«Desde el momento en que te levantas cada mañana vas dejando un rastro de ‘bits’; cada vez que utilizas el teléfono, el ordenador o la tarjeta de crédito dejas una rastro», y hay miles de bases de datos y de compañías que capturan, organizan, venden y utilizan toda esa información. Ésta ha sido la clara […]
Ésta ha sido la clara advertencia lanzada por el inventor del teléfono móvil, Martin Cooper, en la XXI Conferencia de Protección de Datos y Privacidad celebrada esta semana en Madrid.
Para Cooper, esta recolección de datos no es un problema si sirve para facilitar la vida al usuario; para otros expertos, esta tendencia supone una pérdida de control de la privacidad que los usuarios deben recuperar.
Para dirimir los límites, más de mil especialistas se han reunido para analizar los problemas que plantea garantizar la seguridad en la vida real y en Internet sin por ello erosionar la libertad y la privacidad de las personas.
A primera vista todos estaban de acuerdo: es preciso defender la libertad y privacidad de las personas y ofrecer una adecuada protección de sus datos y para lograrlo hay que unificar las legislaciones e impulsar el autocontrol.
«Se trata de recuperar el control que alegremente cedimos al principio de la revolución digital; una revolución que se ha hecho totalmente al margen de los usuarios y sin tener en cuenta sus derechos más básicos», ha argumentado en conversación con Efe el director ejecutivo del Centro de Información sobre la Privacidad Electrónica.
Las comunicaciones telefónicas, la localización por GPS de los teléfonos móviles, las búsquedas en el ordenador, los datos que aportamos a través de redes sociales, intercambios de emails, las bases de datos de compañías de seguros, bancos y centros educativos, las cosas que compramos con tarjetas electrónicas o de crédito, son miles y miles de datos personales.
La privacidad de las personas también se ve comprometida por las nuevas medidas de seguridad como las miles de cámaras de vídeo-vigilancia o los sistemas de escuchas telefónicas como el Sistema Integral de Interceptación de las Telecomunicaciones (SITEL), utilizado por la Policía Nacional, la Guardia Civil y el Centro Nacional de Inteligencia para «pinchar» teléfonos.
Además de grabar las conversaciones, este sistema permite localizar a un individuo a través de su teléfono móvil, cruzar sus llamadas con las de otras personas y saber las páginas por las que navega en Internet o las transacciones económicas que realiza desde el móvil.
Pero «para poner en riesgo la privacidad de los ciudadanos no son necesarias ni las grandes compañías, ni los gobiernos curiosos; la principal brecha de seguridad se produce con la pérdida o robo de los ordenadores personales, más de dos millones cada año y uno de cada diez en el primer año de uso», ha asegurado la directora asociada de la Asesoría Jurídica de Google, Nicole Wong.
Según datos del Instituto Nacional de Tecnologías de la Comunicación, una cuarta parte de los ordenadores privados tiene una seguridad «muy deficiente» y dos de cada tres tienen un «código malicioso» implantado para recabar información.
A esto se añade el enorme caudal de información personal que los usuarios introducen voluntariamente en Internet a través de sus comunicaciones por email, las cadenas de mensajes que permiten conocer decenas de direcciones y sus aportaciones a redes sociales como datos personales, fotos y vídeos privados.
El resultado es una avalancha de datos que, agregados, revelan buena parte de la información privada y los gustos, aficiones e intereses de cada individuo, lo que permite elaborar un «ADN electrónico» personalizado con el que las empresas comercian.
«Es una locura; la recolección de datos es una herramienta increíblemente poderosa que definirá nuestras vidas y nuestro futuro», ha advertido el director del Centro para la Democracia Digital, Jeffrey Chester, en conversación con Efe.
Esta recolección de datos permite predecir el comportamiento de un usuario concreto y elaborar un perfil que a su vez la compañía «recolectora» vende instantáneamente a las empresas especializadas en «marketing social» que a su vez colocan anuncios específicos de manera «personalizada».
