Jorge Arreaza, el Canciller de Venezuela, analiza la realidad de su país sin esquivar las discusiones
El canciller de la República Bolivariana de Venezuela antes ocupó varios cargos de responsabilidad central en su país, incluido el de Vicepresidente ejecutivo. Es experto en relaciones internacionales, un frente caliente para el gobierno bolivariano en medio del bloqueo económico impulsado por Estados Unidos junto a otros países de Europa y América Latina.
Gusta definirse simplemente como «chavista y patriota», y con esa impronta ha encabezado la estrategia diplomática venezolana en años complejos que sin dudas marcarán el futuro de la revolución bolivariana.
En este diálogo repasa los resultados electorales de las legislativas del pasado 6 de diciembre en las que el gobierno recuperó la mayoría en la Asamblea Nacional luego de cinco años de hegemonía opositora. Además analiza la situación económica pero no ignora los problemas y tensiones internas. Finalmente aporta su mirada sobre la unidad latinoamericana, el vínculo con la Argentina de Alberto Fernández y el recuerdo de un amigo inclaudicable de Venezuela, Diego Maradona.
—El Gran Polo Patriótico obtuvo una holgada victoria. Sin embargo fueron unas elecciones donde hubo un boicot de una parte de la oposición de derecha y una participación electoral del 31%, que ha sido más baja que la última elección presidencial de Maduro. ¿Qué evaluación hace de este triunfo en este contexto particular?
—Para nosotros es una victoria heroica realmente porque el nuestro es un país bajo asedio permanente, externo e interno también. En realidad es una sola fuerza que tiene expresiones fuera y dentro de Venezuela con una coordinación extraordinaria. Pero a pesar de sus capacidades extraordinarias no han podido derrotar a un pueblo que es aún más extraordinario.
Imagínate que obtener más del 67% de los cargos a la Asamblea Nacional es un alivio para los venezolanos. Porque ese poder, si bien el nuestro como el argentino es un sistema presidencialista, tiene un importante rol de equilibrio, de control político y el más importante que es el de legislar.
En el caso de esta Asamblea Nacional que surge con la Constitución del año 2000, siempre ha sido el caso de los revolucionarios y revolucionarias legislar con y para el pueblo.
Pero tuvimos cinco años con un Poder Legislativo secuestrado por la burguesía que trató de convertirse en la plataforma interna del golpe contra Venezuela y contra el Presidente Maduro. Agotaron todas las vías legales, ilegales y no solo eso, sino que llegaron a contratar mercenarios para desestabilizar el país, asesinar a su liderazgo. Se robaron activos, se robaron millones y millones de dólares de divisas.
El tema de la participación en las elecciones es muy diverso. Antes de llegar la Revolución Bolivariana, en la década del ’90 había elecciones regionales donde la participación no superaba un 20%. Luego con la dinámica de la revolución se potencia y tuvimos elecciones presidenciales con más del 70%.
Siempre las municipales, las regionales, han tenido menos participación y especialmente las parlamentarias. Pero a eso le sumamos que somos un país atacado; que el combustible en este momento es de difícil acceso (lo vamos a resolver en los próximos meses); que las elecciones fueron boicoteadas; y que además el contrincante no era el más fuerte: se inscribió una oposición nueva, que está tratando de surgir, pero no una que levante las pasiones y la polarización como para estimular a un elector chavista a conseguir el combustible y trasladarse a votar.
En 2005, sin el ataque, sin las sanciones, sin el bloqueo, con combustible, se retiró la oposición y hubo un 25% de participación. Pero en el 2006 ganó Chávez con el 63% en una elección con más del 80% de participación.
Así que comparar la participación en una elección en Venezuela es complejo, porque hay muchos factores que están allí presentes. Lo que sí saben los venezolanos y venezolanas es que nuestro sistema contempla el voto como un derecho. Es un derecho y tú lo ejerces voluntariamente. No es una obligación como en otros países.
