Estimado maestro: Por esos azares del espacio virtual, aunque no tan azarosamente dirigidos, me llegó su animada respuesta destinada al musicólogo José Peñín, en referencia a un escrito que suponía de él, sin ser así. Esta equivocación se debe, simplemente, a que fue remitido sin autor, pero con muy claras intenciones políticas: […]
Estimado maestro:
Por esos azares del espacio virtual, aunque no tan azarosamente dirigidos, me llegó su animada respuesta destinada al musicólogo José Peñín, en referencia a un escrito que suponía de él, sin ser así. Esta equivocación se debe, simplemente, a que fue remitido sin autor, pero con muy claras intenciones políticas: «El dictador ya tiene su músico»… lo dice todo.
Difícil sería explicarle y analizar ese texto, sus incongruencias e inexactitudes, sin caer en las ya repetidas discusiones conocidas por todos los venezolanos, cualquiera sea la posición que tomen (hay que leer las dos partes…, de la Cuesta). Ni siquiera la voy a citar, por banal, pero sí su respuesta, pues cae también en los mismos errores y generalizaciones con el agravante de ser, como Ud. mismo recalca pero no sopesa, un «extranjero» que habla sin conocimiento de causa. Y no es que pretenda negarle el derecho a opinar sobre la situación política de Venezuela, si este fuera el caso, pero tendría que empezar por fundamentar sus criterios en algo más sólido que las puras pasiones. Y esto es un derecho compartido, ciertamente. Así que me permito expresarle, aquí mismo, mi desagrado y rechazo por el comportamiento del gobierno español con respecto a los inmigrantes latinoamericanos en España. La diferencia entre su opinión y la mía, de la Cuesta, es que yo hablo de hechos conocidos por todos y desgraciadamente cotidianos, la agresión que sufren los miles de recién llegados a la «madre» patria, y de la cual ya se han quejado varios gobiernos del continente. Y como pequeño ejemplo musical le cuento que, hace apenas unos días, los cuatro venezolanos integrantes del ya famoso Cuarteto Gurrufío sufrieron un vergonzoso vejamen de parte de la policía de inmigración española, con la consecuente expulsión de las Islas Canarias. Esto más que un error -que lo fue, ciertamente-, es una muestra precisa de la actitud española de la que hablo. No le doy más detalles a este respecto, ya que puede consultarlo en la prensa latinoamericana de estos días.
Volviendo al tema. Es evidente que no se detuvo a analizar el artículo antes de responder con un tal entusiasmo que ofende, dirigiéndose a «todos» los venezolanos amigos, que, según el texto a que refiere supone, son «26 millones» de opositores al presidente Chávez. Además de este exceso poco fiel a las estadísticas, por cierto, ya en la introducción se describe una sociedad en guerra, entre estudiantes en la calle, arriesgando sus vidas por la defensa de la democracia y la libertad de expresión, y un dictador que quiere imponerles una dictadura constitucional, valga galimatías y paradojas. Entiendo que se haya emocionado, de la Cuesta, parece que se describiera el mayo francés o, para quienes conocen la historia venezolana, una alusión a la generación del 28 (fundadora de los partidos hoy opositores), cuyos miembros desfilaron con grillos y cadenas por la Caracas de entonces. ¿Será necesario explicarle las diferencias? Demasiado evidentes, de la Cuesta.
