Buscando elementos que en estos momentos nos permitan establecer criterios en función de una clara visión de la situación, ubicamos tres principios que pueden ser fuentes de debate y sobretodo de organización y acción en la actual coyuntura: Los «escualidos» (es decir, los mismos sujetos e intereses político-económicos envueltos en el golpe del 2002, el […]
Buscando elementos que en estos momentos nos permitan establecer criterios en función de una clara visión de la situación, ubicamos tres principios que pueden ser fuentes de debate y sobretodo de organización y acción en la actual coyuntura:
Los «escualidos» (es decir, los mismos sujetos e intereses político-económicos envueltos en el golpe del 2002, el proyecto liberal-oligárquico) pueden retomar el poder:
No es un problema en sí de numero de votantes a favor de Capriles aunque la crisis interna del mando oficial bolivariano se devela con ello, de hecho desde el 2006 las votaciones en Venezuela siempre estuvieron muy cerradas, solo la figura de Chavez-candidato rompía esta continuidad. El problema es que en medio de la involución del espírutu y la ética revolucionaria dentro del proceso oficialmente proyectado, renace un ambiente político-cultural, perfectamente ajustado a las estrategias mediáticas mundiales y nacionales que guían en forma de pautas de conciencia y comprensión lo que es la visión de realidad de un enorme contingente de la población, proclive al «odio contrarevolucionario» y la movilización respectiva. En otras palabras, los grandes descontentos sociales perfectamente justificables dentro del orden burocrático y mercantilista que nos domina, no se convierten en una decisión de radicalización de la revolución misma, sobretodo si hablamos de sectores trabajadores y comunidades pobres, de insurgencia y rebelión antiburocrática. Todo lo contrario, deviene en un deseo de sumisión y fe ciega a la figura del jefe-patrón enfurecido que amenaza con confrontar abiertamente al gobierno «rojo» que ha perdido fortalezas y restablecer el orden tradicional, expulsar los valores y sujetos que lo niegan, garantizando un demagógico progreso en obediencia plena al orden global e institucional reestablecido: la democracia del patronato. La reaparición de esta subjetividad del odio y la obediencia al amo forja el piso del fascismo como práctica reaccionaria asesina que va directamente contra el cuerpo desobediente odiado, creando todas las condiciones políticas y mediáticas para ello, lo que ayuda a su vez a enfermar un segmento importante de la población que calla y hasta siente placer con la aparición de estos fenómenos de odio y sangre, dándole piso a un nuevo ciclo conspirativo ya comenzado.
De todas formas es imposible que esta sola circunstancia pueda tener éxito político si no cuenta con un sólido apoyo interno dentro de factores de estado. Sin duda esta situación ya esta en movimiento y evolución dentro de los laberintos oficiales, plagados en este caso por intereses económicos concentrados en la corrupción, la boliburguesía y la hegemonía burocrática de gentes abiertamente derechistas o simplemente conservadores, herederos directos de la escuela anticomunista sembrada en la IV república: caso emblemático de Corpoelec, las directivas educativas y de salud, sindicatos gansterizados (ej, los de la construcción en Bolívar amparados por el gobernador Rangel), la inmensa parte de la tecnocracia corporativa del estado, otra buena parte de oficiales de la FFAA ni se diga en la Guardia Nacional, la plaga de estos patrones dentro del poder judicial y policial, agentes sin principio alguno ya incrustados dentro de los aparato políticos del chavismo; lugar de honor que ocupa el PSUV, etc.
Cuadro ya conocido y derrotado en el 2002 pero que vuelve a renacer produciendo las condiciones para una conspiración efectiva que puede dependiendo de las circunstancias hacerse más violenta o legal, es la canalización natural del llamado «golpe suave». De todas formas, una u otra salida es muy poco lo que se decide en Venezuela, ya veremos lo que pasa con el Tribunal Supremo y la petición de anulación de las elecciones, donde puede perfectamente manifestarse una sorpresa encausada por este elemento y llamar a nuevas elecciones. Además tenemos encima un modelo económico llamémoslo «Giordani» por su evidente autoría que dentro de los ensueños del esquema burocrático-corporativo de distribución vertical de la renta petrolera al interno de una economía rentista, no ha hecho mas que subsidiar la ganancia del capital financiero e importador parasitario, la fuga mafiosa de capitales, lo que ha puesto al límite del quiebre a la economía nacional y la justicia social ganada. En todo caso, desde el comportamiento ampliado de odio y obediencia, hasta estos aspectos internos directa o indirectamente conspirativos y contrarevolucionarios internos, el conjunto hace que este bloque «escuálido» liderizado por un sifrino histérico y repugnante como Capriles hasta donde lo necesiten esta nuevamente en condiciones de retomar el poder.
