Contrastes: luego del pronunciamiento masivo a favor del socialismo en las elecciones del 3 de diciembre, el presidente Hugo Chávez lanzó una ofensiva múltiple para avanzar tras sus promesas de campaña. Los incipientes órganos en los que se expresa la voluntad popular impulsan con entusiasmo el conjunto de medidas resumidas en los «cinco motores» y […]
Contrastes: luego del pronunciamiento masivo a favor del socialismo en las elecciones del 3 de diciembre, el presidente Hugo Chávez lanzó una ofensiva múltiple para avanzar tras sus promesas de campaña. Los incipientes órganos en los que se expresa la voluntad popular impulsan con entusiasmo el conjunto de medidas resumidas en los «cinco motores» y en la edificación de un Partido Socialista Unido. Pero estos primeros pasos de la nueva fase de la revolución trazan una línea sutil de diferenciación entre los partidarios de la Revolución Bolivariana. Mientras los opositores se ahogan en reyertas sin destino, en las filas de la revolución se observa -a menudo como sentimientos encontrados de una misma persona- confianza y desasosiego, euforia y perplejidad, hiperactividad y parálisis, fervorosa adhesión o tímido distanciamiento. Son los prolegómenos del gran debate que vendrá.
Estados de ánimo contrapuestos predominan en Venezuela por estos días. ¿Qué rumbo debe afirmar la Revolución Bolivariana? ¿Es socialista la transformación en curso? ¿Debe serlo? ¿Qué significa realmente la expresión «socialismo del siglo XXI»?
En el estadio previo a una gran confrontación de ideas y de fuerzas sociales, estas preguntas producen el efecto de un ciclón sideral. Y ocurren en medio del estrépito de instituciones que se derrumban. Incógnitas y choques de opiniones serpentean exclusivamente en las filas de la revolución. La victoria del 3 de diciembre dejó, como contrapartida, la fugaz apariencia de consolidación de una oposición unida. Pero el espejismo se esfumó y el escenario político quedó exclusivamente en manos de organizaciones y dirigencias integrantes o aliadas del gobierno. La oposición no participa ni intelectual ni políticamente en los aprestos previos a la gran batalla que modelará la nueva sociedad. Se limita a lanzar quejas y dicterios, más patéticos y menos audibles a medida que transcurren los días, a la vez que reincide en prácticas conspirativas para desestabilizar al gobierno.
El gran debate, sin embargo, aún no se expresa con nitidez ni responde al vertiginoso desarrollo de los acontecimientos. La objetiva autoridad del Presidente, la contundente adhesión de las mayorías, la sorda lucha de intereses subyacentes y otras razones de corte específico, se combinan en estos primeros tramos para inhibir la expresión franca de respuestas dispares, el debate teórico y político, que invariablemente acompañan una revolución.
Además, Chávez no da tregua. Los «cinco motores» (ver recuadros) están a toda marcha y ponen en movimiento el vehículo con el cual el conjunto social dará forma y sentido a la revolución: un partido político que, si tradujera con exactitud la realidad de las mayorías, más que socialista se denominaría unido por el socialismo.
Como toda manifestación de lo desconocido, la irrupción de la revolución estimula a unos y amedrenta a no pocos; ilumina allí donde reinaba la oscuridad, pero también confunde cabezas lúcidas; desata el coraje y estruja corazones valientes. Y comienza a perfilar las controversias sobre el futuro. En el amplísimo arco ideológico, político y humano que aunó el original proceso denominado Revolución Bolivariana reside ahora la esperanzada alegría de esos raros momentos en que un pueblo entrevé el horizonte y se lanza a su búsqueda. Y también la perplejidad, la confusión. Alimentada por la ola que desde las profundidades de la sociedad inunda el país, inseparable del vigor encarnado en los humildes, campea la vacilación ante el vértigo de los acontecimientos.
Es la Revolución. La misma iniciada en 1999, que ya no es la misma. Porque la transformación política inicial con la nueva Constitución, el vuelco económico con un conjunto de medidas presididas por la recuperación de Pdvsa, alcanza ahora en toda su plenitud la dimensión social, aúna y potencia los dos aspectos anteriores y enfila frontalmente contra el bastión mayor de las clases dominantes: el Estado burgués.