Ahí está una Asamblea Nacional elegida por quienes quisieron elegirla. Los que no quisieron participar, los que no quisieron votar, tienen su derecho de hacerlo. Es absolutamente legítima, legal y es un alivio para el pueblo de Venezuela.
—En el sentido que usted mencionaba, que hay una oposición que está surgiendo, hay otra quizás más conocida fuera de Venezuela que ha boicoteado los comicios y mantiene una política, una decisión de no resolver las diferencias por la vía electoral. ¿Cómo evalúan desde el gobierno llevar adelante el vínculo con esos sectores y qué puede llegar a pasar de aquí a enero cuando tengan que asumir los nuevos parlamentarios y parlamentarias?
—Nosotros estamos en diálogo permanente con todos los sectores, incluyéndolos a ellos. Este año el propio Presidente Maduro se reunió en dos oportunidades con todos los voceros de la oposición en toda su gama: desde la más extrema, un representante de Juan Guaidó, hasta esta que participó de las elecciones.
Ahí hubo compromiso de participar, luego Jorge Rodríguez, que era nuestro ministro de Comunicación y jefe de la delegación, se reunió, no te miento, más de 40 veces con distintos grupos de oposición y de esa oposición extremista donde está Voluntad Popular, Acción Democrática, Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo.
Se logró llegar a una serie de acuerdos pero luego esto fue decantando porque esta oposición extremista está muy interferida, por decirlo de alguna manera, controlada por Washington. Así que con los que se pudo se llegó incluso a un acuerdo para la participación donde facilitó en parte el Alto Comisionado de Europa, Josep Borrel, y acordamos una serie de indultos.
Estos tuvieron un costo político importante en nuestras bases. No recibieron con alegría un perdón absoluto a quienes trataron de matar al Presidente, a quienes estuvieron al frente de un golpe de Estado el 30 de abril de 2019, quienes han tratado de incendiar el país con violencia.
Sin embargo se llegó a ese compromiso, el Presidente Maduro cumplió y esa parte de la oposición tradicional que aún estaba negociando, como el partido Primero Justicia de Henrique Capriles y otros, al final tampoco participó por presiones.
Nosotros vamos a seguir, ya estamos dialogando y seguiremos dialogando antes y después del 5 de enero. ¿Qué puede pasar hasta entonces? Aquí hay una comida navideña muy popular que se llaman las hallacas. Bueno las comimos, nos reunimos en familia a pesar de la pandemia, disfrutamos y el 5 de enero se instalará la nueva Asamblea Nacional.
¿Qué puede hacer el sector más extremista? No lo sabemos, pero poco le importa eso al pueblo venezolano. Ese sector simplemente se anuló, se auto descalificó y no tenemos nada que esperar de ellos.
—Usted habla de una oposición interferida y efectivamente uno de los factores para el abstencionismo fue la amenaza o la efectivización de sanciones de parte de Estados Unidos. Frente a este escenario de una oposición que tiene respaldo a nivel regional con el apoyo de Colombia y de Brasil pero que está fundamentalmente dirigida por Washington, este último se encuentra en una transición presidencial entre Donald Trump y Joe Biden. ¿Este cambio de gobierno puede implicar una alteración, una mejora o no, de las relaciones entre Venezuela y Estados Unidos?
—Tenemos 21 años ya de gobierno y desde el primer día hemos estado interferidos e intervenidos por Washington y su política exterior, su Doctrina Monroe. Y hemos aprendido en estos años que el imperio es uno.
El imperialismo no es solo la Casa Blanca, el Pentágono y el Departamento de Estado o del Tesoro. Esa institucionalidad de Estados Unidos es la expresión política más relevante del imperialismo, pero este tiene expresión en otros gobiernos europeos, en gobiernos asiáticos y también en las élites que dominan varios de los países latinoamericanos.