«Todo esto supone una invasión brutal de la privacidad de todos nosotros y ni siquiera somos conscientes de que está pasando y por supuesto no sabemos quién tiene nuestros datos ni qué piensa hacer con ellos», advierte Chester.
A su vez las compañías se defienden argumentando que se trata de dar un servicio «más personalizado» a los usuarios de Internet al permitir ofrecerles sólo aquellos servicios, informaciones o anuncios que les interesen y que los datos se recogen de «manera anónima».
«Hoy en día el sector está centrado en conseguir cuanta más información posible y en almacenarla cuanto más tiempo mejor», ha planteado Brooks Dobbs, el responsable de privacidad de Phorm, una compañía británica de recolección de datos que el pasado abril provocó que la UE abriera un expediente al Reino Unido por no proteger los datos de los británicos.
Según Dobbs, en el futuro, este tipo de compañías deberá recolectar sólo la información pertinente, hacerlo de manera transparente y comprometerse a destruir los datos no relevantes.
Conscientes de que si no cuentan con la confianza de los usuarios no podrán contar con los usuarios, algunas compañías ya han comenzado a implantar sistemas que devuelven a las personas parte del control sobre sus propios datos.
Así, Google ha presentado esta semana una plataforma que permite a sus usuarios determinar el tipo de información que se recolecta sobre ellos.
Esta iniciativa se suma a las adoptadas en los últimos meses como el «gestor de preferencias» en materia de anuncios que permite seleccionar qué anuncios se reciben e incluye la garantía de que éstos están gestionados directamente por Google y no por otra compañía desconocida; y el «frente de liberación de datos» que permite a los usuarios retirar o borrar toda la información aportada.
«Se trata de que los usuarios tengan el control de todo el proceso y de que éste se desarrolle con total transparencia», ha explicado Wong, para quien resulta obvio que «si no se fían de nosotros, se irán a otro lado».
Yahoo, Microsoft, Facebook y otras grandes compañías también han empezado a implementar medidas de autocontrol y a incluir herramientas que permitan al usuario «controlar» de sus propios datos en mayor o menor medida, pero ninguno de ellos quiere renunciar a los beneficios de la segmentación publicitaria.
Son estas mismas empresas las que piden la elaboración de unas normas concretas e iguales para todos que regulen estos nuevos sectores.
«Regulen por favor, pero regulen sin ahogar la creatividad e innovación», ha pedido el vicepresidente global de Comunicación, Marketing y Políticas Públicas de Facebook, Elliot Schrage, en la conferencia de Privacidad.
De hecho, en dicha conferencia y tras tres días de discusiones, las autoridades responsables de la protección de datos de 50 países han acordado por unanimidad un conjunto de estándares internacionales «sobre principios, reglas y derechos que pueden y deben regir en todos los países», ha explicado el director de la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) y organizador del encuentro, Artemi Rallo.
Conocido como la «Resolución de Madrid», el texto no es vinculante pero sí «tendrá un inmediato valor como referencia» especialmente para las empresas, que llevan años solicitándolo, y los países que aún no cuentan con legislación al respecto, ha explicado.
«Hace diez años nos dijeron que la privacidad había muerto; esta conferencia demuestra que no es cierto, que cada vez somos más conscientes de que los derechos civiles que tanto apreciamos en la vida real también deben prevalecer en Internet», ha asegurado la comisaria de Privacidad de Canadá, Jennifer Stoddart.
Para el director de la organización de defensa de la privacidad Privacy International, Simon Davies, «es un documento importantísimo porque supone unir las fuerzas de los ciudadanos de todo el mundo para luchar contra la invasión de nuestros derechos que estamos sufriendo por parte de las empresas y de los gobiernos».
Para Davies, se trata de «una batalla que los ciudadanos hemos perdido, por ahora; por eso cada paso que damos es un paso importante, sea limitar el uso de cámaras de vídeo-vigilancia, sea limitar los datos personales que pueden recabar las empresas monitorizando nuestro uso de Internet.
Y Davies es optimista: «son muchos frentes y muy diferentes, pero hemos empezado a recuperar derechos que habíamos cedido sin pensar; la reconquista ha comenzado».
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