Por eso los actores se redefinen. Ser revolucionario hoy no implica lo mismo que en los últimos ocho años. Es el derrumbe de las instituciones de la sociedad capitalista lo que aturde, enfervoriza o atemoriza; empuja irresistiblemente hacia delante, o frena en un mar de dudas.
Una llana alegoría resume de manera singular la coyuntura histórica que vive Venezuela. En los primeros días de 2006 se resquebrajó el viaducto 1 de la autopista que une Caracas con el Puerto de La Guaira y el aeropuerto de Maiquetía. Un inmenso puente, vital para el tránsito entre la Capital y la costa, cayó vencido por el tiempo y por fallas estructurales -habían sido detectadas en los años 90- también simbólicas de un sistema insostenible. Era el período preelectoral. El desastre produjo dificultades sin nombre, que la oposición intentó capitalizar. El gobierno construyó una vía de emergencia, precaria, que resolvió a medias el problema. Y encaró la construcción del nuevo puente.
Primero hubo que demoler y quitar de allí los restos del cadáver de acero y cemento. Luego comenzó la construcción del nuevo puente. Una a una se levantaron columnas gigantescas desde la abismal hondonada. Y con febril actividad fue desplegándose la cinta de concreto que debía unir otra vez las dos cimas por sobre el precipicio. Por supuesto la ocasión fue propicia para aprovechados que encarecieron todo, dejó espacio para torpezas varias siempre a expensas del ciudadano común y fue motivo de generalizado malhumor y críticas airadas. Un año después, sólo falta una de las siete columnas. Y ante la mirada sorprendida de quienes transitan por la estrecha y sinuosa trocha -construida con rara eficacia y celeridad por el Ministerio de Infraestructura- por sobre aquellas torres de más de 100 metros se tiende la faja en la cual, en tres o cuatro meses más, volverá a fluir el intensísimo tránsito entre Vargas y Caracas.
Menos fácil será remover los escombros del viejo Estado a punto de colapso y edificar el nuevo. Una dificultad estriba en la incertidumbre o el temor de quienes, comprometidos hasta ahora con el proceso de cambios timoneados por Chávez, vacilan ante la decisión de dar el salto sobre el abismo. Así como hasta el minuto previo al descubrimiento de las fallas irreparables centenares de miles de automovilistas cruzaban a toda velocidad por el viaducto sin conciencia de que estaba a punto de colapsar, en las filas de la revolución no todos asumen que el sistema socioeconómico y político aún vigente no se sostiene más y urge reemplazarlo. Es más: aun a sabiendas de la inviabilidad del capitalismo contemporáneo, no necesariamente hay una respuesta unívoca para asumir cuándo, cómo y con quién se comienza a levantar las columnas del nuevo sistema.
Forma y contenido
A la cascada de medidas adoptadas desde que Hugo Chávez coronó su victoria electoral en el balcón de Miraflores con la consigna «Viva la Revolución Socialista», ya reseñada en las ediciones anteriores de América XXI, se sumaron en el último mes la nacionalización de empresas clave y la puesta en marcha de los cinco motores de la Revolución, más la aceleración en la edificación de un partido que unifique y capacite para la gran batalla a las fuerzas comprometidas con la Revolución.
No podría sorprender que a la par de millones de hombres y mujeres anónimos que abrazan las tareas de la nueva etapa con desmesurada energía, este conjunto inseparable de medidas estratégicas despierte controversias. Lleva un siglo el debate sobre el carácter de la revolución cuando ésta detona en países de capitalismo desigualmente desarrollado: ¿Están las fases de la transformación amuralladas por etapas históricas rígidamente delimitadas? ¿O constituyen un continuo, cuya velocidad y definición estarán determinadas por un conjunto de factores de orden nacional e internacional en constante mudanza?
La disyuntiva de avanzar hacia el socialismo o afirmar una etapa de desarrollo capitalista y liberación nacional se entrelaza con otra: ¿Qué es este socialismo apellidado siglo XXI?
Pese a la densidad de estos temas polémicos, las críticas discurren por otros caminos. Por ejemplo: ¿Por qué Chávez presentó de manera tan perentoria la cuestión de Partido Socialista Unido? ¿Por qué arremete con tanta rudeza contra altos funcionarios, ajenos y propios? ¿Por qué pide la habilitación para dictar leyes de excepción durante 18 meses, si tiene un Parlamento de unánime adhesión? ¿Adónde lleva esto de trasladar el poder a los consejos comunales en detrimento de las autoridades constituidas?
