Los sentimientos de la Corona y el Estado Español para sus antiguas colonias americanas son de amor-odio, con un rencor especial contra Venezuela. Iñaki Anasagasti, político derechista vasco nacido en Cumaná, le contaba a Pablo Iglesias, en el programa ‘La Tuerca’, su llegada a España a los siete años: «Yo, por ejemplo, aprendí que Simón […]
Los sentimientos de la Corona y el Estado Español para sus antiguas colonias americanas son de amor-odio, con un rencor especial contra Venezuela. Iñaki Anasagasti, político derechista vasco nacido en Cumaná, le contaba a Pablo Iglesias, en el programa ‘La Tuerca’, su llegada a España a los siete años: «Yo, por ejemplo, aprendí que Simón Bolívar había libertado a cinco repúblicas en América (…) un libertador… pero resulta que (aquí) era un separatista peligroso que había roto la unidad de la Corona española con sus sediciones en América».
En la gesta libertaria del continente, Venezuela comenzó luchando contra el monopolio, después contra el absolutismo y finalmente por la Independencia, una guerra que no era contra los habitantes de las Españas: había peninsulares con los patriotas y criollos con los realistas, una guerra total que terminó con la expulsión del Imperio español a punta de lanza y filo de machete, y en la que Venezuela perdió la mitad de sus hombres, y todo lo demás, diría Bolívar, a cambio de su libertad.
En 1832 la generosa nueva república autoriza la importación de frutos, efectos y manufacturas españolas, siempre que se haga en buques neutrales, y se permite el ingreso de súbditos españoles que deseen establecerse o negociar en el país; esto incluso antes de firmar un Tratado de Amistad, Comercio y Navegación con Francia en 1834, año en que, por cierto, Caracas destina partidas para sufragar gastos de la inmigración canaria. Pero los representantes de la Corona siempre se alinearon con la oligarquía local y conspiraron contra los gobiernos progresistas. A mediados del Siglo 19, bajo el gobierno de los Monagas y en ocasión de la abolición de la esclavitud, el Ministro Plenipotenciario de España en Venezuela, aterrorizado por lo que llamaba «mulatocracia» y «oclocracia» (poder de las muchedumbres), llegó a conspirar con la oligarquía para entregar a Inglaterra toda la margen derecha del Orinoco (Guayana y Amazonas) a cambio de que su Graciosa Majestad Británica viniera a imponer orden en el país y poner al populacho en su sitio.
La guerra con Estados Unidos le arrebató a España, sus últimas colonias importantes, Cuba, Puerto Rico y Filipinas, e inició un período idílico con lo mejor de Venezuela, para debilitar la influencia de Estados Unidos y porque el tirano Gómez favorecía a los yanquis y alemanes, que le compraban el petróleo y el café. .
Tan poca animosidad existía y existe en Venezuela contra España, que en las décadas de 1940 y 1950, miles de españoles que huían del fascismo y el hambre fueron bienvenidos en Venezuela, una nueva tierra donde rehacer su vida. Ya vamos por la tercera o cuarta generación de descendientes de aquellos castellanos, canarios, catalanes, andaluces, extremeños, vascos, perfectamente mezclados en el crisol criollo, fundadores miles de pequeñas industrias y comercios.
Todo cambió cuando, a partir de 1980, Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera, de acuerdo con Felipe González, le abrieron las puertas al neoliberalismo para que los grandes capitales españoles compraran, para destruirlas o absorberlas, nuestras grandes empresas estratégicas. España fue el gran caballo de Troya de la Unión Europea, que pisoteó las finanzas y economías de muchos países y arrojó a la miseria a millones de seres humanos.
En Venezuela apenas habían comenzado su labor destructora cuando llegó Chávez y mandó a parar… La Corona y el Estado español no le perdonaron ni le perdonarán jamás a Venezuela su revolución bolivariana y «sus sediciones en América». En Venezuela operan hoy unas 130 empresas españolas importantes, en áreas de producción o servicios, desde grandes corporaciones de metalurgia y comunicaciones hasta franquicias. Comparten las vicisitudes de las empresas venezolanas, y como en el mundo globalizado nadie aspira a la autarquía, son necesarias y bienvenidas. Nadie les pide, sería ilegal, ser partidarias de la revolución: se les exige, porque es ley, no conspirar contra el Estado. Y así han funcionado, mal que bien, durante 15 años de relativo equilibrio, salvo cuando el Estado español lanza su espada en la balanza.
