Traducido por Rodrigo de Rezende
Si aún hace poco, la inflación parecía estar fuera de control, ahora ese fantasma ha sido ahuyentado, pese a que la tasa de 2,6 por ciento [en Alemania] para 2008 sea la más alta de los últimos 14 años. Pero, inversamente, ahora la amenaza es la deflación, la caída de los precios debido a una disminución de las ventas. Los miedos a la inflación y la deflación se turnan en periodos cada vez más cortos. La subida o el descenso de los precios es apenas una señal externa. Un movimiento de precios en ambos sentidos también es causado por la habitual oscilación en la relación entre oferta y demanda. Los términos de inflación y deflación se diferencian en dos aspectos. Por un lado, no se trata de una variación de precios desfasada en el tiempo, en un sector determinado u otro, sino de un desarrollo global simultáneo. Por otro lado, la dimensión de las oscilaciones, hacia arriba o hacia abajo, también sobrepasa un mero cambio de la situación del mercado.
De hecho, la inflación y la deflación son solo manifestaciones distintas de una desvalorización del capital total, o de sus diversas fases. Así, desde el inicio de la 3ª revolución industrial [la microelectrónica] la fuerza de trabajo, como parte integrante del capital, se ha desvalorizado por todo el mundo, llevando a una deflación gradual de los sueldos reales. Tal situación solo puede surgir como ventaja para la valorización del capital a partir de un punto de vista empresarial mezquino. Para el conjunto del sistema, sin embargo, la caída de los sueldos es fatal, porque se elimina el poder de compra. La simulación de poder de compra por parte de las burbujas financieras, en paralelo con la deflación de los sueldos reales llevó, por otro lado, a una inflación de activos y títulos de crédito, sin cualquier cobertura real. La consecuencia solo podía ser un choque deflacionario de desvalorización de ese capital monetario ficticio, en el que ya se quemaron miles de millones de dólares y euros. Con el siempre creciente aumento de la productividad, la deflación de los sueldos y rendimientos de la propiedad hacen saltar a la vista un enorme exceso de producción mundial de bienes, del que hace mucho hay indicios. El resultado es el rápido lastre de la desvalorización del capital real, del productivo (paro de máquinas, cierre de fábricas), del capital-mercancía (depreciación y destrucción de productos no-vendibles). Reducción drástica, descuentos arriesgados y créditos gratuitos a clientes como deflación de los precios de las mercancías (por ejemplo, en la industria automovilística) son apenas intentos temporales de retrasar ese tipo de desvalorización.
Ahora que los Estados avanzan directamente hacia la impresión de billetes para absorber el desastre de la deflación, ellos están preparando un nuevo gran brote de inflación, que desvalorizará radicalmente el dinero en general como «medio de vida» capitalista universal. La causa profunda es que la 3ª revolución industrial desvalorizó, en una medida sin precedentes, la «sustancia trabajo» de todas las fases del «valor». Por eso, el capital mundial camina hacia una situación en la que inflación y deflación ya no se turnarán, sino que todas las formas del valor se desvalorizan igual y simultáneamente: fuerza de trabajo, capital industrial, capital mercancía, capital de crédito y dinero como medio englobador. La Humanidad enfrenta la cuestión de saber si desiste voluntariamente de vivir por falta de posibilidades de valorización, o si pone fin al «modo de producción basado en el valor» (Marx).
Original DEFLATION UND INFLATION en www.exit-online.org . Publicado en Neues Deutschland, 02/01/2009