Mientras algunas voces se limitan a criticar cuestiones de forma o a demandar más tiempo, cabe al Partido Comunista de Venezuela (PCV) el mérito de haber presentado de manera metódica, formal y pública su resuelto respaldo a algunas de aquellas cuestiones vitales, así como sus puntos de vista contrarios a otras, no menos decisivas. En el documento destinado al debate interno preparatorio del XIII Congreso del 3 y 4 de marzo, convocado especialmente para responder al llamado a la disolución de los partidos para edificar la fuerza unitaria, dice el PCV bajo el título Una caracterización necesaria de la Revolución: «Transitamos un proceso revolucionario de liberación nacional que debe culminar con éxito las tareas de recuperación plena de la soberanía e independencia nacional, avanzar en la conquista de la justicia e igualdad social; profundización de la democracia popular revolucionaria, de contenido participativo y protagónico, de transformación y liquidación del viejo Estado oligárquico». Y agrega más adelante: «Esta fase del proceso revolucionario demanda (…) una multifacética alianza de clases y capas sociales, que va desde la burguesía no monopólica (la que no mantiene vínculos de subordinación al gran capital transnacional imperialista), la pequeña burguesía, las capas medias, la clase obrera y demás sectores de trabajadores/ trabajadoras, el campesinado y otras capas sociales explotadas (…) en torno a un programa mínimo de transformaciones democráticas y populares».
La noción de «programa mínimo», la distinción tajante entre «proceso revolucionario de liberación nacional» y «revolución socialista», trae el eco de antiguos debates. Por eso produjo escozor un episodio aparentemente trivial durante la juramentación de los nuevos ministros, el 8 de enero. En esa oportunidad, al presentar a su ministro de Trabajo, Rivero González, Chávez contó que antes de aceptar el cargo éste le había dicho: «Presidente, yo quiero decirle algo antes de que se lo vayan a decir por otra parte: yo soy trotskista». Ante la multitud en el teatro Teresa Carreño, Chávez repitió su respuesta al ministro: «¿Bueno y cuál es el problema? Yo también soy trotskista. Yo soy muy de la línea de Trotsky: la revolución permanente».
Nadie tomará la frase al pie de la letra. El Presidente tiene esa manera particular -y efectiva- de buscar sobreponerse a dicotomías a menudo desvirtuadas e impulsar constantemente una recomposición unificadora de fuerzas comprometidas con la lucha revolucionaria. De hecho, un instante antes Chávez había anunciado la designación de un dirigente del PCV, David Velásquez, como ministro del Poder Popular para la Participación y el Desarrollo Social.
No obstante, por anacrónico que parezca, aquel debate iniciado por el propio Carlos Marx sobre la permanencia de la revolución reaparece hoy en Venezuela e involucra de hecho a toda América Latina: aparte de ser o no deseable ¿Es posible una transformación real sin adoptar desde el comienzo mismo de la revolución medidas anticapitalistas? ¿Es posible una alianza duradera con el gran capital no monopolista?
Nombres y apellidos
El otro gran tema en cuestión es la definición misma de socialismo. ¿Qué determina a una persona: su nombre o su apellido? ¿su individualidad o su estirpe? ¿Es posible una persona plena sin individualidad? ¿Es pensable una individualidad sin estirpe, un ser sin historia? En la Edad Media se discutía si el alma residía o no en la Silla Turca. La fórmula empleada por Chávez tiene la virtud, ya constatable, de haber replanteado para miles de millones de personas en todo el mundo la necesidad y viabilidad del socialismo. No hay exageración en la cifra; y éste es un factor mayor al evaluar la validez de la consigna. Como contrapartida, se mantiene ambigua en torno a cuestiones sustanciales y da lugar a confusiones y deliberadas tergiversaciones.
En buena parte de la sociedad venezolana, a la par de quienes identifican como socialistas las nacionalizaciones, las medidas de redención social (atención sanitaria, alfabetización, subsidios, etc.), o los ataques al imperialismo, están quienes no hallan nexo alguno entre estos pasos y la perspectiva anticapitalista.
