En la última década la desigualdad en el ingreso que perciben mujeres y hombres en nuestro país se ha acentuado de manera alarmante, a pesar de realizar trabajos similares. Actualmente el 50.1 por ciento de la población femenina y el 41.4 por ciento de los varones reciben ingresos mensuales que no rebasan los dos salarios […]
En la última década la desigualdad en el ingreso que perciben mujeres y hombres en nuestro país se ha acentuado de manera alarmante, a pesar de realizar trabajos similares. Actualmente el 50.1 por ciento de la población femenina y el 41.4 por ciento de los varones reciben ingresos mensuales que no rebasan los dos salarios mínimos, informó Friné López Martínez, directora de la organización Espacio Autónomo, A.C.
Dijo que la condición de la pobreza de la población femenina se agudiza aún más debido a que tiene que dedicar parte de su tiempo a las labores domésticas, e incluso quienes trabajan no necesariamente se ven más beneficiadas por ello, toda vez que «la carga de trabajo de ambas actividades aumenta conforme las carencias se agravan».
Al encabezar la mesa de trabajo Pobreza, Economía y Desarrollo Sostenible, en el marco del Congreso Internacional Camino a la Igualdad de Género: Propuestas, organizado por la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), el Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM) y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), destacó que en nuestro país la desigualdad en el ingreso entre la población en sí es grave, y ejemplificó:
En el año 2002 las personas ubicadas en el 10 por ciento más rico concentraban el 3.6 por ciento del ingreso nacional, mientras que el 10 por ciento más pobre concentraba sólo el 1.6 por ciento. Es así, dijo, que durante la última década la desigualdad ha tenido un comportamiento pro cíclico, incrementándose en tiempos de crecimiento económico y reduciéndose en periodos de crisis o estancamiento.
En la sede de la Secretaría de Relaciones Exteriores, la también estudiosa en problemas ambientales con perspectiva de género, destacó que al diferenciar las percepciones económicas de mujeres y hombres se observó que a medida que el nivel de ingreso aumenta, el porcentaje de la población femenina es menor comparado con el de los varones.
El porcentaje de hombres que gana menos de un salario mínimo mensual, equivalente a mil 127 pesos, es de 15.7 por ciento, contra el 21.5 por ciento de mujeres, según cifras del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres 2003).
Mientras que el porcentaje de hombres y mujeres que ganan de uno a dos salarios mínimos mensuales representa 25.7 y 28.6 por ciento, respectivamente; de dos a tres salarios mínimos es de 19.9 por ciento y 15.2 por ciento de las mujeres ocupadas; 16.4 por ciento y 11.8 por ciento recibe de tres y hasta cinco salarios mínimos; y con ingresos superiores a los cinco salarios están 11.8 y 7.4, respectivamente. Las mujeres ocupadas que no reciben ingresos por su trabajo son 13 de cada 100, en tanto que siete de cada 100 hombres se encuentran en esa situación.
López Martínez se pronunció porque nuestro país encuentre caminos para reducir la brecha de desigualdad que hay entre mujeres y hombres y porque las políticas económicas -dictadas actualmente por los organismos internacionales-, se construyan a partir de organismos como el UNIFEM, la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y el PNUD, tal y como hace 30 años. Entre sus propuestas para el periodo 2005-2010 está también el trasparentar el ejercicio público para que responda a la necesidad de armonizar el desarrollo económico y social en la nueva dinámica de la inserción de México en la globalización y la internacionalización del Estado. «Es decir, que la política económica deje de caminar por un lado y la política social por otro, e igualmente la política ambiental».
Además, llamó a que se establezca la meta de la reducción de la desigualdad hacia el 2015 como parte de la iniciativa del gobierno de México de ir más allá de las Metas del Milenio y que el sector privado nacional e internacional se comprometa en el logro de esta meta, para lo cual, dijo, «se necesita un mecanismo de medición de la reducción de la desigualdad por ingreso, región, género, etnia y edad».