimétricas», que no utilizan los ejércitos sino que la violencia se ejerce preferentemente por medios económicos, financieros, comerciales, psicológicos, mediáticos, entre otros. Algunas veces las guerras toman el nombre de los medios empleados para doblegar al enemigo, entonces se denominan como guerra económica, guerra psicológica, etc.

El imperialismo las ha utilizado a todas, sofisticando cada vez más sus armas de agresión: desde el uso de aviones y bombas «inteligentes, hasta la aplicación de leyes y sanciones extraterritoriales, imposición de embargos y bloqueos económicos y financieros, cerco o control a países mediante tratados comerciales leoninos y desventajosos, ataques especulativos a las monedas nacionales, desarrollo de campañas mediáticas de chantage y ablandamiento psicológico, financiamiento de organizaciones paramilitares y no-gubernamentales, fomento de golpes, revueltas e insurrecciones civiles y militares en países desafectos, el terrorismo, y un largo etcétera.

Para la aplicación de estas armas el imperialismo cuenta además con una serie de instituciones aliadas como son los organismos económicos, comerciales, financieros y militares internacionales; las corporaciones transnacionales y multinacionales de la industria, del comercio y la comunicación; añádase las Fundaciones creadas por los partidos derechistas estadounidenses y europeos, entre otras. Estas herramientas son las que emplea la clase capitalista internacional, liderada por la clase empresarial estadounidense, para imponer en todo el mundo su credo y sus intereses capitalistas.

Las tácticas de lucha de la derecha dependen de las circunstancias y el momento de estar en el poder o en la oposición. En nuestro caso, «La derecha estadounidense utiliza a la derecha latinoamericana en el poder para que expida decretos y leyes con los que privatizar la propiedad publica, reducir los gastos sociales, disminuir los impuestos y debilitar la legislación laboral. En la oposición, la derecha emprende una lucha clasista mediante boicoteos, paro patronales, campañas paramilitares y la fuga de capitales con el fin de destruir a los regímenes democráticos que legislan en favor de campesinos u obreros» -explica una vez más J. Petras [7].

Las condiciones de las guerras dictan tanto las formas de luchas, los medios y las armas a emplear, como también el momento de las acciones a desplegar. Dentro de las condiciones destacan obviamente el estado del país, así como las situaciones económicas, políticas, sociales, culturales y psicológicas de la población. De particular consideración son también las políticas y las acciones desplegadas por el adversario o enemigo a vencer, observando entre otras cosas si éstas han sido eficaces y eficientes, y con cuanto apoyo cuentan en el país. Para estudiar las condiciones y las acciones que se consideran en el caso de la guerra multifacetica que el imperialismo y la derecha criolla están desarrollando en contra del gobierno bolivariano, conviene leer el documento del Southcom-USA, fechado el 25 de febrero del 2016, denominado «Operación Venezuela Freedom-2» [8]. Para un análisis de las claves de esta guerra desde una visión bolivariana, se aconseja leer a Luis Salas Rodríguez [9].

Finalmente, ¿a qué vienen estos comentarios y puntualizaciones acerca de los modelos de desarrollo y las guerras del imperialismo? Pues a que algunos profesionales marxistas y militares especializados en estos temas curiosamente niegan toda posibilidad de que realmente el imperialismo y su filial de la derecha criolla estén desarrollando alguna guerra económica en el país; mientras que por otro lado, también vemos a funcionarios públicos y militantes partidistas denunciar una guerra económica y defender de manera acrítica el modelo, las estrategias y las políticas implementadas por el gobierno. Como igualmente debe reconocerse que hay personas de variadas profesiones y cargos que estiman que existe tanto un agotamiento estructural del modelo de desarrollo como también una guerra económica por parte del imperialismo y la derecha criolla. Tales los casos, por ejemplo, del actual vicepresidente de la República, profesor Aristóbulo Istúriz; o del escritor y político Guillermo Cieza, entre muchos otros. Cerremos entonces estos apuntes con las palabras de Guillermo Cieza [10].

«La crisis del modelo económico rentista nos hace vulnerables a las acciones de la guerra económica, la crisis del modelo político rentista nos aboca a un entuerto mucho más grave. Sitúa al conjunto del proyecto bolivariano, incluida la burocracia, ante la alternativa de que se debe profundizar la revolución o se pueda perder todo».

Ahora, amigo lector, a partir de estos apuntes elabore usted su propia respuesta.

Referencias:

[1] Ver: Augusto Lapp Murga, «El péndulo Keynes-Hayek en la gestión capitalista de las crisis», publicado en Aporrea.org, 26/05/2012; también en Rebelión. org, 09/06/2012.

[2] José Valenzuela Feijóo, «Neoliberales y «Progresistas», distribución versus producción», disponible en AlaiNet.org, 20/05/2016.

[3] Pablo Dávalos, «El posneoliberalismo, apuntes para una discusión», disponible en Rebelión. org, 24/05/2016.

[4] James Petras, «El capitalismo extractivo y las diferencias en el bando latinoamericano progresista», disponible en Rebelion.org, 08/05/2012.

[5] Gustavo Codas, «Problemas económicos de las políticas progresista» disponible en AlaiNet.org, 09/12/2015.

[6] Véase: Federico Engels, «Teoría de la violencia», en el Anti-Düring, capítulos incluidos en el libro sobre Temas Militares, Selección de trabajos 1848-1895, Ediciones Estudio, Buenos Aires, 1966, p. 9.

[7] James Petras y Henry Veltmeyer, «El imperialismo en el siglo XXI», Editorial Popular, S.A., Madrid, 2002, p. 230.

[8] Southcom-USA, «Operación Venezuela Freedom-2», disponible en www.voltairenet.org/article191879.html, 22/05/2016.

[9] Luis Salas Rodríguez, «Guerra económica: la revancha neoliberal», disponible en misión verdad.com/la-guerra-en-Venezuela/guerra-economica-la-revancha-neoliberal, 18/06/2014; Léase también el folleto: «22 claves para entender y combatir la guerra económica», Fundación Editorial El perro y la rana, 2015.

[10] Guillermo Cieza, lahaine.org; citado por Guillermo Montes de Oca, en «Venezuela o la guerra en varios frentes», disponible en Rebelión. org, 19/04/2016.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.