El alcalde de Caracas, Freddy Bernal, tomó el toro por los cuernos: puso en movimiento un peculiar «Congreso comunal de Caracas hacia el socialismo del siglo XXI». Una multitud colmó el remozado Teatro Municipal el 10 de febrero, donde comenzó un periplo que hasta el 19 de abril recorrerá palmo a palmo la ciudad, dividida a este fin en 14 grupos de Parroquias, que analizarán y debatirán cuatro temas: caracterización económica, política y social de Venezuela y su inserción en la mundialización; el socialismo del siglo XXI; Partido Unido; Poder popular y reforma constitucional. Cada tema será dividido en dos partes, las cuales insumirán cuatro horas cada una. La sesión comenzará con una ponencia de 30 minutos, habrá 30 minutos para preguntas y respuestas, 90 minutos de debate, una relatoría y la presentación de conclusiones. Al cabo de dos meses y medio en esta labor Bernal aspira a reunir un mínimo de 200 mil personas no sólo para recoger las conclusiones decantadas, sino, como lo dijo en su discurso en el Teatro Municipal, «Para implosionar la alcaldía y dar paso a las comunas de Caracas, en un nuevo esquema de gobierno donde el poder esté en manos del pueblo».
Paralelamente se conocen iniciativas destinadas a realizar el mismo debate pero con un carácter diferente, reuniendo a un número limitado de cuadros nacionales e internacionales identificados con el socialismo, para ganar espacio en el terreno de la teoría y aproximar la noción «socialismo del siglo XXI» a un programa de acción que, si bien parte de la Revolución Bolivariana, involucra a toda América Latina y va más allá, dada la crítica situación mundial. Al cabo de estos procesos de intensa polémica difícilmente alguien podrá definir el socialismo del siglo XXI como «una profundización de la democracia», o como «la aplicación de la Constitución de 1999»; o confundirlo con un conjunto de empresas nacionalizadas.
Aceleración
Los acontecimientos, sin embargo, no están a la espera de tales iniciativas. Una energía invisible dimana de la simbiosis entre Chávez y las mayorías desposeídas del país y hace marchar el mecanismo a velocidad endemoniada. Las decisiones de no renovar la licencia al golpista canal televisivo Rctv, más la compra hostil de las acciones de empresas de electricidad y telecomunicaciones, todo acompañado por la afirmación de que los partidos de la revolución deben disolverse para dar paso a un instrumento único de organización, educación y conducción política, más la inesperada transferencia efectiva del poder a los Consejos Comunales, llamados a conformarse con urgencia, activaron focos de franca oposición y zonas de comprensibles -y en no pocos casos justificables- vacilaciones.
Un fenómeno simple disparó la inflación de precios: aparte la gravitación mercantil de un crecimiento anual del 10,3% en el PIB, un brote de histeria por la obtención de dólares para fugarlos del país llevó la divisa en el mercado paralelo a más de 4.000 bolívares. Por efecto simpático -y por la intención de adquirir esos dólares a costo desmesurado- buena parte del sistema de precios se adecuó a tales niveles, elevando más allá de lo admisible el costo de mercancías de uso masivo, en particular alimentos. Además, para sortear los precios máximos, se optó por acaparar mercancías y dar lugar al desabastecimiento.
Pocos esperaban la fulminante respuesta del Gobierno: implacable actividad para descubrir y decomisar mercancías acaparadas, fijación de nuevos precios máximos, reactivación del aparato del Mercal (Mercado de Alimentos, una red paracomercial montada por el Gobierno para contrarrestar el chantaje de grandes grupos económicos con el abastecimiento alimentario) y, como medida adicional de múltiples implicancias, la eliminación del IVA para los alimentos, reducción en 5 puntos para otros bienes y decisión de abolir ese impuesto a corto plazo, reemplazándolo por gravámenes a la renta y el patrimonio. En su programa Aló Presidente, ahora reestructurado «para afrontar la batalla de ideas», Chávez repitió una y otra vez que no le temblaría la mano para expropiar empresas de producción, industrialización, transporte o comercialización involucradas en maniobras de desabastecimiento. Y con su nueva facultad legislativa, dictó leyes al respecto.
En otras palabras: una profundización de la revolución, que acaso contribuya a explicar la necesidad de la controvertida Ley Habilitante.
Consejos Comunales y Partido
Mientras esto se desenvolvía fronteras adentro, la creciente gravitación de la Revolución Bolivariana en América Latina, por mero impacto de medidas que en todas las latitudes son interpretadas y reivindicadas por las mayorías, provocó no sólo desde la Casa Blanca la multiplicación de denuncias, amenazas y presiones contra Hugo Chávez. Basta imaginar el impacto regional de esta típica medida de transición sistémica, la abolición del IVA, para interpretar la inquietud reinante en más de una cancillería.
