«Según las proyecciones del Banco Mundial, las industrias ecologistas moverán fortunas mayores que la industria química, de aquí al filo del siglo, y ya están dando de ganar montañas de dinero. La salvación del medio ambiente está siendo el más brillante negocio de las mismas empresas que lo aniquilan.» (Eduardo Galeano. Patas Arriba,1998.) Las miradas […]
«Según las proyecciones del Banco Mundial, las industrias ecologistas moverán fortunas mayores que la industria química, de aquí al filo del siglo, y ya están dando de ganar montañas de dinero.
La salvación del medio ambiente está siendo el más brillante negocio de las mismas empresas que lo aniquilan.»
(Eduardo Galeano. Patas Arriba,1998.)
Las miradas ingenuas de millones de personas poco conocen de este episodio político. Otros entienden un poco más del asunto, pero no saben como actuar para contribuir a resolverlo.
Datos del Instituto Brasilero del Medio Ambiente y los Recursos Naturales Renovables (IBAMA) indican que la Amazonia es el bioma en el cual más se destruye el entorno ambiental, cuya preservación mínima está propuesta en el 80% de su área. La institución aplicó aproximadamente trece mil multas por un valor total de 2,4 millardos de Reales hasta el 22 de julio de 2008.
Sufrimos una derrota parcial cuando la Cámara de Diputados aprobó el 24 de mayo de 2011 el Proyecto de Ley Nº 1876 de 1999 que reforma el Código Forestal.
El PL 1876/99 prevé la amnistía a las infracciones contra áreas de preservación permanente (APP) ocupadas con agricultura, pecuaria y turismo, cometidas antes del 22 de julio de 2008. No existiría entonces ninguna exigencia de recomposición de las áreas devastadas por maniobras de interpretación jurídica, por más «brasilero» que fuera quien las interprete. El PL le daría más autonomía legislativa a los Estados sobre las políticas ambientales de la Unión Federal, así como permitiría la compresión de las fajas de protección de los ríos, al permitir su medición a partir del lecho regular de los mismos y no del área de crecientes.
Gradualmente, los defensores de la depredación ambiental confeccionan artificios jurídicos a favor de la funesta economía agroexportadora, que le da a Brasil el título de «economía emergente» pero sacrifica a su población, que debe pagar un elevado precio para comer, respirar y vivir.
El estigma sobre los ambientalistas proviene contradictoriamente de la opinión colectiva, que no se detiene al tacharlos de antidemocráticos o de tener tendencias autoritarias.
Denuncie usted, habitante de áreas degradadas y víctima de la perdida de la «responsabilidad ambiental», y colabore en la recuperación de la dignidad de nuestro país y en el bienestar de su población.
El Senado Federal tiene la palabra en lo que toca a la decisión del poder legislativo sobre esta materia. Y que se acuerden los senadores de su función como guardianes de los intereses del Estado Brasilero en detrimento de la petulancia de las agremiaciones económicas, tales como las asociaciones comerciales, las federaciones industriales y las confederaciones de esto y aquello.
Una de esas elevó a Katia Abreu a Senadora de Tocnatins, el último estado en la división territorial del país y que recortó a Goiás. Y preparémonos para el ascenso de nuevas figuras políticas con ella en Pará, en el caso que haya la escisión de este estado en tres unidades territoriales.
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Katia Abreu declaró audazmente en su portal electrónico que el nuevo proyecto de Código Forestal Brasilero no trata de la amnistía a los devastadores del medio ambiente, ya que «amnistía significaría librar al agricultor de la multa y no exigir nada a cambio». Aproveché para leer su artículo «El precio de los alimentos», que es escalofriante, ya que sugiere el aumento de la producción de alimentos en Brasil a fin de saciar «el alza de la demanda en las regiones pobres del mundo, en especial en Asia.» ¡Cuánta generosidad! La senadora tergiversa el concepto de «productores rurales» y acude al argumento de una solución telúrica a la falta de alimentos, como si los asiáticos necesitaran más el pan de cada día que los pobres en las ciudades brasileras.
Estos productores agrícolas que ella defiende, en gran parte detentores de inmensas propiedades de monocultivo exportador, no se preocupan del desabastecimiento interno de alimentos, ni de las elevadas dosis de fertilizantes químicos para el control de las plagas de cultivos.
Lo que urge mientras tanto es el reparto de tierras para el desarrollo de una agricultura familiar, que atienda a la demanda regional con un uso mínimo de agrotóxicos. Antes de que los conservadores contra argumenten sobre la Reforma Agraria, adelanto que no hay ninguna utilidad en mantener un capital tecnológico productivo elevado, si el productor no está orientado hacia el abastecimiento interno, más que a la «demanda internacional» o al «mercado creciente».
La reforma propuesta al Código Forestal de septiembre de 1965 apunta a reducir el compromiso ambiental de los grandes señores de la propiedad privada y paladines del mercado libre, y a corroborar el rol de Brasil como proveedor de alimentos a naciones más ricas y menos desiguales.
El Instituto de Investigación Económica Aplicada (IPEA) emitió un comunicado, dónde dice que en el caso de que el Senado apruebe la reforma al Código Forestal tal como salió de la Cámara de Diputados, Brasil se atrasará en el cumplimiento de la meta de reducción de la emisión de CO2 asumida en compromisos internacionales.
Igualmente, el Consejo Nacional del Medio Ambiente (CONAMA) incita a que el Senado amplíe el debate ambiental a fin de consultar a las entidades técnicas.
Este proyecto de ley se tramita desde hace más de diez años, pero la susceptibilidad del tema convoca a una discusión más profunda que se oriente hacia el interés colectivo y no solo a los de la comunidad de la agroindustria.
Es inevitable el choque de modelos de desarrollo, que se resume grosso modo entre «ambientalistas» por un lado y «ruralistas» del otro.
Su papel, lector y hombre o mujer de bien, no es esperar pasivamente para tomar una actitud, a que el problema llegue a la puerta de su casa, o que alguien lo resuelva.
Piense en el aire que respira, el agua que bebe y el alimento que hoy come, que mañana serán una mercadería de lujo en una economía agroexportadora cuyos productos un consumidor asiático tendrá condiciones para comprar y Ud. no, según el raciocinio mercadotécnico de Katia Abreu.
¿Quién quiere quedarse con los prejuicios ambientales y sociales?