En los Juegos Panamericanos de Río se generó una controversia con cuatro competidores cubanos que pidieron asilo político. El líder de la isla advirtió un «golpe moral bajo» de sus vecinos del norte y abrió un debate sobre el rol social del deporte. En un nuevo capítulo de sus Reflexiones, titulado ¿Brasil sustituto de Estados […]
En los Juegos Panamericanos de Río se generó una controversia con cuatro competidores cubanos que pidieron asilo político. El líder de la isla advirtió un «golpe moral bajo» de sus vecinos del norte y abrió un debate sobre el rol social del deporte.
En un nuevo capítulo de sus Reflexiones, titulado ¿Brasil sustituto de Estados Unidos?, el líder cubano Fidel Castro culpó a los Estados Unidos por la deserción de cuatro deportistas de la delegación de Cuba que se encuentra participando en los XV Juegos Panamericanos de Río de Janeiro. Se trata de dos boxeadores, un jugador de balonmano (handball) y de un técnico de gimnasia artística. La situación, que no sucede por primera vez, recrea la disputa entre el deporte entendido como una disciplina necesaria y complementaria para el pleno desarrollo del hombre o como mercancía de consumo masivo que puede destruir a quienes lo practican.
En primer lugar, Castro dejó entender que los atletas que abandonaron la villa deportiva para pedir asilo político en Brasil fueron sobornados por elementos estadounidenses que buscan debilitar la política de la Isla. «La traición por dinero es una de las armas predilectas de Estados Unidos para destruir la resistencia de Cuba», señaló.
Castro comparó lo ocurrido con los deportistas con el robo de cerebros, al que calificó como «algo repugnante» y deslindó de toda responsabilidad al país organizador de la competencia. «Si no es Brasil su mercado definitivo, poco les importa. Hay países ricos del primer mundo que pagan mucho más, de antemano se conoce su destino final como atletas mercenarios en una sociedad de consumo», escribió.
El jugador de balonmano, Rafael Da Costa Capote, de 19 años, declaró a la TV Globo de esa ciudad que «aquí tendré más oportunidades profesionales que en Cuba», ya vestido con el uniforme de su nuevo club, del área metropolitana de San Pablo.
En contrapartida al atractivo profesional que representa Brasil -tiene una de las ligas más importantes de balonmano-, Castro manifestó que Cuba garantiza otro tipo de incentivos no menos interesantes. «El atleta Da Costa realizaba estudios superiores; sería graduado como licenciado en Educación Física y Deportes, un trabajo digno. Sus ingresos son modestos, pero su preparación profesional es altamente apreciada», explicó el revolucionario de Sierra Maestra.
Asimismo, Castro señaló que en Cuba la importancia de cada deporte no está dada por la cantidad de dinero que genera ni por su rentabilidad como espectáculo, sino que son valorados por su aporte al perfeccionamiento de los individuos. «Sea cual fuere el deporte y su especialidad, lo mismo si atraen mucho público y publicidad comercial, o no atraen ninguno, son útiles para el desarrollo humano», remarcó.
Para Castro resulta muy sugestivo que «los que solicitaron asilo brasileño lo hacen cuando Estados Unidos declaró hace muy poco que no cumplirá las cifras exactas de los acuerdos migratorios que suscribió con nuestro país». Igualmente, advirtió que «de casi doscientos atletas y entrenadores que participaron en la primera semana de las competencias de los Panamericanos, faltaron un jugador de balonmano y un entrenador de gimnasia».
En lo estrictamente deportivo, Castro remarcó que «la delegación cubana recibió un golpe moral bajo en los Juegos Panamericanos, que puso al equipo cubano de balonmano fuera de combate antes de comenzar la lucha por el oro».
En referencia a los dos pugilistas que también buscaron el recurso de protección diplomática por parte de las autoridades brasileñas, Castro comentó que no «se presentaron al pesaje sencillamente porque los noquearon con un golpe directo al mentón, facturado con billetes estadounidenses», y agregó: «No hizo falta conteo alguno de protección».
