Los malos gobernantes son elegidos por los buenos ciudadanos que no votan (George Nathan)
En 1955, el maestro de la ciencia ficción Isaac Asimov publicó un cuento titulado originalmente Franchise («Franquicia» o «Derecho electoral»), traducido al español como Sufragio universal. Este relato futurista aborda el concepto del voto desde una perspectiva crítica, cuestionando el papel de la tecnología en los sistemas democráticos. Ambientada en el año 2008, la historia describe un mundo en el que las elecciones tradicionales han desaparecido. En su lugar, un superordenador llamado Multivac procesa enormes cantidades de datos sobre la población y selecciona a un único ciudadano para responder un cuestionario que determinará el destino político de todos.
El relato de Asimov plantea interrogantes fundamentales: ¿qué ocurre cuando la democracia se reduce a un proceso técnico y deshumanizado? ¿Qué sucede cuando las decisiones colectivas quedan en manos de sistemas automatizados? Aunque la trama se desarrolla en un mundo ficticio, las reflexiones del autor son inquietantemente relevantes en un contexto contemporáneo en el que las plutocracias, la concentración de poder y el dominio de los datos definen en gran medida el panorama político global.
El concepto de democracia plena, tal como lo idealiza Asimov en su ficción, está lejos de ser una realidad en el mundo actual. Desde 2006, The Economist Intelligence Unit (EIU) comenzó a publicar anualmente un Índice de Democracia, que evalúa el estado de la democracia en 167 países. Este indicador clasifica a los países en cuatro tipos de regímenes con base en un puntaje de 0 a 10, considerando cinco categorías clave: proceso electoral y pluralismo, funcionamiento del gobierno, participación política, cultura política y libertades civiles.
De acuerdo con el informe de 2023, el puntaje global promedio cayó de 5.29 en 2022 a 5.23 en 2023, marcando el nivel más bajo desde que se inició el índice. La distribución de los regímenes es alarmante: solo el 7.8% de la población mundial vive en democracias plenas. Por otro lado, el 37.6% se encuentra bajo democracias defectuosas, el 15.2% en regímenes híbridos y el 39.4% bajo regímenes autoritarios. Estos datos revelan que más del 80% de la población mundial no experimenta las condiciones ideales de una democracia plena.
Para que un país se clasifique como democracia plena, debe cumplir con ciertos criterios: elecciones libres y justas, alta participación ciudadana, gobernanza transparente y efectiva, y un respeto significativo por los derechos civiles y las libertades individuales. Sin embargo, estas características parecen ser la excepción más que la regla en el panorama global.
El mayor porcentaje de la población mundial vive en democracias defectuosas. Este tipo de régimen se caracteriza por la existencia de elecciones libres, pero con deficiencias significativas, como corrupción, baja participación ciudadana o desconfianza generalizada en las instituciones. Ejemplos prominentes de esta categoría son Estados Unidos y varios países de Europa del Este.
En Estados Unidos, por ejemplo, el sistema político ha sido objeto de críticas constantes por la influencia del dinero en las campañas electorales, la polarización extrema y la percepción de que los procesos democráticos benefician a las élites económicas más que a la población en general. La eventual reelección de figuras polarizadoras, como Donald Trump, refleja tanto la disconformidad de una parte significativa de la sociedad con el sistema actual como la incapacidad del establishment para responder a sus demandas.
Por su parte, los regímenes híbridos combinan características de democracias defectuosas con elementos autoritarios. En estos sistemas, las elecciones suelen estar plagadas de irregularidades, manipulaciones y falta de competencia real. Además, hay restricciones significativas en la libertad de prensa y los derechos civiles, así como altos niveles de corrupción y debilidad del Estado de derecho.
Finalmente, los regímenes autoritarios, que afectan al 39.4% de la población mundial, presentan un control casi total por parte del gobierno. En estas naciones, las elecciones son un mero simulacro, y la disidencia política es sistemáticamente reprimida. Según el informe, los puntajes más bajos se registran en Oriente Medio y el norte de África, regiones marcadas por conflictos prolongados y un desarrollo democrático limitado.
La situación en Europa también refleja las tensiones entre democracia y poder económico. Tanto Francia como Alemania, pilares de la Unión Europea, enfrentan crisis políticas y fiscales que han debilitado a sus gobiernos por apoyar a Ucrania. En Francia, las medidas de austeridad implementadas por Emmanuel Macron provocaron una aplastante derrota de su bloque político en las elecciones parlamentarias europeas. Para mantener su posición, Macron pactó con sectores de la derecha encabezados por Marine Le Pen, lo que dejó entrever que en el fondo no hay fisuras ideológicas en el liderazgo francés.
En Alemania, el deterioro económico y las disputas sobre el presupuesto llevaron al desmoronamiento de la coalición gobernante. Partidos derechistas como Alternative für Deutschland (AfD) y la recién formada izquierda de Sahra Wagenknecht Alliance (BSW) están ganando terreno, lo que sugiere que el futuro político alemán podría seguir una trayectoria similar a la de Francia.
Mientras tanto, las instituciones europeas, como la OTAN y la UE, parecen ignorar estas señales de descontento social. Incluso en casos electorales, como en Rumanía y Georgia, los intereses estratégicos y de seguridad prevalecen sobre los principios democráticos. En Rumanía, por ejemplo, el Tribunal Constitucional anuló las elecciones presidenciales tras la victoria de un candidato que cuestionaba el apoyo del país a Ucrania, generando sospechas de injerencia política externa. La injerencia era TikTok.
El panorama actual de la democracia global, tal como lo revela el Índice de Democracia, es una mezcla de promesas incumplidas, tensiones internas y el predominio de las élites económicas. Mientras que los ideales democráticos se promocionan como un estándar universal, las realidades políticas muestran profundas desigualdades y contradicciones. Tal vez, como lo anticipó Asimov en Franchise, el verdadero desafío no reside únicamente en la tecnología o los sistemas políticos, sino en nuestra capacidad colectiva para cuestionar las estructuras de poder y defender los principios que hacen posible una democracia genuina.
Fuente: https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2024/12/11/democracia-a-la-carta-y-economia-de-menu-fijo/