La respuesta esta dentro del pueblo en lucha y este se constituye definitivamente fuera del estado.
Dentro de esta situación que la retratan los hechos del día a día, se produce una polémica que ya ha convocado a la formación de varios bloques y frentes de debate y reagrupamiento político a la izquierda del chavismo que empiezan a mostrar en una y otra intervención y documentos la encrucijada crítica en que nos encontramos y donde el proceso en su conjunto finalmente no le queda más que develar verdades que empezó a reconocer el propio Chavez con el «golpe de timón». El error a nuestro parecer que cometen estas iniciativas venidas de la inevitable angustia es que presionan en función de una archinecesaria radicalización del proceso pero no rompen con el discurso «para el gobierno», en función de las medidas a adoptar sin ubicar con nombre y apellido los nudos mas castrantes dentro del proceso (política monetaria, gestión de PDVSA, gestión agrícola, modelo de industrialización dependiente, burocratismo corporativo, etc; tragedia de la autocensura) cosa que es imprescindible poner en números e impugnación directa a los modelos de mando y políticas económicas y de planificación emprendidas. La critica genérica vuelve a prevalecer, el sujeto popular sigue siendo una metáfora discursiva y el capitalismo de estado radicalizado (nacionalización bancaria, comercio exterior bajo monopolio de estado, entre otras medidas pedidas) pareciera ser el paso de manual del cual no salimos, cayendo de nuevo en el sueño de un gobierno que nos saque decreto tras decreto del capitalismo como si este fuera un sistema externo a nosotros y no un modo de producción social absolutamente dominante. Entre estos escenarios y las resistencias populares reales que si denuncian realidades y personeros propios de la opresión (caso ejemplar de la resistencia Yukpa y el legado del cacique Sabino), se forja entonces un vacío de política que nos sigue teniendo amarrados a la democracia burguesa, sus instituciones, leyes y sobretodo sus modelos propios de reforma justiciera que en nuestro caso suenan muy bonito por ejemplo cuando se habla de las misiones sociales, pero al hundirse en la gestión y cooptación burocrática se transforman en un espejismo revolucionario que ha ido despolitizando y apagando la voluntad de lucha del bloque social enorme sobre el cual se sostiene este proceso. Es por allí donde renace el fascismo, inmensas franjas de la población que constatan que ni las bases populares del chavismo responden a sus demandas, prefiriendo entonces el polo odioso, suicida y reaccionario como amparo a sus propias denuncias y reivindicaciones.
Razón por la cual ya a estas alturas es condición para la sobrevivencia del proceso revolucionario el hecho que el «poder popular» deje de manifestarse como un ala más dentro de un esquema que lo restringe a la presencia domada de miles y miles de organizaciones de base que sirven de sostén a un estado viejo, corrupto e inútil, para ir perfilándose como un PODER SUPERIOR a cualquier institución, estructura de mando, ley y cultura política consecuente. Es decir, comience a comportarse como un verdadero poder del pueblo que va ganando espacio, capacidad de gerencia, voluntad de mando, disposición de lucha y movilización, desechando o poniendo a su disposición y decisión todas las estructuras que aún componen el poder constituido. Es un poder colectivo cuya relación equivalente, en principio, con el estado como máquina burguesa de dirección la va derrotando en forma pacífica hasta donde de la cuerda (la paz como principio pero preparada a cualquier guerra inevitable), imponiéndose en una calidad política y constituyente, capacidad productiva, base ética y generadora de verdaderos valores y realizaciones emancipatorias, que se hacen superiores desde todo punto de vista al orden burocrático y corrupto que aún nos domina, ayudando en ese sentido a la generación de nuevas relaciones de producción no capitalistas.
