I «Un buen ciudadano debe siempre pensar con respecto a sí mismo, lo que calcularía con respecto a los demás, poniéndose siempre fuera de la esfera de sus intereses personales y de sus propias inclinaciones», decía nuestro Libertador Simón Bolívar el 22 de septiembre de 1817. He allí la regla de oro, el fundamento principal, […]
«Un buen ciudadano debe siempre pensar con respecto a sí mismo, lo que calcularía con respecto a los demás, poniéndose siempre fuera de la esfera de sus intereses personales y de sus propias inclinaciones», decía nuestro Libertador Simón Bolívar el 22 de septiembre de 1817.
He allí la regla de oro, el fundamento principal, el barro originario de donde deben formarse la mujer nueva y el hombre nuevo que hagan posible la real democracia revolucionaria que soñamos; para que, por igual, exista una Sociedad Republicana, «…la que se compone de hombres ÍNTIMAMENTE unidos por un común sentir de lo que conviene a todos-viendo cada uno en lo que hace por conveniencia propia, una parte de la conveniencia GENERAL», como bien decía Simón Rodríguez, nuestro primer bolivariano, en Sociedades Americanas de 1828, al formular la base de nuestro pensamiento emancipador, raíz de nuestro real y verdadero socialismo.
Es esta la gran batalla que tenemos que seguir dando, y la más difícil de todas, para evitar que «el robo, la traición y la intriga, triunfen del patriotismo y de la rectitud», como solía decir nuestro Bolívar.
Cuando nuestros esfuerzos han rendido frutos excelentes contra el crimen organizado y las mafias de la banca, la corrupción que impera en ciertos juzgados ha pretendido quitarnos la esperanza de seguir mejorando. A Dios gracias pareciera tratarse de un caso aislado: el de una jueza complaciente y corrupta.
Hago un llamado de Exhorto al Poder Judicial, representado por el Tribunal Supremo de Justicia, a mantenerse vigilante y evitar que así se pierdan tantos esfuerzos que desde el Ejecutivo, el Ministerio Público y la Asamblea Nacional hemos venido desplegando para la salvaguarda de los intereses de nuestro Pueblo: los únicos intereses que deben importarnos.
Es una gran verdad innegable la que anda por las calles y en la voz de nuestros compatriotas: ¡Aquí ahora sí hay Gobierno! Pero ello no basta si queremos tener República: el tiempo es propicio para que todos los poderes, liberados del lastre de su división -como consecuencia de una nefasta herencia que debemos superar más temprano que tarde- trabajen coordinadamente como lo exige el constitucionalismo popular que toma forma en Venezuela y en Nuestra América. Debe llegar el día en que la voz del pueblo pueda decir con plena certeza: ¡Ahora sí tenemos Estado!
No hay tiempo revolucionario que, en tanto que tal, no se desenvuelva de acontecimiento en acontecimiento, más allá de las simples sucesiones que caracterizan los momentos evolutivos. Y es ésta una de las razones que nos convencen de que en Venezuela y en toda Nuestra América estamos en Revolución.
Tantos han sido los acontecimientos de esta semana que sería imposible abarcarlos todos en estas breves líneas. Intentaré una apretada síntesis.
Quiero resaltar, en primer término, nuestra asistencia a la Cumbre de Mercosur, en Montevideo, Uruguay.
Una vez más voy a reiterarlo: Venezuela quiere ser miembro pleno de Mercosur. Pero en nuestra actual condición de miembro asociado, seguiremos jugando fuerte por la integración y, aún más, por la unión. «Unidos o dominados», como decía mi general Perón; y decir Perón es decir Bolívar, San Martín y tantos otros y tantas otras. Como reza el viejo dicho popular, la unión hace la fuerza: la unión plena.
El Banco del Sur, Petrosur, Telesur son instrumentos para fortalecer a un nuevo Mercosur: a un Mercosur que responda al cambio de época.
Luego estuvimos en Buenos Aires, el 9 de diciembre, para honrar los compromisos que junto a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, estamos empeñados en cristalizar, superando las dilaciones y los obstáculos creados por ese peligroso enemigo contrarrevolucionario: la burocracia.
No podía ser más propicia la fecha para efectuar nuestra reunión trimestral de trabajo: aniversario de la batalla de Ayacucho; de «la cumbre de la gloria americana», como decía nuestro Libertador.
Vale la pena destacar que 13 grandes barcos cargados de cientos de contenedores vienen por aguas del Atlántico hacia Venezuela, para traernos productos argentinos.
Igualmente, Aerolíneas Argentinas y Conviasa aumentarán su número de vuelos entre Caracas y Buenos Aires, para ampliar nuestro eje turístico y estratégico comercial. En fin, son 63 proyectos, la gran mayoría en ejecución, que reafirman la fuerza histórica de la unidad.
El 10 de diciembre hemos celebrado 150 años de la gesta de Santa Inés. Celebración viva y en batalla por la dignificación de nuestros campesinos y campesinas.
El verbo de César Rengifo se ha hecho carne en este nuevo tiempo histórico: «¡Porque ya Ezequiel Zamora va con el pueblo y hay una tempestad por los caminos!».
El espíritu zamorano está, una vez más, al frente de la batalla por la tierra, por la liberación de las tierras comunes: la guerra a muerte contra el latifundio, ese anacronismo tan feudal como improductivo, debe reimpulsarse permanentemente.
¡Ni una traición más para la causa agraria y para los campesinos y campesinas de Venezuela! Estamos dispuestos a hacer respetar sus derechos: allí está la Fuerza Armada Bolivariana, como un todo, para corroborarlo frente a quien sea y contra quien sea. Igualmente, la sangre de tantos dirigentes campesinos asesinados clama por el cese de la impunidad y por el sí definitivo a la justicia.
«Una sola debe ser la Patria de todos los americanos, ya que en todo hemos tenido una perfecta unidad», le escribe nuestro Padre Libertador a Juan Martín Pueyrredón, supremo director de las Provincias del Río de La Plata en 1818. El imperativo que se desprende de estas palabras sigue siendo nuestra meta suprema, el rumbo de nuestros pueblos, la vía hacia nuestra regeneración como Patria unida y grande.
El 14 de diciembre de 2004 nació, en La Habana, el instrumento unitario y antiimperialista por excelencia con Cuba y Venezuela en la vanguardia. Hoy, cinco años después, la presencia de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América es la cartilla de dirección por la que asumimos el sueño bolivariano: el mandato histórico de nuestros pueblos cuya unidad espiritual trasciende las fronteras.
Hoy quiero insistir en un punto de honor: el golpe contra Honduras fue un golpe contra la Alianza Bolivariana. Pero, igualmente, el carácter irreversible de este proceso unitario y revolucionario se mantiene vivo en la resistencia del pueblo hondureño: en su ejercicio de conciencia y en su dignidad reconquistada.
Nunca como ahora han retumbado con tanta fuerza las palabras de José Martí, apóstol de Nuestra América: «¿A dónde va la América, y quién la junta y guía? Sola, y como un solo pueblo, se levanta. Sola pelea. Vencerá, sola». Nuestra América va hacia su definitiva Independencia. Hoy la Alianza Bolivariana la junta y la guía.
¡¡ Patria socialista o muerte !!
¡Venceremos!