Considerando esto, nosotros tuvimos relaciones con Bill Clinton, George Bush, Barack Obama y ahora con este señor Trump. Y la verdad es que con unos se puede dialogar, tomar un café y luego te atacan. Con otros no se puede dialogar y luego te atacan.
Sin embargo, a pesar de la experiencia transcurrida, como hijos de Bolívar creemos que podemos mejorar la relación con quien sea en este mundo. Somos optimistas y si el gobierno del señor Biden tiene a bien mejorar la relación, rectificar, respetar el derecho internacional, la Constitución venezolana, evitar el sufrimiento del pueblo con sanciones, bienvenido.
Si ellos quieren, nosotros queremos. Si ellos no quieren, nosotros igualmente venceremos.
—Volviendo al plano interno, usted mencionaba que hubo determinadas políticas como la liberación de los llamados «presos políticos» que ha generado tensiones en la base del chavismo. También ha habido debates en torno a la llamada Ley Antibloqueo; discusiones respecto a funcionarios de PDVSA detenidos acusados de corrupción. ¿Cómo ve hoy al movimiento bolivariano en relación a estos debates y tensiones?
—Nuestra revolución siempre ha partido del debate. Para nosotros las diferencias son bienvenidas, son benditas. Así es como se construye: la tesis, la antítesis y la síntesis de los procesos.
Somos a veces en el debate, en la discusión, irreverentes. Pero luego, una vez que se toman las decisiones, somos coherentes y leales en la acción. Esa ha sido una dinámica propia de la Revolución Bolivariana. La crítica y la autocrítica son siempre necesarias.
El comandante Chávez hablaba de las «tres R» permanentes: la revisión, la rectificación y el re-impulso. Siempre estamos en esa dinámica.
El chavismo está muy consciente de que estamos en una transición que ya era muy complicada entre el sistema capitalista-rentista-petrolero (que no es cualquier sistema capitalista) hacia un sistema socialista. Eso ya de por sí es complejo, pero además intervenida, atacada, asediada, donde hasta nos han llevado a la utilización libre del dólar en nuestra economía, cosa que no se condice con los principios pero que es una necesidad y una válvula de escape en esta coyuntura.
Pero el chavismo no se confunde. Hay algo que es claro que es el respeto al liderazgo del comandante Chávez y su proyecto histórico, del Presidente Maduro y su capacidad de resistencia y avance permanente.
—¿Cuál ha sido la política en términos de diplomacia que se ha desplegado para intentar superar el bloqueo?
—El bloqueo se ha ido intensificando. Era Vicepresidente ejecutivo en el 2014 y comenzamos a ver señales claras. Bancos estadounidenses que dejaban de trabajar como corresponsales de Venezuela, cerraban sus sucursales en el país, agencias de financiamiento que cortaban el diálogo, inmensa dificultad para que los organismos multilaterales de financiamiento discutieran proyectos de infraestructura para el país.
Y luego en 2017 se formalizaron una serie de procesos de aislamiento y agresión sin fundamento jurídico. Pero ese año con la orden ejecutiva de Donald Trump, que venía de la ventana jurídica del decreto de marzo de 2015 de Barack Obama, se comenzó una agresión formal. Incluso con una amenaza de operación militar.
En cada etapa hemos tenido una estrategia que se adapta y puede mutar a la próxima. Ahí nuestros aliados han sido fundamentales. China, Rusia, Cuba nuestro aliado fundamental, países del Caribe, África, Turquía, India. Tenemos una buena capacidad de maniobra en el mundo, pero esos países también son presionados y atacados desde 2019 luego de tratar de imponer un gobierno fake en Venezuela.
Ahora persiguen a las empresas que se atreven a trabajar con el país. Ya no solo sancionan al Estado venezolano sino a compañías petroleras, navieras, de alimentos, de medicina, etc. No es un bloqueo solo, es una persecución implacable y nos hemos ido adaptando con buenos resultados o no, porque estamos aprendiendo.