Hoy, como durante el golpe de Carmona en 2002, el gobierno del PP, con sus leyes represivas, más de mil imputados por corrupción, a meses de abandonar el poder luego de sufrir en Andalucía su peor derrota electoral en 25 años, se lanza contra Venezuela. ¿Por qué? Porque Rajoy tiene, como tenía Aznar, compromisos estratégico con Estados Unidos y sus paniaguados del Atlántico Norte. El capitalismo español quiere participar, o no quedar fuera, del reparto del planeta que adelanta el «Nuevo Siglo Americano», ya sea por el mercado, que llaman «libre» cuando es cautivo, por materias primas regaladas o para «la reconstrucción», siempre importante donde pasado la OTAN. Este compromiso con Washington no es reciente: España sólo pudo seguir siendo franquista porque entregó su soberanía (léase bases militares) a la OTAN. «Bajeza Obliga», así fue como el Sahara Español fue a caer en la olla de Marruecos, España ayuda a los nazis de Ucrania y se embarca en el proyecto de destruir Venezuela. En ese juego Rajoy utiliza a las empresas españolas como fichas, y las pone entre la espada y la pared.
Rajoy y la banca mundial (con gran peso en los grupos mediáticos españoles) lanzaron una campaña contra Maduro, acusándolo de perseguir a las empresas españolas. Como respuesta, Maduro pide a estas empresas que desmientan (ser empresario no impide ser un bien nacido) exclusivamente en lo que a ellos concierne. Así lo hicieron Telefónica, Zara, Repsol, BBVA, Mapfre, Meliá, Iberia y Air Europa y otras, pero entonces salta el ministro español de Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria, y declara que es «absolutamente intolerable» que Venezuela pida a las empresas españolas que intercedan para que cese «lo que el Gobierno de Nicolás Maduro considera una campaña de algunos medios españoles contra su país». Este Soria es, según sus enemigos, el mayor pillo en la historia de Canarias, lo que explicaría que sea jefe del PP en el archipiélago y tenga una notable posición en el gobierno: ni él, ni nadie en el PP o en el Estado español tiene autoridad moral para hablar de corrupción o derechos humanos, y muchísimo menos el asesino Felipe González, socio de negocios de Carlos Andrés Pérez y del entorno de Pablo Escobar.
Palabras ciertas: cuando escribo esto, cae en mis manos el editorial del diario El Nazional «España mira a Venezuela» del martes 24 de Marzo de 2015, donde se pregunta «¿Qué ha pasado para que el PP se atreva a mirar con detenimiento nuestros problemas y a tomar partido frente a ellos?» y se responde «Las noticias que circulan sobre violación de derechos humanos en nuestra latitud, unidos a los escándalos de corrupción…»
Dijo bien: «las noticias que circulan»… y uno se pregunta si esas noticias que «circulan» o son puestas a circular, pueden ser la base de la política estratégica de un gobierno respecto a otro. La respuesta es sí, cuando es ese mismo gobierno quien las ha puesto a circular… Dice bien el humor criollo: «Si una mentira no ha sido dicha por El Nazional, entonces no es verdad» y el editorial continúa «los escándalos de corrupción que involucran a funcionarios o exfuncionarios del chavismo»: semi-confesión porque si en un banco europeo aparecen un millar de cuentas secretas de opositores venezolanos y una de un ex policía del gobierno chavista de hace 10 años, eso es, según El Nazional, suficiente para que el PP cuyos tesoreros y más de mil de sus dirigentes importantes están imputados por corruptos, proponga al congreso una declaración contra el gobierno venezolano. El Nazional insiste: «Las páginas de la prensa española vienen llenas de detalles sobre las corruptelas venezolanas; la continua violación de derechos humanos» etc. Esto es cierto, al punto que los españoles están hartos y en punto de saturación porque tienen Venezuela hasta en la sopa, lo que -viniendo del PP- es sospechosísimo y los lleva a comprender que no sólo se trata de atacar a ‘Podemos’, especialmente ahora que la derrota del PP en Andalucía vaticina su salida del gobierno dentro de ocho meses, en las elecciones generales, sino de algo más. Buen ejemplo de cómo una campaña mediática obtiene el efecto contrario al deseado.
Se trata de la campaña general de EEUU-OTAN contra América Latina en general y contra Venezuela en particular. O dicho, según el diario felón: «estamos ante el comienzo de una alarma internacional que puede crecer en breve, y que obligará al gobierno venezolano, probablemente, a revisar su conducta…» Es decir, a doblegarse ante el Imperio: más lacayo imposible. Y el editorial, como el alacrán, tiene el veneno en la cola: la política de Estados Unidos, la política de la Casa Blanca «no está sola ahora, cuenta con compañeros que miran desde su perspectiva la crisis que aquí vivimos»
Conclusión: no es el gobierno bolivariano sino el de Rajoy el que envenena la situación y compromete gravemente a las empresas españolas en Venezuela en caso de conflicto, porque su verdadera empresa, como socio de la OTAN, es derrocar al gobierno de Venezuela. Compatriotas de ambos lados del Atlántico, a buen entendedor, salud!
Fuente: http://www.telesurtv.net/bloggers/Derrocar-a-Maduro-es-una-empresa-espanola-20150325-0002.html