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¿Debemos defender a Lula?

Fuentes: Carabina 30x30 (México)

Lula, el ex presidente brasileño, está en la cárcel acusado de corrupción. Luis Ignacio da Silva, más conocido como Lula, fue un obrero pobre que perdió un dedo en un torno. Fue el más destacado activista en contra de la dictadura en los principios de los años 80 y encabezó huelgas que obligaron a los […]

Lula, el ex presidente brasileño, está en la cárcel acusado de corrupción. Luis Ignacio da Silva, más conocido como Lula, fue un obrero pobre que perdió un dedo en un torno. Fue el más destacado activista en contra de la dictadura en los principios de los años 80 y encabezó huelgas que obligaron a los militares a dejar el poder. Principal animador del Partido de los Trabajadores, fue electo presidente de su país. Y fue reelecto. Decenas de millones votaron por él.

Yo admiraba a Lula.

Que ex presidentes y altos funcionarios pisen la cárcel es un signo de los tiempos. En estos días, en la lejana Corea del Sur, la ex ministra Park fue condenada a 24 años sin libertad. Hace pocas semanas, el presidente peruano Pablo Kuczinsky tuvo que dimitir pues si no lo hacía el Congreso lo hubiese destituido por evidencias de corrupción. En China, en estos años, más de cien mil funcionarios han sido encarcelados. En Guatemala, hace poco un ex presidente fue encarcelado, lo mismo que su esposa.

En todos estos casos -y hay muchos más- detrás de estos castigos a altos dignatarios hay nutridas manifestaciones populares y/o y rabia de la opinión pública. Encarcelar da legitimidad a sistemas judiciales desprestigiados y detiene las protestas.

El teórico belga Ernest Mandel, en su imponente tratado de economía marxista, escribió que la corrupción es inherente al capitalismo. Demuestra que las grandes empresas hacen sus cuentas de costos y gastos incluyendo partidas para funcionarios cuyos favores deben comprar para obtener contratos o simplemente para poder operar. La experiencia en decenas de países en estas décadas le da la razón a Mandel. El soborno, la «mordida», «moche» o «coima» es una de las instituciones más sólidas, es una de las principales fuentes de acumulación de capital. Hacerse rico es el principio del capitalismo y es secundario si se consigue de manera lícita o no.

Apenas comenzó su primera presidencia, Lula se sintió obligado a complacer a los capitalistas, que sentían desconfianza de su origen obrero y antigua militancia progresista. Promovió así que el congreso resolviera una contrarreforma a las jubilaciones, muy lesiva para los trabajadores. Lula se esforzó por hacer un gobierno para los capitalistas con algunas concesiones al pueblo. También con represión. Y con corrupción, mucha corrupción. Por ello algunos de sus principales colaboradores como José Dirceau fueron a la cárcel, donde purgan condenas de más de 20 años. Su gobierno fue también corruptor, porque pagó a diputados de otros partidos para que votaran a su favor. Eran pagos cada cuatro semanas de 1000 dólares que al ser descubiertos la opinión pública los llamó «mensalao», como acá llamamos «domingo» a lo que damos a los niños cada semana para sus gastos.

La prosperidad petrolera y las grandes obras públicas fueron el caldo de cultivo de una extendida corrupción ya no sólo en el gobierno y el PT sino en todos los partidos. En 2013, en Brasil, ocurrieron las manifestaciones más numerosas habidas en el mundo. Esas protestas fueron en su mayoría contra el gobierno del PT. En 2016, el gobierno del PT, encabezado por la señora Dilma Rousseff, era repudiado por el 90% de la población.

La antigua revista uruguaya Brecha goza de prestigio y es afín a corrientes como la de Lula. El 26 de enero de este año recogió la entrevista de Daniel Gatti a la española Ester Solano, doctora por la Universidad Complutense y profesora en la Universidad Federal de Sao Paulo.

«Nunca como en los períodos de gestión del PT las élites estuvieron tan bien», declaró. «La universitaria española está lejos de ser la única en pensar eso -agregó Gatti-. Es un dato de la realidad reconocido sin problemas por dirigentes del Partido de los Trabajadores que bajo las administraciones de Da Silva y Rousseff, […] los ricos más ricos no fueron molestados. El PT, incluso, gobernó con ellos y los favoreció». El veterano activista Jair Krischke, presidente del Movimiento de Justicia y Derechos Humanos de Porto Alegre, agregó que «El PT no sólo gestionó el país en contubernio con los más ricos, también incorporó sus prácticas y se olvidó de defender los verdaderos intereses de los más pobres y de los trabajadores».

En palabras de Solano: con el PT «las élites ya tenían capturada la economía y la política brasileñas. El PT no tocó la estructura de la propiedad agraria, no hizo reforma alguna del sistema político, ni siquiera rozó el poder desmedido de los grandes medios de comunicación». Oxfam calcula que las cinco personas más ricas de Brasil tienen el mismo dinero que el 50% más pobre de la población. Eso, después de 17 años de gobiernos del PT.

Esa conducta le ha traído graves consecuencias. La doctora Solano habla al menos de dos: «en grandes ciudades como Sao Paulo, ha calado hondo la narrativa de que el PT es el partido más corrupto de Brasil.» En cuanto a «los grandes movimientos sociales de hoy, como el de las mujeres, que ha tomado mucha fuerza, el de los jóvenes de la enseñanza secundaria, que ha protagonizado una ola de ocupaciones de liceos, o el de los negros, no tienen vasos comunicantes con los partidos políticos. Con el PT se miran de reojo. Los jóvenes se politizaron, además, en la época del PT de Dilma, cuando se aplicaron reformas muy conservadoras, incluso de derecha, que Lula por supuesto avaló. A esos adolescentes es imposible que les propongas una interlocución con el PT, no lo consideran siquiera un partido de izquierda.»

En los años 1989-1991, cayeron la mayoría de regímenes stalinistas, el mal llamado «bloque socialista». Las banderas democráticas contra esas dictaduras marcaron su fin.

Lo que estamos viendo menos de 30 años después es el proceso de destrucción de una corriente política prima hermana del stalinismo y de la socialdemocracia. Son el PT de Brasil, el PSUV de Venezuela, el correísmo en Ecuador, el sandinismo en Nicaragua, su congénere salvadoreño, el PRD de México, etc. En Europa, ocurre el decline de la socialdemocracia. Las banderas enarboladas por los pueblos que están enterrando a estos partidos son su corrupción (de la que hacen gala todas las corrientes burguesas) y que por defender los interesas capitalistas hunden desde el gobierno a la gente en la pobreza.

El hecho más revelador de la actual situación de Brasil luego del encarcelamiento de Lula es lo escuálido de las protestas, la baja moral de sus protagonistas, la debilidad de sus argumentos, la cursilería de sus eslóganes.

La causa Lula está condenada a languidecer rápidamente. Creo que en Brasil la enorme masa sabe que Lula tiene poco que ver con ellos, con sus pobrezas, con sus cientos de miles en las cárceles (70% negros).

En la revista que hemos citado, Krischke dice que asistió a la conferencia de prensa ofrecida en Porto Alegre por Lula y el PT antes de ir a la cárcel. La conferencia fue en el Hotel Sheraton, «donde se alojaban junto a Lula y los principales líderes del PT. Mientras tanto los militantes se alojaron en carpas en la zona cercana a la Corte. Una imagen muy alegórica de la gran distancia entre cúpula y bases», observó.

Cuauhtémoc Ruiz es dirigente del Partido Obrero Socialista.