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Debemos hablar de la «riqueza extrema»

Fuentes: El diario [Imagen: Fotografía de archivo del cofundador de Microsoft, Bill Gates. Clemens Bilan/EFE/EPA]

Hace décadas, los economistas del Banco Mundial formularon un umbral de pobreza extrema. Hoy necesitamos una línea equivalente para el otro extremo del espectro: el punto por encima del cual una sociedad no debe permitir que ningún hogar acumule riqueza

Una vez más, es la familia Hinduja. Gopi Hinduja y su familia, que dirigen el Grupo Hinduja, aparecen citados como la familia más rica de Gran Bretaña en la última lista de ricos del Sunday Times. La gran noticia hasta ahora parece ser que su riqueza ha descendido a 35.300 millones de libras, frente a los 37.200 millones del año anterior. Pero esa noticia, y gran parte del debate que habrá este fin de semana, corre el riesgo de pasar por alto la verdadera historia. “Lista de ricos” apenas es la descripción adecuada para la riqueza extrema de la que deberíamos estar hablando.

En 1989, cuando el Sunday Times publicó por primera vez su lista anual de ricos, para ser incluido en ella alguien tendría que tener 6.000 veces la riqueza de la persona media en el Reino Unido. Eso ya es una brecha bastante grande, pero ahora se ha triplicado hasta más de 18.000 veces la media, según un estudio de la Universidad de Greenwich.

El problema es que la riqueza engendra riqueza. Quienes poseen tierras, propiedades y acciones han obtenido enormes beneficios de estas inversiones y han podido acumular más activos con el tiempo, generando aún más beneficios. Para empeorar las cosas, mientras que la desigualdad de ingresos puede atenuarse con medidas como un salario mínimo o impuestos progresivos, los responsables políticos parecen incapaces o poco dispuestos a hacer algo con respecto a la acumulación de riqueza.

Los sucesivos gobiernos han afirmado estar a favor de los “trabajadores”, pero han hecho la vista gorda ante el hecho de que la mayor parte de la acumulación de riqueza en las últimas décadas se ha producido a través de la recaudación pasiva de los rendimientos de la riqueza existente, en lugar de obtenerse mediante el trabajo duro o la brillantez empresarial. Lo peor de todo es que no existe un límite máximo para la riqueza que puede adquirir un individuo o una familia. En lugar de ello, se nos pide que celebremos las grandes fortunas de los superricos y observemos pasivamente cómo nos precipitamos hacia los primeros trillonarios del mundo. Algo que podría ayudar a frenar los excesos de la desigualdad de la riqueza es una “línea de riqueza extrema”, una idea que está empezando a ganar adeptos entre los activistas y los expertos políticos.

Hace décadas, los economistas del Banco Mundial formularon un umbral de pobreza extrema calculando cuánto dinero necesitaría una persona para comprar alimentos y productos básicos suficientes para sobrevivir cada día. Esa innovación nos ayudó a comparar la pobreza entre países y épocas, y ayudó a los responsables políticos a priorizar las intervenciones para reducir la pobreza. También era una declaración ética: el punto por debajo del cual una sociedad no debe permitir que caiga ningún hogar.

Hoy en día, creo que necesitamos una línea equivalente para el otro extremo del espectro: el punto por encima del cual una sociedad no debe permitir que ningún hogar acumule riqueza, y por encima del cual los responsables políticos deben actuar de forma proactiva para frenar la acumulación de riqueza.

Hay un punto a partir del cual la riqueza da demasiado poder para influir en la política a través de grupos de presión, donaciones a partidos o regalos, del mismo modo que hay un punto a partir del cual los impactos medioambientales de los estilos de vida de los superricos causan un daño extremo al medio ambiente. Y un punto a partir del cual la concentración de riqueza socava la competencia económica y reduce la inversión productiva. Mientras tanto, el aumento de la desigualdad desgarra el tejido social que nos une. Corremos el riesgo de convertirnos en una isla de ricos y pobres, en lugar de una isla de extraños.

Aquí es donde la cosa se complica. Si preguntamos cuál es ese punto, obtendremos respuestas muy diversas. ¿Es cuando alguien se convierte en multimillonario? ¿Es el 1% de los más ricos? ¿Son 10 millones de euros, como sugiere la escritora holandesa Ingrid Robeyns en su excelente libro ‘Limitarianism: The Case Against Extreme Wealth?‘.

Aquí es donde el trabajo realizado por los compiladores de la lista de ricos para sumar el valor de la tierra, la propiedad, las acciones y “otros activos como el arte y los caballos de carreras” de los súper ricos podría ser útil. Resulta que se necesita un patrimonio neto de 350 millones de libras para figurar en la lista de este año. No sé si era su intención, pero esta cifra es unas 1.000 veces la riqueza media de los hogares británicos. Curiosamente, una encuesta reciente reveló que casi dos tercios de los millonarios de los países del G20 creen que la riqueza supone un riesgo para la sociedad cuando alguien tiene 1.000 veces la media social. Incluso los ricos creen que hay un límite.

Me encantaría someter estas opciones a una asamblea ciudadana y pedir a una muestra representativa de británicos que consideraran las pruebas, escucharan los argumentos y llegaran a un punto por encima del cual la riqueza debería considerarse extrema. Sin algún tipo de comprensión independiente de cuándo la riqueza se convierte en perjudicial, existirá la opción de ofuscar, impedir y anular los intentos de frenar los perjuicios de la riqueza extrema.

Encontrar una forma democrática de definir una línea de riqueza extrema podría dar por fin a los políticos el mandato y un marco para abordar la desigualdad antes de que sea demasiado tarde. Daría a la canciller una justificación sólida para aumentar los tipos impositivos a aquellos cuya riqueza supere la línea. Si no está dispuesta a ir tan lejos, podrían modificarse las normas fiscales y de sucesión para obligar a los ricos a donar a obras benéficas el patrimonio que supere la línea. Si incluso eso le parece demasiado audaz, el gobierno podría limitar la herencia que podría recibir cualquier neonato por debajo de la línea de riqueza extrema.

La semana pasada, Bill Gates se comprometió a donar el 99% de su fortuna, citando un ensayo de 1889 (‘El Evangelio de la Riqueza’) del magnate Andrew Carnegie, que escribió: “El hombre que muere así de rico muere deshonrado”. Esto es admirable, pero es ingenuo y peligroso que la sociedad confíe en el filántropo ilustrado para frenar la desigualdad. Tenemos que dejar de glorificar la riqueza mediante listas de ricos y empezar a poner coto a la riqueza extrema.

Dhananjayan Sriskandarajah. Director ejecutivo de News Economics Foundation y autor de “Power to the People”.

Fuente: https://www.eldiario.es/opinion/tribuna-abierta/debemos-hablar-riqueza-extrema_129_12310896.html