El envejecimiento poblacional y la consiguiente caída en los índices demográficos se vislumbran como problemáticas para este siglo en América y Europa. Cómo enfrentarlas sin caer en prácticas autoritarias contra derechos individuales.
En artículos anteriores mencionamos que gobernar es tanto poblar (Alberdi) como crear trabajo (Perón) y que son conceptos interdependientes. No es posible imaginar una ciudad o región poblada, sin que existan en ella actividades económicas que permitan a sus habitantes desarrollar sus vidas en forma plena.
Otro concepto tratado anteriormente es el que establece que población que no crece, envejece. En 2019, la ONU afirmaba que el crecimiento poblacional sería continuo hasta alcanzar los 11.200 millones de habitantes en el año 2100. Sin embargo, esta visión ya ha sido refutada públicamente por organismos como el Instituto para la medición y evaluación de la salud de la universidad de Washington (Institute for Health Metrics and Evaluation –IHME-), que en 2020 presentó un estudio cuyos resultados indican que la población mundial llegará a un pico de 9.700 millones de personas para 2070 y luego descenderá a 8.800 millones en 2100.
¿Cómo afecta esto a cada país?
No todos los países sufrirán este declive. Conocido es el caso africano, donde la población esperada va de 1.300 millones en la actualidad a 4.200 millones de habitantes en 2100.
Sin embargo, entre los países desarrollados, la situación es distinta y en muchos de ellos preocupante para sus gobiernos.
Rusia proyecta perder el 15% de su población en lo que resta del siglo, pasando de 145 millones a 125 millones de habitantes.
El caso de China es aún más grave, las proyecciones de la ONU indican que el país pasará de 1.400 millones de habitantes en 2020 a 1.000 millones en 2100. Lo que implicaría perder el 30% de su población en lo que queda del siglo XXI.
En países como Japón e Italia, se esperan descensos más abruptos aún, pasando de 126 a 70 millones y de 60 a 40 millones, respectivamente.
Vale aclarar que todas estas cifras corresponden a las proyecciones de la ONU que contemplan un siglo XXI con 11.000 millones de habitantes. Es decir, de cumplirse los cálculos del IHME, las mermas serían considerablemente mayores.
Cerrarse, el error de Rusia y China
La semana pasada Vladimir Putin puso en vigencia una enmienda constitucional aprobada en 2020 que prohíbe el matrimonio entre personas del mismo sexo en Rusia y también las adopciones por parte de personas transgénero.
China dio a conocer este año su “Propuesta de Prevención de la Feminización de Hombres y Adolescentes”, donde argumenta que la “feminización” de los jóvenes chinos “inevitablemente pondría en peligro la supervivencia y el desarrollo de la nación china” a menos que se “gestionara eficazmente”.
Ambos países intentan de esta manera revertir el descenso de la tasa de natalidad. Difícilmente China modifique estos números, máxime teniendo en cuenta que las jornadas laborales allí en muchos sectores se conocen por la cifra 996, representando 12 horas diarias, 6 días a la semana. La vida personal queda prácticamente sometida a la esfera laboral.
Abrirse, la exitosa estrategia de las naciones anglosajonas
Si analizamos las proyecciones del mismo estudio de la ONU para Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, se observa que son los únicos países desarrollados que esperan tener un crecimiento poblacional sostenido a lo largo del siglo XXI.
Estados Unidos
Reino Unido
Australia y Nueva Zelanda
Canadá
Estos países poseen bajas tasas de natalidad, pero altas tasas de inmigración: Australia (27%), Nueva Zelanda (25%), Canadá (20%), Estados Unidos (14%) y Reino Unido (12%), que superan ampliamente a las de Rusia (7%) y China (0,5%).
La lucha por los puestos de trabajo, el “choque de civilizaciones” y su impacto en Argentina
Como hemos visto, la estrategia de las naciones anglosajonas para sortear al menos temporalmente el declive demográfico consiste en fomentar la inmigración, la cual sería impensada si sus economías no fueran pujantes. Es decir, si no generaran trabajo. Es en este sentido que la disputa por los puestos de trabajo termina siendo prácticamente una disputa por la supervivencia de cada nación. Por este motivo, no debe sorprendernos la escalada discursiva entre los dos sectores de esta pelea.
El primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, declaró la semana pasada que “Rusia es la amenaza más aguda en la región y trabajaremos con los aliados de la OTAN para asegurar una respuesta occidental unida, combinando esfuerzos militares, de inteligencia y diplomáticos”, al tiempo que aclaró que incrementarán un 40% el gasto militar en los próximos años para defender las posiciones británicas en el mundo.
Una de ellas son las Islas Malvinas, y es por eso que en febrero del corriente año la marina de los Estados Unidos y la aviación británica realizaron ejercicios militares con flota de propulsión nuclear en estos territorios. Un hecho novedoso que debería preocuparnos y ocuparnos.
Copiar aciertos y evitar errores
La pandemia del COVID-19 postergó el censo 2020, que tal vez pueda realizarse recién en 2022. Eventualmente sus resultados mostrarán que la tendencia de envejecimiento poblacional, si bien prematura, no es ajena a nuestro país. Allí entonces se escucharán voces conservadoras en lo social criticando comportamientos y elecciones de los hombres y mujeres de hoy.
Cuando ese momento llegue, debemos recordar que ninguna minoría social es responsable de esta problemática, y no hay mejor respuesta a la misma que la promoción profunda de puestos de trabajo no sólo para quienes actualmente residen en el país, sino para todas aquellas personas que quieran habitar el suelo argentino.
Leandro Nievas. Ingeniero industrial por la Universidad Nacional del Sur (UNS) y maestrando en Políticas Públicas por la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM & Georgetown University).