Nuevas voces se han sumado en el escenario internacional augurando el fin de la crisis mundial, sin embargo parece más un intento de llevar tranquilidad y generar optimismo que un análisis realista. Quince días atrás, desde esta misma columna,escribíamos «Para cierta mirada es como si lo peor se hubiera ya superado, como si todo hubiera […]
Nuevas voces se han sumado en el escenario internacional augurando el fin de la crisis mundial, sin embargo parece más un intento de llevar tranquilidad y generar optimismo que un análisis realista.
Quince días atrás, desde esta misma columna,escribíamos «Para cierta mirada es como si lo peor se hubiera ya superado, como si todo hubiera regresado a la normalidad». Es necesario volver sobre esto porque en estas dos semanas, justo cuando se cumplía el primer año de la caída de Lehman Brothers, una dosis adicional de optimismo recorre los continentes.
Por estos días se escucha y se lee «La crisis cumplió un año». Hay que decir que fechar el inicio de la crisis un año atrás es un gambito discursivo que no es gratuito, busca disminuir su impacto temporal en el ciudadano común. Lo hemos explicado en reiteradas oportunidades, la crisis estaba largamente anunciada, fueron numerosos los analistas y estudiosos que la pronosticaban, incluso el FMI alertó en varias ocasiones de que la situación en EEUU era ya insostenible. Claro, no le aplicaron las recetas del ajuste estructural que sí impusieron en América latina y particularmente en nuestro país.
Breve repaso
Un breve recorrido permite precisar mejor los tiempos de la crisis. En junio de 2007 comienza la quiebra de fondos especulativos en EEUU y se anuncian serias dificultades financieras del Brea Sterms, un banco de bancos, tercero en importancia en ese país. En agosto, bancos de EEUU, Europa, Japón, Australia y Canadá comienzan a volcar liquidez en el sistema financiero internacional y ya no pararían hasta alcanzar cifras billonarias. En septiembre hay una corrida contra el Nothern Rock de Inglaterra, luego nacionalizado. En enero de 2008, la administración Bush lanza un plan para intentar frenar la recesión: rebajas impositivas y asignación de 600 dólares por persona afectada por deudas hipotecarias. La FED, en una decisión excepcional, baja las tasas en forma anticipada a la agenda normal. En paralelo, en el mercado mundial comienza la subida especulativa de precios de los commodities. La FED anuncia línea de crédito de salvataje por miles de millones de dólares; recorta la tasa de descuento para ayudar al financiamiento de los bancos y baja nuevamente la tasa. Abril, el Banco de Inglaterra dispuso un histórico salvataje por la deuda de los créditos hipotecarios de los bancos. Septiembre, el gobierno de EEUU lanza el mayor rescate bancario de la historia salvando a Fannie Mae y Freddie Mac, que habían financiado el 70% de las hipotecas.
Es recién el 15 de septiembre que quiebra el banco de inversión Lehman Brothers, el cuarto en el ranking de EEUU, con una antigüedad de 158 años, una quiebra financiera histórica que alcanzó 613.000 millones de dólares. A partir de ese momento la crisis se profundizó y el sistema financiero mundial, pero especialmente el de EEUU, quedó al borde del colapso.
Ningún error
Por estos días suele decirse también que dejar caer a Lehman Brothers fue un error, una falta de cálculo, una equivocación que no puede volver a repetirse. Una vez más ocultan la realidad, las crisis no pueden preverse, obedecen a circunstancias y dinámicas internas del ciclo del capital que los capitalistas no controlan, pero en ellas también influyen las distintas corrientes y teorías del pensamiento económico. Es conocido que durante la administración Bush los economistas neoclásicos eran hegemónicos. Para éstos, el mercado es el mejor asignador de recursos y el medio para resolver los desequilibrios estructurales. Incluso este debate se reprodujo en el G7, entre EEUU por un lado y la UE y Japón por el otro, acerca de si dejar correr la crisis y que el sistema hiciera su propio ajuste al coste que fuera, o bien intervenir decididamente para que la crisis no sobrepasara el ámbito financiero.
Un año atrás los fundamentalistas del mercado trabaron toda intervención del Estado en relación a Lehman Brother con el argumento de que el mercado produciría el ajuste necesario para recomponer el equilibrio. Los resultados son por todos conocidos, la crisis se propagó rápidamente, cayeron fuertemente los precios de las materias primas, hubo un derrumbe generalizado de las bolsas mundiales, comenzó a impactar en la economía real y a provocar desocupación masiva. Así, la crisis lleva ya más de dos años largos.
Optimismo a la carta
«Un año después comienza la recuperación», «Lo peor ya paso», «Seguimos en la crisis pero vemos el final del túnel», éstas y otras aseveraciones por el estilo recorren el mundo. Hay en estas afirmaciones una fuerte impronta impresionista, los síntomas de amesetamiento de la crisis y leves rebrotes son tomados como señales de una recuperación ya iniciada. Se apoyan en que el comercio internacional se habría recuperado en un 2,5% en el último trimestre. Que los PIB alemán y francés dejaron de caer y crecieron un 0,3% en el mismo período, que las plazas financieras y los mercados bursátiles están medianamente estabilizados. Que las economías de EEUU e Inglaterra muestran menores caídas etc. etc.
Dejan de lado que el intercambio internacional caerá este año alrededor del 10%; que el leve crecimiento de la economía alemana es en relación al trimestre inmediatamente anterior que había registrado una muy fuerte baja del PBI, pero que en relación al mismo período del año anterior registra una caída de más del 7%; que la volatilidad de los mercados con menor intensidad sigue presente. Que la desocupación y la pobreza siguen creciendo en el mundo. Que en EEUU se está creando una nueva burbuja con los salvatajes financieros, que han impulsado un proceso de fusiones y adquisiciones bancarias cuyo resultado es una mayor concentración del sector financiero.
Los grandes bancos son ahora mucho más grandes y poderosos que antes. El Bank of América, el JPMorgan y la Welss Fargo han crecido en promedio casi el 80%, si a éstos se les suma el Citigroup concentran, en conjunto, el 50% de las hipotecas otorgadas y más del 60% de la emisión de las tarjetas de crédito. Es comprensible entonces por qué tiene tantas dificultades el presidente Obama para imponer ciertas regulaciones, o las trabas que encuentran en el G20 las potencias centrales europeas que buscan controlar la actividad especulativa del sistema bancario, o peor aún cuando se trata de limitar las indemnizaciones y los bonus de los principales ejecutivos del sector financiero.
Sin embargo…
No parece posible deducir que el amesetamiento actual de la crisis devendrá en una recuperación sostenida. Por un lado hay que tomar la medida real de la recesión actual, que no puede superarse por una recuperación tan débil, pero tampoco se puede pensar que los gobiernos y las empresas saldrán de la crisis sin un ajuste más que necesario según la lógica del capital. Ajuste en términos fiscales para los gobiernos y ajuste en términos de la relación capital-trabajo para las empresas. Por lo que una nueva recaída de la crisis y un estancamiento duradero y costoso pueden estar en el horizonte.
Hasta hace unos años el consumo de EEUU explicaba algo así como el 60% del crecimiento de la economía mundial, y estaba basado en el sobreendeudamiento de las familias estadounidenses, pero ahora éstas se han volcado masivamente al ahorro. Entonces, ¿quién puede reemplazar al consumidor estadounidense?
Eduardo Lucita es integrante del colectivo EDI-Economistas de Izquierda.