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Derrotar las maquinaciones de EEUU contra Cuba, o llamado para que Brasil vote contra en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU

Fuentes:

Traducido para Rebelión por Hugo Scotte

Desde el 14 de marzo está en curso una batalla política de dimensiones mundiales que deja al descubierto el carácter asimétrico de las relaciones internacionales y en la que se dividen dos concepciones políticas distintas. El escenario es la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas, cuya 61ª sesión transcurre desde aquella fecha y se termina el próximo 22 de abril. El 14 de abril tendrá lugar un combate decisivo de los países democráticos y soberanos para derrotar otra maniobra del imperialismo norteamericano contra Cuba.

Como ocurre sistemáticamente desde 1988, entre muchos documentos en discusión, está siendo examinada una propuesta de resolución condenando a Cuba por supuestas violaciones de los derechos humanos. La única novedad es que, procediendo de forma diferente con relación a las sesiones anteriores, el gobierno imperialista de Estados Unidos no encontró un país lacayo que dispuesto a presentar la propuesta de resolución. Se trataba de un artificio para demostrar la «preocupación de la comunidad internacional» con el tema de los derechos humanos en Cuba y para dar a entender que no se trataba de una cuestión de naturaleza política e ideológica ligada a los intereses norteamericanos. Esta vez, el proyecto de resolución fue presentado por los propios Estados Unidos. Ya es una derrota política y moral, reveladora de la existencia de un nuevo ambiente político en el mundo, que se refleja en los propios foros multilaterales y específicamente en la Comisión de Derechos Humanos. Crece el número de países que reaccionan ante esa práctica autoritaria y discriminatoria, con finalidades políticas, de tratar el tema de los derechos humanos de forma selectiva y dirigida. Las fuerzas progresistas del mundo deben movilizar la conciencia democrática para que esos reflejos se extiendan y lleguen hasta el voto de los gobiernos representados en la Comisión.

La propuesta estadunidense está vaciada de argumentos. Apenas alude a los textos presentados sucesivamente desde 1988. El objetivo es estigmatizar a Cuba como un país en el que no son tomados en consideración los principios de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Noticias provenientes de Ginebra nos dicen que los Estados Unidos están ejerciendo fuerte presión sobre los otros 52 países de la Comisión de Derechos Humanos para aprobar la resolución anticubana. Casi cincuenta personas, según el reportaje de Orlando Leon, enviado especial de la agencia Prensa Latina, componen la delegación estadunidense. Son presiones abiertas y entre bastidores. No faltan amenazas, chantajes y el intento de comprar conciencias. Midiendo el pulso de la situación, conciente de las dificultades políticas para regimentar fuerzas a favor de la resolución anticubana, los representantes de Washington han dicho que «reconocen que algunos países quedan en situación incómoda» cuando se trata de votar una resolución sobre países específicos. Siendo así, «si un país quiere mantenerse neutral sobre determinada resolución, debemos alentarlo a abstenerse en vez de votar en contra».

No hay ni nuna señal de sinceridad cuando los EEUU se dicen preocupados con los derechos humanos. Ni hay ningún interés en cooperar sobre el tema en el ámbito de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. La delegación cubana presentó nueve proyectos de resoluciones ligados a la defensa de los derechos humanos. EEUU y sus aliados no se dan por aludidos e ignoran el gesto del gobierno cubano. Se ignora también que en 1988 Cuba invitó y recibió la visita de una Misión Especial de la Comisión de Derechos Humanos integrada por su presidente y por representantes de todas las regiones geográficas. En 1989 la Comisión agradeció al gobierno y al pueblo de Cuba la colaboración dada a la misión, lo que también es omitido en el texto anticubano presentado por Washington en la actual sesión.

En verdad, el objetivo del imperialismo norteamericano es estrictamente político y tiene finalidades agresivas. Los Estados Unidos presentan tales propuestas de resoluciones en la Comisión de Derechos Humanos con el perverso objetivo de crear un pretexto para «justificar» la continuidad del bloqueo económico, comercial y financiero que imponen a Cuba, además de una infinidad de actos hostiles como los que han practicado a lo largo de cuatro décadas y media.