¿Hay pueblo para ello?. Por supuesto que no si lo vemos como creación espontánea y milagrosa fraguada dentro del enorme laberinto de espacios de organización que hoy componen el movimiento popular inspirado en el legado libertario de Chavez, eso serían casi imposible, aunque ojalá este equivocado. La ruptura verdadera necesita en principio de dos cosas: de la iniciativa firme y orgánica de una vanguardia colectiva que haga de esta línea de ruptura continua y progresiva con el poder constituido su política, es decir, su línea de formación, sus iniciativas amplias de organización, su disposición de lucha, su conversión en un sujeto de producción de bienes materiales e inmateriales que empiece a responder a necesidades colectivas y producir su propia economía, su tejido comunicacional y de defensa. Más allá aún que la premisa estratégica pico: «Comuna y territorio» se asuma como espacio y poder superior, se convierta en una línea de trabajo que penetre el movimiento obrero, comunal, campesino, indígena, como fuerte de subversión activa y no un romaticismo bonachón. Y en segundo lugar, aunque esto si suene a petición de milagro, de un polo hegemónico o al menos influyente dentro del gobierno que por compromiso revolucionario y responsabilidad por el lugar que ocupan, entiendan que nadie les regaló ese privilegio para jugar con palabras y el destino de un pueblo, que si no quieren ser los primeros responsables de que esto se hunda en el fascismo y el dominio definitivo de las castas más parásitas de la burguesía, asuman que su política más allá de compromisos globales, con sectores del empresariado nacional o sus equilibrios internos entre fracciones de poder -eso que ahora llaman «dirección político-militar»- es obligación pensarse y hacer desde esta circunstancia de ruptura, de lo contrario o claudican con gestiones «decorosas y populistas» que finiquitan su revolución o ni siquiera eso y nos comió el odio fascista sembrado a todos. Sin embargo, ningún proceso esta condicionado absolutamente a estas necesidades ya que este se da a través de los acontecimientos que el mismo genera y donde lo impensado como lo fueron desde el 27 de febrero hasta el 13 de abril, cortan las continuidades y abren nuevos horizontes y verdades, pero en razón a la política misma la construcción orgánica y la exigencia sin contemplaciones autocensuradoras son en nuestra consideración premisas básicas de este momento. Ya veremos…
3.Definitivamente es la etapa de vencer y convertir en realidad el socialismo nuestramericano y libertario
Lo que se desprende de acuerdo a la experiencia en proceso dentro de esta enorme tensión situacional en que nos encontramos y tomando como premisa la superioridad del poder constituyente del pueblo sobre cualquier orden constituido (político o económico), los dos puntos anteriores nos invitan a situarnos de una vez por todas mucho más allá del mero pensamiento crítico y el devaneo antiburocrático, para ubicarnos positiva y afirmativamente en el campo de otra política, de la fabricación real y precisa, con la «ciencia del pueblo en mano», del orden emancipatorio y autogobernante que es la revolución misma.
El accionar contrarevolucionario y los síntomas fascistas que lo acompañan siempre, hoy en día se sostiene fundamentalmente del el imperio mediático que esconde su horror y lo traslada a las espaldas de cualquier obra política que logre socializar el deseo emancipatorio en cualquier lugar del mundo (suprema inversión cuyo mejor ejemplo es el caso de la lucha del pueblo Palestino). Horror impuesto a un mundo soberano de seres libres e iguales. Pero esto sería imposible mantener si no contiene un sustrato material que le permitiera recoger de allí una materia prima manipulable, es decir, de la vida real de individuos y colectividades los desencantos y rabias que efectivamente existen. A estas alturas el problema que vivimos, estando en principio inmersos en un proceso revolucionario, es que dentro los espacios sociales concretos «la revolución» en una inmensa cantidad de veces se muestra como un claro despotismo burocrático (a Nicolás se lo dijeron muy claramente estos días en Los Teques y nuevamente la agarra contra el denunciante, cayendo para no romper la costumbre de estos años en los miedos y criminalización a la critica directa propios de la debilidad del arrogante), fenómeno que explica en gran parte la crisis surgida. Pero esto tiene una razón de ser más allá de la burocracia. El problema es la relación concreta entre las realidades territoriales (visto el territorio como un todo singular y específico desde lo natural a su realidad social, cultural, productiva) y la construcción revolucionaria como tal. El poder popular y el hecho revolucionario en sí seguirán siendo una ficción en la medida en que dentro de tales territorios no se rafirme un «poder otro» que haga nacer el nuevo mundo y finiquite el viejo ( de allí su superioridad). Ya no es solo «una república» lo que hay que refundar como anunciamos en el 98 (ya no es problema de constituciones, leyes, nuevo gobierno) en este caso hay que refundar los territorios reales que la constituyen, capaces de crear un eco de esperanza y pasión colectiva con la fuerza para superar cualquier desilusión colectiva y la involución reaccionaria consecuente. Necesitamos entonces de una estrategia territorial que de cuenta tierra por tierra del surgimiento de «otra república» popular y autogobernante.
