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¿Debería España salir del euro? Aclarando dudas (II)

Fuentes: Rebelión

El viernes de la semana pasada publiqué un artículo en el que a la pregunta de más arriba contestaba con «Cuanto antes, es tarde». A continuación paso a contestar los muchos comentarios que ha suscitado, buena parte de ellos planteando dudas sobre su conveniencia.

 

Lo primero de todo es señalar mi coincidencia con quienes piensan que lo mejor sería «cambiar las cosas desde dentro del euro» (caso de Miguel Otero, de ATTAC España http://www.attac.tv/altermedia/2011/12/2495 ). Pero, como eso no es así, como no se están acometiendo en la Eurozona los cambios en profundidad que afecten a la actual estructura que sustenta al sistema financiero y monetario, es por lo que apuesto por la ruptura, e intentarlo al margen. España no sería el primer ni el último estado de la Unión Europea (sí, dentro de la UE, pero fuera de la Eurozona) que funcionaría con su moneda propia. Una cosa muy importante: lo relevante no es tanto la moneda en sí, como el conjunto de reglas que hay detrás y el correspondiente margen de maniobra que ello permite a los gobiernos para enfrentar crisis como la que nos ocupa. Otra cosa más. Los cambios que requiere la implantación de una nueva moneda son complejos, y requerirían un análisis profundo y exhaustivo para preparar todo un conjunto de regulaciones que eviten distorsiones y males mayores. Regulaciones que en los últimos años hemos desterrado a favor de la liberalización y de los magnates de las finanzas. Las mismas que ahora debemos recuperar porque son imprescindibles para ordenar nuestra convivencia garantizando valores como la justicia y la dignidad.

Anónimo

Uno de los comentarios dejados en mi blog, firmado por Juan Manuel, afirma que «Volver a la peseta sería la solución si fuéramos autosuficientes en recursos, pero con la enorme dependencia que tenemos del petróleo,…». Mi reflexión va de la mano, también, de introducir cambios radicales en el metabolismo energético de nuestras sociedades. Seguir devorando petróleo al ritmo actual es un crimen contra la humanidad. Su encarecimiento por la reducción de su producción, por vaivenes especulativos y/o por la hipotética depreciación de la nueva peseta, bien mirado sería una bendición si arrastrara tras de sí políticas serias de apoyo a energías alternativas de generación y distribución descentralizada, que confieran mayor independencia y autonomía a la ciudadanía respecto a las multinacionales energéticas.

 

BloggerOtro comentario, en este caso de Antonio, señala que leyó en El País lo siguiente: «Con todo, el bloqueo de depósitos o la restricción para disponer de fondos sería una broma infantil comparada con el efecto devastador que tendría la desaparición del euro y la conversión obligatoria de nuestros ahorros a pesetas (…) los depósitos y las deudas pasarían a denominarse automáticamente en pesetas pero con una pérdida general de valor. Los últimos informes de UBS y Citigroup estiman que una reintroducción del dracma, la peseta o la lira conllevarían una devaluación de entre el 40% y el 60%, es decir, que de golpe los depositantes perderían en torno la mitad de sus ahorros.» Mi opinión es que con argumentos como este se pretende meter más miedo en el cuerpo a la ciudadanía, para paralizarla y que asuma dócil y acríticamente medidas pensadas para seguir enriqueciendo a los causantes de todo este desaguisado. Todo depende de cómo las autoridades monetarias gestionen la transición del euro a la peseta. Si se decide retornar a la peseta al cambio por el que en su día se introdujo el euro (1 euro = 166,386 pts), todos los ahorros de la gente se consignarían en la nueva peseta. Hasta ahí, ningún sobresalto. Si a partir de ese momento la peseta comienza a depreciarse, lo que se produciría sería una pérdida de valor de los ahorros en la medida que nuestra capacidad de compra en el extranjero sería menor. Pero la capacidad de compra dentro de España no tendría porqué verse erosionada, si la inflación interna no experimenta subidas por encima de la revalorización de los salarios o de las rentas del capital (los tipos de interés con que se remuneran las cuentas de ahorro). Debe quedar claro que esa depreciación de los ahorros en un 40% sólo actuaría en el caso de aquellas personas que desarrollan sus actividades de consumo (muchas veces de carácter elitista y de lujo) principalmente en el extranjero, que ahora verían como sus ahorros les permitiría adquirir menos bienes de esta naturaleza. Y también afectaría negativamente a todos/as aquellos/as que se dedican al «antisocial» negocio de la especulación financiera, cambiando unas divisas por otras sólo para conseguir grandes ganancias sin desarrollar ninguna actividad productiva real. Éstos últimos son quienes ya están tomando posiciones, colocando su dinero en otras divisas distintas del euro, y desprendiéndose de la deuda pública soberana nominada en euros, con lo que fuerzan a la baja el precio de la deuda en los mercados secundarios y por lo tanto aumentan la rentabilidad de la misma, obligando a pagar mayores tipos de interés por las nuevas emisiones (prima de riesgo). Actuando así empujan más hacia el abismo a las economías periféricas de la zona euro. ¿Hay que tener consideración hacia los intereses de este tipo de personas cuando nos planteamos abandonar el euro?.

Un comentario Anónimo afirma que «el «post» es muy bonito pero utópico… Continuo sin ver cómo salir del euro puede ayudar (…) ¿No podemos hacer eso «estando» en el euro?» En el mismo sentido, mi amigo y compañero Ángel afirma «La única pega que le veo es que las políticas que propones, técnicamente se podrían llevar a cabo desde la Unión Europea, si quisiesen. Otra cosa es si quieren o no. Es decir, no solo son factibles saliendo del euro y encerrándonos en España. Es más, ¿saliéndonos del euro garantiza que todo eso se va a hacer? Yo no lo tengo claro.» Vuelvo a señalar que seguir en el euro, según los acuerdos del Consejo Europeo, implica continuar atados de pies y manos para romper el círculo vicioso de aumento de la carga de la deuda, empeoramiento de condiciones laborales, reducción de salarios, caída de la actividad económica, reducción de ingresos impositivos y consolidación fiscal por el lado de los gastos, lo que nos condena a la regresión y subdesarrollo de las políticas sociales.