Estados Unidos nutren con relación Cuba propósitos anexionistas y colonialistas. Nunca escondieron que no aceptan la vigencia de un régimen independiente, soberano, democrático-popular, socialista y revolucionario a pocas millas de su territorio y en una región que consideran su área exclusiva de influencia. Aplastar a la revolución cubana es una obsesión norteamericana. Pero aún ahora, cuando se encuentra en el poder en Estados Unidos un grupo ultraconservador y agresivo que pretende dominar y ocupar el mundo manu militari. La vigencia, consolidación y profundización de la revolución socialista objetivamente antagónica con tales propósitos y postura. La decisión de golpear a Cuba, de alterar el régimen por todos los medios posibles, incluso militares, está expresada en un informe, aprobado por Bush el 6 de mayo de 2004, de la llamada «Comisión para la Asistencia a una Cuba Libre», en el cual están prefiguradas medidas políticas, administrativas y económicas para después del «cambio de régimen» en Cuba.

Por esta razón afirmamos que está en curso una lucha de concepciones en la Sesión de Ginebra, en la cual la comunidad internacional, los países democráticos, las naciones que luchan por su soberanía y por un orden internacional justa, democrática y multilateral no se pueden equivocar. Votar a favor o abstenerse significa objetivamente, incluso contra la voluntad del gobierno que proferió tal voto, colaborar con los desígnios imperialistas del gobierno Bush sobre el tema, ayudar a perpetuar el actual estado de cosas en que los mayores practicantes de crímenes de lesa humanidad si conceden el derecho de denunciar como criminales a aquéllos que pelean por el elemental derecho – reconocido en la Carta de las Naciones Unidas – a la autodeterminación, lo que supone decidir soberanamente sobre la forma de organización política e institucional.

La autoridad política y moral de las Naciones Unidas viene siendo sistemáticamente corroída y perjudicada porque su trayectoria reciente oscila entre la demostración de impotencia ante las violaciones sistemáticas del derecho internacional por parte de Estados Unidos y la instrumentalización, equivalente a sumisión, por las maquinaciones de esa superpotencia. Las Naciones Unidas no pueden permitir más esta falta de repeto a su autoridad y honorabilidad, pues de esto se trata si la Comisión de Derechos Humanos condena a Cuba, al mismo tiempo en que ignora los terribles actos practicados por el gobierno de Bush en las prisiones infierno de Abu Graib y Guantánamo.

La lucha política en curso en la Comisión de Derechos Humanos reunida en Ginebra también tiene que ver con nosotros, como nación soberana que vive un momento singular de desarrollo de la democracia y de ejercicio de una política externa independiente, resultantes de la instalación en 2003 del gobierno progresista del presidente Lula. Ya por dos veces, en 2003 y 2004, invocando razones no convincentes, nuestra diplomacia decidió por la posición cómoda e inercial de la abstención. Si ya no se justificaba antes, ahora menos todavía, cuando es creciente el número de países sudamericanos que se alejan de la tutela de Washington en éste y en otros asuntos. No tenemos dudas en afirmar que el gobierno del presidente Lula ha sido solidario con Cuba, además de ser un protagonista activo en la lucha por la integración soberana de América Latina. No tenemos dudas también en decir que el voto contra la resolución anticubana es la única posición coherente con los principios de política externa de un país que pretende afirmarse como nación progresista en el mundo actual. Las relaciones bilaterales de Brasil con Estados Unidos son complejas, marcadas por muchas interdependencias en los planos comercial, económico, financiero y cultural que pueden absorber sin cualquier estremecimiento la toma de posiciones claramente distintas en los temas que Brasil jusgue necesarios. Las relaciones políticas con el movimiento progresista interna y externamente son de naturaleza diversa. Para fortalecerse, carecen del constante y generoso alimento de los ademanes políticos de solidaridad y de señales de que en la lucha entre la barbarie del señor de la guerra y las fuerzas de la democracia, del progreso y de la paz, el nuevo Brasil de Lula tiene lado. En nombre de esa opción, las fuerzas progresistas tienen la legítima expectativa de que Brasil vote contra la resolución anticubana propuesta por Estados Unidos.

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* Periodista, vicepresidente del Partido Comunista de Brasil, responsable por las relaciones internacionales. Director del Cebrapaz – Centro Brasileño de Solidaridad a los Pueblos y Lucha por la Paz.