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Democracia liberal: Un oxímoron

Fuentes: Rebelión

Un oxímoron es una estructura sintáctica compuesta por dos palabras o expresiones de significado opuesto. Explicado esto, es un hecho, la democracia entendida como su significado en griego «el poder del pueblo», se ha perdido y diluído debido a su trágica asociación con el liberalismo. La construcción de los modelos de Estado basados en la democracia […]

Un oxímoron es una estructura sintáctica compuesta por dos palabras o expresiones de significado opuesto. Explicado esto, es un hecho, la democracia entendida como su significado en griego «el poder del pueblo», se ha perdido y diluído debido a su trágica asociación con el liberalismo.

La construcción de los modelos de Estado basados en la democracia liberal, en la que se consagraron por un lado derechos como el de la propiedad privada y por otro lado el de libre expresión, ha llevado a que el propio concepto en su praxis política entre en contradicciones.

Si tenemos una democracia en que el pueblo decide su futuro somos «libres», se dice siempre, pero a su vez esta democracia se sustenta en un modelo liberal económico en que la sociedad se estratifica, generando clases sociales, en la que unos tienen la capacidad de explotar a otros y por lo tanto de imponer su propia voluntad, el término democracia queda en entredicho y por lo tanto en profundo cuestionamiento.

Y no es sólo eso, el «poder del pueblo» se resume en ejercer la acción política por antonomasia: el voto. En el siglo XIX se crearon los primeros partidos políticos, y se consolidó la democracia representativa para conseguir precisamente eso, el voto, el cual permitió al partido que más votos consiguiera la capacidad de gobernar por el bien de todos. Se crearon los Parlamentos, donde se discutirían las leyes que serían luego aprobadas y puestas en funcionamiento y se aprobaron Constituciones, con tal de tener un marco regulador básico de convivencia. La evolución fue rápida, de partidos sustentados en democracias censatarias (restringidas a personas nobles o con dinero), a partidos de masas sustentados en el sufragio universal.

Y es este uno de los grandes «logros» reconocidos a la humanidad, el sufragio universal fue un derecho más y permitió a todas las personas residentes en un Estado determinado dar su voto.

¿Pero por qué una democracia representativa?

La coligación entre democracia y liberalismo tiene como premisa principal una persona, un voto. El voto es individual, como lo son los derechos. El ser humano individual es el punto de partida para llegar a las decisiones. Estas decisiones serán tomadas por un grupo reducido de personas, las cuales competirán por el voto popular, todo ello encajando perfectamente dentro del ideario liberal, basado en la competitividad. Esta manera de hacer política tiene como consecuencia el alejamiento de las responsabilidades directas de los electores, ya que su única responsabilidad es elegir cada cierto tiempo a sus representantes para que éstos asuman las tareas políticas.

Además los partidos políticos se constituyeron con base en una ideología y unos intereses, los cuales estaban directamente relacionados con la clase social a la que representaban, así, socialdemócratas, comunistas, conservadores, democracia cristiana, liberales… Todos tenían unos intereses y se juntaban en la estructura de partido para defenderlos.

Evolución hasta nuestros días

Todos los que vivimos en occidente hemos sido educados y socializados bajo la estructura de sociedades demócrata liberales. Y todos entendemos la democracia básicamente como un sistema que nos ha dado unos derechos y unas obligaciones y que nuestra manera de cambiar las cosas es votando.

Con el paso de los años el voto se ha ido mercantilizando fruto de su relación con la economía y de la imposición del sistema capitalista como regulador de las relaciones económicas y sociales. Los acontecimientos llevaron a que, dado que el sistema económico imperante era el capitalista, los partidos políticos se fueran desplazando precisamente para defender las teorías del libre mercado. Da igual si se llaman socialdemócratas, liberales, comunistas o demócrata-cristianos, al fin y al cabo el sistema es el de democracia liberal y nadie lo ha contradicho. Hubo revoluciones sociales, como la Comuna de París en 1871, la rusa en 1917, o la española en el 1936, mostrando otra manera de hacer política, pero con el paso del tiempo, todos estos procesos se han ido diluyendo.