En el episodio de los boxeadores, Castro también hizo cómplice a una «mafia alemana», que se dedicaría a «comprar y promover boxeadores cubanos en las competencias deportivas internacionales, para lo que usa métodos psicológicos refinados y muchos millones de dólares».
No obstante, Castro recalcó que la «traición» del cuarteto de competidores se vio compensada por la victoria de Mariela González Torres en la prueba de maratón, que consiste en recorrer 40 kilómetros. «Inscribió con letras de oro su hazaña en la historia deportiva de su Patria; el pueblo de Cuba debe rendir tributo al ejemplo heroico de Mariela», advirtió.
La coronación de González Torres le sirvió a Castro para mostrar que los logros deportivos de su nación tienen estrecha relación con las condiciones de vida que se dan en un nivel más estructural, en contraposición a otros países del continente americano.
«Mariela nació en la oriental provincia de Granma, cuyas tasas de mortalidad infantil y materna fueron, en 2006, del 4,5 por cada mil nacidos vivos y de 11 por cada 100 mil partos, respectivamente; mejores que las de Estados Unidos. En su municipio, Río Cauto, con 48 mil habitantes, fue cero en ambas mediciones», detalló.
En Argentina, por ejemplo, las grandes hazañas sólo han sido posibles cuando importantes sponsors aparecieron dispuestos a invertir suculentas cantidades de dinero, como sucedió con el hockey sobre césped femenino, o cuando los deportistas ya tenían varios años de rodaje en canchas europeas, como el básquet masculino.
Otro caso es Brasil, donde los principales ídolos futbolísticos son apenas excepciones de los millones de chicos que viven en las favelas paulistas o cariocas. En el país amazónico, casi 15 millones de personas viven con menos de 1 dólar por día, mientras que -confirmó el diario italiano Corriere dello Sport- el club Real Madrid le ofrecería 104 millones de dólares al Milan por el delantero brasileño Kaká y el mismo club español pagó 50 millones de esa divisa por Robinho al Santos, con sede en las afueras de la ciudad de San Pablo.
Otro tanto ocurre en Estados Unidos, donde los afroamericanos son las estrellas indiscutidas de la NBA (Asociación Nacional de Básquet, según su sigla en inglés) y quienes consiguen la mayoría de las medallas de oro en las Olimpiadas; pero al mismo tiempo, los negros viven en la pobreza tres veces más que los blancos, padecen dos veces más la desocupación y tienen un 50 por ciento menos seguro de salud.
Por último, Castro subrayó que en la isla no se fomentan las aptitudes que los estadounidenses llevan hasta el éxtasis en deportes como el fútbol americano o el hockey sobre hielo. «No cultivamos el chovinismo ni el espíritu de superioridad, nos apoyamos en la ciencia y los conocimientos y sobre esas bases luchamos por crear los valores éticos de una mente sana en un cuerpo sano», concluyó.
A partir de la Revolución Cubana en 1959, en la Isla se pone en vigencia el pensamiento de José Martí sobre el deporte y se elimina su comercialización y profesionalización, y todos lo eventos tomar carácter gratuito. Bajo la máxima «el deporte derecho del pueblo», se crea en 1961 el Instituto Nacional de Deportes Educación Física y Recreación, y un año después la Escuela Superior de Educación Física. «En estos tiempos de ansiedad, de espíritus, urge fortalecer el cuerpo que ha de mantenerlo», decía el héroe nacional que además condenaba «la realización de cualquier actividad atlética teniendo como única recompensa el dinero».
Lo contrario sucede en el país que gobierna George W. Bush. La última final del campeonato nacional de la Liga Nacional de Fútbol Americano (NFL) -el súper tazón- fue visto por mil millones de telespectadores, en 230 países, y cada segundo de publicidad televisiva costaba más de 150 mil dólares.
Pero semejante negocio tiene una sórdida trastienda, según mostró la serie Playmakers -en Latinoamérica pudo verse por la señal de cable FOX-, donde los jugadores son obligados a jugar lesionados, a doparse y a lastimar a los adversarios. En 2004, la NFL demandó a quienes estaban emitiendo Playmarkers.