El origen de los dioses está en el miedo de los humanos que necesitan, primero, entender el origen de ese temor y, segundo, ahuyentarlo
El origen de los dioses está en el miedo de los humanos que necesitan, primero, entender el origen de ese temor y, segundo, ahuyentarlo. Saber de dónde viene la amenaza es una forma de exorcizarla. Los dioses, pues, serían uno de esos instrumentos. Pueden adquirir connotaciones de fatalismo (dios lo quiere, deus le volt que proclamaría la primera guerra santa, a saber, la primera cruzada) o pueden buscar ayuda para superar el miedo pidiendo socorro o creyendo que se controla a la divinidad.
No sé si es cierta esta teoría que ya tiene como veinte siglos de existencia y, por supuesto, tiene alternativas neurobiológicas más recientes, pero sí me parece que está siendo aplicada ante el pánico que produce la crisis y más en esta tercera fase que es la crisis de la deuda europea, del euro y de la misma idea «europea» (no hay que creerse lo dicho en la reciente conmemoración).
Para que este miedo nos atenace hacen falta algunos ingredientes. El primero consiste en perder cualquier perspectiva histórica: lo importante es lo inmediato, no tiene antecedentes ni es fruto de una secuencia. El segundo, consiste en exacerbar el localismo (sea nacionalismo o europeísmo, aunque este último suele ser retórico): lo que pasa, sólo nos pasa a nosotros, y nosotros somos esa «unidad de destino en lo universal» que es «España, lo único importante». Si tuviésemos en cuenta los antecedentes, las culpas se atribuirían con menor mala fe electoralista. Y si viéramos qué sucede o ha sucedido en otros lugares (no sólo al grito de «no somos Grecia» o «no somos Hungría») nos daríamos cuenta de dónde están los problemas. Por ejemplo, que cuando cae la Bolsa española es que caen otras muchas más.
La historia no se repite, pero los antecedentes, como el corralito argentino, son fuente de enseñanzas o, por lo menos, de preguntas relevantes. Por ejemplo, quién manda cuando manda el Fondo Monetario Internacional, como ha sido el caso. Y la respuesta es sencilla: en Europa ahora mandan los Estados Unidos. En España ya mandaban: Bush en Aznar, Obama en Zapatero. De hombre a hombre.
Pero a lo que iba, a lo del miedo y a la búsqueda de dioses implacables que, desde el Olimpo, «traman la perdición de los mortales para que los siglos venideros tengan algo que contar». Como siempre, las religiones nunca vienen solas.
Por un lado, tenemos a los que creen en los «gnomos de Zurich», unos extraños duendecillos que, desde sus covachuelas, urden sus conspiraciones para acabar con el Estado del Bienestar y lo intentan, aunque todavía no puedan, con todos los elementos del Estado Social de Derecho. Quieren imponer su norma y dejar claro su poder. Siendo, como es, una fantasía más propia de izquierdas, es un avance desde las abstracciones más o menos marxistizantes con las que se había intentado explicar qué diablos (nunca mejor dicho) estaba pasando. Ahora son «gnomos». Y no invento, sino que estoy recordando textos leídos en la blogosfera.
La derecha también tiene sus diosecillos. Se llaman «los mercados», entidades tan abstractas como la «subsunción del trabajo en el capital» en el marxismo. Por lo visto, estas deidades vaporosas vagan por las Bolsas intentando seducir al inversor y llevarle por el sendero que lleva a la perdición, razón por la que hay que hacerles un caso relativo porque, como las meigas, «haberlas, háylas». A diferencia de la izquierda, que no sabe qué hacer con sus gnomos más allá de insultarles y echarles piedras como los musulmanes al diablo cuando hacen la peregrinación a la Meca, la derecha sí sabe qué hacer ante los «mercados» divinizados: sacrificios, a ser posible cruentos, que son los que más aplacan a los dioses.
No está bien visto ser ateo. Ni siquiera agnóstico. Pero me cuesta creer en divinidades tan borrosas. Prefiero pensar que lo que está sucediendo es el resultado de decisiones concretas de personas concretas que no necesariamente perseguían lo obtenido, pero que, una vez se lo han encontrado, han tenido la capacidad y el poder de aprovecharse de la nueva ola. Gestores de fondos de pensiones, brokers, directores de oficina con objetivos, banqueros ambiciosos, madoffs, políticos irresponsables desregulando, ciudadanos que juegan en Bolsa, todos subidos al juego de la «acumulación del beneficio» del que no se pueden apear. Existen, tienen planes, no siempre ganan.
Cada religión tiene sus mandamientos y difieren de los que se deducen de la descripción que acabo de hacer. Lo malo es que no están claros cuáles son los «buenos» mandamientos.
http://www.diarioinformacion.com/secciones/noticia.jsp?pRef=2010061600_8_1019276__Opinion-Deos-fecit-timor