Pero esto fue solo la introducción. El texto en cuestión está dirigido a denunciar y «desenmascarar» a José Antonio Abreu, creador y director del Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela. Allí se lo llama mentiroso, corrupto, adulador, etc. etc. El texto da la larga lista de los gobiernos anteriores a los cuales Abreu articuló su proyecto musical-social, y Ud. podría sacar la cuenta (5 años por 6 gobiernos), pero puedo asegurarle que pocas, muy pocas voces se opusieron a él en ese largo entonces. Y no porque la prensa estuviera comprada, como dice el texto -siempre lo ha estado, a postores varios-, sino porque muchos, muchos estaban vinculados a él, por una parte, a su poder (incluso muchas de esas becas que daban los gobiernos de Acción Democrática o Copey, de los que habla el texto con orgullo, se canalizaron hacia los músicos de estas orquestas), y hay que reconocerlo, porque el movimiento se convirtió en algo gigantesco, algo importante, con todos los pro y los contra de lo que crece con tanto vigor, involucrando tanta gente y tanto poder. Lo extraño, de la Cuesta, es que pocas, y le repito, muy pocas veces, oí o supe de una actitud tan beligerantemente crítica en su contra, como ésta, y ante la cual Ud. responde con tanta vehemencia, sino hasta ahora que Abreu logró el apoyo del gobierno chavista. ¿Le extraña o molesta la continuidad? Me imagino que no. ¿Qué es lo que se critica, entonces? ¿El movimiento orquestal o el apoyo que obtuvo Abreu de Chávez? ¿Entonces, es a Abreu o a Chávez a quien se ataca? ¿A ambos? El argumento, bastante populista, por cierto, se basó en las mentiras entendidas en el Aló, Presidente, que obviaron la extracción popular de muchos de los más destacados personajes de nuestra música académica. Y es cierto y honroso para nosotros que así lo haya sido. Pero resulta que esa extracción popular es más bien un atractivo para el proyecto actual, una genealogía que habrá que rescatar. En realidad, no es el origen de nuestros músicos o la condición gratuita de nuestra enseñanza musical de lo que se habla, como del destino y el significado que tuvo nuestra academia en la institucionalidad venezolana, más allá de lo que diga Abreu. Lo que sucedió en la música no es ajeno a lo que sucedió en todos los terrenos de la sociedad venezolana, educación, economía, cultura en general, etc. Hegemonía, lo llaman. Sí, una minoría sacó el mejor partido de ella y habló del bienestar de todos, mientras el resto, recogió solo sobras. Así, habrá que reconocerlo, el movimiento orquestal hizo un trabajo valioso y significativo. La música clásica es también un patrimonio de todos, no hay porqué restringirla a ciertas clases, al contrario, hay que expandirla lo más posible, y estas orquestas lo intentan. Tiene sentido, de la Cuesta, que el Sistema se incorpore, entonces, al proyecto chavista, y no entiendo por qué criticarlo por esto, cuando hay tantas otras cosas que debatir
Y la crítica que algunos hicimos a Abreu en su momento, y que quizás haya que seguir haciendo, es que si bien ha alcanzado estos resultados, bien publicitados en su momento, por cierto, el movimiento de orquestas juveniles e infantiles se ha vendido como un proyecto educativo que interfiere en lo profesional (las orquestas anteriores, las bandas, los conservatorios), que falsea la situación general, y que como proyecto musical que se desdobla en social, muchas veces excusa errores y mala práctica. Pero no es todo, pues ha logrado sostenerse para incorporar a una gran proporción del estudiantado musical del país, alcanzando logros internacionales (habrá oído, recientemente, de Gustavo Dudamel y, hace ya años, de los discos grabados por Mata, entre otras cosas).