Los Estados del Bienestar, auspiciados por las teorías Keynesianas de la economía, y dado el crack del 29, crearon amplias bases de clases medias, consumistas y que motivaron la demanda, dando una sensación de bienestar en la sociedad. Aún y así las sociedades no consiguieron paliar las desigualdades ni la pobreza, variando entre el 10% (Estados Escandinavos) al 20-30 % (Estados Europeos y EEUU). Con el tiempo la sociedades (la gente) se fueron alejando de las decisiones políticas, ya que la motivación política fue sustituida por la motivación consumista en todas sus vertientes, y todos aspirábamos a escalar socialmente imponiéndose el voto como única opción política para decir lo que pensábamos.

Consecuencias

Ya no somos el sujeto de cambio, sino que somos un objeto de reclamo para las empresas, que a través de la publicidad, nos quieren vender un estilo de vida y una opinión. Lo único que hacemos es de vez en cuando votar a unos políticos, que normalmente se han dividido en dos ejes (conservadores y socialdemócratas) pero que acaban defendiendo los mismos intereses, los del capital.

¿Y esto por qué ocurre? Las justificaciones de Keynes que llevaron a la construcción de los Estados del Bienestar no fueron en ningún momento subversivas ni pretendían acabar con el capitalismo, sin embargo anteriormente otros pensadores como Marx y Engels, entrevieron que el problema era el sistema capitalista como tal, ya que era el eje que todo lo vertebraba. Si surgen las crisis es porque son inherentes al sistema capitalista, si hay pobreza es porque es una característica necesaria del sistema, el cual necesita a una clase explotada para sobrevivir, si no hay democracia es porque al dinero no le interesa que la haya.

De hecho, que ahora estemos abandonando las teorías de Keynes e imponiendo las teorías neoliberales, es el ejemplo de que al sistema no le interesan las restricciones y como mejor actúa es siendo liberalizado sin poner límites. El eje que sustenta la democracia liberal es el voto (fácilmente manipulable) y por ende la representatividad, pero también la ideología liberal basada en el capitalismo como sistema de regulación económica. Todos dependemos de ello, y se han creado tales monstruos económicos que los mismos Estados no son los que realmente gobiernan y hacen las políticas, sino que están supeditados a las exigencias de las grandes empresas y bancos.

Los mismos partidos políticos están estrechamente relacionados con los grandes poderes económicos y por lo tanto es ahí donde reside el problema.

El sistema económico es el que reduce la democracia a un voto y nos anula la capacidad de pensar por nosotros mismos convirtiéndonos en objetos alienados, con miedo, con tal de que los intereses de los que ganan en este juego se acaben imponiendo. Con ello se pervierte el significado real de la democracia y como dije al inicio del artículo, hace que se contradigan sus principios. Ya no es el pueblo el que decide, es una masa alienada en el consumo y en unos intereses inventados por el capital, la que decide. Donde además sólo un 50% o 60% de media de la gente vota y donde las decisiones las toman partidos políticos coaligados con los poderes económicos.

No es posible que gente de la clase trabajadora vote a partidos que contradicen sus intereses, no es posible que no tengamos otra manera de participar en la política que no sea el voto, no es posible que muchos de nosotros no tengamos futuro.

El movimiento de los indignados, una esperanza

Y cuando todo parecía perdido, cuando los jóvenes se veían sin futuro, con unos gobernantes que no representaban los intereses del pueblo, en el Estado español, la gente salió a la calle, organizada a través de las redes sociales, reformulando su papel y despertando por fin de un prolongado letargo.

Pero no fue una manifestación puntual, la manifestación del 15 de Mayo y las siguientes acampadas son mucho más, se ha recuperado el espacio público, se ha demostrado que es posible una democracia alternativa y, por ende, que son posibles otras maneras de hacer política, y todo de manera pacífica y consensuada. Se han hecho asambleas, se han propuesto cambios en el sistema actual, cambios que democraticen en todas sus vertientes las decisiones políticas que a todos nos afectan, y lo más importante, hemos vuelto a ser sujetos de cambio.

De golpe, el sistema se ha visto en shock, las elecciones han quedado en entredicho, la legitimidad de los propios partidos políticos que ostentan el poder se ha visto en profundo cuestionamiento y la esperanza y la imaginación han empezado a florecer, no sabemos seguro cuanto durará ni como evolucionará, pero éste es el camino. Indignándonos y cuestionando lo que nos rodea hemos hecho lo imposible, hemos vuelto a la democracia.

* El autor es politólogo. Su blog: www.dialecticasubversiva.blogspot.com

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

rCR