Del 1 al 3 de Junio próximos tendrá lugar en la sede central de la ONU en Nueva York la «Conferencia sobre la crisis financiera y económica mundial y sus impactos sobre el desarrollo». Le ha costado mucho al Padre Miguel d’Escoto -actual presidente de la Asamblea General de la ONU- llegar a esta convocatoria […]
Del 1 al 3 de Junio próximos tendrá lugar en la sede central de la ONU en Nueva York la «Conferencia sobre la crisis financiera y económica mundial y sus impactos sobre el desarrollo».
Le ha costado mucho al Padre Miguel d’Escoto -actual presidente de la Asamblea General de la ONU- llegar a esta convocatoria pero, finalmente, lo ha conseguido y se celebrará al más alto nivel, es decir, al de los jefes de estado o de gobierno. Esta vez sí, el G192 -la ONU- y no solo el G20, debatirá y emitirá una resolución sobre la gran crisis que vivimos.
En la página web de la Conferencia puede comprobarse el notable nivel de preparación de la misma, con informes de la OIT, la UNCTAD, (también del FMI y el BM), y con propuestas del Grupo de Expertos -presidido por Stiglitz- nombrado a tal efecto por el propio Padre d’Escoto, o del DESA -el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU.
Analizar estos documentos preparatorios, comparándolos con el Comunicado Final de la última cumbre del G20, constituye un ejercicio altamente ilustrativo de los debates y las opciones más importantes que se dirimen actualmente en el mundo político internacional, y que se confrontarán en esta próxima Conferencia.
El G20 se ha comprometido a una nueva inyección de dinero de «1,10 billones de dólares de apoyo para restaurar el crédito, el crecimiento y el empleo en la economía mundial».
Hacia el final el comunicado afirma: «las acciones y decisiones que hemos acordado hoy proporcionaran un fondo de 0,05 billones de dólares destinado a salvaguardar el desarrollo en los países con pocos recursos». ¡Caramba! Sería cumplir, sin precisarlo aún, uno de los compromisos de Gleneagles del G8, especialmente en relación al Africa Subsahariana. En cambio, con la nueva inyección aprobada, se estiman ya en más de 11,00 billones de dólares los que se han movilizado en y «para» los países ricos a raíz de la actual crisis. Pero además todos los informes citados (incluidos los del FMI y del BM), preparatorios de la nueva Conferencia de la ONU, llevan al DESA a cifrar, en la actual coyuntura, en 1,00 billones de dólares la cantidad necesaria para un plan financiero compensatorio que permita a los países en desarrollo aplicar sus propias políticas contracíclicas (inversiones públicas, expansión fiscal) y no tener que recortar sus gastos públicos.
Digámoslo claro: ¡diferencias abismales!
Por lo que se refiere a los aspectos institucionales las diferencias no son menores. El G20 ha aprovechado para volver a dar un papel predominante a un FMI que, hace poco tiempo, todos daban por muerto (ya «nadie» les pedía ni debía dinero «condicionado neoliberalmente»). Desde la ONU ello nunca se ve con agrado. La gobernanza del FMI (con un derecho de veto práctico de EUA y una totalmente insuficiente representación del mundo en desarrollo en la toma de decisiones) no le da la más mínima legitimidad democrática.
Y, justamente, su papel de ejecutor principal de las políticas neoliberales en el mundo no le dan, además, ningún tipo de legitimidad histórica ni profesional/conceptual. En la ONU se luchará otra vez por fortalecer el ECOSOC, transformándolo en un verdadero Consejo de «Seguridad» Económico con poder efectivo, justamente, sobre unas IBW que deben refundarse profundamente para, entre otras cosas, regular los mercados y no hacerlos, en cambio, los irresponsables dueños del mundo.