La última etapa contempla esta Ley Antibloqueo y que le da unas herramientas de protección a la inversión, a la identidad de los inversores en el proceso de negociación, de los sistemas de pago y que flexibiliza los términos en que la inversión internacional, nacional o incluso comunal puede interactuar con el Estado. Es una herramienta muy valiosa.
Es complejo, hay cosas que no les puedo decir. Hay cosas que ni siquiera yo sé ni debo saber. Porque como decía José Martí, en silencio ha tenido que ser. Si no lo hacemos en silencio no ocurre, porque nos persiguen, nos bloquean y nos sancionan.
—En el marco de la intensificación del bloqueo y una situación geopolítica hostil, recientemente hubo triunfos progresistas en México, en la Argentina, se recuperó la democracia en Bolivia. Esos eventos parecen estar cambiando el escenario latinoamericano. ¿Cómo pueden ayudar esos procesos a reconstruir los organismos regionales de los cuales Venezuela era actor protagónico?
—Con mucha humildad considero que la resistencia del pueblo venezolano tiene mucho que ver con las victorias en Bolivia, en México, en la Argentina. Y victorias que están por venir.
Para Nicaragua o Venezuela fue la Revolución Cubana y su resistencia la que pudo demostrar que otra vía era posible, a pesar de los ataques. Creo que en ese mismo sentido los pueblos de Nuestra América han estado muy atentos a Venezuela y se pueden atrever a tomar pasos que tal vez en otras circunstancias no estarían dadas las condiciones.
Por otra parte creo que los pueblos, al principio de este siglo, encontraron su camino y su punto de equilibrio de participación en la toma de decisiones, en las políticas públicas. Fue con aquellos gobiernos populares, con sus matices, sus intensidades, con sus velocidades pero que tenían mucha claridad que se gobierna con el pueblo y para el pueblo. No para las oligarquías y las burguesías.
Cuando Estados Unidos en el año 2008 se cansó de intervenir en Medio Oriente, ya no quería seguir contando los muertos en esas guerras, miró hacia América Latina y el Caribe y se dio cuenta de que había un liderazgo claro de gobiernos populares. Estaba Hugo Chávez, había surgido Unasur, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), había una CELAC en construcción.
Por eso Washington decide entonces invertir tiempo, recursos y estrategias para revertir ese escenario. Ahí vinieron los golpes contra Mel Zelaya en Honduras, Fernando Lugo en Paraguay, Dilma Rousseff en Brasil.
Paralelamente se financiaron candidatos y proyectos de derecha, pro imperialistas, en la Argentina, México y en todos nuestros países. Todas las campañas electorales comenzaron a tener esa expresión. También los medios de comunicación.
Fueron avanzando y recuperando algunos espacios. Ese péndulo que se fue hacia la derecha ahora vuelve hacia su orientación natural, que es la de los pueblos y no la de que se enriquezcan unos pocos y se empobrezca la mayoría.
Así que volvemos a un momento en el cual las condiciones están dadas, si hay unidad en los procesos internos, si hay visión estratégica, si se escucha a los pueblos de esos países, para ir recuperando los espacios políticos superestructurales. Y luego con el deber de entregar ese poder a los pueblos.
Eso se presta también para que recuperemos, como consecuencias de lo primero, espacios de integración regional. Para fortalecer la Celac que ha sobrevivido a duras penas, pero hay que agradecerle a México que el año pasado asumiera su presidencia pro-témpore porque estaban a punto de fracturarla gracias a la agresión a Venezuela.
Y la Unasur que fue sometida a un ataque inclemente, sin sentido, porque decían que era un organismo ideologizado. ¿Ideologizado cómo, si es un organismo donde se toman las decisiones por consenso? Crearon incluso otra organización que se llama Prosur y es un cascarón vacío.