Queda así configurado un cuadro de múltiples conflictos simultáneos, internos e internacionales. Una primera advertencia, más de propios que de extraños, es que no se deben abrir tantos frentes de combate a la vez. Sin embargo, la estrategia no es la materia en la que Chávez se muestra menos capacitado. Antes bien, ocurre que una revolución, incluso si traza milimétricamente sus pasos, en un momento dado no puede eludir la conjunción de sus enemigos, que no están sólo en Washington, ni en cenáculos de escuálidas oligarquías distantes del devenir cotidiano de la economía social. Como muestra, hay pruebas de que funcionarios de diferentes rangos, amenazados por la perspectiva de perder sus lugares a favor de los órganos de poder popular, fueron cómplices de maniobras de desabastecimiento.
Por eso el impulso a los Consejos Comunales, la intransigente decisión de edificar un partido que unifique todas las voluntades revolucionarias y la necesidad de contar con las leyes y disposiciones constitucionales que permitan encauzar la inmensa tarea de remover los escombros de un sistema y levantar las columnas de otro nuevo, no expresan un desvío de carácter en el líder de la revolución, sino requerimientos inapelables para la continuidad del proceso en marcha.
En continuidad potenciada de una tarea que emprendió como diputado (ver América XXI Nº 16), el hoy ministro David Velásquez se esfuerza por producir una transformación cualitativa que convierta a los Consejos Comunales en órganos de poder efectivo, en cada punto y en todas las áreas del país. Pero esa tarea es inseparable de la existencia de un órgano político, el partido unido de las masas y las organizaciones comprometidas con la revolución; tanto como lo es la existencia de leyes que viabilicen en el preciso momento en que las condiciones lo reclaman, el accionar contra los enemigos de la revolución.
Va de suyo que también se puede optar por la violencia; por vías no institucionales para avanzar la revolución. No es capacidad de combate -militar y civil- lo que le falta a la Revolución Bolivariana. Y siempre resta la alternativa de ceder y rendirse. El dato sobresaliente, original, clave de esta dirección política presidida por Chávez, es que se esfuerza por no recurrir a lo primero y parece por demás distante de inclinarse hacia lo segundo.
La suerte, entonces, está echada. A tono con el vértigo de la revolución, en las próximas horas, días y semanas, quedará a la vista cómo se instala cada partido, cada organización social, cada intelectual o cuadro militante no organizado, frente a este desafío sin parangón sobre el cual reposa buena parte del futuro de América Latina y el mundo.
Apéndice
Ley Habilitante: Vía directa al Socialismo
En diferentes intervenciones públicas el presidente Hugo Chávez explicó el contenido de los «cinco motores». Se reproducen a continuación extractos de esas intervenciones.
Esta ley consiste en que la Asamblea Nacional autoriza al Presidente de la república para que en Consejo de Ministros, y con los procedimientos señalados en la constitución, emita decretos-leyes (Posteriormente la Asamblea Nacional aprobó la Ley).
La Asamblea luego deberá revisar aquellos decretos y leyes. En caso de que sean leyes orgánicas deberán ir al Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), a la Sala Constitucional.
La Ley Habilitante fue solicitada y aprobada por un año y medio en los distintos ámbitos: político, económico, social, seguridad y defensa. Así también en el ámbito de lo que son los procedimientos administrativos de la administración pública.
Se designó un gabinete especial para la Ley Habilitante. El vicepresidente Jorge Rodríguez lo va a presidir. Esta reforma se hará de manera acelerada para así poder absorber el tiempo constituyente.
Hay una lista de leyes. Primero leyes viejas que hay que reformar; segundo, leyes nuevas que hay que reformar; tercero leyes que hay que sustituir por otras; cuarto, leyes que hay que inventar en el marco de la Constitución para desarrollar aún más los mandatos constitucionales.
Por ejemplo el Código de Comercio venezolano. Símbolo del capitalismo, fue elaborado hace más de 100 años: en 1894. A ese Código le hicieron varias reformas en el mismo marco, y la última fue hecha en 1955, cuando gobernaba a Venezuela el general Marcos Pérez Jiménez. ¿Qué socialismo vamos a hacer con un Código de Comercio de esa calaña?