Y es cierto, muchos músicos e intelectuales venezolanos nos hemos preguntado cuánto ha costado todo esto, y sólo pocos lo hicimos por escrito, en particular, antes de que el chavismo marcara el cambio de destino del país. Ya entonces nos parecía inexcusable que se hubiera declarado que el movimiento era inauditable (al inicio del segundo gobierno de Caldera, para ser exactos), y siguiera sin mayores cambios. Esto debiera ser reconsiderado ahora, en esta nueva etapa. Además, el ataque a las escuelas ha venido de diversas fuentes, al menos, diversas responsabilidades. Muchos sufrimos los avatares burocráticos del CONAC, que sacrificó y sacrifica todavía las escuelas de música que vienen de la tradición de Vicente Emilio Sojo (como también las orquestas y los coros, por cierto), otro que supo, a su manera, articular música y política, efectivamente. Creo que habrá que hacer algún día la historia completa de este enfrentamiento, que perdimos nosotros (las escuelas), porque Abreu pudo liderizar su movimiento con más astucia política, con más efectividad económica, incluso, apropiándose de mucho de lo que venía de las mismas escuelas. Aceptémoslo. Nos faltó cohesión, impulso, liderazgo, quizás fe en nosotros mismos. Más allá de todas sus arbitrariedades (muy de nuestra historia, por cierto, seguramente herencia española), Abreu ha sido un hacedor sorprendente y apasionado, y los hacedores, Ud. lo sabrá por cuenta propia, de la Cuesta, son envidiados, entorpecidos, saboteados por los que poco hacen, que son siempre mayoría. Y le aclaro, no quiero excusar ninguna injusticia ni atropello cometidos, pero me hubiera gustado que se discutiera públicamente, en particular en su momento. Y ahora dígame, cuántas otras obras pueden parangonarse a ésta, en Venezuela, en el resto de Latinoamérica, en España. ¿Hubiera sido lo mismo para la música venezolana que ese dinero hubiera ido a parar a manos de empresarios, burócratas o empresas extranjeras, o cualquier forma de corrupción? Claro, siempre se pudo pensar en cosas mejores que no fueron… Pidamos cuentas, exijamos nuevas condiciones, pero ahí hay resultados que defender. Y no me diga que es un logro del dinero, pues es larga ya nuestra historia para esto, no seamos ingenuos, de la Cuesta.
Yo comprendo que el maestro José Peñín esté molesto con el gobierno y la ineficiencia de la burocracia. Él fue nombrado presidente de la única institución venezolana dedicada a los estudios musicológicos, la Fundación Vicente Emilio Sojo, por el mismo chavismo (Armas), y yo estaba en la directiva con él. Peñín hizo una labor magnífica, como nunca antes en la historia de la institución, con un presupuesto limitadísimo y con todo en contra, pues él también es un gran hacedor. Un fatídico domingo, el presidente Chávez, mal asesorado por el pintor Manuel Espinoza (presidente nefasto del CONAC en ese entonces), que a su vez estaba muy mal asesorado, acabó de un plumazo con todas las juntas y presidencias de casi todos los institutos culturales del país. Hizo una revolución cultural de cenizas. Muchos de estos institutos no se han recuperado todavía, no han encontrado de nuevo su norte (entre ellos la Sojo). Esta torpeza agresiva de Espinoza está por sopesarse todavía, el daño que hizo, pero no es razón suficiente para que, desde entonces, se vea con malos ojos todo lo que sucede en el país. Los cargos públicos son eso, públicos, cambiantes, hay dinámicas de poder, pero esto no es sólo en Venezuela, de la Cuesta, es el poder mismo.
Además, entiendo que hablar y repetir con tanto empeño ilustrado la idea del caudillo, de dictador, de tiranía, en y desde España debe traer terribles recuerdos, de la Cuesta, cuando todavía pareciera no tranquilizarse la conciencia de las injusticias, de las muertes, de la pesadilla horrible de la Guerra Civil. ¿Será que está pensando en Franco (ese sí, par de Hitler y Mussolini, su igual) cuando habla de la «gesta» democrática venezolana? Hay que sopesar el millón de muertos que causó el triunfo de su levantamiento en contra del gobierno constitucional de la República española. Su triunfo cambió el destino de Europa y del mundo. Y luego, cuántos de los presos, refugiados y exilados terminaron en nuestras tierras americanas, para bien de nuestra cultura y de nuestras aspiraciones libertarias. Pero el recuerdo del asesinato de García Lorca, la muerte de Machado al llegar al exilio, la de Miguel Hernández en prisión; el destierro de Casals, de Falla; Juan Ramón en Puerto Rico, Buñuel en México, y tantos otros de lo mejor de la España contemporánea y universal… qué hacer con él, de la Cuesta, por qué no hablamos de esto que nos concierne a todos, españoles y latinoamericanos. En ese recuerdo hay un espíritu de comunidad compartida. Sin embargo, ahora, cuando España le da una vez más la espalda a Latinoamérica, orgullosa de unirse a esa Europa que la despreció y la rechazó por siglos; ahora que se comporta como ella frente a los miles de inmigrantes que intentan llegar a sus costas; esa España que se cree con derecho a discutir con Italia o Francia su influencia sobre las «excolonias»… Ahora es cuando valdría la pena recordar a la República, popular y esa sí iberoamericana, que fue defendida con ahínco y sangre por tantos intelectuales y combatientes nuestros, esa República que cambió las relaciones reales con los pueblos del continente, y que tuvo a nuestro escritor y polemista Rufino Blanco Fombona -¿lo sabía Ud.? – de gobernador civil de Almería, como muestra del único momento en que España ha entablado una relación horizontal con los pueblos de América en toda su historia. Sí, hablar de Franco como dictador y como caudillo (por la gracia de Dios, de la Iglesia y de la aristocracia, etc. etc.) debe ser doloroso para ustedes, como lo es para nosotros, pero viene al caso, de la Cuesta, para hacer comparaciones justas.
