Durante largos años Venezuela ha intentado desarrollar una revolución popular que confrontara los procesos de privatización y empobrecimiento en América Latina. Se ha tratado de un proyecto respetuoso con las formas democráticas, que ha llevado a las fuerzas progresistas a una victoria electoral tras otra desde 1990, a pesar de las interferencias de todo tipo […]
Durante largos años Venezuela ha intentado desarrollar una revolución popular que confrontara los procesos de privatización y empobrecimiento en América Latina. Se ha tratado de un proyecto respetuoso con las formas democráticas, que ha llevado a las fuerzas progresistas a una victoria electoral tras otra desde 1990, a pesar de las interferencias de todo tipo desde el país más poderoso del mundo.
El problema de fondo de los distintos gobiernos norteamericanos con Venezuela no es su calidad democrática, sino la lucha por el control de sus recursos naturales y en primer lugar del petróleo cuyas reservas, junto con las de Arabia Saudí, son actualmente las más importantes que quedan en el mundo.
Resulta escandaloso comprobar como el sistema político de este país es constantemente escrutado, mientras que en el país vecino Colombia se asesina un activista social cada dos días, mientras que en Brasil tras la victoria de Bolsonaro los campamentos del MST (trabajadores sin tierra que ocupan fincas no cultivadas y que asocian 4 millones de personas) son regularmente asaltados por la policía, el ejercito o los paramilitares.
Es paradójico que el foco de los EEUU se concentre en denunciar la pobreza en Venezuela, que ha reducido significativamente su población por debajo del umbral de pobreza desde la llegada de Chavez. Un país que a pesar del bloqueo a que está sometido tiene un Índice de Desarrollo Humano (0,76), superior a los países desde los que se le pretende invadir y se ponen como ejemplo de modernidad (Colombia con un IDH de 0,74 y Brasil con 0,75). Dos países, además, con un índice de desigualdad de 0,57, muy lejano al de Venezuela que es de 0,631.
Los EEUU tratan de restablecer su control imperial de Latinoamérica, en tiempos de decadencia y de creciente desigualdad y descontento en su interior. Resulta sorprendente como algunos gobiernos europeos y la UE se han sometido a esta lógica, dando apoyo a un presidente fantasma (Juan Guaidó) que contra toda legitimidad, Trump quiere imponer a los Venezolanos.
Ello es particularmente grave en un contexto de degradación de la situación económica y geopolítica mundial. En un momento en que Trump esta imponiendo el ingreso de Colombia en la OTAN y el aumento del gasto militar europeo, para sostener sus aventuras cada vez más arriesgadas. Descaradamente trata de implicar a Europa en un conflicto lejano, costoso y en que esta tiene mucho que perder.
Nos hallamos ante unos EEUU que se están hundiendo a causa de sus políticas de austeridad y descarado apoyo al poder financiero, confrontados con los pueblos latinoamericanos que en muchos países han sido despojados de recursos, tejido económico y soberanía nacional; cuyas poblaciones intentan desesperadamente acceder a los EEUU, donde aparte de ser rechazados violenta y cruelmente en la frontera, les espera una vida de pobreza extrema si consiguen incorporarse clandestinamente a su tejido productivo informal, en que ya suponen más del 15%.
Trump en su histriónico mandato, al mismo tiempo que obliga a sumarse al conflicto a los pueblos europeos, amenaza a sus empresas que se atreven a cuestionar el bloqueo sobre Cuba, intentando restaurar su hegemonía imperial fruto de la II Guerra Mundial. Trata de restañarse de las derrotas que ha tenido en Oriente Medio en Afganistán, Siria o Yemen, tratando de restablecer burdamente su poder militar con el dinero de los otros.
Hoy una nueva guerra en Venezuela sería un desastre de dimensión global. Probablemente sería el principio del fin del imperio americano porque rápidamente se extendería a Brasil, Colombia y toda la región. En ese escenario los EEUU por su composición demográfica y por la distancia del teatro de operaciones, ya no hallaría a salvo del conflicto, como en todas las grandes conflagraciones en que se ha implicado en las que nunca (ni cuando ha sido derrotado) ha impactado en su territorio. Pero también significaría la muerte y destrucción, para millones de personas.
Como ha ocurrido en el norte de África en el pasado decenio, implicaría además nuevas oleadas migratorias, de las que no quedaría inmune Europa.
Es necesario para los pueblos europeos, defender la paz y parar las manos de la UE (Comisión, parlamento, etc.) y de los gobiernos que se han sometido estúpida y servilmente a esta insensata operación.
Los pueblos del mundo, las personas conscientes que se defienden del impacto del neoliberalismo mediante el impulso de los movimientos sociales emancipadores y quienes frente al empobrecimiento de las grandes mayorías optamos por una salida que recupere la soberanía de los pueblos, no podemos asistir pasivamente a esta tragedia. No podemos callar frente el golpe político, militar y mediático por el temor a ser atacados por las huestes del poder económico. Si el proceso venezolano pierde, lo vamos a sufrir los oprimidos de todo el mundo y será otro paso hacia la perdida de derechos sociales y políticos.
Ni un euro, ni un soldado para ninguna guerra contra los pueblos de Latinoamérica. La OTAN no debe ampliarse, sino disolverse. Los gastos militares deben reducirse y priorizar el gasto social y el desarrollo interno. Los pueblos de Europa no están amenazados por ningún gobierno de Latinoamérica, sino por la pobreza que están generando las políticas neoliberales y por el insensato rumbo económico, político y geoestratégico que el poder financiero global está imponiendo a gobiernos y pueblos.
Recuperemos la soberanía para garantizar la paz. Paremos la guerra y disolvamos las instituciones que la estimulan, en primer lugar la OTAN y la UE que no representan en forma alguna ni la voluntad, ni los intereses de los pueblos de Europa.
Roma, 14 de abril 2019
1 Siendo 1 la igualdad total. Todos ellos datos de PNUD.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.