Otro ejemplo son todos esos sectores de un área tan importante y estratégica como lo es la energía eléctrica. Todo aquello que fue privatizado, nacionalícese. Recuperemos la propiedad social sobre los medios estratégicos de producción. La Compañía Anónima Nacional Teléfonos de Venezuela (Cantv): nacionalícese.
La Nación debe recuperar la prioridad de los medios estratégicos de soberanía, de seguridad y de defensa.
En la Faja del Orinoco, todavía pervive un aspecto, que tiene mucha importancia, de lo que fue la apertura petrolera: elimínese. Me refiero a que empresas internacionales tienen el control y el dominio de todos estos procesos de mejoramiento de los crudos pesados de la Faja del Orinoco. No, eso debe pasar a propiedad de la Nación venezolana.
La Ley Habilitante debe ser el arranque de este año. Si las leyes del 2001 impactaron el esquema económico y social del país estas nuevas leyes deben impactar con una potencia mucho mayor a la actual situación económica del país.
Segundo Motor
Reforma Constitucional: Estado de derecho socialista
Vamos rumbo a la República Socialista de Venezuela y para eso se requiere una profunda reforma de la Constitución Nacional. La Constitución actual nos presenta un primer piso para la construcción del socialismo, pero para avanzar, en mayor amplitud y dimensión, se requiere de un conjunto de reformas.
Esta Constitución nació en medio de la tormenta, pero a pesar de los esfuerzos quedaron infiltrados muchos gazapos del viejo régimen, así como otros elementos que no quedaron bien delineados. Convoquemos al Poder Constituyente y aceleremos esto en función del clamor de ese pueblo que votó por un proyecto.
El artículo 342 de la Constitución prevé tres formas para poder introducir cambios a la Constitución, primero la enmienda constitucional que es sobre todo para algo puntual. El segundo la reforma y el tercero, la Asamblea Constituyente.
La reforma es el mecanismo adecuado; y no la constituyente. El artículo 342 dice que «la reforma constitucional tiene por objeto una revisión parcial de esta constitución…», esa es una de las diferencias que me tienen convencido de que la reforma es la vía: cuando se plantea una constituyente es para hacer otra constitución y no es que lo necesitamos.
La constitución establece los límites de la reforma, permite la sustitución de una o varias de sus normas (no pone límites) que no modifiquen los principios fundamentales. Los primeros nueve artículos de la constitución son los principios fundamentales.
Cuando Bolívar presentó el proyecto de Constitución de Bolivia, dijo: «He pensado que la Constitución de Bolivia debiera reformarse por períodos. Según lo exige el movimiento del mundo moral…».
Esto es normal, sobre todo cuando hay un movimiento moral, político y social tan acelerado. Estamos viviendo tiempos constituyentes, revolucionarios. Por eso habrá que revisar la Constitución, reformarla.
Por ejemplo, el artículo 302, donde el estado se reserva la actividad petrolera, pero no así la gasífera. Ahí lo que debe estar es «la actividad de hidrocarburos líquidos, sólidos y gaseosos». Aquí, las concesiones petroleras, por 50 años, se llevaron y nos sacaron el petróleo. Por esta Revolución se planteó un primer paso esencial: la liberación nacional. Compañeros, con el corazón lo digo: ¡Venezuela esta liberada!, no somos colonia de nadie. Ése es un paso esencial para tomar decisiones fundamentales como las que estamos tomando.
Otro ejemplo es el artículo 303 que dice que el Estado por razones de soberanía económica, política y de estrategia nacional, (…) conservará la totalidad de las acciones de Petróleos de Venezuela o del ente creado para el gran manejo de la industria petrolera, pero… viene aquí el pero: «exceptuando la de las filiales, asociaciones estratégicas, empresas y cualquier otra que se haya constituido o que se constituya como consecuencia del desarrollo de negocios de Petróleos de Venezuela», ¡La privatización! Esto hay que modificarlo: ¡Aquí no se privatiza más nada! Pero todo eso hay que cerrarlo aquí en la Constitución, así como otros artículos, por ejemplo, en lo económico, en lo político.
Tercer motor
Moral y Luces: Educación con valores socialistas
La educación no tiene que ver sólo con el estudio de una la materia determinada o con sacar el sexto grado, no, es mucho más que eso. Se trata de los valores, la cultura, la solidaridad. Una revolución ética, por eso tomo la tremenda frase de Bolívar allá en Angostura: «Moral y Luces son los polos de una república».