Están dadas las condiciones para que volvamos a recuperar esos organismos. Tenemos también la Comunidad Andina, el SICA, Caricom, la Asociación de Países del Caribe Oriental, el Tratado Amazónico, el Mercosur. Tenemos todos estos instrumentos que deberían ir tributando en una matriz de convergencia hacia la Celac.
Siempre pongo como horizonte estratégico el 2030 pero podría ser antes que cumplamos el sueño del Libertador. A 200 años de la traición, de que lo mataron prácticamente en 1830, deberíamos llegar los pueblos empoderados en lo institucional y lo popular concreto con un proyecto de unión —y no de integración— fortalecido.
—Hablaba recién del movimiento del péndulo, que estuvo hacia la derecha. Puntualmente en la Argentina el gobierno de Macri fue decisivo en el aislamiento y el hostigamiento hacia Venezuela. Pero hace un año hubo un cambio de gobierno. ¿Cómo ve usted el vínculo bilateral con este nuevo gobierno argentino?
—Por mi propia función y respeto por Argentina no debo yo emitir alguna opinión sobre sus procesos internos. Sí creo que tenemos una relación que va mejorando conforme pasa el tiempo y que quisiéramos que fuese más rápida, más concreta, pero lo importante es que avanza. Como avanza nuestra relación con México.
Y bueno, comprender. Hay algo que tantos años de revolución, de ataque y de cambios políticos en el entorno nos han hecho desarrollar en Venezuela: la paciencia y la comprensión de los procesos internos, de las presiones internacionales que sufren algunos países amigos y más bien tenderles la mano para ayudarlos en cualquier situación.
Nosotros estamos aquí, manos extendidas, comprendiendo, avanzando y le deseamos lo mejor al Presidente Alberto Fernández y su gobierno.
Diego: el “hombre-pueblos”
Desde su primer viaje a Cuba en 1987, Diego Maradona estableció un fuerte vínculo con Fidel Castro a quien llegó a definir como “el más grande”. Fue el líder cubano quien lo instó a acercarse al proceso bolivariano comandado por Hugo Chávez. Su primer encuentro fue en la “Cumbre de los Pueblos” de 2005 en Mar del Plata y desde entonces, no abandonó nunca a Venezuela.
“Para nosotros fue mucho más que el mejor jugador de fútbol del mundo de la historia. Eso lo fue, pero hubiese sido insuficiente. Porque al mismo tiempo él ha sido el mejor amigo que hemos tenido”, expresó Arreaza. Diego era un “hombre-pueblos”, porque “no solo expresa al pueblo argentino, expresa a los pueblos de Nuestra América y mucho más allá”, conceptualiza.
El canciller también mencionó la difundida carta del Presidente francés Emmanuel Macron en la que, tras llenar de elogios a Maradona, cuestionó duramente sus vínculos con Fidel y Chávez. “Pero cuando vimos al otro día en París, ese pueblo acostumbrado a protestar con una gran pancarta con la cara de Diego Armando Maradona dijimos: ‘Bueno, esa es la respuesta de los pueblos’, porque Maradona era eso, pueblos”, sentenció.
Desde su punto de vista, Diego, “siendo como era, irreverente, preocupado por los más humildes, con aquel corazón inmenso que era más grande que su talento futbolístico —que es mucho decir—, no tenía otra opción sino apoyar a las revoluciones populares. Y lo hizo con decisión”, completó.
Finalmente Arreaza señaló que el Presidente Maduro “estuvo deprimido unos tres, cuatro días” porque “se fue más que un amigo, se fue un hombre de los pueblos de Nuestra América que tenía mucho que dar todavía”. Recordando también al dirigente uruguayo Tabaré Vázquez, que falleció el 6 de diciembre concluyó: “Que estos compañeros que se nos van se transformen en energía para las revoluciones y los pueblos de Nuestra América”.
Fuente: https://www.elcohetealaluna.com/resistir-la-interferencia/