Temer parece estar comprendiendo que el grito Fora Dilma! que se escuchó de manera altisonante en las calles y en la Cámara de los Diputados el día del comienzo del juicio político no implica un Temer Fica [1]! También debe estar dándose cuenta que la volatilidad de las lealtades políticas no son exclusivas de las […]
Temer parece estar comprendiendo que el grito Fora Dilma! que se escuchó de manera altisonante en las calles y en la Cámara de los Diputados el día del comienzo del juicio político no implica un Temer Fica [1]! También debe estar dándose cuenta que la volatilidad de las lealtades políticas no son exclusivas de las alianzas que tejió el PT y que, cual déjà vu, su permanencia en el cargo -por el momento de manera interina- depende de una determinada correlación de fuerzas que, por el momento, no tiene garantizada. A ello deben añadirse dos apectos igualmente importantes: la frágil legitimidad de su poder y el enfriamiento de la populosa -no popular- movilización outdoors que, como ha afirmado recientemente el ex Presidente Cardoso, en su momento sirvió de justificación para el voto masivo pro impeachment en el Legislativo [2].
I
A dos meses del inicio de su gobierno interino, la capacidad política para implementar su «Plan Temer», elaborado mientras era Vicepresidente, se ha visto limitada por la opinión pública y por sus propios aliados políticos y económicos. Su debut como jefe del Ejecutivo designando sólo hombres blancos en el gabinete y eliminando Ministerios de gran simbolismo político, como el de Cultura, el de Desarrollo Agrario y el de Mujeres, Igualdad Racial, y Derechos Humanos se vio empañado por el rechazo social y por la incesante búsqueda de una mujer que aceptara la jefatura de la Secretaría de Cultura. Tras ese cuestionado estreno, debió reestablecer el rango ministerial del área de Cultura. Además, en esas pocas primeras semanas, sufrió un importante desgaste de imagen tras la renuncia de tres de sus Ministros por estar involucrados en esquemas de corrupción. El desgaste no ha mermado tras el impacto negativo de algunas polémicas propuestas que busca llevar a cabo: extender la jornada laboral a 12 horas, privatizar la salud pública, subir la edad mínima para la jubilación, incrementar salarios para funcionarios públicos mientras se achica el gasto social, y el pedido al legislativo para que no dé tratamiento urgente al paquete de medidas anticurrupción enviado por Rousseff. Otras medidas, igualmente contrarias al bien común han sido tomadas, pero aquéllas son las que afectan también a parte de su base política de apoyo como el gobierno que los «salvó de Dilma y los corruptos del PT».
En el ámbito legislativo tampoco le ha ido mucho mejor. Al igual que Dilma, ha sufrido importantes reveses en la votación de proyectos clave, incluyendo en ese grupo a legisladores supuestamente aliados. El pasado 6 de julio, los Diputados rechazaron el pedido del Gobierno de que se considere como «de urgencia» el tratamiento del demandado acuerdo de renegociación de la deuda de los Estados, y tampoco tuvo apoyo mayoritario para que se eligiera a su candidato para la Presidencia de la Cámara de los Diputados, en sustitución de su aliado Eduardo Cunha. El asunto no es menor para el jefe del Gobierno federal porque, al igual que Dilma, tendrá que negociar votos y apoyos para asegurar la gobernabilidad, la unidad de su base aliada, el enfriamento de su latente pedido de impeachment -ya protocolizado- y neutralizar la capacidad de daño de su correligionario Eduardo Cunha, quien ha empezado a ser conocido como el «hombre bomba» por sus no tan veladas amenazas de delaciones masivas en caso de perder fueros e ir preso.
La victoria del candidato apoyado por el PSDB, Rodrigo Maia (DEM), fue, igualmente, un alivio para el Gobierno en tanto era Marcelo Castro (PMDB) el candidato con posibilidades de ganar que hubiera puesto, paradójicamente -ya que son del mismo partido- más trabas a la gestión Temer. Maia, en definitiva, es del gran clan neoconservador al que también pertenece el Presidente, votó a favor del impeachment y ha recibido donaciones para su campaña electoral de una empresa vinculada a Lava Jato, la JBS. El juego que posiblemente marque su periodo -hasta febrero de 2017- será el de negociar la situación del «hombre bomba» y conseguir mayor poder para los políticos tradicionales y opositores al PT de la Cámara en detrimento del llamado centrão [3].
II
Que Temer hoy ocupe la presidencia es un hecho que debe demasiado al abroquelamiento circunstancial de fuerzas políticas poco predecibles con los dos mayores partidos opositores al Gobierno de Dilma (PSDB y PMDB, tras su alejamiento como socio), una prensa aliada ante el mismo propósito, y una importante movilización social antipetista que sirvió de excusa legitimadora del golpe. Si dentro de un mes el Senado refrenda su Presidencia, tendrá que lidiar con fuerzas legislativas con gran capacidad de bloqueo que van a comenzar su etapa centrífuga una vez eliminado -momentáneamente- el fantasma del PT y el comando de Cunha. Su propio impeachment será otro «caballo de batalla» y, al igual que Dilma, tendrá en sus espaldas la permanente sombra de las investigaciones de la operación Lava Jato, que parece haber cobrado vida propia. Su impopularidad y la dudosa legitimidad de su mandato harán lo propio con las medidas «de sacrificio» que ya ha anunciado. Tampoco hay que olvidar que las elecciones locales del próximo octubre servirán de plataforma a un inminente comienzo por la puja de candidturas para 2018, en la que no sólo el PSDB buscará su revancha tras 4 elecciones perdidas, sino que podría encontrarse nuevamente disputando la Presidencia con Lula, quien se encuentra como favorito en las encuestas. Qué hará el PMDB por entonces es, como siempre, una incógnita. Dilma bien lo sabe. Habrá que ver si Temer sabe, tan bien como ella, que gobernar un país en medio de una crisis económica mundial y con un sistema político necrosado, no le garantiza continuidad ni gobierno.
Notas:
[1] Temer se queda
[2] https://www.youtube.com/watch?v=ruzaMAAWPyA
[3] Bloque político informal compuesto por 13 pequeños partidos que representa el 43% de la Cámara. Fue fortalecido por Cunha y constituido como su brazo «bloqueador» de los proyectos presentados por Dilma. También destaca por plantear propuestas leguslativas de interés propio, señaladamente, a favor de los agronegocios, el culto evangelista y la industria de la seguridad.
Fuente: http://www.celag.org/brasil-deja-vu-para-un-gobierno-tremulo-por-camila-vollenweider/
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