La economía argentina crece sin pausa desde hace tres años, cuando comenzó a dejar atrás la peor crisis de su historia que llevó al colapso de fines de 2001. Sin embargo, aún en plena recuperación, la brecha entre ricos y pobres se hace cada vez más profunda.
Datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) indican que el producto interno bruto creció nueve por ciento en 2004, en línea con la recuperación del año anterior que llegó a 8,8 por ciento.
No obstante, la distribución del ingreso se hizo más desigual a lo largo del año pasado. En la primera mitad de ese periodo los más ricos tuvieron ingresos 26,3 veces superiores al de los más pobres, mientras que en la segunda parte esa distancia creció a 28,2 veces.
La brecha se acortó respecto de 2002, cuando los más privilegiados ganaban 30,4 veces más que la franja de menores ingresos, pero luego de un leve acortamiento en 2003 la distancia se volvió a incrementar el año último.
El ministro de Economía de Argentina, Roberto Lavagna, intentó este martes minimizar las estadísticas públicas difundidas el fin de semana y destacó un estudio del Banco Mundial que mejora el indicador sobre ingresos.
El trabajo del organismo multilateral de crédito, titulado «Coeficiente de Ingreso per Cápita», señala que el índice de concentración de la economía argentina pasó de 51,8 por ciento en 2002 a 49,4 por ciento en 2004.
«Por primera vez en 11 años se rompió la tendencia al aumento de la brecha entre ricos y pobres», subrayó Lavagna al comentar estos datos ante un auditorio de empresarios. En cambio, el ministro evitó comentar los indicadores elaborados por el Indec.
En diálogo con IPS, el economista Claudio Lozano, de la Central de Trabajadores Argentinos, criticó a Lavagna por intentar «enjuagar las estadísticas oficiales o taparlas con datos que obtiene de otras fuentes que no son las nuestras».
Lozano es crítico del modelo de desarrollo económico que impulsa el ministro del gobierno de Néstor Kirchner porque, si bien reconoce que hay recuperación de la actividad económica, considera que esa reactivación está concentrada en sectores exportadores que crean muy poco empleo.
Si el gobierno quiere acortar la brecha entre ricos y pobres debería crear un ingreso universal para la infancia, por el cual se garantice que ningún menor de edad viva por debajo de la línea de pobreza, apunta la CTA, una de las dos centrales sindicales del país y que adhiere al pensamiento centroizquierdista.
En Argentina, la pobreza aún afecta a alrededor de 40 por ciento de sus 37 millones de habitantes, un indicador elevado pero casi 18 puntos porcentuales más bajo que el registrado a mediados de 2002, cuando la crisis alcanzó su punto culminante.
También el desempleo descendió en ese mismo lapso al pasar de casi 18 por ciento de la población económicamente activa a 13 por ciento en la actualidad, un indicado igualmente alto. Además, los nuevos empleos que se crean conllevan salarios bajos y condiciones precarias de contratación.
Tras una caída de 10,9 por ciento en el producto interno bruto en 2002, la economía argentina comenzó a recuperarse. En 2003 creció 8,8 por ciento, al año siguiente nueve por ciento y para 2005 se proyecta un incremento en torno a 6,5 por ciento.
«Si con un crecimiento económico extraordinariamente alto no se logra mover el amperímetro de la distribución, entonces el efecto derrame no está funcionando», señaló Lozano.
El economista consideró que este dato pone de manifiesto que el modelo de desarrollo no difiere sustantivamente del impuesto por el gobierno de Carlos Menem (1989-1999) en los años 90 cuando la economía crecía y también aumentaba el desempleo y la desigualdad.
La clave para el experto está en la ausencia de una política orientada a crear más empleo y aumentar los ingresos por la vía de los salarios, las jubilaciones y los subsidios al desempleo.
«Si se mide el total de los ingresos con el producto se observa que en 2001 la masa de ingresos representaba 34 puntos porcentuales del producto, en cambio en 2004 esa masa era apenas 25 por ciento», remarcó.
Para el economista, este tipo de crecimiento económico contribuye a crear una sensación de final de crisis, pero no impacta una mejora en la distribución del ingreso, que es básico para la evolución económica de mediano plazo.
«En los últimos 30 años estuvo ocurriendo lo mismo, en cada crisis el ingreso promedio de los argentinos cayó y luego vino una etapa de recuperación en la que parece que todo mejora pero nunca se vuelve al nivel previo a la crisis», destacó.
En este sentido, señaló que en los años 90 el ingreso promedio de los argentinos era 25 por ciento superior al nivel requerido para superar la línea de pobreza. Hoy está 13 por ciento por debajo de ese piso.
«El supuesto efecto derrame es cada vez menor», dijo Lozano. En 2003, por cada punto que crecía el producto crecía un punto porcentual el empleo, en cambio en 2004 por cada punto del producto el empleo crece 0,5 por ciento y para lo que va de 2005 el indicador laboral aumentó apenas 0,25 por cada punto del producto.