Por supuesto, con esta respuesta a su respuesta me arriesgo a ser visto con fanatismo como un fanático, ser visto con irresponsabilidad como un irresponsable, ser visto como culpable de equivocaciones, violencias, corrupción, arribismo, etc. etc. Porque lo que ha sucedido es que con sorprendente incoherencia se ha replicado lo que se critica, y con creces, de la Cuesta. Incluso me adelanto y me sumo a las denuncias de la burocracia que nos carcome, de corrupción inveterada, de ineficiencia y de criminalidad donde las haya. Hay que denunciarlas, de la Cuesta, donde se encuentren, con pruebas y testigos, para que tenga efecto, no para destruirlo todo, sino para evitar que le haga mal, o le siga haciendo mal, a este proceso y a todas sus esperanzas. Y quiero aclararle otra cosa, de la Cuesta, hay mucha gente viviendo, pensando y sopesando todo esto, y no son simplemente un rebaño que sigue un líder profético, como pareciera Ud. intuir. No nos hacen falta esas voces esclarecidas para que nos expliquen nuestra situación, de la Cuesta. Tampoco nos hace falta su entusiasmo y su apoyo. Hay mucho que discutir, disentir y pensar, sin necesidad de negarlo todo, borrarlo, acabar con todo. Estamos cansados de esta actitud que ya se prolonga demasiado, y ha sido insuficiente. Sépalo, de la Cuesta, Venezuela no tiene retorno, puede tener futuros distintos, quizás, podemos discutirlo y podemos siempre imaginar cosas mejores, pero no hay retorno. Y si quiere comprobarlo, esa gente está ahí, sólo hay que saber buscarla, saber oírla.
Para terminar, quiero rescatar una de sus ideas. Me parece oportuno y pertinente que España no siga ofreciendo premios a los latinoamericanos (no sólo a Abreu), y mucho menos los que lleven el nombre de sus reyes y aristócratas. Demasiada incongruencia, de la Cuesta, demasiado olvido. No queremos ni reinas sofía, ni príncipes de Asturias, ni juanes de Borbón, etc. etc., ya de reyes y explotadores hemos tenido mucho, y nos ha costado tanto, con holocausto propio incluido, nunca valorado suficientemente. Ahora, poco hace compensarlo con premios de cualquier laya. No es lo que quiere el pueblo latinoamericano, ni le importa, se lo aseguro. Pero sí, de la Cuesta, aproveche su influencia para que estos premios, más bien, sean reunidos y donados a cualquier fundación que ayude a los inmigrantes latinoamericanos, africanos, asiáticos; para que se desarrollen cátedras y departamentos de estudios latinoamericanos, a ver si terminan entendiendo algo de nosotros, y quizás sociedades de estudio que se propongan pensar una España distinta, que no se niegue tantas veces a sí misma, que no sea tan incoherente con su pasado, que repiense su República y vuelva de alguna manera a ella, para intentarlo desde ahí, quizás todo de nuevo. Inténtelo, de la Cuesta, y esta vez, seremos nosotros los entusiastas de los «españoles resistentes» y del destino democrático que se merece España.
Atentamente,
Alejandro Bruzual