Vamos a lanzar, durante todo el año 2007 la jornada nacional moral y luces.
Educación en todos los espacios: educación moral, económica, política y social. Educación, mucho más allá de la escuela: en las fábricas, en los talleres, en los campos, en los núcleos endógenos, una sacudida moral. Invito a que lo asumamos todos con todo rigor, no sólo desde el Gobierno, todos debemos asumir esta gran Jornada Nacional Moral y Luces.
El Che insistía en el trabajo y el estudio, y decía lo siguiente: «Defender el país construyéndolo con nuestro trabajo y preparando los nuevos cuadros técnicos para acelerar mucho más su desarrollo en los años venideros». El estudio a todos los niveles es, también hoy, una tarea de la juventud, el estudio mezclado con el trabajo.
El Che también llamaba a debatir, a plantearse todo lo que no se entienda, discutir y pedir aclaración de lo que no está claro, declararle la guerra a todos los tipos de formalismo. Hay que estar abiertos a nuevas experiencias, para conformar la gran experiencia de la humanidad, que lleva muchos años avanzando por la senda del socialismo, y pensar todos y cada uno en cómo ir cambiando la realidad, en cómo ir mejorándola.
Siempre hay que buscar tiempo para escribir y mucho para leer, reflexionar y estudiar. Un luchador, un revolucionario, tiene que estudiar todos los días de su vida, todas las noches de su vida, tiene que estudiar la teoría y la praxis, navegar en las aguas de la dialéctica.
Superación para vencer; luchar por ser el primero entre los primeros, por estar en el grupo de vanguardia. Ser el ejemplo donde se puedan mirar los hombres y mujeres de edad más avanzada que han perdido cierto entusiasmo juvenil, y que frente al ejemplo, siempre reaccionan bien. Tener espíritu de entrega.
Primeros en el trabajo, en el estudio, e insisto, no se trata solamente del estudio del aula de clase, del bachillerato, de la universidad o de la misión. Se trata del estudio de todos los días, permanente, de la búsqueda del conocimiento en el campo, en el cerro, en la calle, en el libro. Se trata de la discusión, del debate de las ideas de manera permanente. Dice el Che que hay que plantearse tareas reales y concretas. Las tareas de trabajo cotidiano no pueden admitir el más mínimo desmayo.
Entonces educación popular en todos los momentos, en todos los espacios. Educación, educación, educación, hemos hecho muchos avances pero aún nos falta mucho por profundizar en la educación, la cultura, la ciencia, la tecnología, la conciencia, la ideología, los valores, los nuevos valores. Hay que demoler los viejos valores del individualismo, del capitalismo del egoísmo, hay que crear nuevos valores y eso sólo se logra a través de la educación, del ejemplo, este es el tercer gran motor.
Cuarto Motor
La Nueva Geometría del Poder El reordenamiento socialista de la geopolítica de la nación
El cuarto motor del proyecto socialista revolucionario tiene que ver con la nueva geometría del poder. La geometría mide, sobre todo, tres elementos: la distancia, la extensión y el volumen o el contenido. Debemos hacer análisis sobre el territorio, ¿cómo está distribuido el poder político, social, económico, militar y cómo debería estar? Este es un tema en el que pido total atención.
Es necesario buscar una nueva manera de distribuir el poder político, social, económico y militar sobre el espacio. Revisemos la división política territorial del país, innovemos, busquemos unas fórmulas que se adecuen mucho más a nuestra realidad y aspiraciones. Es decir ¿debe Venezuela, necesariamente, estar dividida política y territorialmente como lo está? ¿no hay otro modo? Claro que hay otros modos de organización territorial.
Yo diría que a nivel de estados la situación no es grave; ahora donde sí es grave es a nivel municipal. ¿Venezuela necesita estar dividida en tantos municipios como hoy tenemos? Burocracia, ésa es la Cuarta República viva: burocracia, ineficiencia. Está intacto el modelo ¡cambiémoslo! Los invito a todos, sin temores.
Hay alcaldías o municipios que tienen una extensión de territorio gigantesca, hay otros que tiene poco territorio y están superpoblados, sin capacidad de maniobra ni decisiones y casi todo el presupuesto se va en la burocracia; cada quién quiere tener asesores, chofer y camioneta (de las buenas) y palacio además. Está viva la Cuarta República a esos niveles: vamos a demolerla.