Muchos han querido atrapar este camino con la idea del «estado comunal». Nada mas absurdo -y que nos perdone el comandante Kleber Ramírez, desaparecido creador de la idea y maravilloso revolucionario- que el de un estado que organiza una sociedad comunal o comunista para hablar mas claro. Puede haber un estado que ayude a la transición para no ser totalmente anarquistas y mucho mas marxistas, pero que a su vez se diluye en ella; sueño de Lenin o de Mao. La Comuna o el poder real y territorial del pueblo, no es un poder pequeño y legalizable, base de una pirámide que se comprime en el orden de un estado y de manera vertical como todo estado. Redundando en el principio, es otro poder superior, que no está ni abajo ni aparte, mas bien se despliega sobre el conjunto nacional, se articula de acuerdo a los potenciales políticos, productivos, comunicacionales, tecnológicos, defensivos, que va acumulando, y de allí se convierte en un poder estrictamente insurgente constituido de abajo hacia arriba. La república se reorganiza entonces dentro del espacio de un nuevo poder por que no es un «uno-estado» es un «no-estado» que se ramifica como la hiedra y se condensa en los consejos asamblearios y de coordinación propios de todo poder obrero y popular, en nuestro caso desde un horizonte no solo nacional sino nuestramericano.
En la situación en que nos encontramos, aparentemente crítica y muy peligrosa, ¿hay la posibilidad de avanzar firme y realmente sobre esta ruta?. Diríamos que finalmente el propio contexto crítico y los avances de 14 años nos permiten decir que sí, definitivamente «llegamos al llegadero». En estos momentos hay entonces una tarea que la hemos estructurado de la siguiente forma:
. Determinación de los corredores territoriales (espacios continuos desde el punto de vista geológico, social y cultural, mas cortos en el espacio urbano, mas extensos en el espacio rural) sobre los cuales se determinará una estrategia de organización, unificación del pueblo en lucha y apertura del proceso popular constituyente.
. División de este corredor en los territorios o espacios socio-productivos mas coherentes e iniciación del proceso donde favorezcan las condiciones políticas para ello.
. Reunión de la comunidad militante y popular más amplia posible de manera que la iniciación de la tarea en función de la creación de los poderes del pueblo comience teniendo un conocimiento y una formación sobre el territorio lo más completa desde el punto de vista geológico, poblacional, cultural, estructural, político, comunicacional, militar.
. Debatiendo y teniendo estos conocimientos en mano es posible completar una «carta de lucha» que determine quienes somos y estamos, que queremos, como lo queremos lograr, como lo defenderemos.
. Si las condiciones en el tiempo inmediato están dadas proceder entonces a la constitución de la «Comuna» o forma organizativa fundamental del poder revolucionario dentro del territorio que tenga como meta el cumplimiento de la carta de lucha aprobada y la lucha por ello. La cual no necesita apegarse a ninguna «ley de comuna», de por sí terriblemente complicada, verticalista y delegativa, sino a la legitimidad colectiva de su proceso; art.71 de la constitución, si se prefiere no romper con el orden constitucional y mas bien cualificarlo.
. Dentro de este poder por supuesto deben ir formándose las bases de una legalidad, una justicia, una cultural política de democracia de la calle y directa, una noción orgullosa del quienes somos y que es lo fundamental para lo cual hemos procedido a dar este paso que es lo que esto supone en todos los rangos de la vida colectiva.
. Es condición obviamente para garantizar la sustentabilidad de este proceso que la comuna o como se llame este poder tenga una base productiva importante existente y por desarrollar, de manera de garantizar su autonomía frente al chantaje económico de toda burocracia y la presión potancialmente fascista de las burguesías. Pero de la misma manera, mientras no existan las razones para ninguna ruptura definitiva, es clave el encuentro con todos los aliados institucionales posibles, estableciendo una negociación y formas de ayuda mutua donde ahora sí entramos en equivalencia de poderes, como tantas veces lo pidió el mismo Chávez.
Es igualmente si no fundamental al menos altamente necesario que este proceso cuente con las condiciones macroecómicas y de políticas de gobierno que le permitan explayarse sobre el territorio e ir creando las condiciones socialistas necesarias. Reiteramos lo expuesto muchas veces: la generación de mercados autogestionarios con crédito directo y favorable, el acceso preferencial a la divisa extranjera de manera de multiplicar los lazos con otros pueblos, tecnologías y saberes, la apertura total del sistema educativo formal como respaldo permanente a este proceso constituyente, el traspaso de las misiones sociales a la gestión directa del poder popular, el avance hacia la socialización de la tierra y el respeto total al control obrero. Pero estas y muchas otras medidas específicas tendrán que lucharse con mucha insistencia ya que son muchos años en que el grueso del gobierno perdió esta visión inicial.
En nuestra opinión si este proceso comienzo a activarse lo más pronto, superando definitivamente la confrontación maniquea oposición-gobierno para ir a la esencia del proceso revolucionaria para lo cual «ya hay patria», en no más de dos o tres años el cantar de gallos verá la aurora y podremos al menos atrevernos a decir que esta revolución por la cual nos tocó luchar definitivamente dejó su eco irreversible.