El análisis y las propuestas de las políticas a largo plazo también están en discusión. Habiéndose constatado que solo un estado cuya moneda juega el papel de moneda internacional ha podido hacer las barbaridades financieras que ha hecho EUA, entonces, y de la misma manera que ya propuso China antes de la reunión del G20, la creación de una moneda de referencia internacional, independiente de cualquier estado, se pondrá encima de la mesa como primer paso para redefinir realmente las bases de los imprescindibles nuevos sistemas monetario, financiero y comercial mundial.
El DOD (Draft Outcome Document del PGA): ¡Por fin una respuesta a la altura de la crisis!
A pocos días de la «Conferencia de Naciones Unidas sobre la crisis financiera y económica mundial y sus impactos sobre el desarrollo», el Padre Miguel d’Escoto ha enviado a los estados miembros un «borrador de propuesta de documento de resultados, DOD, draft outcome document» para empezar la negociación que culminará en Nueva York durante los días 1 al 3 de junio de la conferencia. Una terminología y unos procedimientos habituales en la organización, con unos plazos de tiempo bastante más cortos de lo normal (exigidos por la gravedad de la situación) y con una notabilísima característica: estamos seguramente ante uno de los documentos más visionarios y más a la altura de la gran importancia de la crisis en la que estamos inmersos, «que se haya podido leer» hasta el momento.
Después de un análisis que es capaz de enmarcar la actual crisis financiera y económica en el contexto de los grandes desafíos civilizatorios actuales y no como una realidad más o menos coyuntural en el tiempo, el documento plantea un plan de acción del que para ilustrar su interés e importancia destacaré, en estas breves líneas, dos de las grandes acciones propuestas.
Con una visión equitativa futura de mundo, y por supuesto no sólo del mundo más rico, se propone un PLAN DE IMPUESTOS GLOBALES sobre unas bases impositivas relacionadas con dos conceptualizaciones: a) la de la gestión de los bienes públicos globales (los océanos, el espacio, el ciberespacio, …), cuyo uso «privado» puede ser perfectamente tasado para el bien de todos, porque en definitiva son propiedad pública de toda la humanidad; b) la internalización de externalidades globales negativas (emisiones de CO2, transacciones financieras meramente especulativas, …), que, precisamente por sus efectos negativos para todos, deben ser gravadas para, en la medida de lo posible, inhibir su incremento y conseguir su decrecimiento hasta niveles «tolerables» para el bien público, utilizando la recaudación obtenida para compensar y/o reparar los daños producidos.
Solo un plan de este tipo puede movilizar el rescate real y permanente en el tiempo de un modelo financiero y económico que ha hecho agua, sistémicamente, por todos los sitios y que, en estos momentos y sin apreciarse mejoras, ya ha casi agotado las reservas públicas (de todos) de los países más ricos del mundo.
Y en segundo lugar destacaré un conjunto de diversas medidas relativas a reformar las organizaciones internacionales – históricamente reclamadas durante años por la sociedad civil organizada internacionalmente -; entre las cuales: a) el empoderamiento real y efectivo del ECOSOC para cumplir su misión de supervisor y coordinador de las agencias de Naciones Unidas y, en especial, de las IBW. Un «lapsus» en este punto -que esperamos pueda subsanarse en la negociación ahora abierta- es la necesidad de revisar, inmediatamente, las relaciones, «mal concebidas» en los años 50, entre la ONU y las IBW, que han permitido a estas últimas actuar al antojo del G8. b) a la reforma profunda del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, de las IBW, se añade también la de los poco conocidos y tan o más importantes en estos momentos de globalización financiera: Banco Internacional de Pagos (una especie de banco central de los bancos centrales de los países más ricos del mundo) y sus diversos y «desconocidos» comités, entre otras cosas, ¡gestores de la mayoría de movimientos financieros especulativos en el mundo!
La base de todas estas últimas reformas debe ser la democracia. Citando textualmente el documento enviado por el Padre d’Escoto: de la misma manera que «sin representación no puede haber tasación» ello debe ser aplicado también a la definición de las reglas del juego financiero y económico global.
– Josep Xercavins i Valls; Professor Universitat Politècnica de Catalunya; ex-coordinador Fòrum Ubuntu.