Hay que comenzar por los pequeño detalles, por demostrar los privilegios, las malas costumbres del Estado liberal burgués. El alma de la Revolución precisamente está allí, en demoler las viejas costumbres. Si no lo hacemos habríamos perdido el tiempo. Por más cambios políticos y económicos que nosotros hagamos, si no somos capaces de demoler las viejas costumbres, las odiosas diferencias de clase, los obscenos privilegios y generar una nueva cultura de la igualdad, de la solidaridad, de la hermandad, habríamos perdido el tiempo, pero nosotros ¡No vamos a perder el tiempo! ¡Nosotros lo lograremos!
Para esto se requiere que el poder popular ocupe todos los espacios: la Contraloría popular. Y se requiere de nosotros, los representantes del pueblo, mayor dedicación al trabajo, dedicación plena y absoluta.
Esto nos va a llevar a revisar leyes orgánicas de los Consejos Municipales, eso está intacto. Y yo diría más: está peor que antes. Consejos Municipales que no tienen ningún poder, que son las mismas viejas estructuras, el mismo viejo Estado cuartorepublicano. Las regiones del país ¿cómo lograr una relación simétrica o una aplicación simétrica del poder político, del poder económico, del poder social, del poder militar a lo largo y ancho de todo el territorio? Ahí tenemos muchas deudas, regiones que están muy apartadas, muy olvidadas, disminuidas, atrasadas; tenemos que trabajar en esto porque hay que levantar al país completo; porque es un solo cuerpo nacional.
Quinto Motor
Explosión del Poder Comunal: ¡Democracia protagónica, revolucionaria y socialista! El poder popular es alma, nervio, hueso, carne y esencia de la democracia bolivariana, de la democracia revolucionaria, de la democracia verdadera. Este motor del Proyecto Socialista Bolivariano es el que tiene mayor fuerza. Pero esta explosión creadora del Poder Comunal va a depender para su desarrollo y éxito del éxito de los otros cuatros motores. Va a depender de las leyes habilitantes, de la reforma de la Constitución, de la Jornada Nacional Moral y Luces, de la nueva geometría del poder y de otros factores. Es por ello que es urgente que asumamos la tarea. Se me ha ocurrido crear un sistema de ciudades federales, es posible que en algunos lugares sea una ciudad que ya exista. La Constitución dice que se podrá crear un territorio federal y ahí están las condiciones, creo que hay que revisarlas y darles otro enfoque, no se trata de convertir estados en territorios federales por capricho, sino de marchar hacia el modelo socialista. Sobre ese territorio federal concentraríamos todo el esfuerzo político, económico y social. Para ir transitando el camino hacia ciudad comunal donde no hagan falta juntas parroquiales, alcaldías, ni consejos municipales, sino Poder Comunal. Habría que sembrarlo en la primer Constitución: una nueva geometría del poder en toda la línea, en toda la extensión y en todo el volumen. Los Consejos Comunales deben trascender lo local. No debemos ponerle límites a los Consejos Comunales, ellos son herramientas del Poder Popular Constituyente. Hay que impulsarlos, fortalecerlos. Los Consejos Comunales deben trascender a una especie de federación de Consejos Comunales -todo eso hay que regularlo en la Ley- luego deben confederarse para abarcar un espacio mucho mayor, a fin de que puedan hacer diagnósticos profundos de su área comunal y, en base al diagnóstico, hacer un plan, un presupuesto participativo, para que puedan desarrollar obras de mayor envergadura para elevar su calidad vida en lo económico, en lo social, en lo político. Consejos Comunales y a nivel nacional una confederación de Consejos Comunales. Progresivamente, nosotros, el poder constituido, debemos ir transfiriéndole poder político, social, económico y administrativo al Poder Comunal para que así marchemos rumbo al Estado social y salgamos de las viejas estructuras del Estado capitalista burgués que lo que hace es frenar los impulsos revolucionarios. Vamos hacia la explosión del poder comunal. Ahora, eso tiene unos tiempos, los aceleraremos, pero recordaremos que todo tiene un tiempo. Este pensamiento bolivariano es muy revolucionario, decía Bolívar: «Paciencia y más paciencia, trabajo y más trabajo, constancia y más constancia, para tener Patria». Que nadie se impaciente. Hay que trabajar duro. Lo lograremos con paciencia, pero con esa paciencia transformadora, con paciencia de sabios, del que sabe que vamos por el camino correcto.