 

Mi compañero Fernando del Amo, de ATTAC Toledo, expone los siguientes argumentos. « Es cierto que la situación actual y del futuro es muy grave, pero esto no implica que si saliéramos del euro estaríamos mejor (…) Pero devaluar tiene efectos negativos (…):

– Como sabemos España es un país endeudado hasta las cejas. Es cierto que la mayor parte de la deuda es privada, de las entidades bancarias, empresas promotoras inmobiliarias, familias y además la deuda pública. Toda la deuda está en euros y pagarla en pesetas nos saldría mucho más cara.

– De acuerdo que saldrían capitales a mansalva especulativos (¿es que en el casino hay otros?). La salida de capitales y su cambio por divisas haría bajar aún más el valor de la peseta. La solución sería aumentar los tipos de interés, también como medio de frenar la inflación. Subir los tipos de interés sería una ruina para la masa de hipotecados con tipos de interés variable».

 

En cuanto a los dos argumentos anteriores de Fernando, mencionar lo siguiente. Respecto a que hay que devolver la deuda en euros, eso sólo sería en el caso de la deuda pública y privada concertada en los mercados internacionales, pero no tendría que ser así para la deuda adquirida por residentes de un país o los préstamos pedidos por las familias a las entidades financieras nacionales, en cuyo caso se convertiría en pesetas. Además, ello podría ir de la mano de una quita de la deuda (reducción de su monto consensuado o no con los acreedores) y de una auditoría de la deuda para que los verdaderos beneficiados por la misma (las entidades financieras rescatadas) sean quienes la paguen en última instancia. Por otro lado, habría que evitar la salida de capitales estableciendo restricciones a su libre movimiento, y no sería preciso subir los tipos de interés hasta en tanto no se percibieran tensiones inflacionistas con origen en un exceso de demanda, lo cual no es probable que ocurra en tanto no se salga de la recesión. También habría que establecer mecanismos para que los tipos de interés de préstamos hipotecarios no quedaran expuestos a alzas excesivas de los tipos de interés. En este sentido, podría explorarse la posibilidad de reinstaurar un banco público de crédito hipotecario que refinanciara en mejores condiciones aquellos préstamos imposibles de asumir por las familias ante circunstancias sobrevenidas asociadas a la crisis.

 

Fernando del Amo también apunta que «De acuerdo en que necesitamos vivir de otra manera, reducir nuestro nivel de derroche, de consumismo y que el decrecimiento y el buen vivir son objetivos hacia los que encaminarse, pero empobrecer de forma rápida y traumática a la gente no significa ir hacia un decrecimiento». Desde mi punto de vista, entrar en una senda de decrecimiento no tiene porqué empobrecer a la mayor parte de la población. Se trata de avanzar hacia una nueva manera de vivir, desmercantilizando en parte la satisfacción de las necesidades básicas, y por tanto, liberando a las personas del endeudamiento de por vida. Se trata de un cambio de modelo en su conjunto, de sus valores y objetivos, y comenzar por lo relativo a una nueva ética monetaria y financiera es un paso adelante en esta dirección. El dinero cumple la función social de facilitar la actividad económica que en última instancia permite a la gente vivir mejor. Su gestión no puede seguir dejándose en manos de banqueros y especuladores sin escrúpulos.

 

Mi compañera Carmen, de ATTAC Madrid, escribe «Sólo hay un detalle de tu manifiesto, no menor, que no respaldo; si yo tuviera que decidir esta salida ni por lo más remoto dejaría que se fueran los capitales». De acuerdo. Pero si algunos con anterioridad ya hubieran salido al barruntar el retorno a la peseta o simplemente por haber cambiado sus posiciones de euros a otras divisas (ante el temor de depreciación del euro), no permitiría después su entrada para culminar su jugada especulativa al aprovecharse de la variación del tipo de cambio. En el nuevo escenario, la financiación de la economía real (empresas productivas y familias) no quedaría en manos de bancos privados, sino de bancos públicos y cooperativas de crédito pegadas al territorio.

 

Mi buen amigo Jaime Royo, de Alatoz, en la Tierra de Jorquera y Ves, apunta «Salir del euro (…) doblaría la carga financiera al Estado, particulares y empresas. El choque podría ser brutal y entonces lo peor, ocurriría con adelanto». Efectivamente, salir del euro supondría algún que otro contratiempo, pero continuar dentro de él, con las imposiciones que acaba de señalar el Consejo Europeo, no tiene porqué ser una opción mejor. Lo de la carga financiera pienso que también es discutible, pues una banca pública y cooperativa adecuadamente fomentada haría saltar el actual monopolio de los grandes bancos. Ya se que todo esto es muy difícil de instrumentar conforme está el patio, pero ¿quién iba a imaginar hace un año que el propio Rajoy pediría al BCE que comprara deuda masiva y directamente a los Estados en apuros y no en los mercados secundarios?. Pues ya lo ha hecho.

 

Las medidas que hoy nos parecen imposibles de aplicar, serán más factibles de llevarse a cabo cuando empeore la situación, con el agravante de que conforme pasa el tiempo sin actuar de manera contundente nos acercamos más al colapso.

Gregorio López Sanz es profesor de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales (UCLM-Albacete) y Miembro de ATTAC-Albacete

http://gregoriolopezsanz.blogspot.com/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.