Mucho se ha escrito en estos años sobre los importantes avances democráticos -y participativos- en la Venezuela Bolivariana. Se sabe, por ejemplo, que es uno de los países que más elecciones ha realizado en los últimos tiempos: 18 comicios en tan sólo 14 años. Sin embargo, el proyecto de Hugo Chávez jamás pretendió «encorsetar» la […]
Mucho se ha escrito en estos años sobre los importantes avances democráticos -y participativos- en la Venezuela Bolivariana. Se sabe, por ejemplo, que es uno de los países que más elecciones ha realizado en los últimos tiempos: 18 comicios en tan sólo 14 años. Sin embargo, el proyecto de Hugo Chávez jamás pretendió «encorsetar» la participación popular al momento del voto, sino que pretendió ir más allá con diversas herramientas. Una reciente encuesta de Ibarómetro grafica la satisfacción de los venezolanos en el aspecto «democrático»: a la pregunta de si el país es ahora gobernado para beneficio de todos y todas, Venezuela se ubica entre los primeros 5 lugares – junto a Ecuador, Nicaragua y Bolivia, todos países del ALBA; y Uruguay-.
¿Cuál es la participación que impulsa la MUD?
Considero que una de las diferencias fundamentales del proyecto de la Revolución Bolivariana, y el planteado por la oposición venezolana -encabezada por la MUD y el ex candidato presidencial Henrique Capriles-, tiene que ver con como se concibe la participación de la ciudadanía en la toma de decisiones.
El proyecto político que representa Capriles entiende a la democracia como un modelo de representación, cuya máxima expresión constituye en ir a votar cada dos o cuatro años. Esa «realización» política esconde el ninguneo a experiencias de empoderamiento del pueblo, como los Consejos Comunales y Comunas. «¿Por qué empoderar a miles, si el poder puede estar bien contenido en las manos de unos pocos?», parece ser la idea que se esconde tras este ideario, similar al que el puntofijismo (AD-COPEI) desplegó en Venezuela durante 40 años, desde 1958 hasta 1998.
Las diferencias en este punto son claras. El «gobierno de Calle» que ha impulsado Nicolás Maduro desde abril a esta parte ha provocado un reimpulso de la participación ciudadana, proceso que, por supuesto, hay que seguir trabajando con las organizaciones sociales y políticas venezolanas. Mucho de ello tiene que ver con una de las últimas exigencias de Hugo Chávez en vida: un «golpe de timón» en la Revolución Bolivariana, que profundice la construcción de estas herramientas de poder popular. Hay que ser contundentes acá, para comprender lo que está en juego: creemos que el proyecto político de la MUD no tiene previsto continuar con estas experiencias, sino más bien apuntar a domesticarlas con una democracia «pasiva», donde el voto -en el mejor de los casos- signifique el punto alto de la participación popular.
Los antecedentes de Henrique Capriles
Considero ahora necesario enumerar algunos antecedentes preocupantes del propio ex candidato presidencial Henrique Capriles, que sirven para desmontar su «preocupación democrática» pregonada en foros por diversos países.
En primer lugar, su papel en el asedio a la Embajada de Cuba en Caracas durante el golpe de Estado de abril de 2002. Allí, una movilización amenazaba con dejar sin agua, sin luz, y sin comida, a aquellas personas que se encontraban en el interior. ¿El pretexto? La sospecha de que en el interior de la sede diplomática se encontraban Diosdado Cabello -vicepresidente, en aquel entonces-, y los diputados Cilia Flores y Nicolás Maduro. Si siempre se dice que una imagen vale más que mil palabras, nada más gráfico que ver la foto que muestra a Capriles subido a una escalera, intentando ingresar por un muro a la propia Embajada.
Luego, su lamentable papel durante los sucesos del 15 de abril de este año, donde once venezolanos fueron victimas de la violencia de la derecha en las calles. Es que Capriles decidió no sólo no reconocer el resultado que le había dado un legítimo triunfo al Gran Polo Patriótico, sino que además exigió una movilización «con arrechera» para desconocer al «gobierno ilegítimo», tal como dijo irresponsablemente. El resultado es tristemente conocido: once muertos y cientos de heridos, en una jornada donde se atacaron los Centros de Diagnóstico Integral (CDI), módulos de Barrio Adentro, y también sedes de TeleSur, VTV y medios comunitarios y alternativos.
¿Hay irreversibilidad de los cambios? ¿Cómo influye el 8D a futuro?
Es importante preguntarse si hay irreversibilidad en la creación y el desarrollo de estas diversas instancias de participación protagónica. Se trata de una puja política cotidiana, ya que, como hemos visto, en un hipotético gobierno de la MUD seguramente se visualizaría un desmedro de las mismas -tal como ya sucede en algunas alcaldías y gobernaciones-, con el objetivo de avanzar hacia una democracia representativa clásica, encorsetada en los parámetros ya vividos en el puntofijismo. Sería, en definitiva, un «volver para atrás», a contramano de la idea de novedad que Capriles pretende plasmar al menos desde lo discursivo.
Este análisis amerita la siguiente conclusión: se viven en Venezuela momentos de definiciones, en los cuales la elección del próximo 8 de diciembre constituye un punto no menor. Hay dos proyectos en pugna ese domingo: el que quiere consagrar a esa instancia como la única forma posible de expresión de participación popular, y la que, en complementación con la misma, pretende fomentar el desarrollo de Consejos Comunales y Comunas en consonancia con un «empoderamiento» de la sociedad civil.
Artículo para la Revista «Correo del ALBA» (La Paz, Bolivia). Noviembre de 2013
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